INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI | REALPOLITIK

Biden, Zelensky y los neoconservadores

Cuando Usted se encuentra en un pozo, siempre puede cavar más profundo.

07 de Abril de 2022


Existen numerosas historias paralelas frente a lo que está sucediendo hoy en Ucrania; esos relatos han sido mayormente ignorados por Washington, en medio del recurrente conteo de bajas, variable que se superpone con los argumentos y afirmaciones presentados por ambos lados.

Joe Biden, Preocupado, Estados Unidos, Rusia, Ucrania, Vladimir PutinDos aspectos que entiendo no han capturado suficiente atención tienen que ver con la extendida obsesión que lleva ya dos décadas, y que tiene a Washington empeñado en destruir al Estado ruso. Por otra parte, está el rol que desempeñan los sectores neoconservadores dominantes, que patrocinan una democracia liberal y que son hoy los regentes de la política exterior estadounidense.

Sin lugar a dudas, cualquiera que hoy dude de que los Estados Unidos se encuentran en medio de un proceso que busca no solo reemplazar al presidente Vladimir Putin, sino también hacer quebrar a la economía rusa, tiene serios problemas de comprensión. Washington ha intentado deconstruír a la ex Unión Soviética desde 1991, comenzando con la ampliación de la OTAN hacia la Europa Oriental -ordenada por Bill Clinton-, a pesar de pedidos en torno de no hacerlo. También el ex presidente Clinton favoreció a los oligarcas que saquearon los recursos naturales rusos bajo el mandato de Boris Yeltsin. La presion continuó durante el beatificado Barack Obama, quien designó al Embajador Michael McFaul -la misión de éste consistió en vincular a fuerzas opositoras y disidentes en el seno de Rusia, un rol ciertamente incompatible con la genuina promoción de los intereses nacionales estadounidenses, y con la protección de los ciudadanos americanos.

Luego, el peculiar ex mandatario Donald Trump procedió a deshacer cualquier esfuerzo de construcción de confianza con Moscú, siguiendo a ello el desastre que hoy se desenvuelve frente a nuestros propios ojos. Uno no ha de ignorar que los combates en Ucrania tuvieron lugar fundamentalmente debido a que la Administración Biden se rehusó a negociar seriamente frente a los pedidos que el Kremlin venía planteando, a efectos de optimizar la seguridad rusa. Scott Ritter, ex inspector de armas para los EE.UU. en Naciones Unidas, citó hace poco el comentario compartido por un funcionario de carrera en la Administración Biden que bien sintetiza la actual política exterior de Washington. El comentario fue el siguiente: 'El único objetivo del juego, ahora mismo, es poner fin al régimen de Putin. Hasta que eso no pueda lograrse, esto es, durante todo el tiempo que Putin permanezca, Rusia será un Estado paria al que jamás se le obsequiará una bienvenida a la comunidad de naciones'.

En efecto, el reciente y desastroso periplo llevado a cabo por Joe Biden a Europa, fue formateado convenientemente por los medios de comunicación. Sin embargo, Biden compartió allí un legado de múltiples gaffes y lapsus linguae, útiles para dejar en claro que Washington apuesta hoy a derrotar a Rusia, sin importar cuánto tiempo le lleve conseguirlo. Mientras tanto, Biden cuenta con el respaldo de congresistas descerebrados, como es el caso del Senador del Partido Republicano Lindsey Graham, quien arengó a asesinar a Vladimir Putin, lamentándose luego con la pregunta: '¿Acaso no queda algún Brutus en Rusia?'.

Durante su viaje europeo, Biden reveló que esperaba que tropas de combate estadounidenses eventualmente se trasladen a suelo ucraniano para desempeñar tareas de asistencia, al tiempo que ya había calificado a Putin como un 'asesino', un 'matón', un 'dictador homicida', y como 'un señor que no puede permanecer en el poder'. Al hacerlo, el presidente estadounidense llamó abiertamente a quitar a Putin de la presidencia de su país -a esto se le llama cambio de régimen-, abriendo las puertas -en simultáneo- para lo que sería una obvia operación del tipo false flag; esto se tornó evidente al rehusarse Joe Biden a contestar a un periodista, que buscaba averiguar cómo responderían los Estados Unidos de tener lugar un ataque ruso con armas químicas en suelo ucraniano. El hecho de que Biden se haya abrazado a estas posturas significa que será imposible restablecer una serie de relaciones razonables con Moscú, tras los desarrollos de Ucrania. Desde luego, un precio muy alto a pagar por algo que remite a mucho más que una simple impostura.

La variable de las armas químicas es particularmente importante en este caso, en razón de que el ex presidente Trump bombardeó Siria con misiles crucero, a la luz de un informe apócrifo que apuntaba que Basher al-Assad había recurrido a ese tipo de armamento, al sancionar un ataque contra Khan Shaykhun en 2017. A la postre, resultó ser que los terroristas anti-régimen que ocupaban la ciudad habían sido los responsables de escenificar el ataque, responsabilizando deliberadamente al gobierno sirio -con el fin de propiciar una réplica americana, la cual finalmente tuvo lugar.

Si quien esto escribe ha de basarse en lo que hoy puede leerse, la conclusión lógica es que los neoconservadores y sus socios promotores de la democracia liberal están trabajando con denuedo desde el interior, para lograr que una guerra versus Rusia se vuelva realidad. En partícular, obsérvese que estamos refiriéndonos a una guerra con disparos y muertes, lo cual ya no sería una mera reencarnación de la Guerra Fría. Los titulares del pasado 1ero. de abril -Día de los Santos Inocentes en los EE.UU.- sugirieron que Ucrania había escenificado ataques con misiles desde helicópteros contra un depósito de combustible en territorio ruso. De ser cierto el dato, el escenario conduciría a una riesgosa escalada de parte del Kremlin. El evento bien podría remitir a una clásica maniobra de los neoconservadores, tendiente a incrementar dramáticamente la magnitud de los combates -forzando a los Estados Unidos de América a involucrarse en el conflicto.

Adicionalmenet, entiendo que no debo ser el único analista que ha prestado atención a la forma de moverse del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, arengando ampliamente a grupos y gobiernos para que acudan en ayuda de su patria, incluyendo sus pedidos para implementar una zona de exclusión aérea. Sus arengas son finas, convincentes y cuidadosamente orquestadas, con Zelensky siendo presentado en todo medio de comunicación como un 'héroe' que combate gallardamente contra salvajes invasores. Para decirlo con eufemismos, la capacidad del personaje claramente excede a las de un ex comediante, cuyas presentaciones pasadas se limitaban a danzas eróticas y a tocar el piano con su pene -para luego finalizar ocupando la presidencia, merced a los buenos oficios de un reconocido oligarca multimillonario de origen israelí.

Naturalmente que los medios de comunicación estadounidenses alaban ciegamente a Zelensky, aunque yo apostaría que el mandatario ucraniano cuenta con el respaldo de una colección de neoconservadores americanos y, muy probablemente, israelíes; todos ellos trabajan diligentemente junto a él, para que diga las cosas en forma adecuada; le proporcionan coaching y le presentan guiones. También podrían contabilizarse algunos jugadores oriundos en el gobierno estadounidense, acaso revistando allí la NED (National Endowment for Democracy), especialistas en información de la CIA, consultores de medios en el Departamento de Estado, Y observadores del Consejo de Seguridad Nacional. En efecto, hay una guerra que se lleva a cabo hoy en señales de televisión y en el Internet, a criterio de influír en el pensamiento de una audiencia global -mientras tienen lugar los combates en el terreno.

Finalmente, uno habrá de concluír que la CIA está desempeñando un rol central en el 'Proyecto Rusia', en función de su capacidad para ocultar lo que hace, frente a cualquier escrutinio. Tomando en consideración operaciones previas que buscaron derribar a gobiernos en distintas geografías, hemos de presuponer que el enfoque actual de la acción clandestina observa un carácter multiplataforma. Funciona a base de inserciones de piezas en los medios que buscan torcer la opinión en el seno de Rusia y fuera de ella -para producir turbulencia-; se procede identificando y reclutando a funcionarios del gobierno ruso que se trasladen hacia el exterior; y buscando apoyos en disidentes internos y foráneos, todos los cuales porten una perspectiva ciertamente negativa sobre Moscú y sobre sus políticas. Un componente de importancia en ese enfoque coincide con la obtención de respaldos liberales en Occidente, en pos de sanciones económicas más cruentas y de otro compendio de medidas punitivas contra el Kremlin -todo ello, reforzado con la fraudulenta proposición que reza que Putin y sus socios buscan 'destruir la democracia y la libertad'. Irónicamente, los ciudadanos estadounidenses hoy son menos libres y más pobres, en razón de las acciones que ha venido tomando su propio gobierno desde 2001 -Putin nada tiene que ver aquí.

Así sucedió con Irak, Afganistán y el extenso listado de las intervenciones estadounidenses: son siempre los neoconservadores quienes reclaman una más poderosa réplica militar, tanto contra Rusia como -inevitablemente- contra Irán. Lo que es particularmente notorio es el modo en que neoconservadores y sus contrapartes democrático-liberales han dominado las propuestas de política exterior en ambos espacios partidarios. El archiconocido neoconservador Bill Kristol, quien calificó recientemente el discurso de Biden como 'un histórico llamado a la acción, a la par del discurso compartido en su oportunidad por Ronald Regan frente al muro de Berlín', se refirió, también hace poco, a las amenazas que hoy los EE.UU. deben enfrentar: 'No habrá un prospecto de genuino despertar en los Estados Unidos ni en Europa, si no tomamos partido por los ucranianos. Estaríamos negando las amenazas que tenemos frente a nosotros. Nos estaríamos alejando de la urgencia que la tarea nos exige. Incluso he de decir que fracasaríamos a la hora de apreciar la libertad y la decencia, cuya defensa hace a nuestras obligaciones y a nuestro honor. Son los ucranianos quienes nos han enseñado lo que los hombres y las mujeres libres pueden hacer, lo que en ocasiones es imperativo hacer, en la defensa de esa libertad. Son los ucranianos quienes les han mostrado al mundo que transitamos hoy un nuevo período de consecuencias. Son los ucranianos quienes nos han obsequiado el ejemplo de lo que hoy significa el oponerse a la brutalidad, y pelear por la libertad'.

Kristol se abraza, fiel a su costumbre, a la arenga, al culposo golpe del propio pecho, al planteo de la noción que exige que los EE.UU. continúen respetando su obligación de fungir como policía del mundo. Otra encumbrada neoconservadora, colaboradora frecuente en el Washington Post y The Atlantic, Anne Applebaumsupo plantear las cosas de este modo, incluyendo a gran parte del mundo: 'A no ser que las democracias se defiendan entre sí, las fuerzas del autoritarismo las destruirán. Me remito al concepto fuerzas, en plural, deliberadamente. Muchos políticos estadounidenses preferirían, comprensiblemente, enfocarse en nuestra competencia de largo plazo frente a China. Pero, mientras Rusia siga estando bajo el control de Putin, pues entonces Rusia estará en guerra contra nosotros. Y también estarán en guerra contra los Estados Unidos, naciones como Bielorrusia, Corea del Norte, Venezuela, Irán, Nicaragua, Hungría y, en modo potencial, muchas otras'.

Para variar, sería bonito rematar un artículo con una nota de color -aunque estas escaseen, de todos modos. A los efectos de probar la insanía que hoy tutela la política exterior americana -no sólo respecto de Ucrania-, inevitablemente deberíamos tomar nota sobre lo sucedido en Israel. Tony Blinken, Secretario de Estado americano, visitó ese país, en parte para comerciar la posibilidad de que la Administración Biden arribe a un convenio de no-proliferación con Irán, al respecto del programa nuclear persa. Con firmeza, Israel se ha opuesto a semejante posibilidad, en tanto su lobby en los Estados Unidos -representado por numerosos think tanks neoconservadores- trabaja para pulverizar cualquier intento de acuerdo. Entonces, ¿qué hizo Blinken? Le pidió sugerencias al primer ministro israelí Naftali Bennett, al respecto de cómo habría que proceder. Según se informó, Naftali sugirió replicar con sanciones más duras contra Teherán. Cada quien podrá decir lo que guste, pero lo cierto es que una renovación del Plan Abarcativo de Acción Conjunta (JCPOA) de 2015 sería beneficiosa para los Estados Unidos y para todos los vecinos de Irán; mientras tanto, ahí lo tenemos al más notorio representante de los Estados Unidos de América en el exterior, consultando con un gobierno extranjero qué es lo que debe hacer. 

Algo está funcionando definitivamente mal en Washington.



Artículo original, en inglés

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.