¿Es el gobierno de los EE.UU. un coto de caza para los políticos?
La ambición debería ser regida por el amor al propio país; no por el amor al dinero.
El conflicto en Israel/Gaza ilustra a la perfección cómo el gobierno de los Estados Unidos de América se nutre de la corrupción, con los lobbies israelíes exhibiendo capacidad plena para comprarse a cada político que importe en el concierto doméstico, a efectos de otorgarle a Benjamin Netanyahu una carte blanche -tanto en términos de luz verde para incurrir en crímenes de guerra como para lograr acceso ilimitado al Tesoro de los EE.UU. y a los contenidos de los arsenales militares. Dado que también los medios de comunicación están en manos de los mismos siniestros protagonistas, el pobremente informado público estadounidense solo puede responder al pablum expresando su hartazgo frente a lo que está sucediendo en el mundo. Como sucede con los casos de los 'buenos' Israel y Ucrania, y los 'malos' Rusia y Palestina.
Naturalmente, no soy el primer observador de la política estadounidense que se ha percatado del extendido deterioro, en una nación que alguna vez creyó en la meritocracia se ve hoy corrompida por el dinero; donde una clase dirigente devora cada vez más billetes verdes mientras promociona políticas que afirma ayudarán al ciudadano promedio. Ahora mismo, el extraviado presidente Joe Robinette Biden redondea su más reciente fraude, el cual consiste en acopiar todo el dinero que pueda para volcarlo en Israel y Ucrania, en el formato de un paquete que también involucre a Taiwán, de modo tal que el mismo pueda ser aprobado en el Congreso en razón de su hostilidad declarada frente a Rusia y China -mientras declara amor por todo lo que suene a israelí. US$ 100 mil millones es lo que desea Joe: con US$ 10 mil millones para ser girados a Israel en lo inmediato, y el resto sea destinado hacia el bueno de Volodymyr Zelensky, con otro tanto para los taiwaneses.
Podría, asimismo, observarse que, de alguna manera, parte del vasto océano de fondos públicos se queda pegado en los dedos de los residentes de Capitol Hill. ¿Cómo hizo Biden, un chico de cuello azul de la localidad de Scranton, Pennsylvania, quien invirtió la totalidad de su vida adulta como empleado del gobierno, y quien contrajo nupcias con una maestra de escuela, llegó a cotizar sus bienes en el orden de los US$ 9 mil millones? Por cierto, hoy pareciera ser que el presidente contó con los buenos oficios de uno de sus hijos, de nombre Hunter, que es una suerte de máquina humana dedicada a la corrupción y a inhalar cocaína, y bien dispuesto a compartir sus beneficios con su padre, a cambio de una pizca de asistencia junto a algunos déspotas extranjeros, por aquí y por allá.
Uno recuerda cómo, allá por los años setenta, se conoció alguna especulación en torno de cómo el presidente Lyndon Baines Johnson, quien también trabajó toda su vida en el sector público, comenzó siendo pobre y terminó cotizando en, aproximadamente, US$ 15 millones tras su muerte en 1973. Dejó la presidencia en una época en que esa cifra representaba una exagerada cantidad de dinero -equivalente a US$ 100 millones de la actualidad. Johnson fue bien conocido por merodear los circuitos pro-israelíes de Texas, y siempre pareció apuntarse los contactos correctos cuando se trató se realizar inversiones en el sector privado -las cuales no tenía obligación de declarar.
Sin embargo, nadie se esmeró tanto en ordeñar a la vaca lechera estatal como los Clinton; aún se me escapa una carcajada cuando recuerdo el momento en el que intentaron apropiarse de los cubiertos de plata de la Casa Blanca cuando debieron abandonar la residencia. Hasta 2001, cuando abandonaron la presidencia, afirmaron estar en completa bancarrota y aún endeudados. Pero desde entonces, mediando la manipulación de su Fundación Clinton, lograron apalancar unos US$ 300 millones en su medida actual. Se trató del mismo patrón imitado por Barack Obama al abandonar el poder, quien se retiró con más dinero en efectivo en sus manos a través del clásico mecanismo de diseminar libros ilegibles -escritos por ghost writers-, luego distribuídos en grandes números a funcionarios del Partido Demócrata, para apoyar la causa. Barack cotiza hoy sus activos en un estimativo cercano a los US$ 70 millones, amén de regentear propiedades en Washington, Chicago y, como es lógico, en Martha's Vineyard -localidad donde cuenta una propiedad de 29 acres de extensión, valuada en US$ 12 millones.
Desde luego, el mal comportamiento de los presidentes, al menos mientras se mantienen en el gobierno, no es tan extraordinariamente negativo como ocurre con los miembros del Congreso y aún de los magistrados de la Corte Suprema. Los jefes de Estado están muy expuestos y se rodean de testigos y personal donde quiera que se encuentren, mientras que los pecadillos de otros funcionarios del gobierno son más anónimos; estos pueden involucrarse e prácticas tales como recibir sobornos o insider trading gracias a conocer legislaciones y distribución de partidas presupuestarias pendientes -todo lo cual puede obsequiar enormes beneficios si uno es lo suficientemente observador como para comprar la acción correcta. Asimismo, los legisladores también se encuentran en inmejorable posición para recurrir a miembros de la propia familia para ejecutar esas operaciones, evitar cualquier intento de escrutinio de sus cuentas bancarias y actividades de inversión. En efecto, este ha sido el caso formulado en una serie de casos en los que funcionarios gubernamentales lograron acopiar importantes fortunas mientras se desempeñaban en sus cargos.
Y no hay dudas de que la corrupción -en cualesquiera de sus formas- es un juego que todo mundo aprovecha en el Congreso de los EE.UU. y en otros sitios, aún en el andarivel local. En más de un sentido, todo ello nos rodea. La reciente exposición del Senador Bob Menéndez (foto) de Nueva Jersey y su tendencia a aceptar sobornos fue, en gran parte, un relato ilustrativo, porque gran parte del botín involucró US$ 480 mil en dinero en efectivo (insertado en bolsillos de sobretodos, en armarios y en una caja fuerte, junto a trece lingotes de oro -dos de ellos sellados como de 1 kilogramo de peso, y cotizando en más de US$100 mil). En la cochera del mencionado, se alojó un Mercedes Benz convertible, valuado en US$ 60 mil, que fue un obsequio para la por entonces novia de Menéndez, quien destruyó el vehículo en un accidente en el que ella atropelló y mató a un peatón. El vehículo provino de un hombre de negocios de Jersey, involucrado hoy día en la investigación en curso sobre episodios de corrupción y cohecho; nadie puede explicar cómo un accidente en el que perdió la vida una persona nunca fue investigado adecuadamente por agentes de policía. Según dijo Menéndez, ayudó al citado empresario a entorpecer una investigación criminal que hubiese perjudicado a sus compañías privadas.
Menéndez, cubano-estadounidense y evaluado como un halcón de la derecha en su púlpito del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, ya había sido investigado previamente, por probables hechos de corruptela; pero siempre logró zafarse. Ahora, ha debido renunciar a su cargo en el comité, pero se rehúsa a abandonar la Cámara pues afirma ser inocente -como es obvio. Inevitablemente, Menéndez supo mostrarse como un notorio promotor de la guerra de Biden versus Rusia; tras lo cual cabe pensar que la Casa Blanca hará todo lo necesario para protegerlo, aunque hasta cierto punto.
Se ha conocido alguna conversación en torno a la riqueza de bien identificados legisladores, tras el reciente deceso de Dianne Feinstein, Senadora por California, considerada como la más rica y veterana del cuerpo de senadores del país. Nacida en el seno de una prominente familia judía de San Francisco, adquirió aún más dinero y propiedades de sus tres ex esposos -todos los cuales también eran multimillonarios. Jamás se ha sugerido que ella aprovechó sus funciones como alcaldesa de San Francisco o en el Congreso para obtener más dinero por vías ilícitas -quizás porque ya tenía más que suficiente. No obstante ello, su muerte precedió a una nutritiva cobertura mediática relativa a la naturaleza de su fortuna y a la puja familiar que hoy tiene lugar, al respecto de cómo sus múltiples bienes y propiedades serán divididas en el futuro. De acuerdo a algunos relatos, Feinstein se convirtió en multimillonaria tras la muerte de su último esposo, el financista Richard C. Blum en 2022, aunque la herencia se determinará ya fuere por vía del litigio o de un acuerdo entre su hija Katherine y las tres hijas de Blum (nacidas de otro matrimonio). Lejos de enriquecerse con la política, Blum y Feinstein eran aportantes de primera magnitud para el Partido Demócrata.
Yendo más al punto -esto es, '¿Cómo se hicieron tan ricos?'-, es preciso comentar sobre la trayectoria de la ex Vocero de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y su esposo Paul Pelosi. Nancy es una de seis hijos nacidos y criados en un ambiente intensamente politizado, aunque bajo circunstancias más modestas, en Baltimore, Maryland. Su padre fue el ex alcalde de Baltimore y ex legislador Thomas D’Alesandro, quien alguna vez fuera investigado por el FBI -pero sin jamás ser condenado-, por mantener conocida asociación con criminales.
Nancy Pelosi y su esposo Paul se mudaron a California en 1969, luego de cursar la universidad y de haber residido durante seis años en la ciudad de Nueva York. Rápidamente, ella se involucró en el Partido Demócrata mientras que su marido se estableció como hombre de negocios, especializado en bienes inmobiliarios e inversiones en alta tecnología, asistido por su hermano Ronald Pelosi (por entonces, miembro de la ciudad de San Francisco y del Comité de Supervisores del Condado). Nancy y Paul tuvieron cinco hijos. Nancy, quien hoy contabiliza 83 años, se hizo de una banca en 1987, luego de llevarse a cabo una sesión especial en San Francisco. Se convirtió en la primer Vocero del sexo femenino, aunque recientemente perdió su puesto como resultado del cambio de manos de la Cámara de Representantes, que pasó al Partido Republicano en 2020. Pelosi anunció luego que no competiría durante 2024, acogiéndose a su retiro. Ella y su consorte expresaron que vivirán en la mansión que poseen en el caro barrio de Pacific Heights en San Francisco, aunque también tutelan un viñedo en el Valle de Napa y otras propiedades en su ciudad política. Declararon que se quedarán en San Francisco a pesar del cinicidente de octubre de 2022, en el cual, mientras Nancy se hallaba en Washington, un intruso ingresó a la casa y exigió dónde estaba ella. Acto seguido, el perpetrador atacó con un martillo a Paul Pelosi. Fue arrestado por agentes de policía, poco después. David DePape (de 42 años de edad) fue imputado por agresión e intento de secuestro.
A 2021, los activos de Pelosi cotizan en un estimado de US$ 120 millones (de acuerdo a informes financieros oficiales y otras fuentes); en rigor, Pelosi logró duplicar la valuación de US$ 58 millones informada durante 2009, convirtiéndose en la sexta persona más rica del Congreso de los Estados Unidos. Ella dijo, en su declaración jurada, que su principal fuente de ingresos era su salario como funcionaria, que alcanzó un máximo de US$ 223.500 cuando se desempeñó como Vocero. Ella y su esposo tutelan propiedades 'por un valor de, al menos, US$ 14.65 millones, incluyendo el viñedo Santa Helena en el Valle de Napa, el cual cotiza a US$ 5 millones', y otros bienes comerciales.
De acuerdo al periodista e investigador Glenn Greenwald, los Pelosi invirtieron un total de US$ 33 millones en acciones de firmas tecnológicas durante los últimos dos años, incluyendo Apple, Amazon, Facebook y Google. En mayo y junio de 2021, el esposo de Pelosi adquirió acciones en firmas de la magnitud de Alphabet, Amazon y Apple, obteniendo una ganancia neta de US$ 5.3 millones, mientras que Nancy trabajaba en una propuesta legislativa antimonopolio para regular más eficientemente a la industria tecnológica -lo cual muchos evaluaron como un conflicto de intereses, así como también un caso de probable delito de insider trading. Tim Cook, CEO de Apple, en efecto llamó telefónicamente a Pelosi para hacer lobby en contra de la iniciativa antimonopolio. En esa conversación, ella abiertamente se opuso a ampliar el marco regulatorio sobre la compraventa de acciones por parte de miembros del Congreso, expresando: 'Queremos una economía de libre mercado' y los congresistas 'deberían poder participar de ella'.
Este comentario atrajo fuertes críticas, aún desde el sector Demócrata: 'La legisladora Abigail Spanberger (Demócrata, por Virginia) expresó en 'X': 'No. No puede ser un beneficio del trabajo que los Miembros transen acciones luego de acceder a información'. El legislador Dean Phillips (Demócrata, por Minnesotta), uno de los más ricos miembros del Congreso gracias a su carrera de negocios con una destilería y la marca de helados Talenti, se hizo eco: 'Estoy en desacuerdo con la Vocero'. Andy Kim (Demócrata, por Nueva Jersey), que representa a los distritos más económicamente competitivos del país, escribió: 'Declaro mi fuerte desacuerdo' con la impostura de Pelosi. 'Los ciudadanos de los Estados Unidos están perdiendo la confianza en su gobierno, y hemos de probar que servimos al público, y no a nuestro interés individual'. La legisladora Alexandria Ocasio-Cortez (Demócrata, por Nueva York), quien dijo no tener acciones individuales ni activos digitales, retireró el pasado viernes que ella piensa que permitir que miembros del Congreso puedan comerciar acciones individuales los hace ver mal. 'No hay razón por la cual miembros del Congreso deban tener y/o comerciar acciones individuales, cuando redactan legislación y cuentan con acceso a información sensible', dijo Ocasio-Cortez. 'Hay muchas maneras por las cuales los miembros pueden invertir sin involucrarse en conflicto de intereses, como programas de ahorro o adquisición de fondos basados en índices', completó.
De tal suerte que es ahora evidente que Nancy Pelosi y otros tantos legisladores estadounidenses entienden que está bien regular industrias y, en simultáneo, habilitar a los mismos reguladores para que se beneficien materialmente, cuando puede anticiparse que las medidas que tomen mejorarán la posición de esas compañías en la bolsa, o en sus rendimientos económico-financieros. Esta es la verdadera naturaleza del delito de insider trading. Quizás eso explique cómo es que tenemos tantos mulmillonarios en nuestro Congreso, y aún uno o dos poseedores de varios miles de millones de dólares.
Artículo original, en inglés
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.