POLITICA ARGENTINA: MATIAS E. RUIZ

Argentina: Crónicas de la Híper

¿Cómo factorizar incompetencia, crisis político-institucional y ausencia de liderazgo?

27 de Marzo de 2022


¿Cómo factorizar incompetencia, crisis político-institucional y ausencia de liderazgo? A la luz del desbarajuste generalizado que hoy sólo escapa a la mirada de incautos y desprevenidos, la presidencia de Alberto Angel Fernández invita a considerar a consciencia las eventuales respuestas a esa pregunta. Será lícito relevar la evidencia, tras la confesión de las partes involucradas: en más de una oportunidad, el jefe de Estado supo confesar su admiración por el ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín.

Raúl Alfonsín y Jesús RodríguezFernández debió aclarar si acaso ese deslumbramiento guardaba relación con la gestión pública o con el personaje. No obstante, cualquier consideración al respecto resultaría meramente anecdótica; los paralelismos con aquellos turbulentos años ochenta observan interés con la presente temporada: ya golpeada por las consecuencias de una aguda crisis energética, la Experiencia Alfonsinista terminaría empujando al país hacia el abismo, tras cobrar forma la implosión del Plan Primavera y su consabidamente improbable objeto de salvación, el Austral. Relata la frialdad estadística que aquel ensayo protoprogresista de urdimbre radical feneció con el surgimiento de un indetenible proceso hiperinflacionario, con el IPC superando el 190% en julio de 1989.

Hiperinflación de 1989 en Argentina, Raúl AlfonsínNaturalmente, la detonación de un explosivo distrae la atención sobre los desarrollos que condujeron al previsible desenlace. Así, pues, en diciembre de 1988, el índice de precios al consumidor se plantaba en un 6.9%; evolucionando en marzo de 1989 a un 17%, a un 33.4% en abril, a un 78.5% en mayo, y a un 114.5% en junio. El epílogo, el mes de julio retornó un inédito 196.6%, mientras la paridad del Austral frente al dólar de los Estados Unidos se hacía, virtualmente, picadillo.

Tal como se observa en una Argentina que transita los albores de 2022, el atardecer de la década del ochenta registraba una cruenta amplificación de las maniobras de cobertura en el comercio mayorista: habiendo tomado nota del agudo proceso devaluatorio de la moneda, el sector se cubría con aumentos de mercaderías que luego evidenciarían una geometrización del fenómeno. Puesto en limpio, un IPC de poco más del 6% empujó a la totalidad de los agentes económicos a duplicar, luego triplicar y hasta cuadruplicar precios unitarios -en menos de un semestre. El quebranto aterrizó rápidamente en un proscenio inflacionario (minorista) de tres dígitos en apenas un mes, en razón del perceptible sobrecalentamiento de las expectativas, cimientos que fungen como colchón de respaldo para cualquier economía. La gestión alfonsinista buscó resolver el problema arrojando combustible de alto octanaje sobre las flamas, abrazándose a una política de precios máximos. Sin embargo, la táctica de retaguardia no surtió efecto en los precios de las naftas y el gasoil -que colaboraron con la rauda destrucción económica: hubo faltante de combustibles, con interminables filas de automovilistas furiosos en busca de unos pocos litros que les permitieran movilizarse.

Raúl Alfonsín, Alberto FernándezHoy, el Estado tutelado por Alberto Fernández asiste con desazón a una fiel reproducción de épocas de otrora -aunque cabría consignar que Raúl Alfonsín no debía lidiar con una destructiva rebelión intrapartidaria que estorbaba su Administración; simplemente, sucumbió ante el inflamado sistema de presión, originado en un irreverente movimiento obrero peronista. Fernández, por su parte, ni siquiera encabeza un estrato político cohesionado, en tanto tampoco cuenta con méritos plausibles de elogio. Incluso el flamante acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (celebrado con la colaboración del espectro pretendidamente opositor 'Juntos') está llamado a durar menos que un suspiro, en virtud de la explosión consolidada en el precio del barril de crudo. El Ministro Martín Guzmán ya fue informado sobre el particular, por autoridades económicas del Fondo: cual Efecto Mariposa o Cisne Negro, el teatro de operaciones bélico en desarollo en Ucrania ha terminado por pulverizar la ecuación recaudatorio-financiera del gobierno argentino. Ergo, con o sin convenio firmado, la República Argentina no cuenta con fondos para dedicar a la importación de la energía necesaria para alimentar sus centrales térmicas. Amenazante, se yergue el Fantasma Alfonsín, de cara al no tan lejano invierno.

Peor aún, la (anti) gestión albertista -acaso presa de su febril admiración por el ex jefe político de la Unión Cívica Radical- recurre a instrumentos fallidos del pasado: controles de precios con inflación reprimida, acompañados de un modelo de frenética emisión espúrea al estilo ochentero. Tras anunciar la pasada una a la postre inexistente declaración de guerra contra la inflación, los principales formadores de precios en el orden privado replicaron con una cobertura, mediando formidables incrementos de precios en alimentos y mercaderías varias. Mientras Roberto Feletti compartía un breakdown con las identidades de los aparentes responsables, quedaba expuesto que había sido el gobierno que integra el culpable de agigantar el problema -artificial y gratuitamente. Como resultado, el IPC de marzo merodeará la poco confortable cifra del 6% -casi clonando el ominoso proscenio de diciembre de 1988.

No obstante, ningún paralelismo es perfecto; las consideraciones sobre los mismos deben equilibrarse mediando la adecuada ponderación de las distintas coyunturas que les son propias. Con esta premisa como base, habrá que consignar que los riesgos que hoy encara el Presidente Fernández son sustancialmente más peligrosos que los que cargaba sobre sus hombros la Era alfonsinista. En la actualidad, la fractura entre mandantes y mandados es más acentuada; el índice de pobreza es ampliamente superior al de otros tiempos; la disfuncionalidad estatal/judicial está a la orden del día; y la crisis de representación potencia su empuje y cadencia.

La reproducción de una crisis económica profunda no necesariamente habrá de circunscribirse a su propio terreno; con marcada probabilidad, impactará de lleno en la ya de por sí limitada credibilidad del conjunto de la dirigencia. Secuela inevitable, tras décadas de celebrada ignorancia a la hora de distinguir entre casualidad y causalidad.

Si Alberto Angel Fernández cumplirá con su sino, esto es, propiciar un abarcativo aniquilamiento de la política, se sabrá en los próximos -pocos- meses.


 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.