POLITICA ARGENTINA: ANTONIO CAMOU

Argentina: sobreseída e iluminada

Ni bien se supo sobreseída por un par de jueces adictos, en una de las causas más obscenas...

02 de Diciembre de 2021

 

Ni bien se supo sobreseída por un par de jueces adictos, en una de las causas más obscenas de la corrupción kirchnerista, la Sra. Vicepresidenta pasó a iluminarnos con una nueva epístola. 

Cristina Kirchner y Amado BoudouFiel a su estilo, el mensaje mixtura algunos pocos hechos comprobables (finalmente, nos enteramos de que 'la coalición opositora…ha ganado, a nivel nacional, las elecciones parlamentarias celebradas el 14 de noviembre'), con una laberíntica retahíla de datos infieles, verdades a medias y consignas de campaña fuera de estación. Me limitaré a discutir tres puntos. 

En primer lugar, CFK no abandona su eterno modo proselitista y nos vuelve a enredar en un debate de baja estofa acerca de qué gobierno endeudó más al país en los últimos años. Tomando como referencia las investigaciones de chequeado.com, podríamos resumir el entuerto recordando que: a) La deuda bruta durante la gestión de Mauricio Macri aumentó en promedio más que la registrada durante el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, pero menos que el ritmo de endeudamiento de la actual gestión; b) Si a la deuda bruta se le suman los pasivos del Banco Central[la gestión de Cambiemos] muestra un ritmo de endeudamiento promedio menor al de Fernández de Kirchner y Alberto Fernández; c) En relación al Producto Bruto Interno (PBI), el porcentaje de la deuda de CFK al terminar su mandato fue inferior a la registrada por Macri, pero ambos son superados por Fernández: los últimos registros oficiales ubican el nivel de endeudamiento por encima del 100% del PBI. En este marco, la selectiva memoria de la ex presidente prefiere olvidar también que –según cifras oficiales provistas por la Secretaría de Finanzas de la Nación-, a septiembre de 2015 (último dato entregado por la gestión K), la 'desendeudada' Argentina tenía en realidad una deuda pública bruta de US$ 240 mil millones. 

En esta misma línea, Alfonso Prat-Gay (Presidente del BCRA con Kirchner y Ministro de Economía durante la gestión Macri) ha recordado que, cuando CFK terminó su segundo mandato, dejó 'obligaciones a pagar por US$86.000 millones en los primeros dos años: un préstamo completo del FMI por año y al contado' (El Día, 30/11/2021). En resumen, y para limitarnos al último medio siglo, no hay nada nuevo bajo el sol: todos los gobiernos argentinos pagaron deuda que no habían contraído, y contrajeron deuda que no pagaron. 

Pero el problema de fondo, que CFK y buena parte de nuestra clase política prefieren esconder bajo la alfombra de discursos efectistas, griterío de programas de TV o fórmulas chicaneras en redes sociales, está en otro lado. Consiste en poner en discusión las causas estructurales de un continuo e insostenible nivel de endeudamiento, que desde hace varias décadas pesa como una losa sobre el trabajo, el ahorro, la inversión y las posibilidades de desarrollo económico y social de nuestro país. Hacer un aporte serio a este debate medular de la Argentina actual es algo que la ex presidenta parece que no sabe, no puede o no quiere hacer. 

La segunda observación bien podría ser considerada una obra maestra del cinismo, sino fuera porque se trata de una maniobra tan burda y desleal que ni siquiera el amanuense que tecleaba al dictado pudo contener la risotada: 'La lapicera no la tiene Cristina… siempre la tuvo, la tiene y la tendrá el Presidente de la Nación. Y no lo digo yo, lo dice la Constitución Nacional. Que a nadie lo engañen sobre quién decide las políticas en la Argentina'.

Para desmentir esta impostura sobran ejemplos de decisiones presidenciales que se dieron vuelta en el aire porque la Sra. bajó el pulgar o simplemente frunció el ceño con desagrado; pero me restringiré a un par de botones de muestra: a) antes de las PASO, y salvo unas escuálidas candidaturas cuasi testimoniales del 'albertismo', las listas oficialistas fueron digitadas, tachadas o rubricadas en su abrumadora mayoría por la costosa pluma que se aloja en Recoleta; b) después de las PASO, bastó una furibunda esquela de CFK para que volaran por el aire el jefe de gabinete, varios ministros y otros 'funcionarios que no funcionaban', junto con sus políticas, pese a la manifiesta voluntad del dueño de Dylan para que siguieran en sus alicaídas funciones. Que nadie se deje engañar: Alberto firma con lapicera prestada, pero la Señora es dueña del cartucho de tinta, y por las dudas tiene siempre a mano la goma de borrar. 

Y con esta observación llegamos al tercer punto sobre el que quiero poner mayor atención. Esta nueva carta reafirma una especie de juego político 'imposible', en el que CFK pretende seguir cumpliendo su pérfido rol de free-rider (viajero gratis): 'está dentro' del gobierno cuando le conviene nombrar a numerosos soldados propios, bochar a empleados indigeribles o intervenir en causas judiciales que le preocupan, pero 'está afuera' al momento de compartir los costos de las decisiones del presidente que ella misma eligió, escribiendo farragosas e incendiarias cartas como si viviera en otro planeta. 

Esta imposibilidad de estar y no estar al mismo tiempo se hace patente a través de un detalle revelador: es evidente que CFK tiene un severo problema con el uso político y gramatical de los pronombres. Conoce al dedillo y hasta el hartazgo el yo de la primera persona del singular (siempre ligado a los más grandes aciertos gubernamentales de los que se tenga memoria), y también sabe enrostrar a ellos/ellas, de la tercera del plural, cuando se trata de asignar culpas en cabeza ajena. Pero le cuesta horrores el “nosotros”, y sus congéneres posesivos: nunca habla en plural de 'nuestro gobierno', 'nuestra gestión' o 'nuestras políticas'.  

El asunto podría quedar reducido a un caso clínico de egotismo extremo, salvo por la perturbadora situación de una sociedad y un gobierno que ha entrado en una peligrosa zona de turbulencia con doble comando. En este vidrioso contexto, el colmo del sin sentido de la carta de CFK es que quiere que la oposición en el Congreso se co-responsabilice con el presidente de un plan económico (que a dos años de gobierno nadie conoce…) del que ella no se quiere co-responsabilizar. 

Por eso suena a un chiste de mal gusto que CFK le reclame al amplio arco opositor que apoye un 'plan plurianual' que en el mejor de los casos se confunde con un capítulo de la literatura fantástica, que vote una Ley de Presupuesto que carece de texto definitivo, y que acompañe un memorándum de entendimiento con el FMI del que nadie ha visto una sola línea. Y ya que estamos, y por el mismo precio, también sería responsabilidad de los que políticamente transitan por la vereda de enfrente ahogarse en el mar de contradicciones que divide a la coalición gobernante: de Kulfas a Feletti, de Guzman a Pesce, del Alberto a la propia CFK, y siguen los binomios. 

Nobleza obliga: es claro que CFK no es la causa de todos los problemas del país –aunque el daño que le ha infligido es profundo y extendido-, pero hoy por hoy es un ciclópeo obstáculo a la hora de abordar de manera razonable algunas causas de esos graves problemas. El país necesita justicia independiente y fortalecimiento institucional, pero ella, su familia y sus cómplices, necesitan impunidad; la sociedad demanda un diálogo franco y responsable entre distintas fuerzas, pero ella pretende ser la única en repartir culpas e indulgencias con la cortante sencillez del maniqueísmo; la coyuntura requiere humildad para reconocer errores y enmendar desaciertos, pero ella es la encarnación misma de la soberbia. 

A esta altura del partido, está claro que el liderazgo tóxico de CFK le habla sólo a sus creyentes, muchos de los cuales repiten su 'santa palabra' eludiendo el agotador y complejo esfuerzo de pensar de manera autónoma. Y este cariz teológico que va tomando el discurso cristinista se pone de manifiesto en la invocación divina que corona su misiva: 'Que Dios y la Patria los ilumine a todos y todas'. ¿A quiénes? Por supuesto, a los otros y a las otras, simples mortales en funciones de gobierno o de representación legislativa.

Como era de esperar, Ella no le pide a su Dios que la ilumine; ni falta que hace. Ella vive y reina, Iluminada. 


* El autor, Antonio Camou, es Profesor del Departamento de Sociología (UNLP) y docente de postgrado de la Universidad de San Andrés. Las opiniones son a título personal.