INTERNACIONALES: TED GALEN CARPENTER

Si no deseamos una guerra nuclear, ¿por qué la presión para que una tenga lugar?

Las principales características de la respuesta de los Estados Unidos de América y de la OTAN...

06 de May de 2022

 

Las principales características de la respuesta de los Estados Unidos de América y de la OTAN frente a la invasión rusa de Ucrania, son hoy evidentes. Amén del esfuerzo liderado por Washington a los efectos de orquestar una campaña de guerra económica mundial, aislando y reprendiendo a la Federación Rusa, los EE.UU. y sus aliados han adoptado una política que consiste en dotar a Kiev de armas sofisticadas, con la meta de incrementar la eficacia de la resistencia militar del país.

Armas nucleares tácticas, Low Yield, Rusia, Ucrania, Guerra en Ucrania, Invasión, Estados Unidos, OTANAsimismo, surgen propuestas para proveer aviones de combate de mejor capacidad a las fuerzas armadas ucranianas. Además del armamento, los EE.UU. y otros miembros OTAN comparten hoy, activamente, información de inteligencia militar con Kiev.

El primer componente de la estrategia occidental ha disfrutado de una eficacia limitada, mientras que el segundo se ha anotado un éxito considerable. Rusia ha descubierto que su 'operación militar especial' en Ucrania ha marchado con lentitud, y que la misma ha observado un costo sustancialmente mayor al anticipado por el Kremlin en materiales y vidas. Este desarrollo ha alentado a los halcones optimistas de todo Occidente a abogar por un programa de asistencia militar aún más vigoroso, bajo el supuesto de que Ucrania realmente podría ganar la guerra contra su vecino, aún cuando éste sea más grande y más fuerte. Por caso, el senador Lindsey Graham (Republicano, en representación del estado de Carolina del Sur) sostiene que 'Es posible que Putin pierda, si el mundo que ama la libertad le apuesta todo a la victoria'.

Entre otros pasos, en su opinión, 'apostarlo todo significa proporcionar a las Fuerzas Armadas de Ucrania ayuda y capacidades letales adicionales'.

Esta es una creencia defectuosa y potencialmente riesgosa, que bien podría provocar una guerra nuclear. Los principales objetivos de Moscú en Ucrania son sencillos e intransigentes: forzar a Kiev a renunciar a sus ambiciones de unirse a la OTAN y, en cambio, adoptar una neutralidad legalmente vinculante, obtener el reconocimiento por parte de Ucrania de la soberanía rusa sobre Crimea, y obligarles a aceptar la 'independencia' -supervisada por Rusia- de las repúblicas secesionistas de Donbas. Si el presidente ruso Vladimir Putin y otros miembros de la élite política y militar en Moscú concluyeran que la guerra en Ucrania está fracasando y que no se logrará consolidar los objetivos, es probable que la respuesta del Kremlin sea ciertamente desagradable para todos los involucrados. Una administración de Putin acorralada contaría con un poderoso incentivo para intensificar el conflicto, mediante el uso de armas nucleares tácticas contra objetivos militares y políticos en suelo ucraniano.

Algunos funcionarios occidentales, incluido el director de la CIA, William J. Burns, parecen ser conscientes frente al potencial peligro. En su respuesta a una pregunta planteada porel ex-senador Sam Nunn (Demócrata, por el estado de Georgia) el pasado 14 de abril, Burns advirtió que la 'desesperación potencial' por construir una aparente victoria en Ucrania podría tentar a Vladimir Putin para que sancione el empleo de un dispositivo nuclear táctico, o del tipo low yield (de baja potencia). Tales armas son bastante más pequeñas que las de uno o más megatones -diseñadas para destruir centros urbanos-, que ambas superpotencias probaron durante la Guerra Fría y que aún permanecen en los arsenales estratégicos estadounidense y ruso. No obstante ello, los efectos destructivos de detonar incluso armas nucleares tácticas o de bajo rendimiento serían considerables, y la importancia simbólica de cruzar ese umbral nuclear resultaría monumental.

Resulta extremadamente imprudente el sólo hecho de evaluar medidas que aumenten la probabilidad de ocurrencia de semejante escenario. Sin embargo, las políticas que están adoptando Washington y otros gobiernos OTAN (con frecuencia, presionados por elementos del establishment de la política exterior y los llamados medios de comunicación tradicionales) contribuyen, precisamente, a potenciar ese riesgo. Michael McFaul, ex embajador de los Estados Unidos en Rusia, sostiene alegremente que cabe ignorar las advertencias de Putin sobre el empleo de armamento nuclear, en respuesta a la creciente asistencia militar occidental a Kiev. 'La amenaza de una escalada es palabrería', subraya McFaul con seguridad. 'Vladimir Putin está mintiendo'.

Tal arrogancia podría conducir a una catástrofe. Los funcionarios que se desempeñaron en las Administraciones George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump rechazaron las repetidas advertencias del Kremlin al respecto de que convertir a Ucrania en miembro OTAN, o incluso de convertir a Ucrania en un activo militar de la Alianza sin ofrecer una membresía formal, cruzaría una frontera que el Kremlin no toleraría. Claramente, la Administración Biden ha pasado por alto, o bien ha ignorado, las señales de advertencia. La operación militar rusa actualmente en curso en Ucrania es prueba definitiva de que el Kremlin no mentía.

Quienes simpatizan con la alternativa de una asistencia militar occidental incrementada adoptan, implícitamente, la misma estrategia que los Estados Unidos empleó contra el ejército de ocupación de la Unión Soviética en Afganistán, entre 1979 y 1989. Ayudar a los muyahidines afganos (especialmente, obsequiándoles misiles antiaéreos Stinger a aquéllos insurgentes) de hecho impidió y desangró al adversario de Washington en la Guerra Fría. Adicionalmente, los soviéticos no escalaron -ni buscaron- una confrontación directa con los Estados Unidos, por ejemplo, atacando a fuerzas estadounidenses en Paquistán o en cuadrantes de Oriente Medio. Los defensores de la asistencia militar intensificada a Kiev también podrían señalar que Washington no tomó represalias contra la URSS cuando Moscú suministró equipo militar a Hanoi en oportunidad de la Guerra de Vietnam.

Sin embargo, existe una diferencia crucial entre esos episodios y la situación actual en Ucrania. La intervención estadounidense en Vietnam siempre fue una guerra (tonta, por cierto) elegida por parte de Washington, pero se llevó a cabo en un país a decenas de miles de kilómetros de suelo estadounidense. Quienes formulan políticas pondrían en marcha luego una locura de índole similar en Afganistán, una geografía igualmente distante, décadas después. Ese escenario era bastante más complejo al comparárselo con el atolladero soviético en Afganistán, en razón de que ese país se situaba en la periferia de la ex Unión Soviética, y dentro de la esfera de influencia de Moscú. Sin embargo, Afganistán jamás fue un interés central de seguridad de la URSS. Ambas grandes potencias podrían, entonces, alejarse de sus desafortunadas aventuras militares -aunque con una sensación de disgusto a raíz de un costoso y vergonzoso fracaso político.

El compromiso de la Federación Rusa con Ucrania no está ni remotamente en la misma categoría, y es ciertamente improbable que Putin y el resto de la élite política toleren una humillante derrota militar allí. Conforme lo enfatizara repetidamente el Kremlin en los años previos a la guerra actual, Ucrania resulta de especial importancia para Rusia, por razones estratégicas, económicas e históricas. En consecuencia, una derrota no es opción para el Kremlin.

Cuanto más fuerte y eficaz sea la resistencia militar de Ucrania, mayor será el riesgo de que Rusia intensifique su ofensiva, hasta el punto de recurrir al empleo de armas nucleares. Una vez que se ha cruzado ese umbral, la capacidad comprobable de cualquiera de las partes beligerantes para controlar el proceso de escalada es incierta, y las posibles consecuencias, serán horrendas.

En efecto, es posible simpatizar con las víctimas ucranianas frente a la agresión de Rusia. No obstante, la cruda verdad consigna que una 'victoria' ucraniana -tan deseada por los halcones occidentales- es una fantasía. Incluso el intento en curso de Occidente de impulsar las perspectivas militares de Kiev bien podría propiciar una catástrofe para los Estados Unidos, para la OTAN (toda la Unión Europea), y acaso para la raza humana como colectivo.


 

Sobre Ted Galen Carpenter

Ted Galen Carpenter es Académico Distinguido -distinguished fellow- en el think tank estadounidense Cato Institute, y autor o editor de numerosos libros sobre asuntos internacionales, incluyendo Bad Neighbor Policy: Washington's Futile War on Drugs in Latin America (Cato Institute, 2002). Publica regularmente en el sitio web en español de Cato.