Paz selectiva y dolor bajo algoritmo: Nigeria, Gaza y la insidiosa trampa de la indignación
El algoritmo determina el movimiento de la brújula: el dolor que entra a tendencia, conmueve...
18 de Octubre de 2025
El algoritmo determina el movimiento de la brújula: el dolor que entra a tendencia, conmueve; el que queda fuera de foco, se reconfigura en rumor.

Desde el 7 de octubre de 2023, Gaza ocupa la conversación global —y con razón por la magnitud de su tragedia y las exigencias del Derecho Internacional Humanitario (DIH)—, mientras en el Plateau nigeriano, los cementerios se abren sin cámaras ni micrófonos. La pregunta que el presente análisis plantea es sencilla y, a la vez, compleja: ¿por qué ciertas víctimas cuentan más que otras?

Desde el 7 de octubre de 2023, Gaza ocupa la conversación global —y con razón por la magnitud de su tragedia y las exigencias del Derecho Internacional Humanitario (DIH)—, mientras en el Plateau nigeriano, los cementerios se abren sin cámaras ni micrófonos. La pregunta que el presente análisis plantea es sencilla y, a la vez, compleja: ¿por qué ciertas víctimas cuentan más que otras?
Acerca de Boko Haram y Hamás
Boko Haram (formalmente Jama’atu Ahlis Sunna Lidda’awati wal-Jihad) es un grupo yihadista responsable de atentados de magnitud —incluido el coche-bomba contra la sede de Naciones Unidas en Abuja en 2011— y designado por los Estados Unidos de América como Organización Terrorista en el Extranjero (FTO, por sus siglas en inglés); los perfiles del Centro Nacional Antiterrorista de los EE. UU. (NCTC) documentan su historial y el relevo violento con la escisión ISWAP (Islamic State West Africa Province), activa en la cuenca del lago Chad.
Hamás (Harakat al-Muqāwama al-Islāmiyya) es un movimiento islamista palestino con brazo político y ala armada, igualmente listado como FTO por los EE. UU.; el NCTC lo define como el grupo militante más competente en los territorios palestinos, y sitúa el ataque del 7-O como punto de inflexión.
Dos teatros, dos lógicas: foco y fuera de foco
Gaza/Israel. La actualización humanitaria más reciente de la Oficina ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) —del 7 de octubre de 2025 (SitRep #329)— sitúa el saldo en Gaza en 67.173 fallecidos y 169.780 heridos desde el 7-O, según el Ministerio de Salud de Gaza. En paralelo, los recuentos consolidados en Israel cifran en torno a 1.139 los muertos del 7-O (entre civiles, extranjeros y fuerzas de seguridad). Y a mediados de octubre de 2025, tras un alto el fuego, se confirmó la liberación de los últimos veinte rehenes con vida; sin embargo, siguen pendientes cuerpos de rehenes fallecidos por recuperar en virtud del acuerdo. Todo ello refuerza la necesidad del escrutinio del DIH —distinción, proporcionalidad y precauciones— sin excepciones.
Nigeria. En la franja central, especialmente en Plateau, confluyen insurgencias (Boko Haram y su escisión ISWAP) con milicias y economías criminales, y un Estado que no llega a tiempo o no llega en absoluto. La Navidad de 2023 compartió una escena del tenor que debía conmover a la agenda internacional: entre el 23 y 25 de diciembre de 2023, una seguidilla de ataques coordinados en decenas de comunidades de Bokkos y Barkin Ladi provocaron más de dos centenares de muertes y más de trescientos heridos; el ejército inició operaciones de “limpieza” tras las masacres, con residentes reportando demoras de más de doce horas en la respuesta estatal. No se trató de un episodio aislado: a lo largo de 2025, se repitieron matanzas; por ejemplo, abril de 2025 dejó más de cuarenta ultimados en episodios de violencia intercomunal en Plateau, según AFP/France24. Amnistía Internacional, en mayo de 2025, alertó sobre un incremento de homicidios y de ataques fuera de control perpetrados por organizaciones armadas, con una respuesta estatal que no protege ni garantiza justicia efectiva para las víctimas.
Adicionalmente, el 13 de junio de 2025 se registró una masacre nocturna en Yelewata (Estado de Benue): según testimonios recogidos por Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), los atacantes iniciaron incendios en alojamientos improvisados para desplazados internos y ejecutaron por vía de machete a quienes intentaron escapar. La diócesis de Makurdi —a través de su Fundación para la Justicia, el Desarrollo y la Paz— estimó en torno a doscientas las víctimas mortales. El episodio certificó -una vez más- la combinación letal entre la vulnerabilidad de desplazados, la actuación de milicias fulani armadas y la deficiente o nula respuesta de seguridad.
En paralelo, organizaciones que siguen la persecución religiosa sostienen que Nigeria concentra, año tras año, el mayor número de cristianos asesinados por su fe. Global Christian Relief resume estimaciones acumuladas de decenas de miles de cristianos asesinados desde 2009, en tanto describe un patrón de ataques con expansión hacia el cinturón central (Plateau, Benue, Kaduna); complementariamente, registra una diáspora de millones de desplazados y la incapacidad gubernamental para contener la violencia. Informes de campo reportaron 218 asesinados y más de seis mil desplazados en Benue en junio de 2025, reforzándose la cronicidad de la crisis.
República Democrática del Congo (RDC), como reflejo adicional. El 8–9 de septiembre de 2025, en el territorio de Beni, las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF, por sus siglas en inglés) —aliadas al ISIS— perpetraron nuevas carnicerías: más de un centenar de cristianos asesinados entre las aldeas de Ntoyo y Potodu, con decenas de secuestrados y casas incendiadas. El patrón —objetivos religiosos, ruralidad, ausencia estatal efectiva— rima con la experiencia nigeriana.
Lo que sí se compara
No sería lícito comparar marcos jurídicos idénticos: en Gaza, se asiste a un conflicto armado internacionalizado con obligaciones claras para actores estatales y no estatales bajo el DIH; en Nigeria, coexisten el terrorismo, la insurgencia y la violencia intercomunal. Lo que sí vale comparar es el déficit de coherencia moral y de atención internacional frente a masacres de civiles. Mientras Gaza ocupa la conversación mundial, Nigeria suele tratarse como ruido de fondo; este ecosistema de selectividad se exhibe como ostensiblemente injusto y, por demás, causal.
La geometría de la indiferencia
¿Por qué Gaza domina y Nigeria se hunde en el silencio? Tiene sentido ofrecer tres hipótesis plausibles. Previo a su enumeración, convendría subrayar que no se trata de alterntivas excluyentes: las mismas interactúan y se retroalimentan, creando un ecosistema de atención desigual.
1) Arquitectura mediática y geopolítica. Gaza trasciende las principales fallas del sistema internacional y concentra ONGs, corresponsales e infraestructura informativa en tiempo real, lo que genera inercia de foco. Nigeria, etiquetada como crisis crónica africana, recibe cobertura en ráfagas, con menor presión política y recursos.
2) Legibilidad del relato. Gaza ofrece un arco narrativo lineal. Nigeria es un desordenado rompecabezas de actores (Boko Haram/ISWAP, milicias, bandidaje corriente), disputas por tierra/agua, e ineficiencia estatal. Las dificultades a la hora de enhebrar una narrativa coherente deriva en el encarecimiento de la cobertura sostenida, y en su consecuente postergación.
3) Capacidad estatal y costos reputacionales. El Estado de Israel, con instituciones robustas y sociedad civil hiperconectada, enfrenta altos costos reputacionales. En Nigeria, la fragmentación de la seguridad y la impunidad estructural amortiguan la presión; sin investigaciones independientes ni protección efectiva, la espiralización se prorroga.
Datos que no deberían ignorarse
Algunos caracteres que dimensionan la magnitud y persistencia del problema:
- Plateau (23–25 dic. 2023): ≈200 muertos en 17–20 comunidades; respuesta tardía; cientos de heridos y miles de desplazados.
- Benue (13 jun. 2025, Yelewata): alrededor de 200 asesinados en un ataque nocturno contra desplazados internos (ACN/FJDP).
- Ataques 2025 en Plateau: decenas de muertos en abril (AFP/France24).
- RDC, Beni (8–9 sep. 2025): >100 cristianos asesinados por ADF en Ntoyo y Potodu; secuestros e incendios.
- Gaza (7 oct. 2025, OCHA SitRep #329): 67.173 muertos y 169.780 heridos (MoH Gaza). Israel (7-O y guerra): ~1.139 muertos en los ataques iniciales; a mediados de octubre de 2025 se liberaron los últimos 20 rehenes vivos, con cuerpos pendientes de repatriación.
Una ética sin 'peros'
La ética consistente no exige seleccionar una víctima favorita. Antes, bien; demanda apuntalar una colección de principios vigentes para todos: protección real en Nigeria; respeto escrupuloso del DIH en Gaza; y una lucha activa contra la desinformación que convierte el dolor en munición.
Tres compromisos prácticos (para instituciones, prensa y ciudadanía)
1) Paridad informativa con métricas y calendario.
• Establecer cuotas editoriales paraNigeria (Plateau/Benue) y RDC (Beni/Ituri): al menos una investigación mensual y tres actualizaciones por semana cuando haya incidentes relevantes.
• Medir con un tablero público (cantidad, profundidad, fuentes locales) y auditoría semestral por observatorios de medios.
• Responsables: redacciones, consorcios periodísticos, ONGs de libertad de prensa y universidades.
2) Rutas de protección y respuesta rápida en terreno.
• Financiar alertas tempranas (SMS/radio), equipos móviles de protección civil y corredores humanitarios; crear fiscalías móviles y unidades de documentación con cadena de custodia.
• Metas: piloto en 6 meses en tres LGA de Plateau/Benue; evaluación a 12 meses (tiempos de respuesta, evacuaciones seguras, causas judiciales).
• Responsables: gobierno federal/estatales, CEDEAO/ECOWAS, Unión Africana, donantes de la UE y América Latina, agencias de la ONU.
3) Rendición de cuentas con estándares iguales para todos.
• Respaldar investigaciones independientes para Nigeria y violaciones del DIH en Gaza; publicar hallazgos e identificar perpetradores con recomendaciones vinculantes.
• Instrumentos: sanciones individuales, condicionar ayuda en seguridad a avances verificables, cooperación judicial y protección de testigos.
• Indicadores: causas judicializadas y sanciones efectivas; reducción de ataques masivos y mejoras de respuesta; en Gaza/Israel, acceso de ayuda, pausas humanitarias y disminución sostenida de víctimas civiles.
Epílogo: quebrar el silencio, sin romper la verdad
El mundo no se apalanca sobre tendencias, sino que lo hace sobre personas. Y cada individuo -en Yelwata, Bokkos, Benue, Ntoyo, Potodu, Gaza o Sderot- porta consigo una biografía irrepetible que no cabe en un gráfico -mucho menos, en una cifra. La civilización empieza cuando el dolor del otro deja de ser un ruido de fondo y se convierte en un llamado que atraviesa la propia comodidad. En tal virtud, la pregunta que sobrevuela el presente trabajo es de índole geopolítica, aunque también moral. Nuevamente, ¿qué clase de colectivo tolera una clasificación de víctimas, entre tolerables y no tolerables?
Romper el silencio no exige imprimir más decibeles a la voz, sino escuchar con atención. Significa devolver nombres a los números, contexto a los titulares y responsabilidad a las excusas. Supone educar la atención para que no dependa del algoritmo o del agenda setting de los medios de comunicación, y cultivar una memoria justa que no compita en horrores, sino que reconstruya dignidad allí donde ésta tambalea. Exige, asimismo, una compleja coherencia: denunciar el terrorismo —provenga de quien provenga—, exigir el cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario sin peros, y acompañar a las comunidades que viven al filo del miedo, no solo cuando la cámara está encendida.
La compasión que cambia algo tiene tres verbos sencillos: mirar, proteger, rendir cuentas. Mirar más allá del foco, para que Nigeria y el este del Congo dejen de ser un rumor. Resguardar con medios concretos a quienes cada noche se preguntan si para ellos habrá un amanecer. Rendir cuentas a quienes convierten la impunidad en estrategia, por cuanto es sabido que la justicia tardía representa, de igual modo, una forma de violencia.
Quizá la tarea de nuestro tiempo sea volver a pronunciar lo obvio: ninguna vida es negociable, ni fungible. Si se aprende a sostener esta frase en silencio —en la redacción, en la cancillería, en la parroquia, en el aula—, entonces la brújula dejará de cobrar forma de veleta. Allí donde hoy hay fosas anónimas y casas siniestradas, la decencia pública puede levantar refugios, escuelas y juicios. No existe jerarquía del dolor en la morgue; hay una igualdad radical de la víctima que nos compele e interpela.
Que la última palabra no la tengan la estadística, ni el cansancio. Que la última palabra sea un compromiso: nunca más indiferencia. Porque, cuando la humanidad se mira al espejo, el rostro que no puede faltar es el de aquel que ha sido olvidado.