Diez medidas que EE.UU. debería tomar para responder al desafío de China
El creciente coro de voces que exige 'castigar' a China por el modo en que hizo frente a la crisis...
El creciente coro de voces que exige 'castigar' a China por el modo en que hizo frente a la crisis del COVID-19 no carece de razones para su planteo, siendo comprensible y justificable. Sin embargo, Estados Unidos ha de plantear el problema de manera inteligente, trabajando sobre las propias fortalezas, al tiempo que se define la responsabilidad de Pekín.
Si el desafío de la era actual consiste en una competencia de varias décadas versus China, Estados Unidos cuenta con una serie de alternativas para resultar victorioso.
Y, toda vez que ese nivel de competencia exigirá un compromiso, ninguna de las siguientes diez sugerencias de acción comprometerá, necesariamente, a la libertad económica -verdadero motor de la fortaleza estadounidense. Las siguientes ideas son realistas, y perfectamente plausibles de ser puestas en práctica.
1. Llegar al fondo de la cuestión, en lo que respecta a la gestión que el Partido Comunista Chino ha ejercitado frente a la crisis del COVID-19
Estados Unidos habrá de liderar un esfuerzo internacional, a efectos de investigar los orígenes de la crisis provocada por el nuevo coronavirus, el cual produce la enfermedad tipificada como COVID-19. Este planteo exigirá que el gobierno chino proporcione acceso a instalaciones, registros y personal -todo lo cual no está acostumbrado a ofrecer. A diario, nos vemos obligados a padecer los resultados del encubrimiento inicial que el gobierno en Pekín llevó adelante frente al brote. Estados Unidos y el resto del mundo deberán exigir respuestas, de tal suerte que este escenario no vuelva a tener lugar. El modo en que Pekín responda dirá mucho sobre el competidor al que EE.UU. se enfrenta.
2. Ampliar el panorama del compromiso tradicional de Estados Unidos de cara al libre comercio
Estados Unidos necesita concretar nuevos y abarcativos acuerdos de libre comercio en Asia. Puede lograrlo desde el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (conocido comúnmente como Quad), y que involucra a Australia (nación con la que EE.UU. ya tiene un acuerdo de libre comercio o TLC), a la India, y al Japón. De ser necesario, habrá que ampliar el marco, socio por socio. Habrá de comenzarse con el Japón y con la concreción de un TLC que la Administración Trump firmó con ese país durante 2019. Acto seguido, solucionar las disputas comerciales con la India.
En efecto, este objetivo es de largo plazo. Estados Unidos puede esperar, a criterio de consolidar un TLC de magnitud con la India. En el ínterin, deberá explorar el terreno para sumar nuevos socios al Quad, ponderando su activa colaboración y perspectivas.
3. Comprometerse a desarrollar la variable militar necesaria en el teatro Indo-Pacífico
El Congreso estadounidense deberá respaldar a todo elemento crítico del plan 'Retomando la Iniciativa' -desarrollado por el Almirante Philip Davidson, comandante del Comando Estadounidense del Indo-Pacífico- a efectos de incrementar la presencia militar en el referido cuadrante. En su Indice Anual de Fortaleza Militar de los EE.UU., el think tank americano Heritage Foundation propone una serie de presupuestos financieros con miras a respaldar la capacidad estadounidense de combatir en dos guerras de magnitud, en simultáneo. Esto demandará el contar con más navíos, aeronaves y tropas -mucho más de lo que se dispone hoy día.
Tendrá lugar, en ese concierto, una ardua negociación, por cuanto ella se superpondrá con la deuda en la que EE.UU. ha incurrido con motivo del COVID-19. Sin embargo, la optimización de las fuerzas armadas americanas con la meta de resguardar los intereses del país suele ser un ejercicio presupuestario.
Quienes auspicien un recorte de presupuestos habrán de identificar qué región del globo -y, con ello, qué intereses nacionales- habrán de segar. Ciertamente, el cuadrante Indo-Pacífico no deberá estar alcanzado por limitaciones, si acaso Estados Unidos se propone competir con el creciente poderío militar chino.
4. Preparar a la economía americana para un proceso de extendida competencia versus China
En lugar de soñar con nuestras propias solutiones de índole estatal, habrán de eliminarse obstáculos que impiden que EE.UU. aproveche sus recursos de manera completa, como ser regulaciones que impiden que el país se convierta en un jugador de peso en el terreno de los metales raros, haciéndose lo propio con marcos regulatorios en el sector bancario que impiden que EE.UU. compita efectivamente con la Nueva Ruta de la Seda china (Belt and Road).
Y, en el extraño escenario en el que la industria necesite de un empujón a efectos de cumplir con objetivos de índole estratégica, como ser el Acta BUILD, dejar en claro que el objetivo estratégico es China. De otro modo, se asistirá a un nuevo capítulo que verse sobre Estado de bienestar corporativo.
5. Hacer frente al desafío de la tecnología 5G
Esto coincide con adoptar una postura firme a la hora de impedir que firmas mixtas chinas como Huawei Technologies Ltd. y ZTE Corp. se conviertan en proveedoras del gobierno estadounidense; a su vez, la postura fuerza a participar en la construcción de una red 5G propia. Y alentar a los aliados de EE.UU. a que hagan lo mismo. Cuando se habla de tecnología, 'proteger' no equivale a 'proteccionismo'. Hemos de optimizar los controles sobre las exportaciones y los procesos de aprobación de inversiones, para resguardar al país frente a amenazas específicas.
Así, pues, el Congreso aprobó una legislación crítica dos años atrás -el Acta para la Reforma del Control de Exportaciones y el Acta para la Revisión de Riesgo y Modernización de la Inversión Extranjera. Ahora, es preciso poder ejecutar con propiedad esas leyes, particularmente con el objeto de lidiar con la pérdida de tecnologías emergentes y de orden crítico. 'Proteger' ciertamente no significa que haya que imponer aranceles en perjuicio de consumidores estadounidenses de acero, aluminio o automóviles extranjeros.
6. Obstaculizar la influencia china en el espectro de las organizaciones internacionales
Estados Unidos deberá promocionar candidatos que, abrazándose al mundo libre, lideren núcleos tales como la Unión Internacional de Telecomunicaciones y la Organización Internacional para la Aviación Civil. Es preciso, en igual sentido, que estas organizaciones recluten a más ciudadanos estadounidenses.
En meses recientes, China ha demostrado tener una influencia central en la Organización Mundial de la Salud, entidad vinculada a Naciones Unidas; y esto no ha sido casual: ha tenido lugar durante más de una década. En organismos como la OMS, el problema no está solo en el liderazgo, sino que se presenta a nivel organizacional e intermedio.
En estas organizaciones, los ciudadanos chinos que allí se desempeñan jamás adoptan como propios a los intereses del grupo. Antes bien, continúan representando a los intereses chinos. No es posible modificar esa predisposición pero, al menos, es factible trabajar para diluírla.
7. En lo que respecta al terreno de preocupaciones comunes sobre China, trabajar junto a los aliados europeos de los Estados Unidos
Estados Unidos y Europa deberán coordinar acciones en lo referente a controles sobre exportaciones e inversiones, y en asuntos no-económicos; por ejemplo, forzar a China a que respete la libertad de navegación. Este aspecto es más truculento de lo que parece. Los europeos tienen enormes intereses en sus relaciones con China, tanto a nivel exportaciones como en importaciones. No sacrificarán esos ingresos en función de teorías geopolíticas. Sin embargo, existen amenazas concretas, y en ese andarivel, Estados Unidos podrá hallar socios. 'Predispuestos', sí; aunque complicados por esa realidad.
Los europeos, al igual que EE.UU., cuentan con democracias reales. Sus ciudadanos y sus intereses nacionales especiales restringirán sus cursos de acción, si Washington intenta presionarlos. De tal suerte que proceder en este apartado no será sencillo; no obstante, trabajar diplomáticamente para sintonizar con los europeos es un camino que puede rendir más frutos que cualquier otro esfuerzo diplomático en consideración.
8. Utilizar la legislación existente, a efectos de contrarrestar las acciones de robo y espionaje económico perpetradas por Pekín
Estados Unidos precisa recurrir a su legislación en todo alcance, tal como el Departamento de Justicia procede con su propia 'Iniciativa China', a efectos de reprender todo accionar vinculado al robo de tecnología en perjuicio de firmas privadas y universidades estadounidenses. En relación a este proceder, la respuesta no consiste en impedir que estudiantes chinos se registren en universidades americanas. Habremos de darle la bienvenida a los mejores y a los más brillantes del mundo en nuestros claustros, y contribuir con sus investigaciones. Solo se requiere reforzar el cumplimiento legal que tipifica sobre su trabajo.
De igual modo, el Departamento del Tesoro ya cuenta con la autoridad para sancionar a entidades extranjeras que recurran a los ataques cibernéticos para propiciar el robo de tecnología desarrollada por firmas americanas. Ese poder debe ser usado. A tal efecto, Estados Unidos puede hacer mucho más en la Organización Mundial de Comercio (OMC).
9. Ayudar a Taiwan en su objetivo de consolidar su independencia de facto
A tal efecto, será preciso concretar definitivamente un acuerdo de libre comercio con Taiwan, logrando que Taiwan cuente con todo el equipamiento y expertise necesario para contribuir con sus sistemas de defensa. En simultáneo, respaldar vigorosamente la inclusión de Taiwan en toda organización internacional existente. Si la debacle tutelada por la OMS vinculada a las advertencias sobre el COVID-19 en Taiwan no son suficientes, difícil será pensar en otra vía. En rigor, Taiwan se sitúa en la línea del frente de la gran competencia estadounidense versus China. Estados Unidos simplemente no puede permitir que Taiwan sea absorbido por Pekín.
10. Mantener el foco en el terreno de los valores
Estados Unidos deberá echar mano de las sanciones previstas en su legislación, como ser el Acta Global Magnitsky, para castigar a China por las violaciones contra los derechos humanos perpetradas en Xinjiang y el Tibet, y en todo espacio en donde las libertades fundamentales de las personas se encuentren bajo ataque. Estados Unidos precisa mantener el foco en los eventos de Hong Kong, y asegurarse de que el Acta por la Democracia y los Derechos Humanos en Hong Kong sea debidamente reforzada en su cumplimiento. Pero lo cierto es que sancionar al oponente es el capítulo más sencillo en una competencia de orden global. Lo más difícil es que otros en la región se atengan al respeto de los estándares morales universales.
Igualmente importante es presionar para construir un caso sobre derechos humanos, en compañía de nuestros aliados, en sitios tales como Tailandia y las Filipinas, con socios en sitios tales como Vietnam, y en geografías que ya mantienen tensiones con China, como es el caso de Camboya y Burma (Mianmar).
EE.UU. necesita actuar de modo inteligente frente al desafío. Pero, si acaso la meta es acompañar con valores a la estrategia americana para el cuadrante Indo-Pacífico, EE.UU. puede hacerlo. Y, en el largo plazo, esa región será más amistosa para los intereses estadounidenses.
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En definitiva, la competencia de orden estratégico versus China no puede ser tratada de manera superficial; será una lucha dura y compleja, que carece de antecedentes históricos. La crisis del COVID-19 bien podría ser el empuje que Estados Unidos necesitaba para comprometerse en ese duelo.
Sin embargo, será preciso no exagerar la reacción, y construir precedentes con potencial para arriesgar el esfuerzo. Hemos de atenernos a la realidad de que China seguirá presente, y seguirá creciendo. Y que esa presencia continuará siendo económica -y también diplomática- en el concierto global.
Estados Unidos cuenta con numerosas herramientas para lidiar con ese desafío.
Artículo original, en inglés
Poseedor de master y doctorado en la Universidad de Georgetown, Carafano es un reconocido experto en temáticas de seguridad nacional y desafíos en política exterior. Es vicepresidente de Estudios en Políticas de Defensa y de Política Exterior en la Fundación Heritage, y Director del Instituto Kathryn y Shelby Cullom Davis de Estudios Internacionales. Es también historiador e investigador; su publicación más reciente es "Wiki at War: Conflict in a Socially Networked World" ('Wiki en Guerra: el Conflicto en un Mundo Socialmente Interconectado', 2012), obra que examina el impacto revolucionario del Internet en la seguridad nacional. Es Teniente Coronel del Ejército de los Estados Unidos. Recientemente, se ha desempeñado -asesorando en temas sobre los cuales es experto- en el equipo de transición del presidente estadounidense Donald Trump.