INTERNACIONALES: ROBERTO PORCEL

Geopolítica y vacunas: en busca de la estabilidad para la salud y para la economía

La crisis generada por la pandemia del SARS-CoV-2 no solo ha afectado la salud...

05 de Octubre de 2021

 

La crisis generada por la pandemia del SARS-CoV-2 no solo ha afectado la salud de la población en gran parte del globo, sino que también ha consignado un duro golpe para economías regionales y mundiales, y para liderazgos políticos.

COVID-19, Geopolítica, Roberto PorcelDe acuerdo al Banco Mundial, el pronóstico de referencia preveía una contracción del 5,2% del PIB mundial, para 2020. Claramente, la crisis sirvió también para desnudar la impericia o, si se quiere, la incapacidad de distintos gobiernos a la hora de lidiar con el flagelo, quedando expuesta la capacidad de reacción de unos y otros. Los distintos indicadores que reflejan la situación de los diferentes países en relación a contagiados y fallecidos son muestra más que elocuente al respecto. Sin embargo, y a efectos de analizar equilibradamente los desarrollos, es menester pararse frente al problema recurriendo a perspectivas variopintas.

En primer término, la única alternativa viable a la hora de intentar paliar esta pandemia era generar con urgencia una vacuna. En este caso, no existían compuestos disponibles para hacer frente al vector biológico; el precedente de la gripe porcina o gripe H1N1 al menos contaba con medicinas como Tamiflú. El desafío planteado a la Humanidad no era menor: se trataba de diseñar y poner a disposición, en el menor plazo posible, un medicamento con capacidad para interrumpir la amplificación del virus o de, cuando menos, morigerar su letalidad. Tómese nota que, durante el siglo pasado, el proceso de desarrollo de la vacuna contra la gripe llevó mas de dieciocho años.

Finalmente, la coyuntura del COVID-19 puso en marcha una suerte de carrera contra reloj, con la meta de desarrollar el esperable compuesto. No sólo en razón de sus implicancias económicas -el consorcio germano-estadounidense Pfizer BioNTech espera facturar US$ 15 mil millones solamente en 2021-, sino también en virtud de argumentos estrictamente políticos y, por supuesto, de índole sanitaria. Acto seguido, el segundo desafío operativo era alcanzar una escala que permitiera desarrollar la vacuna para su distribución masiva. Así, pues, los cálculos iniciales con vistas a inmunizar a la población mundial en su totalidad requerían una producción y distribución de al menos quince mil millones de compuestos. Naturalmente, no existía capacidad instalada a escala global para producir semejantes cantidades en tan breve plazo. El Serum Institute de la República de la India -principal laboratorio del planeta- estimaba imposible consolidar tamaño objetivo, en un período de tiempo inferior a cuatro años. Por su parte, los Estados Unidos elaboraron un plan de magnitud comparable al Proyecto Manhattan; nació entonces la Operación Warp Speed, operativo que exhibía la finalidad de producir los compuestos necesarios para satisfacer las necesidades de la población de ese país.

Mientras tanto, la Federación Rusa fue quizás la nación pionera en el desarrollo de compuestos, con su Sputnik V, con la vacuna bautizada en homenaje al satélite que fuera lanzado en 1957, a instancias de Kirill Dmitriev, director del Russian Direct Investment Fund (R.D.I.F.); el compuesto sería elaborado, a la postre, por el Gamaleya Research Institute of Epidemiology and Microbiology.

El factor diferenciante-estratégico entre el esfuerzo ruso y el estadounidense se vinculó, pues, a su objetivo. Mientras que en Washington primó la meta de inmunizar a la población local, en Moscú se privilegió la exportación del producto al resto del mundo.

Para quienes adquieren el compuesto de forma directa en la Federación Rusa, una unidad de Sputnik V cotiza a un precio inferior de US$ 20 por dosis; un precio unitario superior al equivalente de Oxford-AstraZeneca, aunque inferior al costo final de las vacunas Pfizer y Moderna, cuyo precio oscila entre los US$ 30 y los US$ 40 por unidad.

En palabras de Judy Twigg, experta en salud pública (Universidad de Virginia), voz crítica del compuesto Sputnik V, Rusia equivocó el camino al registrar la Sputnik V previo a contar con datos de Fase III. Sentencia Twigg: 'Moscú buscaba traducir la buena reputación adquirida con la vacuna en triunfos de otro tipo'.

Los hechos bien podrían refrendar los dichos de la experta. A tal efecto, será útil traer a colación el elocuente agradecimiento del presidente argentino Alberto Angel Fernández a su par ruso Vladimir Putin cuando, en oportunidad de celebrar ambos una teleconferencia, el primero le manifestó a su interlocutor: 'Los amigos se ven en los momentos difíciles'. La referencia se justificó en las intenciones de producir en serie el compuesto Sputnik V en la República Argentina.

No obstante la declaración de objetivos, y amén de la agenda que pudiere ocultarse detrás de la comercialización global de la vacuna rusa, hoy ha de afirmarse que pocos dudan sobre su eficacia e idoneidad. En simultáneo, será justo no soslayar los aspectos que hacen al incumplimiento en la entrega de segundas dosis, y el ya conocido fracaso de la estrategia rusa en lo que respecta a la producción a escala del principio activo para ese segundo componente.

En paralelo, la Unión Europea informó en su momento que negoció mancomunadamente la adquisición y posterior distribución de los compuestos, tomándose en consideración el proporcional poblacional del bloque. En los hechos, la táctica permitió que se financiara, en buena parte, el desarrollo de vacunas bajo investigación en compañías privadas y universidades del Viejo Continente. A efectos de garantizarse el proceso de adquisición, se decidió adelantar fondos a firmas productoras, a modo de pago anticipado contra entrega de futuras dosis. La iniciativa garantizó la obtención de compuestos en las cantidades necesarias, a un precio que de otro modo hubiese sido impensable para cada nación en soledad.

En la República Popular China, por caso, el proscenio ha sido similar al observado en Rusia. Para Pekín, volvió a pesar el interés geopolítico por encima del criterio comercial, factor que habilitó la compra de vacunas a precios convenientes. 'Para China, las vacunas forman parte de su estrategia de soft power. Hace años que ejercen este papel en África, donde han construido mucha infraestructura sanitaria, y también alguna en Oriente Medio o en el Caribe', supo afirmar Marcela Vieira, del Centro de Sanidad Global del Graduate Institute de Ginebra, Suiza. En esta línea, advierte David Fidler -experto en Salud Global del think tank estadounidense Council on Foreign Relations-: 'El hecho de que haya más vacunas disponibles es bueno; que regímenes autoritarios ganen influencia resulta preocupante'. En rigor, acaso sea la incomparecencia occidental lo que ha creado margen para que Moscú y Pekín utilicen sus vacunas con miras a potenciar el alcance de sus intereses y el peso de su influencia -de acuerdo al experto estadounidense.

Finalmente, las naciones más perjudicadas por la amplificación global del virus han sido las más pobres o, si se quiere, las peor gestionadas políticamente. Sin lugar a dudas, la plataforma internacional COVAX, que en su oportundiad se propuso la meta de garantizar que todo país del orbe pudiere contar con dosis necesarias para ser aplicdas a al menos el 20% de su población total durante la fase más aguda de la pandemia, no ha sido suficiente al momento de buscar controlar esta eminente desigualdad.

En el epílogo, las vacunas se han convertido en una suerte de presea o premio en el teatro de operaciones geopolítico. Resulta paradójico, sin más, que el virus o vector desconoce fronteras; yendo más allá, será lícito consignar que, sin vacunas para todos, la batalla podría perderse, convirtiéndose millones de personas del globo en víctimas del nCOVID. En tal virtud, y con el transcurso del 2021, tanto los Estados Unidos de América como la Unión Europea tomaron consciencia, a través de sus respectivos lideratos, de que el vector bien podría acelerar su proceso de mutación, reciclándose a perpetuidad.

Un estudio confeccionado por la Universidad Duke en los Estados Unidos -y que supo volverse texto de obligada consulta para expertos- ha referido que el modo seleccionado para la distribución de vacunas supone un serio peligro para la salud pública en el concierto internacional. El motivi es que, conforme las naciones más ricas han adquirido la mayor cantidad de vacunas en producción, sus contrapartes menos favorecidas no contarán con material para administrar siquiera a sus poblaciones más vulnerables. Sendero que ha llevado a concluír que el 90% de los habitantes en casi setenta naciones de bajos ingresos contarán con chances en extremo reducidas de vacunarse contra el COVID-19 durante el año en curso. 

Adicionalmente, en países del denominado Primer Mundo, como Canada, ya se han adquirido dosis suficientes como para ser aplicadas cinco veces a su población total. Por tal motivo, los expertos temen que, bajo el actual modelo de distribución, el virus podría prorrogar su mutación, volviendo inefectivos a los compuestos existentes -amén, por supuesto, de potenciar devastadoras consecuencias políticas, económicas y sociales.

Asimismo, los resultados publicados por el proyecto denominado Launch and Scale Speedometer, tutelado por Andrea Taylor, en el Centro de Innovación en Salud Global de la Universidad de Duke, explicitan que las naciones de altos ingresos contabilizan el 16% de la población mundial total pero que, en la actualidad, concentran el 60% de las dosis de vacunas comercializadas. En la práctica, el quebranto refiere que queda un excedente notoriamente inferior para que pueda ser aprovechado por naciones de menores ingresos per capita. En igual sentido, se expidió la Organización Mundial de la Salud, advirtiendo que el mundo se enfrentaba a un 'fracaso moral catastrófico', en razón a la marcada falta de equidad en las políticas de vacunación contra el nCOVID. De persistir el delicado escenario, y más allá del retroceso ético que consigna, comportará un cruento golpe para las economías del concierto global. Modelos recientes han ilustrado que, si las naciones ricas vacunan a sus respectivas poblaciones previo a garantizar acceso a los compuestos a las más pobres y socialmente desiguales, el costo económico-financiero derivado representará un aproximado de entre US$1,5 y US$9,2 billones, erogación que caerá con fuerza sobre las finanzas de los propios países más económicamente favorecidos.

En las postrimerías, la información compartida evidenciará la imposición de un novedoso mapa geoestratégico, con una geopolítica vacunatoria como primordial motor estratégico de seguridad global. La vacuna no mata -como sí lo harían las armas de destrucción masiva-, pero sí evita muertes y, en tal proyección, no portaría una diferencia superior frente a recursos económico-financieros y/o militares. Tras lo cual, este proclamado objetivo de seguridad global sólo sería alcanzable si las vacunas o compuestos fueran genuinamente asequibles, accesibles y universales. Al menos, esa ha sido la prerrogativa consignada por la incitativa COVAX. En este esfuerzo, se combina la faena ejecutada por un consorcio de intereses públicos y privados que buscan ofrecer respuestas concretas a naciones de la periferia aunque también medias, cuya capacidad verificable al momento de consolidar acuerdos es inferior, toda vez que su potencial económico no ofrece garantías de inmunización a sus propios ciudadanos.

Como meta, COVAX se ha propuesto alcanzar al 20% de la población en 94 países de menor renta, durante 2021. No obstante, esta plataforma internacional que avanza hacia un razonable ecosistema de multilateralismo abierto para actores no estrictamente estatales, termina topándose con una abundancia de acuerdos bilaterales en este flamante contexto geopolitizado de vacunación. En el proceso de toma de decisiones, se hallan representados gobiernos de países con economías de renta baja, media y alta, en conjunt con referentes de la industria farmacéutica, productores, y dignatarios de agencias vinculadas al conglomerado Naciones Unidas como Organización Mundial de la Salud (OMS), expertos, centros de investigación, filantropía, y respetados referentes de la sociedad civil. Desde aparecido el vector biológico en la localidad china de Wuhan, el concepto de seguridad compartida ciertamente ha trastocado al mundo entero. Ahora, la seguridad depende del ofrecimiento de respuestas potables ante problemas sanitarios de alcance transnacional, como ya se ha dicho, en una modalidad cuasi-equivalente con la influencia de ejércitos con capacidad para resguardar poblaciones en eventuales proscenios de conflicto armado. 
 
Conforme se ha visto, el coronavirus ha redireccionado la nómina de amenazas globales, o bien -podría decirse- ha sumado una nueva amenaza para lo que el concierto internacional no había previsto réplicas. Queda hoy expuesto que la salud pública, ya en un nivel planetario, habrá de formar parte de una estrategia internacional de seguridad. Adicionalmente, la OMS ha advertido en su momento sobre el surgimiento de novedosos agentes patógenos, al tiempo que ha advertido con firmeza pero con cautela frente a la probable reaparición de vectores que se creía controlados. La sumatoria de estos factores, a la luz del potencial multiplicador de la globalización, cuenta con el potencial para agravar escenarios, merodeando la preocupación respecto de la seguridad internacional.

Hasta el momento, la táctica contra las pandemias obedecía a un approach relegado a autoridades sanitarias de naciones específicas, a lo mucho proyectándose hacia países periféricos a los primeros. El coronavirus ha llegado para derribar esa prerrogativa: el abismo económico mundial, el hundimiento de empresas -en especial, pequeñas y medianas-, la clausura preventiva de importantes rutas comerciales y la extendida pausa del turismo, convierten hoy a la vacuna como arma definitiva a la hora de intentar morigerar los perniciosos efectos. En palabras del historiador e intelectual israelí Yuval Noah Harari, una realidad  importante que enfrenta hoy el concierto global tiene lugar entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global. Tanto la epidemia en sí como la crisis económica resultante, son problemáticas globales, que sólo podrán resolverse con algún atisbo de eficacia a través de sistemas de cooperación mundial. En febrero de 2018 el director general de la OMS, Tedros Adhanom, aseguró ante los asistentes a la Cumbre Económica Mundial de Dubái que, en cualquier momento y país dados, podría emerger una epidemia devastadora con potencial para cercenar la vida de millones de individuos. Esa opinión sería corroborada poco después por un panel de expertos, nucleados éstos en el Center for Security and International Studies (CSIS) de Washington, D.C., que buscaban evaluar a consciencia el impacto concreto de una epidemia global, como la que finalmente se declaró.

La denominada 'gripe española' provocó, entre 1918 y 1920, la muerte de un aproximado de cincuenta millones de personas -en aquel entonces, un 2,5% de la población mundial. Tiempo más tarde, allanó el camino para la creación de una oficina internacional dedicada a la lucha contra las epidemias, precedente de lo que luego sería la actual Organización Mundial de la Salud.

Un informe desarrollado por CIDOB, en diciembre de 2020, citó: 'La emergencia sanitaria ha dado pie a dos respuestas contradictorias. Por un lado, ha reactivado reflejos cooperativos, recordando que la pandemia es uno de los muchos retos que solo pueden abordarse globalmente, y ha fortalecido redes de cooperación a escala regional -en Africa, por ejemplo-, y también entre ciudades a nivel global. Por otro lado, no han faltado reacciones proteccionistas o incluso nacionalistas. Todo ello, acompañado por una voluntad renovada por parte de potencias (re)emergidas, con miras a ampliar sus áreas de influencia, y utilizando la ayuda sanitaria como parte de su arsenal diplomático'. Al respecto, será lícito atender a los decibeles de la competencia/confrontación en el desarrollo y aprobación de las distintas vacunas de los diferentes países. La discusión sobre la efectividad de las vacunas Sputnik V o Sinovac tanto en la Unión Europea como en los Estados Unidos de América son prueba certificable de ese fenómeno.

A criterio de subrayar la ineludible importancia de las vacunas en la presente coyuntura, será necesario recordar lo expresado por el presidente argentino Alberto Fernández, en el marco del foro internacional intitulado 'Geopolítica de las vacunas: hacia una estrategia argentina de desarrollo y producción', espacio en el que el mandatario reflexionó: 'La geopolítica de la vacunas es el nuevo territorio donde se juega nuestra real soberanía', para advertir luego: 'Desnuda un mapa de poder mundial plagado de abusos, codicias e injusticias', aunque asimismo, 'ofrece un camino de cooperación para desplegar nuestras inmensas potencialidades' (dixit). Infortunadamente, el jefe de Estado fue protagonista central del desdén y la incapacidad comentada al principio de este texto, en relación a las carencias evidenciadas por no pocos gobiernos en la agenda del fortalecimiento de sus sistemas de salud. Un apunte adicional podría, acaso, reverdecer el debate en torno a las severas deficiencias de los populismos políticos, a la hora de lidiar con crisis de magnitud.

En cualesquiera de los casos, y retomando las valiosas sentencias compartidas por Noah Harari, 'Cada crisis también es una oportunidad. Debemos esperar que la epidemia actual ayude a la humanidad a darse cuenta del grave peligro que representa la des-unión mundial. La Humanidad necesita tomar una decisión. ¿Viajaremos por el camino de esa falta de unidad, o bien adoptaremos el camino de una solidaridad global? Si optamos por el primero, ello no solo prolongará la crisis, sino que probablemente redundará en catástrofes aún peores en el futuro. Si, en cambio, optamos por la solidaridad global, será una victoria no ya contra el coronavirus, sino también contra todas las epidemias y crisis futuras que puedan afectar a la Humanidad en el transcurso del siglo XXI'.

Del otro lado, las naciones no sólo habrán de recurrir a una probablemente extendida espera frente a la solidaridad de otras; en el ínterin, sus respectivas sociedades habrán de abrazarse a la sana reflexión y a una inteligencia particular a la hora de elegir quiénes serán sus gobernantes. Naturalmente, privilegiando la idoneidad y la capacidad de los aspirantes a ocupar puestos electivos y ejecutivos, soslayando los discursos que se agotan en promesas incumplidas y reiterativos cantos de sirena.

Cabe esperar que la masa crítica para, entre todos, apostar a la solidaridad global, pueda reunirse finalmente. Un horizonte al que genuinamente puede aspirarse es aquél en el que ciudadanos y gobernantes dotados de lucidez puedan sintonizar compromisos y proyectos. En pos del bien común, y no del de unos pocos privilegiados.

 

 
Sobre Roberto Porcel

Es Abogado en la República Argentina, especialista en Derecho Comercial y experto en temas relativos a la falsificación marcaria. Socio en el Estudio Doctores Porcel, fundado en 1921. Los textos del autor en El Ojo Digital pueden consultarse en http://www.elojodigital.com/categoria/tags/roberto-porcel.