ECONOMIA INTERNACIONAL: CHRIS EDWARDS

¿Es conveniente la regulación centralizada, a la hora de combatir los efectos negativos del COVID-19 en la economía?

Con frecuencia, los gobiernos no suelen aprender las lecciones. Caen en una reiteración de errores...

08 de May de 2020

 

Con frecuencia, los gobiernos no suelen aprender las lecciones. Caen en una reiteración de errores una y otra vez, por razones descritas en este estudio.

Congreso de Estados UnidosLa Administración para Alimentos y Medicinas de los Estados Unidos de América (FDA, por sus siglas en inglés) fracasó en su respuesta al COVID-19, al utilizar sus poderes regulatorios con miras a monopolizar el desarrollo de las pruebas del virus. No se han conocido disculpas por ese fracaso, como tampoco ha sido despedido de su puesto funcionario alguno. Como la investigación del Wall Street Journal del liderazgo al respecto de los Servicios Humanos y de Salud (HHS, por sus siglas en inglés) sugiere, el grave fracaso en la realización de pruebas ha conducido a numerosas acusaciones, pero no a reformas institucionales.

Tras el fiasco de las pruebas, podría pensarse que los tomadores de decisión en el orden federal dudarían antes de imponer más soluciones uniformes para todos con el COVID-19. Pero, no; el Wall Street Journal reporta que los Demócratas en el Congreso exigen requerir que la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés) 'ordene a todas las empresas a implementar planes integrales para proteger a los trabajadores que continúen en sus trabajos durante la pandemia. El nuevo estándar de emergencia tendría que ser emitido dentro de siete días posteriores al momento de convertirse en ley cualquier legislación'.

De tal suerte que, en sólo siete días, los burócratas federales aparentemente diseñarían un Plan Gigantesco de Seguridad, para imponérselo a millones de negocios en cientos de industrias a lo largo de una nación gigantesca y diversa. Eso no tiene sentido.

Los diseñadores de las políticas públicas parecen no comprender que sus acciones, en numerosas ocasiones, marginan el vasto poder de las ideas y la innovación que funcionan por fuera de Washington. De un solo plumazo, las regulaciones federales anulan la experimentación, el dinamismo, y la velocidad con la que el sector privado estadounidense puede movilizarse a la hora de resolver problemas.

Conforme consideran imponer regulaciones de seguridad por COVID-19, los diseñadores de políticas públicas deberían considerar los pasos (de índole proactiva) que las empresas ya están tomando o considerando activamente, tal como también fuera comentado en otro artículo del matutino Wall Street Journal. Las compañías están separando los espacios de trabajo, tomando las temperaturas y vigilando la salud en los puntos de entrada al trabajo, realizándole pruebas a sus empleados antes de que ingresen, cerrando los comedores, instalando particiones en los espacios de trabajo, modificando los turnos, alterando las líneas de producción, cambiando las entradas y salidas, cerrando áreas y rastreando contactos si es que los trabajadores obtienen un resultado positivo en las pruebas, colocando materiales en el piso en lugar de entregarlos en las manos de otros, desinfectando los espacios de trabajo, contratando expertos en seguridad para instruir a los trabajadores, dejando más espacio entre los orinales en los baños, utilizando bandas electrónicas para alertar a los trabajadores si otros están muy cerca, y proporcionando mascarillas o barbijos, guantes y gel antibacteriano.

Un plan central rápidamente elaborado en Washington no podía imponer una 'mejor' forma de que millones de empresas instalen este tipo de cambios. Cada empresa es única. A continuación, se repasan algunos formatos desde los cuales sería posible permitir que las empresas privadas aborden sus propios retos de seguridad -mucho mejor de lo que lo haría cualquier mandato federal impuesto desde arriba:

Prueba y error. El artículo del Wall Street Journal presenta de manera negativa las distintas estrategias de los distintos negocios describiéndolas como una “tela de retazos” y algo hecho a la medida. Pero cualquiera que estudie la innovación, entiende que los procesos de ensayo y error son cruciales a la hora de consolidar mejoras económicas y sociales. Las instituciones privadas cambian de dirección todo el tiempo, conforme prueban diferentes cosas y reciben la retroalimentación de las partes interesadas. A criterio de descubrir las mejores formas de ajustar cada lugar de trabajo para el COVID-19, las empresas necesitan de libertad para experimentar y cambiar de dirección.

Las regulaciones estatales socavan las mejoras constantes, bien características de los mercados y las sociedades libres. Imponer regulaciones de seguridad por COVID-19 reduciría los incentivos de las empresas al momento de implementar nuevas y mejores estrategias. La pregunta en cada lugar de trabajo pasaría de “¿Estamos haciendo esto de manera segura y lo podemos hacer mejor?” a “¿Estamos cumpliendo con las reglas OSHA?”.

El aprendizaje horizontal. Volkswagen está reabriendo algunas de sus fábricas europeas, tras realizar un centenar de cambios en el lugar de trabajo. VW ha sido inundada con pedidos de otras empresas acerca de los procedimientos de seguridad que está utilizando; en consecuencia, la firma ha publicado sus ideas en línea. Las empresas estadounidenses también están estudiando a sus pares chinas, las cuales fueron capaces de reabrir de manera segura. Este tipo de aprendizaje horizontal es superior a los muchas veces mal informados decretos que parten de Washington, D.C. De igual manera, el compartir recursos de manera horizontal durante las crisis es preferible a la intervención vertical, como se discute aquí.

Costos y beneficios. En teoría, se supone que los burócratas federales diseñan regulaciones comparando los costos y beneficios de varias reglas posibles, pero el proceso es una forma cruda de tomar decisiones en una economía, incluso luego de que las reglas han sido estudiadas por años. En la actual crisis, los reguladores tendrían poco tiempo de siquiera tratar de tomar decisiones equilibradas. Los líderes empresariales conocen sus propias áreas de trabajo, sus empleados, y sus clientes, y pueden tomar mejores decisiones acerca de una re-apertura basándose en su conocimiento local. 

Flexibilidad. La naturaleza de la amenaza del COVID-19 cambiará a lo largo del tiempo. Los científicos podrían aprender más acerca de la transmisión del virus en superficies y a través del aire. Puede que se desarrollen drogas que reduzcan los riesgos de salud. Se podrían desarrollar nuevas estrategias y tecnologías de seguridad. Considerando esto, las empresas necesitan la libertad para ajustar sus procedimientos de seguridad a través del tiempo. Las regulaciones fijarían reglas que pronto podrían quedar rezagadas conforme las condiciones cambian.


 

Sobre Chris Edwards

Es Director de los estudios de política fiscal en el think tank estadounidense The Cato Institute, y Editor de la web www.DownsizingGovernment.org, que promociona la reducción del tamaño del Estado. Es experto en temas fiscales y de presupuesto. Sus artículos son publicados en español en el sitio web ElCato.org.