POLITICA ARGENTINA: SERGIO JULIO NERGUIZIAN

Argentina: derrota o victoria; el fin de los hechos y la primacía de la interpretación

El último 14 de noviembre, devorado por la vorágine argentina que trastoca la noción del tiempo...

29 de Noviembre de 2021

 

El último 14 de noviembre, devorado por la vorágine argentina que trastoca la noción del tiempo y vuelve lejano lo que es casi presente, se llevaron a cabo elecciones de medio término. La oposición celebró un triunfo claro y rotundo. El oficialismo, pocos días después, también festejó: Cambiemos -ahora 'Juntos'- sumó el mayor número de votos positivos, y se coronó primero en la mayoría de los distritos. El Frente de Todos descontó diferencia en el principal de ellos, la Provincia de Buenos Aires, y evitó lo que amenazaba ser una catástrofe electoral. De hecho, en el ámbito bonaerense, ambos contendientes ubicaron el mismo número de diputados nacionales, en tanto el oficialismo recuperó la mayoría en el Senado provincial. Ahora, bien; ¿quién tenía mejores títulos para el festejo?

Friedrich Nietzche, la VerdadEl filosofo Friedrich Wilhelm Niestzche -foto-, en la desesperada búsqueda de la relación entre poder y verdad, arriba a una conclusión agobiante: 'No hay hechos; sólo interpretaciones'. No se niega la existencia de un hecho como dato de la realidad, pero se postula que ningún enunciado puede atribuírse el privilegio de verdad absoluta acerca del mismo. Entre el hecho y el sujeto que lo percibe, suele detectarse una trama impenetrable a la razón que hace igualmente válidas las versiones que lo interpretan. Este pesimismo sin atenuantes, al negar al individuo el acceso a la verdad, abre las puertas a la legitimación de cualquier caprichosa inteligencia de los acontecimientos, incluso las que terminan tolerando el autoritarismo y la brutalidad sistemáticos.

Sin embargo, aún así, una inferencia puede reconocerse: el Poder crea la verdad. O, si se prefiere, el Poder dispone de un concentración de recursos incomparable a la hora de imponer una de las versiones de los hechos, y presentarlos como verdad revelada. Es útil rehusar la tentación de equiparar sin reservas la noción de Poder y de Estado. Si bien la síntesis de ambos es un acontecimiento habitual en la historia, modernamente se ha advertido que el 'Poder real' (es decir, aquél que efectivamente ejerce sus atributos) puede recaer fuera del ámbito estatal: la hiper-concentración económica y la organización oligopólica de los medios de comunicación en las variadísimas formas actuales pueden  imponer interpretaciones que fungen como verdades eximidas de revisión. Paradójicamente, quienes imponen su versión niegan el acceso a la verdad a los que pretenden instalar una que no satisface sus intereses, conforme el Poder crea la versión que mejor atiende el acopio, acumulación y protección de los mismos. Defienden -sin manifestarlo- frente a la interpretación hostil, la intolerable afirmación de Gorgias de Leontinos: 'Nada existe. Si algo existe, no podría ser conocido y, si algo pudiera ser conocido, no podría ser comunicado'.

La sociedad, atormentada por el vértigo incontrolable de sucesos trascendentes, apela al olvido sin demoras, como un mecanismo de defensa frente al bombardeo comunicacional en el que, como ya sabemos, el hecho es la versión instalada. Así planteado el acoso a las masas receptoras, éstas suelen terminar consintiendo la interpretación de los hechos, luego de convencerlas de que la opción al rechazo es el caos y la disolución social: la versión dominante es ahora el mito necesario para la superviviencia colectiva. En las democracias liberales, suele distinguirse el Poder del oficialismo (el grupo que lo detenta institucionalmente, según la norma constitucional), y el que reside en los núcleos opositores, aunque la condición de adversarios electorales no implica necesariamente la defensa de intereses ideológicamente contradictorios, reduciéndose la lucha a la disputa de los resortes del 'Poder real'. Si bien los discursos presentan diferencias en las propuestas, la discrepancia entre los partidos mayoritarios no suele cuestionar a las mismísimas bases de la estructura que los sostiene. Toda colisión es mera colisión de los intereses representados, y todas las  argumentaciones contrapuestas giran en torno a la legitimidad de las versiones establecidas -o que se intentan sustituír. Los grupos que, advertidos de la situación, denuncian a los partidos como organizaciones sectarias, han crecido en Occidente en los últimos años, al amparo de la proclama 'antisistema'.
 

Construcción de relato y construcción de sentido
 
Los grupos que detentan el Poder (el concreto e institucionalizado, llamado arquitéctónico) y el Poder no-gubernamental (que aspira a ocupar a áquel, ambarcado en la lucha agonal) construyen -deben construir- un relato que, anudando causas y efectos, legitime el ejercicio actual o las aspiraciones para obtenerlo. Como sostuviera alguien, acertadamente: 'Sólo podemos modificar el pasado'. Cada versión del pasado pavimenta el camino que lleva a otorgar sentido a la lucha política. Acertadamente también, ha sido dicho: 'Un relato político ya establecido otorga sentido y una nueva significación a los actos de gobierno: a los más trascendentes, y también a los cotidianos. Es un prisma idelológico que, orientado a través de los medios de comunicación, consolida un discurso político dominante' (D'Adamo y García Beaudoux; Univerdidad de Belgrano).

La construcción del relato constituye precisamente una trama cuasi-ficcional, operada por individuos que confían en el hecho de que la presentación del pasado legitimará la política presente. El vocablo legitimar implica aquí que el relato desplegado a efectos de explicar el pasado garantiza que las medidas a adoptar en el presente son su consecuencia obligada, y que las mismas no contradicen el ideario del partido (sus Verdades, o sus Programas históricos), ni entran tampoco en conflicto con los 'principios superiores que velan  la protección de los intereses permanentes de la Nación'.  

Quedan por diferenciar aún algunos planos adicionales del problema que engarza la cuestión de la verdad: la substitución del hecho por la versión, la construcción del relato, y su justificación axiológica.

En primer lugar, sopesemos el siguiente enunciado: la Revolución de Mayo constituyó el primer grito de libertad y puso en marcha el proceso de emancipación nacional. Acto seguido, su objeción: la Revolución de Mayo fue, en realidad,  una contrarevolución antiliberal destinada a preservar estos dominios para su Majestad D. Fernando VII. En este caso, la versión derivada de un análisis científico modifica el objeto bajo estudio, abriéndose las puertas a la opción de una discrepancia. En rigor, se trata de una discusión aún no liquidada, dada la solidez de los argumentos esgrimidos por los analistas de cada postura. Se trata, a la sazón, de una tarea valiosa.
 
Adicionalmente, la cuestión que aquí presentamos como perversión intelectual, enlaza los siguientes ardides para afirmar, interesadamente:

1. La verdad es esencialmente inaccesible: no hay esfuerzo humano que supere el escollo.
2. Todos los hechos, en cuanto son presentados, adquieren la categoría de versiones.
3. La política requiere explicar el pasado, a criterio de legitimar la estrategia del presente. En consecuencia, la versión es una herramienta idónea para la construcción de Poder.
4. La acumulación y administración de Poder es el único medio para realizar el programa que resguarda los intereses del Pueblo.
5. Aún la construcción deliberadamente arbitraria del relato y el sentido derivado del mismo son justificados éticamente y purificados de su pecado original, si su razón final es la realización de la comunidad nacional y del Estado como personificación jurídica de ella.

Estamos asistiendo, en medio de la embriaguez anestésica que emana del cruce neurótico de versiones, a la neutralización del pasado. Acaso en algún momento, conforme observaba Eric Fromm, el miedo a la libertad nos eximirá del doloroso trance de elegir.

Quizás mucho antes, un soplo de racionalidad nos devuelva a la realidad, y las certezas pongan fin a los relatos.


 
Sobre Sergio Julio Nerguizian

De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.