INTERNACIONALES : PHILIP GIRALDI | REALPOLITIK

¿Quién se robó las elecciones presidenciales de 2020 en los Estados Unidos?

Antony Blinken y otros tienen mucho qué explicar.

03 de May de 2023


La corrupción que tiñe al liderazgo del Partido Demócrata estadounidense parece no tener fin, y jamás nadie resulta culpable. Un reciente informe describió el modo en que Michael Morell, ex director segundo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) convino junto a Antony Blinken -quien entonces era oficial de carrera en la campaña presidencial de Joe Biden durante 2020- preparar y hallar signatarios para una carta que desacreditaría a todas aquellas personas que acercaran información sobre el escándalo de la computadora portátil de Hunter Biden -desarrollo que amenazaba con inflingir serios daños a los prospectos electorales de Joe. Siguiendo los pasos de la campaña de Hillary Rodham Clinton de 2016, que buscó utilizar información falseada del dossier Steele para incriminar a Donald Trump y a algunos de sus consejeros, Blinken sugirió que Morell promocionara el argumento de que el relato del ordenador personal involucrara a Rusia, y que debía ser descartado como una mera operación de desinformación sancionada por el presidente Vladimir Putin. En aquel momento, no existía evidencia que sugiriera que Rusia tuviese nada que ver con información prefabricada en torno del ordenador de Hunter. Sin embargo, no se tuvo en cuenta este detalle.

Antony Blinken, Corrupción en Estados Unidos, Washington, Michael Morell, Joe Biden, Hunter BidenLa conspiración con miras a emplear una narrativa apócrifa que tenía por objeto influenciar, corruptela mediante, el resultado de los comicios, fue revelada hace poco por el propio Morell frente al Comité de Asuntos Judiciales de la Cámara de Representantes del Congreso -comité tutelado por Jim Jordan, del Partido Republicano. Morell describió cómo él mismo había sido instrumental a la hora de convencer a otros cincuenta ex colegas pertenecientes a la comunidad de seguridad nacional y de la inteligencia, para que firmaran la misiva que Morell había preparado. Morell dijo entonces al comité que Blinken -desempeñándose en la campaña de Biden- ayudó a trazar la estrategia en torno del momento y la distribución del comunicado de prensa (es decir, la carta). Acto seguido, Morell describió cómo sus dos objetivos en la maniobra exigían 'ayudar al entonces vicepresidente Biden en los comicios por venir, para asistirlo a la hora de lograr la victoria'.

Presuntamente, Morell, conocido por su ambición y forma despiadada de operar, bien pudo imaginar que Biden lo designaría al frente de la CIA a modo de recompensa, cuando la elección hubiese llegado a su fin. Al respecto de sus ambiciones políticas, uno podría recordar cuando, en 2016, Morell publicó un artículo de opinión en el matutino New York Times, intitulado 'Yo conduje la CIA: ahora, respaldo a Hillary Clinton'.

Explotando sus conexiones de alto nivel en el seno de la Agencia, cinco de los signatarios de la carta de Morell eran ex directores de la CIA. La misiva involucró la afirmación, por parte de los firmantes, al respecto de que mantenían 'la profunda sospecha de que el gobierno ruso desempeñó un rol significativo en este caso (...) Si estamos en lo cierto, Rusia está intentando influenciar el modo en que los estadounidenses votarán en estas elecciones, y creemos firmemente que la ciudadanía debe mostrar cautela frente a ello'. Se concluyó en la carta que las afirmaciones sobre el ordenador personal exhibían 'todos los elementos clásicos de una operación informativa de los rusos'.

Luego de que la carta fuera preparada, Blinken aconsejó a Morell sobre las ventajas de la oportunida de publicación, seleccionando una fecha cercana a los comicios para que el contenido reportase máximo impacto. El relato sobre el ordenador ya había aparecido en el New York Post el 14 de octubre, revelando correos electrónicos que probaban cómo el videpresidente Joe Biden pareció presionar a supuestos funcionarios ucranianos para que despidieran a un fiscal que investigaba actos de corrupción en la firma energética Burisma. Joe se reunió con un funcionario de primera línea de la compañía, lo cual llevó a garantizarle una posición en el directorio de la empresa a su hijo Hunter -en donde se le abonaba un salario mensual de US$ 50 mil. El material publicado sobre la laptop incluyó también menciones a la amoralidad de Hunter y a su recurrente abuso de drogas.

La refutación de Morell apareció en la web Politico, cinco días más tarde, dos semanas previo a los comicios, el 19 de octubre; y fue levantada por todos los medios de comunicación en los Estados Unidos. Asimismo, Joe Biden utilizó el material en su debate versus Trump del 22 de octubre, acusando a Moscú de ponerlo en la mira tanto a él como a su hijo, en una elaborada operación propagandística -afirmando entonces el candidato que la noticia del ordenador era 'basura' y parte de un 'plan ruso'. Biden se refirió a las numerosas firmas que registraba la carta de la comunidad de inteligencia, declarando el propio Joe: 'Nadie cree que el relato sobre la laptop es real'. Esa negativa tuvo un impacto genuino en la campaña. Luego de publicada la misiva de Morell, prácticamente todos los canales de noticias y redes sociales censuraron cualquier discusión en torno del ordenador personal de Hunter, incluso subrayando que el tema había sido desmentido por expertos con conocimiento de causa. Adicionalmente, ha de considerarse el modo en que la carta de Blinken y Morell contribuyó a a limentar la falsa percepción de que Rusia y Putin habían estado respaldando a Trump, a través de metodologías clandestinas.

El periodista investigativo Jim Bovardescribiendo para el New York Post, informó -irónicamente- cómo el Secretario de Estado Antony Blinken proclamó, en la reciente conferencia de la Cumbre por la Democracia: 'Tal como lo ha dicho el Presidente Biden, la democracia no ocurre por accidente; ésta exige un esfuerzo constante'. Y, poco después de asumir como Secretario de Estado, Blinken había tenido la desfachatez de afirmar que el gobierno de los Estados Unidos no barre los problemas 'bajo la alfombra (...) Tratamos con todos los temas a plena luz del día, con total transparencia'. En efecto, Blinken bien pudo haber sido recompensado por Biden con esa posición en el Gabinete, luego de su exitosa y plausiblemente ilegal intervención. De igual modo, fue premiada con una posición, tras firmar la misiva de Morell, Avril Haines, hoy Directora de Inteligencia Nacional.

Sin lugar a dudas, el 'honorable' Secretario de Estado Antony Blinken debería, ahora mismo, poner su renuncia a disposición; ello, en razón de cómo ha quedado expuesto su flagrante intento -probablemente exitoso- de torcer el resultado de una elección general, conspirando para corromper el proceso electoral con información falsa, siempre con miras a modificar la voluntad de los votantes. Bovard opina sobre cómo la desactivación de la maniobra de la carta se ha convertido en 'la mayor amenaza contra la campaña presidencial de Biden (...) Las encuestas evidencian que Biden hubiese perdido los comicios, si los medios de comunicación hubiesen informado los detalles que versaban sobre el contenido del ordenador personal de Hunter'.

Pero aún hay más datos sobre el relato de Hunter Biden y sobre la mano corrupta del gobierno. Un empleado del IRS se convirtió hace poco en informante, y afirmó que su Agencia se había movido demasiado lentamente a la hora de investigar a Hunter por evasión de impuestos, relativa a sus ingresos financieros originados principalmente en Ucrania y China. Adirma el informante que otro funcionario designado por Biden intervino para ralentizar la investigación. Nadie menos que el Fiscal General Merrick Garland ha sido identificado como el funcionario 'NN' cuyo testimonio bajo juramento ante un comité del Congreso está siendo desafiado ahora, en una carta firmada por el abogado del denunciante del IRS, ilustrando en su contenido sobre una acción de encubrimiento para ocultar la investigación criminal sobre Hunter Biden. El letrado Mark Lytle escribió que el empleado del IRS -que observaba una notable antigüedad en el organismo- gustaría de aportar información a líderes políticos en el Congreso, en donde 'logrará contradecir las declaraciones aportadas al Congreso bajo juramento' -por parte de Garland. Asimismo, el informante advirtió que aportará detalles sobre un presunto 'tratamiento preferencial' en la investigación criminal que pesaba sobre Hunter.

Otra novedad que bien podría ilustrar el triste destino de este país bajo Joe Biden y compañía -en donde intereses personales y partidarios son lo único que importa, y en donde 'integridad' es mala palabra. En rigor, el gobierno se ha vuelto cada vez más intolerante frente a cualquier intento de libertad de expresión que ponga en jaque a su poder, exponga su corrupción, revele sus vínculos, y aliente a los ciudadanos a resistir el desmedido avance gubernamental. Hace poco, la Administración Biden imputó a cuatro ciudadanos estadounidenses, acusándolos de conspiración para diseminar propaganda rusa, actuando como agentes rusos no registrados bajo el Acta FARA (o Acta sobre Registración de Agentes Extranjeros) de 1938. Los cuatro son miembros del Partido Socialista para el Pueblo Africano, que ha criticado y se ha opuesto a la política exterior estadounidense desde 1971, y que hoy ha aunado esfuerzos contra la guerra contra Rusia en territorio ucraniano. Estas personas hacen frente, potencialmente, a una condena de quince años en prisión. La explotación de este curioso recurso de 'lawfare' nada tiene de novedosa, en razón de que, en mi propia experiencia, el Departamento de Justicia ha estado trabajando para silenciar a ciudadanos de los EE.UU. que escriban para sitios de noticias rusos, amenazándolos con onerosas multas e incluso con condenas a prisión. Se trata de una tendencia que, infortunadamente, no es exclusiva a Administración presidencial en particular desde el 11 de septiembre de 2001, aún cuando la tendencia ha empeorado desde que Joe Biden y Merrick Garland llegaron a sus respectivos puestos. En lo personal, y para mi conocimiento, ninguna persona acusada por estos cargos ha estado recibiendo instrucciones ni beneficios de parte del gobierno ruso.

Todo esto consigna que la definición de discurso o publicaciones ilegales se ha visto ampliada. La Administración Biden ha trabajado activamente en una campaña para erradicar lo que categoriza como 'desinformación', incluyendo a personas que, supuestamente, compartan 'narrativas falsas o engañosas, y teorías conspirativas, así como otras formas de desinformación', que serán etiquetados como terroristas. Es un hecho que el gobierno de los Estados Unidos de América es el principal impulsor de desinformación, involucrando también su operatoria la práctica -de origen israelí- que lleva a definir a cualquier persona que se resista a la hegemonía americana como un terrorista. Por ejemplo, éste es el modo en que el Departamento de Estado califica a los supuestos 'supremacistas blancos' como 'terroristas de orden doméstico'.

Y, naturalmente, el gobierno recibe asistencia y protección, en razón de que casi todas las historias negativas sobre Biden y su pandilla han sido, predeciblemente, suprimidas por los medios de comunicación del país -ecosistema que se ha convertido en socio de facto en el programa desinformativo de la Casa Blanca. Considénrese, por ejemplo, las revelaciones de Seymour Hersh en torno del horrendo 'acto de guerra' que llevó a la destrucción del ducto Nord Stream y la corrupción en Ucrania, o la revelación sobre episodios de desinformación en torno a la guerra en suelo ucraniano, expuesta por el informante Jack Teixeira, o el asunto de los laboratorios de investigación de agentes biológicos en Ucrania, o las incesantes mentiras impulsadas para denigrar a Rusia y a su liderazgo. Y, ¿dónde deberá entonces uno leer críticas legítimas sobre la desprolija Casa Blanca, que se involucró directamente en Ucrania, en un conflicto que podría tornarse nuclear aún cuando la maniobra no comporta la defensa de interés nacional alguno? O, ¿qué hay de la desquiciada amenaza contra China, a partir del problema de Taiwan? Y, ¿qué hay de las embajadas que el Departamento de Estado tutela en el extranjero, utilizadas para promocionar la cultura progresista 'woke', antes que para proteger a los viajeros estadounidenses o los intereses del país? La totalidad de estos temas son puestos en la mira o bien eliminados deliberadamente, para que nunca vuelvan a ver la luz del día.

Finalmente, no debería ser sorpresa para nadie que la Casa Blanca y los medios masivos de comunicación intenten hoy destruir cualquier revelación sobre los modos en que Blinken y Morell modificaron el relato sobre la laptop de Hunter Biden, porque ello confirmaría las sospechas al respecto de que, en realidad, Joe Biden se robó los comicios de 2020. La narrativa tras bambalinas refiere que el material apócrifo plantado por las campañas de Clinton y Biden en 2016 y 2020 sólo tuvieron éxito porque los medios de comunicación se rehusaron a cumplir con su rol tradicional, esto es, el exponer los delitos gubernamentales. La falseada carta de inteligencia de Morell y sus posibles consecuencias conduce a un escándalo de magnitud y consecuencias que, en algún pasado, hubiesen rematado con renuncias, destitución y condenas a prisión para todos los involucrados. Sin embargo, Morell y Blinken ni siquiera han sido tocados por nadie; menos, entrevistados o interrogados por el FBI. Como tampoco nada ha sucedido con los otros cincuenta monigotes de la seguridad nacional que firmaron el papel -documento que debieron saber era una falsificación con motivos políticos. Ninguno de ellos ha acusado inconveniente alguno. Nadie de ellos tuvo vergüenza, y son una desgracia para el juramento de lealtad a la Constitución de los Estados Unidos, sobre la cual alguna vez juraron.

El verdadero peligro, en el epílogo, es que, si un gobierno torpe y los medios insisten en enterrar las novedades que desaprueban, entonces los Estados Unidos de América dejarán de ser una democracia funcional, convirtiéndose cada elección en más que una farsa.



Artículo original, en inglés


 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.