POLITICA ARGENTINA | FOTOGRAMAS: MATIAS E. RUIZ

Argentina: sobre héroes improbables y principio de anomia

Ríos de tinta virtual han utilizado los medios de comunicación para describir la renuncia de Martín Guzmán...

10 de Julio de 2022


Ríos de tinta virtual han utilizado los medios de comunicación para comentar la renuncia de Martín Guzmán al Ministerio de Economía, evento registrado ya una semana atrás. Como es lógico, el grueso de los análisis abundó en relatos sobre impericia, contabilidad creativa, y explicaciones técnicas para intentar explicar el origen de la presente crisis -aún cuando esos esfuerzos cobran forma de verdaderos galimatías en la atribulada perspectiva del ciudadano de a pie.

Martín Guzmán, Renuncia, Crisis Argentina, HiperinflaciónProbablemente, analistas y columnistas dominicales hayan perdido de vista una observación crítica desde el plano cualitativo: economista imperfecto, el renunciado Guzmán terminó graduándose como político de altura. Tras acopiar numerosas advertencias frente a la decisión que tomaría -remitiéndose al popular dicho 'Quien avisa, no traiciona'-, el magíster en Economía envió al peor de los infiernos al Presidente Alberto Angel Fernández, y a su Vicepresidente, Cristina Elisabet Fernández de Kirchner. Si se quiere, una carambola a múltiples bandas, cuando se recuerda que también depositó una granada en las manos de la ignota Silvina Batakis, sucesora cuya identidad aún se desconocía. Ese explosivo cobró forma en una voladura cambiaria y en una acumulación de vencimientos de deuda estatal contra los que no existe cobertura posible (más de un billón de unidades de papel picado, esto es, pesos argentinos).

Naturalmente, el resultado coincidió con una amplificación de las expectativas negativas, justificada por todos los actores económicos y sociales. A la postre, y conforme lo certifica el peso de la evidencia, todos somos 'el mercado': cada ciudadano corriente toma decisiones económicas varias veces al día; si percibe que el concierto se caracteriza por inconvenientes niveles de incertidumbre, se defiende. Y cada quién lo hace a su manera: algunos, compran dólares; otros, arremeten contra comercios de barrio y supermercados para abrazarse al acopio, o bien aceleran en sus vehículos para llegar primeros a la estación de servicio más cercana -y llenar el tanque.

Algún atrevido consignará que Martín Guzmán se atrevió a cumplir con un objetivo que la oposición política jamás pudo -o nunca quiso- siquiera proponerse: firmar el certificado de defunción para el Frente de Todos (léase: kirchnerismo). En efecto, la militancia oficialista de línea dura cargó durante meses contra el ahora renunciado funcionario, sin tener demasiado claro el por qué. Peor aún, los patrocinadores de la genial idea en el seno del FdT quedaron prisioneros de un fatal error de diagnóstico: sin sopesarlo, no anticiparon que un corrimiento de Guzmán estaba llamado a potenciar los alcances de la crisis, por obra y gracia de los desperfectos que se acumulaban: espiralización de los precios, falta de combustibles -se dice crisis energética-, turbulencia social, ciudadanos huyendo masivamente de la moneda nacional, etcétera. Así las cosas, la febril propensión a la torpeza que caracteriza a la gestión Fernández llevó artificialmente la cotización del dólar de los AR$200 inicialmente a AR$220; tras profundizar las medidas -en la forma de restricción desaprensiva de importaciones, necesarias para traccionar productos exportables-, lo arrastró hacia los AR$250. Apenas arribada Batakis, el mercado -vale subrayarlo: somos todos- ya pagaba AR$270 y más por la divisa estadounidense. En las primeras horas de este lunes, la flamante funcionaria compartió los lineamientos de un menesteroso e insuficiente programa, que ni siquiera califica como intento de maquillaje.

Guzmán se obsequió su plato de venganza, bien helado. Neutralizó de un plumazo a sus detractores, formalizando su renuncia mientras Cristina Kirchner compartía una de sus archiconocidas ponencias en Ensenada, Provincia de Buenos Aires. A ella le facturó el ex ministro sus recurrentes ataques, mientras que aleccionó a Alberto Fernández por su taciturnidad y cobardía -éste último jamás cumplió con su palabra, coincidente con permitirle al entonces ministro un tutelaje discrecional sobre las políticas energéticas. El numerólogo platense adelantó su partida, originalmente prevista para los primeros días de agosto -instancia en la opinión pública se conmovería tras comunicarse el índice de inflación del mes de julio, proyectado ya con un piso del 7%. Inevitablemente, ese guarismo llevará a consideraciones devaluatorias, en razón del carácter insostenible de una brecha cambiaria superior al ciento por ciento. En contrapartida, el atraso en el tipo de cambio continuará fogoneando la amplificación de maniobras de cobertura desde los rubros mayorista y minorista, recurriendo cada vez más grandes empresas y PyMEs al dólar paralelo -a criterio de financiar operaciones, asegurar stocks y garantizar el pago de haberes en tiempo y forma.

Más allá del gélido dominio de los números, sin embargo, la meditación sabatina de Martín Maximiliano Guzmán ha forzado al planteo de novedosas y bienvenidas reflexiones. Quizás el problema no resida estrictamente en nombres ni en partidos, sino en la naturaleza del Sistema. La reforma constitucional de 1994 consolidó la creación de una republiqueta unitarista económica y financieramente inviable, que ha subyugado a los territorios provinciales. A contramano de un ecosistema confederado, ese infortunado convenio anuló el potencial productivo de las provincias, sometiendo éstas sus recursos y poder decisional a un subconsorcio punitivo y declaradamente antifederal que una dirigencia inepta ha sabido rebautizar portentosa y alegremente como 'AMBA'. La dinámica circular de esta problemática se observa en la reiterada designación de presidentes porteños quienes, como es lógico, harán lobby para favorecer a un modelo porteñocéntrico: el grueso de aquéllos recursos siempre habrá de finalizar su recorrido en el Gran Buenos Aires y en la Capital Federal, para fungir como lubricante electoral que luego contribuirá al mantenimiento del probadamente pernicioso status quo.

Conforme hoy se observa, el resultado es la debacle: el Estado ha aterrizado en la más pavorosa bancarrota. Ha sobretensionado el despilfarro y demolido la ecuación ingresos-egresos, hasta alimentar un índice de pobreza ya insalvable. Cualitativamente, ese quebranto ha rematado en la pulverización de la credibilidad no solamente del gobierno, sino del colectivo de la política. Más grave todavía, se ha estrellado el crédito de la sociedad en los tres Órganos del Estado. Se acentúa la percepción de anomia.


A la luz de los hechos, no habrá que esperar próximamente el alumbramiento de tan necesaria conversación. Tanto Alberto Fernández como Cristina Kirchner y la devaluada oposición insisten en la fracasada fórmula del reciclaje de identidades -meros engranajes. Si un proceso hiperinflacionario no compele al conjunto de los actores a una sana reformulación del Sistema que hoy se exhibe quebrado, nada más lo hará.



 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.