POLITICA ARGENTINA: ANTONIO CAMOU

Repudio

Lo primero es lo primero: unimos nuestra voz al enérgico y amplio repudio al atentado contra...

04 de Septiembre de 2022

 

Lo primero es lo primero: unimos nuestra voz al enérgico y amplio repudio al atentado contra la vida de la Señora Vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.

Cristina Fernández de Kirchner, Frente de TodosCon sus luces y sus sombras, el presidente Alberto Fernández reaccionó rápidamente ante la extrema gravedad del hecho y, en esa tónica, convocó 'a todos y a cada uno de los argentinos y argentinas, a toda la dirigencia política y social, a los medios de comunicación y a la sociedad en general a rechazar cualquier forma de violencia. Necesitamos aislar, no convalidar y repudiar las palabras descalificadoras, estigmatizantes y ofensivas que solo nos dividen y enfrentan'.

Sin embargo, menos de veinticuatro horas después del atentado, la línea oficialista acentuó una lectura mucho más sesgada. En el documento que se leyó durante la tarde del viernes en Plaza de Mayo, se enfatizó que el ataque a la 'la principal dirigente política del país' ha de ser contextualizado sobre bases demasiado afines a la lectura kirchnerista de la historia. Desde hace varios años, se afirma, 'un sector minúsculo de la dirigencia política y de sus medios partidarios, viene repitiendo un discurso de odio, de negación del otro, de estigmatización, de criminalización de cualquier dirigente popular o afín al peronismo, y aún de cualquier simpatizante'. Y, a renglón seguido, se corresponsabilizó a los medios de comunicación por esta deriva violenta: 'quienes cedieron minutos de aire a los discursos de odio deberán reflexionar sobre cómo han colaborado para que lleguemos hasta esta situación'. La lógica maniquea del mensaje es nítida: el que odia –siempre- es el Otro.

El extremo de esta vertiente de pensamiento puede ser ejemplificado con el caso del gobernador bonaerense Axel Kicillof. Al cuestionar el comunicado que emitió la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el ex ministro de economía enfatizó que el intento de magnicidio 'no es una cuestión individual, de un desquiciado, es producto de un contexto'. Y avanzó un paso más con un análisis de dudosa causalidad: 'No puedo dejar de asociarlo a lo que escuchamos hace poco de un exponente del sector judicial que también buscaba sacarla, erradicarla de la vida política, prohibiéndole de por vida la participación como candidata'. La tortuosa comparación de Kicillof aviesamente embarra la cancha para mezclar un proceso judicial apegado a derecho con un intento de asesinato: 'Pensábamos que en Argentina la proscripción y la muerte por motivos políticos ya no existían más', subrayó el gobernador.

Claro que, desde la vereda de enfrente, hubo algunas voces laterales que deslizaron sospechas no menos perversas: el atentado pudo ser 'armado' y como tal debía tratárselo como una 'pantomima'. Como señaló la diputada provincial por Santa Fe, Amalia Granata: 'Todo armado que pantomima!!!  Ya no saben qué hacer para victimizarla! ¡Y para que suba en las encuestas! Demasiados obvios. Se les acaba la joda del choreo y la corrupción. Vamos Argentina que podemos salir adelante sin estos delincuentes', plasmó en la red social Twitter la ex modelo.

Estas diferentes manifestaciones tienen un hilo común: ninguna ensaya una autocrítica de una problemática que está lejos de ser marginal; al contrario, la dialéctica de la negación lleva a afirmar, una y otra vez, que la causa de los males se circunscribe sistemáticamente al adversario. Nadie reconoce haber tirado piedras, o alentado a otros y a otras a tirarlas. Nadie promueve una reflexión seria sobre el derrotero que nos trajo hasta aquí. Nadie impulsa un diálogo responsable para encauzar la convivencia política por un sendero menos autodestructivo respecto del que venimos discurriendo.

Nadie parece mirar el turbulento calendario (salvo para hacer una proyección de encuestas) que nos espera desde aquí a las cruciales elecciones del año próximo.

Recortado sobre el trágico pasado de violencia que acompaña como una sombra terca nuestra historia, el atentado del jueves debería hacernos reflexionar profundamente sobre la ruta de agresiones, intolerancia y ataques verbales de toda laya, que importantes sectores de la dirigencia argentina (no una minoría) han tomado, ya desde hace un buen tiempo, como moneda corriente. Y, si los economistas estudian con ahínco el fenómeno social de 'espiralización' de la inflación, es todavía mucho más necesario prestar atención a los procesos culturales y políticos de 'espiralización de la violencia', que suele comenzar siendo simbólica para transformarse, tristemente luego, en material.

Mal haríamos si desaprovecháramos la afortunada oportunidad que nos deja esta fracasada tentativa criminal para mirarnos al espejo. Y, tal vez en estas horas, podemos llevarnos todos y todas un deber para el hogar: ¿En qué podemos 'bajar un cambio' el tono de la confrontación política, sin renunciar a la crítica, sin desdibujar nuestras identidades o deponer nuestros honestos desacuerdos.

Tal vez por ese camino de reflexión descubramos -como decía Mahatma Gandhi- que 'la  violencia es el miedo a los ideales de los demás'.


* El autor, Antonio Camou, es profesor-investigador del Departamento de Sociología (Universidad Nacional de La Plata) y docente de postgrado de la Universidad de San Andrés. Las opiniones son a título personal. Sus artículos en El Ojo Digital pueden leerse en el siguiente link.