INTERNACIONALES: MATIAS E. RUIZ

Doce Días de tribulación en la Tierra Prometida

Insinuaciones de oportunidad: un entredicho que trasciende a los parámetros del mero cómputo militar binacional.

29 de Junio de 2025

 

Un veloz repaso por la estruendosa escaramuza que, por un lapso cercano a las dos semanas, protagonizaron el Estado de Israel y la República Islámica de Irán, retornaría un lacerante quebranto para ‘BibiNetanyahu y su gobierno: la teocracia shiíta exhibió ante una atónita audiencia global el skill técnico de sus misiles balísticos que, en diferentes presentaciones, impactaron contra objetivos en territorio del adversario con perturbadora precisión.
 
Mapamundi, Conflicto entre Irán e Israel, Oriente Medio, China
Inocultable derrape de la inteligencia occidental: los iraníes ya no despachan ‘misiles tontos’ hacia la atmósfera: con el transcurso de los años, los ingenieros persas lograron hacerse de un arsenal de vectores guiados por rastreadores electro-ópticos, sistemas de navegación inerciales, y algoritmos que cotejan datos del terreno bajo redundancia múltiple. Con un ‘agravante’: los vehículos de referencia no se respaldan en satélites de la constelación GPS (por ser eventualmente hackeables por cuenta de manos anónimas en Occidente), sino que maniobran gracias al array satelital chino Bei-Dou en la corrección de terminales -fundamentalmente, móbiles (William Huo; Intel, Pekín). Obrar a través del ejemplo: esta exposición técnico-teórica ganó fuerza de corroboración en el ataque ejecutado contra el cuadrante Ramat Gan; el misil disparado sobre el Diamond Exchange District (en los extramuros de Tel Aviv) coincidió con la detonación en altura de una cabeza explosiva que desplegó submunición de acero en múltiples direcciones, amplificando las secuelas de la sobrepresión y comprometiendo estructuras edilicias y vehículos en un radio de hasta ochocientos metros. La cadena de comando y control en Teherán, sin embargo, decidió obrar con cautela; evitando la rush hour del distrito, con lo cual la cifra de víctimas letales hubiese aportado mayores cuotas de dramatismo. Presuroso corolario: Irán ha heterogeneizado el cálculo lineal de la destrucción, canjeando la meta táctica de supresión de infantería por una calculada amplificación del trauma en los sistemas de protección del oponente.
 
En el epílogo, la sofisticación técnica iraní se anotó una retaíla de apreciables éxitos tácticos: la efectividad de sus misiles degradó el ratio de eficiencia teórico del sistema defensivo multilayer israelí (Arrow y variantes, David’s Sling, Iron Dome); asestó un daño irreparable a la promocionada percepción de invulnerabilidad hebrea; y sumió a la administración Netanyahu en una plétora de padecimientos. En efecto, y más allá de su arista cinética, la guerra es una competencia entre bases industriales; asimismo, interviene en la ecuación bélica la mensurable entereza de las sociedades en pugna, consideración cualitativa en donde se evidencia la tolerancia de cada población frente a la destrucción -y su margen para asimilarla. En tal virtud, al cabo de pocos días, el gobierno de Bibi tomó cartas en el asunto, exigiendo la inmediata intervención estadounidense, acaso consciente de las preocupaciones en torno al acelerado agotamiento de la munición para interceptores (Shelby Holliday, 18JUN; Wall Street Journal). El cómputo financiero, por su parte, puso de suyo para acrecentar el sentido de la urgencia: el interdicto de doce días le facturó US$ 12 mil millones al Estado de Israel; esa contabilidad marginal sopesó gastos militares, daños provocados por misiles del enemigo, esfuerzos de reconstrucción, y compensaciones para civiles, pequeños comerciantes y empresas. El proyectado post conflicto ascendería a los veinte mil millones de dólares.
 
Análogamente, y embarcada en un lícito empeño con miras a morigerar las percepciones negativas del arqueo, la cúpula política en Tel Aviv apuntala por estas horas un modelo sistemático de censura, conforme reconocido por la propia televisión israelí. El noble propósito: mantener a buen resguardo el eslogan de invulnerabilidad que tantos años demandó edificar; más cuando se considera el extenso listado de objetivos que, en territorio soberano de Israel, los vectores de la teocracia shiíta lograron estropear (Instituto Científico Weizmann, base aérea Tel Nof, puerto de Haifa, instalaciones de Rafael Company, base aérea Nevatim en el Neguev, cuartel general de la célebre Unidad 8200 -entre otros, siempre de acuerdo a información Open Source. Demasiadas revelaciones negativas para digerir por una castigada opinión pública, y que se superponen a la reiteración de malas nuevas devueltas por la interminable guerra en Gaza -cuyos escabrosos prolegómenos ha comenzado a narrar el matutino Haaretz, con perturbadora cadencia. Así las cosas, el desafío para Israel se materializa en la inconveniente multiplicación de frentes abiertos, mientras la cruzada antipalestina pone en tela de juicio otro valor central del eje doctrinario de Tel Aviv: la arista pretendidamente moral del empeño bélico.
 
Amén del perfeccionamiento técnico de la variable vectorial, el entredicho irano-israelí viene acompañado de una insidiosa catequesis, poco explorada por los medios de comunicación -y aún hecha a un lado por los eruditos de la defensa: la República Islámica ha dispuesto una aceitada matriz de actores cibernéticos (al menos treinta), con el objeto de provocar disrupción en los sistemas civiles y militares del adversario. El criterio operacional de tales núcleos va más allá de la generación de perjuicios inmediatos; en rigor, respeta la lógica del cálculo estratégico, al ejecutar acciones de reconocimiento sobre redes de provisión de energía o agua, colando backdoors en el cloud computing ajeno, o bien recurriendo al phishing en perjuicio de objetivos de alto valor como operadoras de telecomunicaciones y aún academia. La meta no declarada: acopiar información para elaborar un mapeo integral que permita optimizar la ecuación destructiva a futuro. El teatro de operaciones cibernético replica el concepto castrense clásico Denial Operations, sólo que aquí se traduce como Denial of Service (DOS). El principio de no atribución que rige la operatoria del disruptor telemático profesional ha habilitado, de igual modo, el surgimiento de terceros actores que asisten al consorcio iraní Charming Kitten (‘Gatito Encantador’, APT42, acrónimo para Advanced Persistant Threat, o Amenaza Avanzada Persistente): se incrementan las sospechas al respecto de que hackers norcoreanos, paquistaníes y chinos están colaborando con los objetivos de Teherán. La contrarréplica evidencia un correlato en la asistencia de ciberoperadores que, aportados por la agencia RAW (Research and Analysis Wing; agencia de inteligencia exterior de la República de la India), cooperan subterráneamente con Tel Aviv. Precisamente, mientras Usted lee estas líneas, las fuerzas de seguridad iraníes han inaugurado una auténtica cacería humana para dar con activos del espionaje indio que, en mancomunidad con operativos Mossad, han infiltrado las fronteras persas. Es que ese mecanismo de cooperación fue decididamente instrumental en la maniobra de decapitación que diezmó al generalato de la Guardia Islámica Revolucionaria (IRGC).
 
Al final del día, la dinámica inherente a la Guerra de los Doce Días trasciende al análisis tradicional y se torna engorrosa hasta los tuétanos: una sintonía razonablemente fina sobre el interdicto revelará el espectro de una puja de mayor alcance, entre el Estado de Israel y la República Popular China. Confesiones que ha filtrado, con provocativo ímpetu, Bezalel Smotrich -a la sazón, ministro de Hacienda de Netanyahu. En esa invectiva, el Estado hebreo estaría llamado a convertirse en un hub que vincule a Oriente Medio con Asia y Africa. Sentencia que ya ha comenzado a multiplicar comprensibles reparos geopolíticos en la nomenclatura del Reino Medio y que, a su debido tiempo, será útil para comprender por qué los términos del stand-off no se limitarían a solo dos naciones. May mucho más en juego.


 
Publicado originalmente en el espacio Substack, del autor
Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.