INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI | REALPOLITIK

¿Putin, envenenador? Surgen más dudas en relación a los intentos de deslegitimar al líder ruso

En apariencia, desde que Hillary Rodham Clinton perdió en los comicios presidenciales...

25 de Septiembre de 2021


En apariencia, desde que Hillary Rodham Clinton perdió en los comicios presidenciales de los Estados Unidos frente a Donald Trump en 2016, los medios de comunicación occidentales y numerosos dirigentes políticos han estado trabajando con esmero para convencer al mundo de que el gobierno ruso es, a lo mucho, una versión mejorada y moderna de Josef Stalin. Parte de ese esfuerzo puede ser atribuído al deseo de responsabilizar a un tercero en lugar de a Hillary Clinton por la derrota de cinco años atrás, pero también hay algo de aspecto más primitivo operando detrás de escena -algo así como un deseo de retornar a un mundo bipolar, en el que cada quién conocía bien a sus amigos, y a sus enemigos.

Hillary Rodham Clinton, Corrupción en el Partido DemócrataEl sesgo anti-ruso se ha manifestado en una plétora de formatos, incluyendo el libelo manufacturado para ser bautizado luego como RussiaGate; sin embargo, también involucró la denigración personal del liderazgo de la Federación Rusa, señalándose a su elemento como parte de un régimen inclinado a emplear el asesinato con venenos contra sus críticos y rivales políticos.

El primer asesinato de un disidente ruso -que obtuvo numerosas referencias en los medios- tuvo lugar en Londres, en 2006. Alexander Litvinenko, ex oficial del Servicio de Seguridad Federal (FSB) y crítico del gobierno, había buscado asilo en el Reino Unido, y falleció poco después de reunirse con dos conocidos de ciudadanía rusa en el bar de un hotel; según se informó, fue envenenado con una dosis de polonio radiactivo, el cual fue vertido en su taza de té. Los rusos con quienes se había encontrado fueron identificados por la policía británica, pero el gobierno ruso se rehusó a facilitar las extradiciones de los agentes. Sin citarse evidencia alguna, los medios de comunicación británicos afirmaron que Litvinenko había sido asesinado por órdenes directas emitidas por Vladimir Putin.

Más recientemente, el envenenamiento del agente de inteligencia Sergei Skripal y el de su hija Yulia, el 4 de marzo de 2018, llegó a los titulares del mundo entero. Sergei estaba residiendo en la periferia de Salisbury (Inglaterra), y su hija había llegado de visita procedente de Moscú, cuando fueron hallados inconcientes en la banca de un parque. Poco después, un oficial de policía que investigaba el incidente padeció los efectos de lo que parecía ser un agente nervioso, sobre el cual fuentes investigativas dijeron que había sido esparcido en el manojo de la puerta de la residencia de Skripal. Tanto Sergei como Yulia sobrevivieron al evento.

Siempre hubo algo extraño en torno del caso Skripal, episodio que tuvo lugar tras registrarse una considerable tensión entre Rusia y los aliados de OTAN, en relación a temáticas vinculadas a Siria y Ucrania. El presidente ruso, Vladimir Putin, fue demonizado con frecuencia; presentado en los medios occidentales como una presencia malévola que acechaba al concierto internacional.

Observadores y entendidos notaron que la investigación británica sobre el envenenamiento se respaldó, desde el inicio '(...) en evidencia circunstancial e información reservada de inteligencia'. E, inevitablemente, se procedió a juzgar el asunto de modo apresurado. Boris Johnson, por entonces Secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, culpó a Rusia previo a que se llevara a cabo análisis alguno sobre en qué sitio exacto se había perpetrado el envenenamiento. Theresa May, a la sazón Primer Ministro, se dirigió al parlamento poco después, para responsabilizar al Kremlin, y para exigir una respuesta rusa en un lapso de 36 horas; declaró May que el episodio fue 'muy probablemente' provocado por un agente nervioso Made in Russia, citándose su denominación genérica, novichok. Los medios británicos rápidamente se subieron al tren, diseminando la narrativa oficial, que versaba que una operación de semejante sensibilidad hubiese requerido de la aprobación del presidente Putin, en persona. Los reiterados ofrecimientos de Moscú con la meta de ofrecer una muestra del supuesto agente nervioso para ser sometido a pruebas fueron rechazados por el gobierno británico, a pesar del hecho de que un agente nervioso de uso militar seguramente hubiese matado a los Skripal, y lo propio hubiese sucedido con cualquier persona presente en el sitio a casi cien metros de distancia.

La eyección récord de diplomáticos rusos y la puesta en marcha de sanciones siguieron rápidamente al hecho, tomando parte de la maniobra los Estados Unidos y otras naciones. El informe sobre las novedosas reprimendas resultó particularmente sorprendente, por cuanto Yulia Skripal había anunciado que tenía la intención de retornar a su hogar en Rusia, llevando a la conclusión que al menos una de las supuestas víctimas no creía en la narrativa promocionada por los gobiernos estadounidense y británico.

La réplica en el seno de los EE.UU. también fue inmediata, y amenazante. Un editorial del New York Times, fechado el 12 de marzo e intitulado El Largo y Tóxico Brazo de Vladimir Putin arremetió: 'El ataque contra el ex espía Sergei Skripal, quien supo trabajar para la inteligencia británica, y su hija Yulia, evento en el cual también un oficial de policía que acudió a a la escena resultó envenenado, no fue un trabajo sencillo. Al igual que el homicidio de Alexander Litvinenko en 2006, otro informante británico, quien fuera envenenado con polonio 210, el objetivo era lograr que Skripal padeciera una muerte horrenda, atemorizante, y con el mayor alcance público posible. Claramente, contó con la bendición del presidente Vladimir Putin, quien había hecho frente a escasas presiones de parte de Londres en el caso Litvinenko. La responsabilidad ha quedado más clara en esta oportunidad, en tanto este ataque contra un aliado de OTAN exige una poderosa réplica de parte de esa organización y, acaso más importante, de parte de los Estados Unidos de América'.

No obstante, el relato sobre el envenenamiento de los Skripal se deshilachó velozmente. Craig Murray, ex Embajador del Reino Unido, detalló el modo en que la citada narrativa fue manufacturada por 'mentirosos' en el gobierno, con el objetivo de presentar los hechos como si el envenenamiento sólo podía ser perpetrado bajo el trademark ruso. Mientras tanto, el premiado periodista estadounidense Gareth Porterconsignó la ausencia total de evidencias a efectos de señalar el involucramiento ruso, sugiriendo que el affaire en su totalidad fue 'respaldado por especulaciones de índole política, antes que por información de inteligencia genuina'.

Así, pues, el responsable de Porton Down -instalación británica secreta, dedicada a la fabricación de armamento químico- también contradijo las afirmaciones oficiales compartidas por May y Johnson, planteando que él no conocía si acaso el agente nervioso citado fue en realidad producido en Rusia, por cuanto la fórmula química había sido oportunamente revelada en un paper científico, publicado en 1992, y que se estimaba que existía un total de veinte países capaz de producirlo. Algunos incluso especularon sobre una operación de false flag o falsa bandera, montada por los propios británicos, por la CIA o por Mossad -y que nada de esto era impensable. El desarrollo de venenos de la clase novichok, según se sabe, fue realizado tanto en Porton Down como en la instalación estadounidense dedicada a armas químicas, sita en Fort Dietrich, estado de Maryland.

En cualquier caso, la evidencia más sólida para argumentar el caso es que Moscú no tenía motivos para asesinar a un ex doble agente británico que había sido puesto en libertad por el Kremlin tras permanecer en prisión durante diez años -y que ya no era capaz de provocar perjuicio alguno. Si Moscú lo hubiese querido muerto, esa decisión se hubiese tomado mientras aún permanecía bajo la custodia rusa. Putin debía hacer frente a unos comicios en poco tiempo, y su país iba a oficiar de anfitrión de la Copa del Mundo de Fútbol FIFA en el verano septentrional -evento que comportaba absoluta prioridad, puesto todo debía ir estupendamente, y no hubiese ayudado el haber sancionado el homicidio de un espía veterano.

Ahora, ha surgido nueva evidencia al respecto de que el pretendido involucramiento ruso en el evento fue fraudulento, ingeniado por el gobierno británico -probablemente, en acción mancomuniada con la inteligencia estadounidense, con el objeto de esmerilar a Vladimir Putin en particular. Dilyana Gaytandzhieva, investigadora periodística búlgara, escribió un artículo, intitulado: 'Documento del Ministerio de Defensa del Reino Unido revela que las muestras de plasma de los Skripal pudieron ser manipuladas'.

Respaldándose en una serie de requisiciones planteadas bajo el Acta de Libertad de Información británica, Gaytandzhieva determinó que había un espacio de tiempo considerable entre el instante en que se afirmó que la muestra de sangre de los Skripal fue tomada, y el momento en que fue sometida a pruebas para verificar la existencia de venenos, en Porton Down. La brecha resulta ciertamente inexplicable, y significa -en términos legales- que la cadena de custodia de la muestra se quebró. Adicionalmente, se sugiere que las muestras podrían haber sido desviadas deliberadamente, y alteradas de manera artificial.

Gaytandzhieva, quien ofrece copias de aquéllos importantes documentos en su artículo, sintetiza su caso del siguiente modo: 'Se ha conocido nueva evidencia, que certifican groseras violaciones en la investigación británica en torno del supuesto envenenamiento de Sergei y Yulia Skripal en la localidad de Salisbury, el 4 de marzo de 2018'. El Ministerio de Defensa, que tiene control sobre el laboratorio militar DSTL Porton Down, que analizó también las muestras de plasma de los Skripal, respondió a un pedido de requisición: 'Nuestra búsqueda ha fallado a la hora de localizar información que detalle el horario exacto en que las muestras fueron recolectadas'. Las muestras 'fueron tomadas en algún punto entre las 16:15 horas del 4 de marzo de 2018, y las 18:45 horas del 5 de marzo de 2018. El horario de llegada del material a las instalaciones de Porton Down es, asimismo, explicado como 'aproximado'.

Poco después, la investigadora cita testimonio de expertos en la materia. 'Un toxicólogo británico comentó que "resulta inconcebible que, en un caso con tamaña visibilida y el obvio significado de cualquier muestra biológica, no se tomaran apuntes detallados sobre la misma, ni se halla documentado información pertinente. La persona que toma la muestra sabe perfectamente que, en cualquier escenario clínico o forense, ha de registrar fecha y hora, grabar estos datos, e identificar positivamente al donante. En un caso criminal, la evidencia recolectada para este caso en particular sería considerada inadmisible (...) La ausencia de protocolos es, o bien una torpeza, o remite a una acción clandestina"'.

Si el caso de los Skripal se asemeja al pretendido envenenamiento del disidente ruso Alexei Navalny, pues eso nada tendría de raro, habida cuenta de que muchos de los mismos personajes se aferraron al prejuzgamiento. Navalny se enfermó tras tomar un vuelo desde Tomsk a Moscú, el 20 de agosto de 2020, y fue llevado al hospital en Omsk tras un aterrizaje de emergencia. El hospital ruso no puedo encontrar veneno alguno en su sangre, y atribuyó su condición a un desorden metabólico. Dos días después, el gobierno ruso permitió que Navalny fuera trasladado a un hospital en Alemania -institución que luego anunció que el gobierno de Putin había envenenado a Navalny con novichok. Y ello dio forma a la narrativa que luego se replicó en canales de televisión y medios impresos en todo el globo. Una vez en Alemania, y tal como en el caso Skripal, la evidencia en torno del crimen desapareció misteriosamente, por un lapso de tiempo. Se enviaron muestras de plasma y botellas de agua que supuestamente contenían novichok, a la Organización Para la Prohibición de Armas Químicas, para su verificación. Las muestras se tardaron cinco días en llegar.

Las dudas emparentadas con los casos Skripal y Navalny podrían sugerir que la Guerra Fría jamás llegó en realidad a su fin, al menos desde la perspectiva angloamericana. Lo que sea que Vladimir Putin haya estado haciendo durante los últimos tres años difícilmente perturbar los intereses genuinos de los Estados Unidos o los del Reino Unido, a no ser que uno considere como potencialmente amenazante la gobernancia de geografías tales como Ucrania y Siria. El hecho de que alguien, de alguna manera y en alguna parte, se esmere en aislar y deslegitimar a Putin, presentándolo como un envenenador internacional, remite a una tragedia elevada al absurdo, rematando ello como farsa. No sirve a propósito alguno y, a la postre, sólo sirve para distraer a todas las partes involucradas -redirigíendolas a un proscenio que podría ser muy, muy desagradable.


Artículo original, en inglés


 

Publicado originalmente en Strategic Culture Foundation (Estados Unidos)
Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.