INTERNACIONALES: ERIC GOMEZ

Conforme se complica el escenario en Europa oriental, la diplomacia nuclear renueva su importancia

El riesgo de que una invasión rusa a Ucrania ejecutada por fuerzas convencionales...

17 de Febrero de 2022


El riesgo de que una invasión rusa a Ucrania ejecutada por fuerzas convencionales pueda conducir al empleo de armas nucleares parece relativamente bajo, pero su sombra nunca está completamente ausente en una crisis que involucra a Estados con armamento atómico. Adicionalmente, la presente crisis –sin importar cómo finalice– probablemente conduzca a un escenario de mayor inestabilidad estratégica. Por muy preocupados que puedan estar los diplomáticos estadounidenses con la amenaza de una invasión convencional inminente, también deben trabajar con urgencia para poner en marcha medidas que fomenten la confianza que podrían evitar una guerra nuclear.

Fuerzas nucleares americanas en EuropaEl reciente tira y afloja entre Washington y Moscú ha estado libre de amenazas nucleares explícitas, pero ha habido algunas señales sobre el particular. Cuando Rusia reunió fuerzas cerca de Ucrania en diciembre, su Ministerio de Relaciones Exteriores publicó dos propuestas de tratados, uno para OTAN y otro para los EE.UU. El borrador del tratado de OTAN incluía un artículo que prohibía el despliegue de misiles previamente prohibido por el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Medio (Intermediate). El borrador del tratado de los EE.UU. contenía referencias más explícitas a las armas nucleares, incluidas las promesas de no desplegarlas fuera del territorio nacional y de no capacitar en su uso al personal de naciones no-nucleares, referencia a los acuerdos de intercambio nuclear OTAN.

La réplica de Washington ante la acumulación se ha centrado en las sanciones y el despliegue de fuerzas militares convencionales a los aliados de OTAN en Europa del Este. Sin embargo, también ha mencionado medidas en torno de “mejorar la disuasión” en el continente, lo que podría implicar el despliegue avanzado adicional de armamento nuclear estadounidense. Y, mientras que la Administración Biden ha dicho que su país no desplegará tropas para defender a Ucrania, lo cual ayuda a reducir la probabilidad de un conflicto entre OTAN y la Federación Rusa, en simultáneo ha señalado que enviará más activos militares a la Europa oriental, si Rusia atacare a Ucrania.

Por su parte, Moscú ha advertido que responderá si OTAN amplía su presencia de tropas en el este del Viejo Continente. Entre sus opciones, contempla desplegar armamento nuclear en la periferia de la Europa occidental. Tales movimientos podrían llevar a OTAN a agregar aún más fuerzas con miras a disuadir frente a un ataque en perjucio de los países miembros, desencadenando así una espiral de acciones y contramedidas sin una modalidad transparente para romper el ciclo.

En última instancia, es probable que esta espiral ubique en mayor proximidad a más fuerzas nucleares, lo que disminuirá inherentemente la estabilidad, e incrementará el riesgo de una guerra accidental. Asimismo, podría generar más alertas para expandir el arsenal nuclear de los EE.UU., lo que a su vez podría dificultar que Washington y Moscú alcancen nuevos acuerdos sobre el control de armas nucleares.

La gestión de los riesgos nucleares inmediatos y a largo plazo en la crisis de Ucrania requerirá una combinación de medidas militares de contención y tranquilidad. Los Estados Unidos deberían abstenerse de desplegar tropas adicionales en Europa del Este, para obsequiarle a la diplomacia una oportunidad para desactivar la crisis (en cualquier caso, es menos probable que el despliegue de más tropas antes de un ataque sirva como disuasorio, en razón de que, en ese momento, el costo existirá independientemente del comportamiento ruso). Si Rusia atacase a Ucrania, las acciones de contención podrían ayudar a mantener los riesgos nucleares relativamente bajos, al desplegarse ciertos tipos de capacidades de los EE.UU. y OTAN, pero no otras. Las fuerzas terrestres de misiles de alcance medio, por ejemplo, serían más perjudiciales para la estabilidad nuclear que los aviones de combate o las unidades blindadas, en virtud de que los misiles representan una amenaza directa para las fuerzas nucleares y las instalaciones de comando y control.

Finalmente, medidas tranquilizadoras u otras que ayuden a construír confianza, podrían ayudar a prevenir una dinámica en espiral, o bien a reducir su gravedad. Por ejemplo, se informa que los EE.UU. han ofrecido a Rusia la capacidad de confirmar que Washington no está desplegando misiles crucero de ataque terrestre en sitios de defensa antimisiles en Rumania y Polonia. No está claro como responderá Rusia a tal propuesta, pero abordaría una de las preocupaciones de larga data de Moscú sobre las instalaciones destinadas a la defensa antimisiles.

Otra posible medida tranquilizadora sería negociar limitaciones mutuas sobre el despliegue de misiles previamente prohibidos por el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio. Rusia ya ha señalado tales limitaciones en sus demandas de diciembre y, según se informa, los EE.UU. respondieron positivamente a la idea de limitaciones recíprocas.

La tenue pero oscurecida sombra nuclear que pende sobre la crisis de Ucrania demuestra que este tipo de ideas y discusiones no son un espectáculo diplomático secundario. Al contrario: resultan cruciales para evitar la inestabilidad de un tipo aún más devastador.



* El autor, Eric Gomez, se desempeña como director de Estudios de Políticas de Defensa en el Instituto Cato. Sus investigaciones se concentran en el presupuesto militar de los EE.UU. y su posición relativa a la defensa, así como también sobre el control de armamento y asuntos relacionados a la estabilidad nuclear en el Este de Asia.

 

Publicado originalmente en Defense One (Estados Unidos)