Argentina: Alberto Fernández, el Capitán Invidente y la envergadura del iceberg
Sin estrategia ni agenda -ya en su oportunidad, el Presidente aclaró que los planes...
El noventa por ciento de los políticos logra que el diez por ciento restante exhiba una mala reputación.
Henry Kissinger
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Sin estrategia ni agenda -ya en su oportunidad, el Presidente aclaró que los planes no eran de su agrado-, Alberto Angel Fernández decidió concentrar el grueso de su munición política en el combate contra el COVID-19. Un año después, la poco aconsejable iniciativa terminó cobrando forma de proverbial tiro por la culata: su propuesta de confinamiento perpetuo pulverizó la economía, desmoronándose el PBI nacional en dos dígitos. A posteriori, y con el correr de los meses, hizo su aparición en escena el desbarajuste bautizado genéricamente como 'Vacunatorio VIP', episodio que dio por tierra con la reputación del ex ministro de Salud Ginés González García -con su segunda, Carla Vizzotti, por estas horas pendiendo de un hilo.
En la práctica, Fernández se lanzó de cabeza a una piscina vacía. Desde los albores, el pretendido plan de vacunación jamás contempló las obvias falencias del sistema sanitario público -sin importar se trate del emparentado con la Nación o con el de las distintas provincias. La dirigencia política en su conjunto se inclinó por consensuar el reparto de vacunas para familiares, amigos y conocidos en modo subterráneo, pero el affaire se las arregló para posicionarse en el podio de las preocupaciones del colectivo ciudadano. Con sorprendente velocidad y cadencia, la novedosa epidemia contaminó a una miríada de dirigentes y personalidades, pasando por Eduardo Alberto Duhalde, Felipe Solá, Axel Kicillof y Sergio Tomás Massa, para manchar también a Horacio Verbitsky y a la 'ensayista' Beatriz Sarlo.
Mucho habrá de debatirse en torno del evidente y súbito desmoronamiento del eslogan que rezaba 'Te salva el Estado'. Los hechos han certificado exactamente lo opuesto, con la mancha venenosa de las vacunas para amigotes amenazando cada día con agigantar el listado de beneficiarios -paper condenatorio que, pocos lo dudan, próximamente incluirá también las identidades de célebres hombres y mujeres de la 'Gran Prensa'.
Tomada aisladamente, la inenarrable colección de errores no forzados del Presidente de la Nación comportarían, como es lógico, consecuencias negativas para el perception management de la gestión albertista (hoy, para algunos, régimen) en un momento dado. No obstante, la desesperación oficial por apagar el incendio empeoró el ya de por sí delicado proscenio. Acaso en un cuestionable intento por prorrogar el planchado del dólar paralelo y quitarle oxígeno al creciente rechazo ciudadano contra la política, cierto circuito cercano a Fernández se abrazó a la prerrogativa del globo de ensayo, con miras a evaluar respuestas localizadas ante un eventual nacional retorno a 'Fase I'. Tras las atrevidas advertencias tercerizadas en Nicolás Kreplak y Daniel Gollán en pos de ese escenario, alguien seleccionó a la Formosa de Gildo Insfrán para el beta testing definitivo. El resultado está a la vista: los agentes de policía formoseños -bizarra guardia pretoriana del subdesarrollo argentino- fueron empujados a las calles para ejercitar una desordenada represión contra los ciudadanos en protesta. Luego de más de dos décadas, el imperio de 'El Gildo' hoy cruje. Los dignatarios de la tradicional familia Pando -indisimulado esbozo autoritario que, junto con los Insfrán, controla con mano de hierro los resortes del poder en ese obscuro territorio- tampoco aciertan a la hora de aportar soluciones que los ayuden a salir airosos del ominoso brete. Transitivamente, la Casa Rosada ya no podrá sancionar una reformulación del confinamiento sin que ello traiga aparejados los onerosos costos de una apuesta suicida.
Tras bambalinas, el globo formoseño -si lo que cabe es tomarse en serio el comentario de los pasilleros de oportunidad- fue diseñado y pergeñado por Oscar Parrilli en consultas frecuentes con la Señora de Kirchner, tras concluír éstos que el Santiago del Estero del correligionario Gerardo Zamora no cumplía cabalmente con los requisitos de provincia blindada. El quebranto sobrevino disfrazado de sorpresa: a la postre, el tándem Parrilli/CFK dinamitó a Insfrán. Y éste tendrá, a partir de aquí, razones de sobra para alimentar su furia contra aquéllos, pero también contra Alberto Fernández.
En su rol de Presidente delegado, Alberto Angel carece de tiempos y capacidad para sopesar a consciencia la serie de mecanismos de relojería que amenazan con estallar en su periferia. Un año después, la Variable Coronavirus palidece en valor estratégico cuando se la compara contra la plausible implosión de la política. Así, en cuestión de días, se han sucedido señales de atendible magnitud: las inéditas manifestaciones contra el Régimen Insfrán en Formosa; el mal momento que el propio Fernández experimentó este sábado 13 de marzo en Lago Puelo (Chubut); el 'cacerolazo' organizado por vecinos frente a una de las propiedades de Cristina Kirchner en El Calafate; y, este domingo, el sonoro repudio de comensales que forzó a Ginés González García a huir furtivamente de un conocido resto. Nada hay más peligroso que el contagio, mas no de COVID. Buena cuenta de ello puede dar Horacio Rodríguez Larreta -partenaire político-comercial del filokirchnerismo-, quien ya tiene claro que su estratagema presidencial se ha estrellado sin remedio, tras haber apostado todo su capital a un olvidable papel estelar en el Triunviro del Eterno Confinamiento.
Incidentalmente, asoma otro ítem igualmente inédito en la historia reciente de las instituciones en la Argentina: jamás desde 1983 un gobierno vio complicados a casi todos los integrantes de su Gabinete, en simultáneo. Alberto Fernández vino a derribar ese invicto: la necesidad de descartar velozmente a Ginés González García buscó ocultar la notoria impericia y las vulnerabilidades de casi todo su elenco. En Salud, era conocido de antemano que Vizzotti incurrió en tropelías comparables o peores a las de su eyectado ex jefe; Santiago Cafiero se ha convertido en un hazmerreír para propios y ajenos, casi un stand-up; Felipe Solá funge hoy como uno de los peores cancilleres de que se tenga memoria -con la imbatible excepción del desaparecido Héctor Timerman-; Sabina Frederic es persona non grata para miles de residentes de localidades patagónicas azotadas por el accionar terrorista de núcleos pretendidamente 'mapuches'; Martín Guzmán se ha exhibido declaradamente incapaz para renegociar la problemática de la deuda (no habrá convenio con el Fondo Monetario Internacional previo a las elecciones generales de octubre); y Agustín Rossi está obligado a lidiar con su propio laberinto de ineptitud en el Ministerio de Defensa.
Precisamente, el vendaval que golpeará de aquí a poco las puertas del nacido en Vera (Santa Fe) arrojará luz sobre conversaciones no tan reservadas que éste supo mantener con el General de División Juan Martín Paleo, a la sazón Jefe del Estado Mayor Conjunto. El objetivo no declarado de ese encuentro: consensuar modalidades y tácticas desde las cuales las Fuerzas Armadas puedan eventualmente colaborar, a efectos de apuntalar las por ahora menesterosas aspiraciones del Frente de Todos de cara a los comicios de octubre. Para algunos impertinentes correveidiles, un aventurado y temerario coqueteo con el fraude electoral.
En extensas conversaciones abrazadas al abstracto -léase: inconducentes-, apostilleros y cuentapropistas de la información tienen por costumbre debatir si acaso el Presidente-delegado Fernández se encuentra en verdadero conocimiento del ecosistema de flagrantes desaciertos que lo tienen entre la espada y la pared.
En rigor, no será necesario alzar demasiado la mirada para contemplar la magnitud y dimensiones del iceberg que se aproxima. Al parecer y en todo concepto, el invidente Capitán parece apurar los tiempos del naufragio.
Como apunte marginal, será lícito advertir que todo el arco político viaja en el mismo barco -no sólo los grumetes del frentetodismo.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.