Geopolítica y economía en el siglo XXI: el precio del desorden y la urgencia de las libertades
El planeta protagoniza un reordenamiento, aunque no precisamente hacia el progreso.
26 de May de 2025
El planeta protagoniza un reordenamiento, aunque no precisamente hacia el progreso. 2025 no parece abrazarse a la aparición de un nuevo orden internacional estable, sino a una serie de fragmentaciones guiadas por intereses geopolíticos regionales, rivalidades ideológicas y una preocupante desconfianza en los principios económicos que dieron forma a las democracias más prósperas del mundo.

En Oriente Medio, la guerra en Gaza se ha recrudecido hasta niveles intolerables. La operación en Rafah, los enfrentamientos con Hezbolá en el Líbano y la extensión del conflicto hacia Irán amenazan con poner en jaque a toda la región. El crudo sigue siendo un arma geopolítica: Arabia Saudita, los Emiratos y Qatar ya no negocian bajo la presión estadounidense, sino que lo hacen con calculada autonomía, abriéndose a la República Popular China y a la Federación Rusa. El resultado económico es claro: perturbaciones en los mercados energéticos, inflación importada para países en desarrollo, y fuga de inversiones ante el riesgo regional.
En el Africa, el Sahel se ha convertido en un corredor de conflictos donde el yihadismo, el tráfico de armas y los intereses estratégicos de potencias extranjeras se entrelazan con una corrupción endémica. Pekín busca asegurarse recursos minerales críticos (coltán, cobalto, litio), mientras que Rusia interviene con activos del Grupo Wagner en países como Mali, Burkina Faso y Sudán. Sin instituciones sólidas ni mercados libres, el continente continúa atenazado por la pobreza y el autoritarismo. No se trata ya de la ausencia de ayuda externa, sino de ausencia de libertades económicas e incentivos al emprendimiento.
Asia no está en mejor posición. La tensión entre India y Pakistán ha escalado tras nuevos enfrentamientos en Cachemira y atentados transfronterizos. Ambos países destinan porcentajes obscenos de su PBI a la defensa, mientras sus poblaciones se mantienen bajo el azote del hambre, un desempleo de naturaleza estructural y la baja productividad. Mientras tanto, China avanza con su ambiciosa Ruta de la Seda (BRI), no como un gesto de cooperación, sino como un proyecto de dominación económica y dependencia financiera. A través de préstamos condicionados, construcción de infraestructura crítica y control sobre puertos, el Partido Comunista Chino ha tejido una red de influencia que desafía el oxidado orden liberal. Nada hay aquí de altruísmo; es pragmatismo geopolítico recubierto de yuanes. No es coincidencia que las naciones participantes hayan caído en la trampa, compelidas a ceder control sobre puertos, redes eléctricas o recursos naturales.
Asia no está en mejor posición. La tensión entre India y Pakistán ha escalado tras nuevos enfrentamientos en Cachemira y atentados transfronterizos. Ambos países destinan porcentajes obscenos de su PBI a la defensa, mientras sus poblaciones se mantienen bajo el azote del hambre, un desempleo de naturaleza estructural y la baja productividad. Mientras tanto, China avanza con su ambiciosa Ruta de la Seda (BRI), no como un gesto de cooperación, sino como un proyecto de dominación económica y dependencia financiera. A través de préstamos condicionados, construcción de infraestructura crítica y control sobre puertos, el Partido Comunista Chino ha tejido una red de influencia que desafía el oxidado orden liberal. Nada hay aquí de altruísmo; es pragmatismo geopolítico recubierto de yuanes. No es coincidencia que las naciones participantes hayan caído en la trampa, compelidas a ceder control sobre puertos, redes eléctricas o recursos naturales.
En la Europa Oriental, la guerra entre Rusia y Ucrania ha ingresado en una fase prolongada de desgaste. Moscú, con apoyo indirecto de Irán y aún de Pekín, busca consolidar su influencia en el Mar Negro y presionar a Europa en el frente energético. Ucrania, aunque respaldada por Occidente, sufre los estragos de un conflicto que ha destruido su infraestructura y obligado a una reconversión económica con foco en sus necesidades bélicas. Todo esto mientras Rusia intenta posicionarse como líder de un bloque antioccidental, promotor de un novedoso multipolarismo, aunque deficitario en materia de democracia y libertades económicas.
Frente al complejo panorama, numerosos gobiernos —en particular en la América Latina y Africa— han optado por el camino del populismo de izquierda, con estatización de sectores estratégicos, controles de precios, subsidización masiva, y restricciones al comercio. Países como Venezuela, Nicaragua, Cuba y —más recientemente— Bolivia, han implementado políticas económicas que, lejos de empoderar a sus ciudadanos, los han empobrecido aún más. La inflación, la escasez y la fuga de capital humano son secuelas directas de modelos que desprecian el rol del mercado y oprimen a la inversión privada.
En contraste, los países que han apostado por reformas estructurales pro-mercado, seguridad jurídica, apertura comercial e innovación han resistido mejor la turbulencia global. Ejemplos como Estonia, Chile (a pesar de su reciente inestabilidad), Corea del Sur y algunos emiratos del Golfo certifican que el crecimiento económico no es una cuestión ideológica, sino institucional: donde hay propiedad privada protegida, economía abierta y competencia, hay progreso.
Frente a este avance, los Estados Unidos de América parecen intensificar su estrategia de contención. La administración estadounidense actual, junto con sus aliados del cuadrante Indo-Pacífico (Japón, Corea del Sur, India y Australia), ha consolidado un muro geoeconómico y militar, a efectos de contrarrestar la expansión china. El Mar de China Meridional se ha convertido en una zona crítica de tensiones, donde se entrecruzan intereses navales, rutas comerciales estratégicas y reclamos territoriales en disputa. Las maniobras militares aumentan, las sanciones tecnológicas se endurecen, y el desacople comercial parece acelerarse. Están en juego el control futuro de la economía digital, la inteligencia artificial y los recursos estratégicos de cara a la segunda mitad del siglo XXI.
Adicionalmente, el conflicto ruso-ucraniano ha provocado interrupciones en la cadena de valor internacional, y también en el comercio de alimentos (mayormente, productos agrícolas). Por su parte, la devastación perpetrada en Gaza y la expansión de los asentamientos patrocinados por el Estado de Israel en Cisjordania reconfiguran la dinámica de las relaciones regionales. La inestabilidad amenaza con bloquear rutas comerciales críticas, afectar la inversión extranjera directa en Oriente Medio y pausar los tímidos procesos de integración económica con naciones árabes.
Dado este concierto de fragmentación, el mundo se topa de frente con un camino bifurcado. Ya no se trata solo de elegir entre capitalismo o socialismo, entre Este u Oeste, sino entre un futuro donde la economía esté al servicio de la libertad, o uno donde la economía sea utilizada como cadena de control geopolítico. Mientras China avanza con una visión estratégica y autoritaria, Occidente, dividido entre la corrección política y el repliegue introspectivo, pierde fuerza de cohesión. De no circunscribirse la clara defensa de la libertad económica, la propiedad privada a foros democráticos, esos valores perecerán en despachos cerrados. Allí donde el poder pesa más que el derecho, y donde las personas habrán dejado de ser ciudadanos, para convertirse en súbditos de fenómenos autoritarios localizados.
Las soluciones potenciales de seguro no residen en la amplificación del estatismo, ni en romanticismos ideológicos; aunque tampoco en la autarquía económica o el aislacionismo. Un horizonte imbuído de genuino optimismo solo podrá construirse rescatándose el principio de la libertad como motor de desarrollo, la promoción de la innovación tecnológica sin interferencias ni marcos regulatorios absurdos -a efectos de liberar la potencialidad creativo de las personas.
Seguir en
@CHRISTIANDAES6

Sobre Christian Ríos M.
Ríos es Politólogo Internacionalista de la Universidad Militar Nueva Granada, Profesional en Ciencias Militares de la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova, y Administrador de Empresas; magister en Estrategia y Geopolítica en la Escuela Superior de Guerra- Colombia, en 'Estrategia y Geopolítica'. Es analista político, docente y columnista en el periódico El Quindiano (Armenia, Colombia) y en El Ojo Digital. Es Oficial en Retiro del Ejército Nacional de Colombia.