INTERNACIONALES: DOUGLAS K. BLAIR

Revueltas en Sri Lanka y Holanda: la responsabilidad recae en la 'agenda verde'

Sri Lanka ha caído en el precipicio, con furiosos manifestantes ingresando al palacio presidencial.

16 de Julio de 2022

 

Sri Lanka ha caído en el precipicio, con furiosos manifestantes ingresando al palacio presidencial. Mientras tanto, los agricultores holandeses protestan en todo el país, interrumpiendo el tránsito en rutas y caminos con sus tractores. Idéntico fenómeno se observa en Alemania, Italia y Polonia, inspirados por sus pares en Holanda.

Sri Lanka, Revolución, Fracaso de la Agenda Verde, Agenda 2030En todo el mundo, las manifestaciones se han tomado las calles para exhibir su furia y desazón frente a la fallida agenda “verde”.

Las tensiones, sin embargo, se han visto incrementadas a lo largo del tiempo. En diciembre pasado, el gobierno de Sri Lanka prohibió el uso de fertilizantes químicos, forzando al país a recurrir a una agricultura amigable para el medio ambiente, con productos orgánicos. Los resultados han probado ser catastróficos.

Luego de sólo siete meses, el gobierno se vio obligado a revocar el programa, mientras las superficies cultivadas retrocedían peligrosamente, y los precios de los alimentos se disparaban. El matutino estadounidense The New York Times informó que los precios se incrementaron en al menos un tercio, mientras que los precios de los vegetales se multiplicaron por cinco, al comparárselos con un año atrás. 

Hambrientos y sin capacidad de hallar alivio, los ciudadanos del país comenzaron a alzarse, emprendiendo una revolución contra su gobierno, obsesionado con el cambio climático. El 9 de julio pasado, miles de personas confluyeron hacia el palacio presidencial, y derribaron las puertas.

Sabiamente, el presidente huyó del sitio y prometió renunciar a su cargo -cosa que efectivamente hizo, el pasado jueves.

Mientras tanto, a más de siete mil kilómetros de distancia, los agricultores holandeses habían invertido los últimos tres años protestando contra las recurrentes regulaciones ambientales implementadas por la dirigencia política local. En junio, los problemas se amplificaron, cuando el gobierno anunció una serie de planes con el fin de reducir las emisiones de óxido de nitrógeno y de amoníaco en un 50% hacia 2030.

Así las cosas, el gobierno holandés prohibió la construcción de nuevos domicilios, caminos y pistas de aeropuertos, por cuanto la maquinaria requerida para las obras emitía óxido de nitrógeno. Esos mismos elementos se encuentran, en grandes cantidades, en heces de animales. En consecuencia, el plan del gobierno hubiese afectado de manera desproporcionada a los granjeros de todo el país.

A modo de réplica, los agricultores en Holanda tomaron prestada una página del 'Convoy de la Libertad' personificado en los camioneros de América del Norte, y montaron en sus tractores para bloquear rutas y caminos, para forzar al gobierno a hacer concesiones. 

Queda claro que la intención de numerosos gobiernos en todo el mundo portaron la intención de someterse en el altar del ambientalismo; sin embargo, esa decisión ha sido inefectiva e impopular, en la perspectiva de sus ciudadanías. 

Esa colección de políticas bien podría hacer sonreír a la activista Greta Thunberg, pero nadie pensaría que los líderes suecos preferirán ver a una militante feliz, para luego tener que enfrentar a millones de ciudadanos enfurecidos.

Aún así, algunos insisten en cambiar el orden fundamental del planeta, en nombre del ambientalismo. 

En los Estados Unidos de América, la Administración Biden continúa con su envión para reprimir la explotación de recursos energéticos tales como carbón y gas natural, orientándose hacia la inversión en energías renovables como la solar o eólica. Los ciudadanos del país que deben conducir sus vehículos para acercarse a sus puestos de trabajo son quienes más sienten el perjuicio de esas fallidas políticas. 

Aún cuando el promedio de los precios del combustible por galón han aumentado en US$ 1.50 al comparárselo con el pasado año, la Administración insiste en reprimir la producción de energía doméstica, en defensa del cambio climático. En apariencia, el gobierno de Biden prefiere que potencias petroleras como Arabia Saudita y Venezuela incrementen sus respectivas producciones.


Y, naturalmente, el Green New Deal es una pésima idea, que se resiste a morir

Estudios sugieren que sólo el costo financiero de proceder con la eliminación del carbón, de la energía nuclear y del gas natural de la ecuación energética estadounidense, sería pavoroso. Algunos lo han estimado ese costo en torno de los US$ 5 billones, conforme lo plantean las exigencias del Green New Deal. 

Más allá de eso, y conforme se ha probado en Sri Lanka, la planificación central y el intervencionismo gubernamental exigido por las políticas climáticas pueden tener resultados espeluznantes. 

Aún suponiendo que nada salga mal como en Sri Lanka, ¿confiamos genuinamente en que un gobierno puede proceder efectivamente con la transición, en un país en el que el 80% de su energía proviene de fuentes convencionales como carbón, crudo y gas natural? En los hechos, la Administración Biden ni siquiera está en capacidad de corregir los desperfectos del Departamento de Asuntos Vehiculares; menos podrá ejecutar un plan de la magnitud del Green New Deal. 

Sobra decir que energías renovables como la eólica o la solar no podrán competir; amén de ello, el gobierno estadounidense está apostando el estilo de vida de la ciudadanía, con mandatos y subsidios.

Los líderes políticos en los Estados Unidos deberán prestar especial atención a las revueltas ciudadanas que hoy tienen lugar en Sri Lanka y en Holanda. Este es el resultado comprobable de la visión utópica que portan consigo los referentes de la izquierda.



Artículo original, en inglés

* El autor, Douglas K. Blair, se desempeña como asistente administrativo de Comunicaciones, en el think tank estadounidense The Heritage Foundation, en Washington, D.C.