ECONOMIA INTERNACIONAL: ADRIAN RAVIER

Argentina: el foco en lo sanitario parece olvidar por completo a la economía

El mundo se ecuentra en estado de pánico, al que podría definirse...

09 de Abril de 2020

 

El mundo se ecuentra en estado de pánico, al que podría definirse -en una de sus acepciones- como miedo muy intenso y manifiesto, especialmente el que sobrecoge repentinamente a un colectivo en situación de peligro. Se lo observa en el vacío de las calles de todo el planeta, en el tráfico de información en las redes, en la caída registrada en los mercados bursátiles, en las proyecciones de las caídas que tendrá la producción en este 2020 y, en particular, en el segundo trimestre.
Doctor Eduardo López, infectólogo, Alberto Fernández, Cuarentena obligatoria, Derechos individualesLos gobiernos han elaborado estrategias que atienden el corto plazo. Escuchan a los expertos en temas sanitarios, y reclaman un toque de queda. En algunas geografías, se apunta a un cambio cultural pero voluntario; en otras, se comienza por la implementación de penas económicas y de prisión. En otros países, emerge la violencia, dada la ausencia de solidaridad de parte de aquellos que no comprenden los riesgos del contexto.
 
El aislamiento comporta consecuencias directas e inmediatas. Si bien reduce el número de contagios en el corto plazo (enfoque sanitario), también es cierto que restringe las libertades individuales (enfoque político y social), al tiempo que complica los negocios de quienes buscan consolidar su propio sustento (enfoque económico).
 
La estrategia actual pondera el enfoque sanitario muy por encima del enfoque político, social y económico, y esto abre o debería abrir una serie de preguntas: ¿es correcto hacer esto? ¿Es moralmente aceptable? ¿Es posible, desde el gobierno o desde cualquier colectivo, imponerle a los individuos valores propios que atentan contra sus libertades y sus negocios? ¿Estamos, cuando menos, ciento por ciento seguros de que la estrategia será exitosa a la hora de reducir el número de contagios y muertes? Y no nos referimos aquí a las mediciones comparadas de las primeras semanas, sino a lo que se evidenciará una vez que se conozca el desenlace de la historia.
 
Desde el enfoque sanitario, la respuesta es afirmativa. Desde ese espectro, se afirma que, si 'aplanamos la curva' de infectados, el sistema nacional de sanidad podrá estar más cerca de atender al total de necesitados. Incluso en otras experiencias similares, ha quedado claro que la cuarentena ha ayudado a reducir el número de muertes. Esto justifica quizás el paráte hasta el 31 de marzo (en la Argentina, extendido ahora hasta el 23 de abril). No obstante, la pregunta que es menester hacerse tiene que ver con el formato que seguirá el proceso.
 
De poco habrá servido esta estrategia si, en las próximas fechas, el público se abandona y vuelve a las calles. El éxito de la misma radica en sostenerla al menos durante cuarenta días, y quizás, ya en el extremo del enfoque 'sanitario', hasta el 21 de septiembre, cuando ya la primavera eleve las temperaturas en el Hemisferio Sur, y quede atrás el clima frío -natural y perfecto complemento para un virus que amplifica su alcance.

 
El costo político, social y económico de extender la cuarentena
 
¿Cuál es el efecto político, social y económico de interrumpir las libertades individuales, y de detener el funcionamiento de la economía hasta llegada la primavera? ¿Es viable? ¿Es posible? Por supuesto que paralizará el fútbol, los teatros, los cines, y los espectáculos artísticos de toda clase. Naturalmente que muchos podrán trabajar desde casa, en un cambio estructural que lleva décadas, pero que hoy se acelera. Por cierto que el teletrabajo y la educación en línea ganarán terreno en estos tiempos. Ese es un cambio cultural que ocurrirá de todos modos, y que incluso puede incrementar la productividad y ayudar a la economía.
 
Pero una cosa es un cambio espontáneo, productos de decisiones individuales, y otra es un cambio impuesto y coercitivo. ¿Se ha pensado en la posibilidad de que el sostenimiento en el tiempo de esta estrategia generará un daño mayor que el propio virus? Incluso el lema de los médicos dicta que “Lo primero, es no hacer daño”. ¿Se han evaluado acaso los costos y beneficios de mantener por meses la estrategia en curso? ¿No se percibe que el beneficio es dudoso, mientras que el daño es manifiesto?
 
El respeto por las libertades individuales y la economía de cada persona impiden imponer el toque de queda a la totalidad de una población dada. Probablemente, el concierto amerite esta política extrema por un plazo corto de tiempo, para que cada cual se tome el tiempo de reflexionar en torno de qué tan posible es continuar trabajando o estudiando desde su hogar, ahorrándole a la sociedad un costo externo elevado. Pero el foco en lo sanitario parece olvidar por completo el foco económico. Los expertos del área parecen olvidar que la economía son personas -todos nosotros- y que el detenerla puede generar costos más elevados aun que el coronavirus.
 
El gobierno no puede ir apagando incendios por doquier. Se necesita un estadista que vea un poco más allá de lo que está sucediendo, planificando la estrategia que sigue tras el 23 de abril. En los Estados Unidos de América, se ha proyectado para el segundo trimestre una caída del PIB del 50% y un desempleo del 30%. ¿Qué proyecciones podemos construir para la Argentina? ¿Nos encontramos en capacidad real de ponderar este efecto “económico” como menos nocivo que el efecto “sanitario” del virus?
 
Mi opinión es que la cuarentena no puede extenderse de forma obligada tras treinta o cuarenta días y que, a partir de ahí, habría que apuntar a un cambio cultural, donde sea cada individuo el que elija qué hacer con su vida, evaluando los costos y beneficios de sus acciones. No sólo eso. Es importante también hacer un llamamiento para que cada individuo haga un esfuerzo por preservar su libertad individual, su libertad de expresión, sus libertades políticas. Porque es en estos momentos de caos y emergencia, instancia en la que los gobiernos tienen por costumbre restringir la libertad de las personas, y avanzar con medidas que, en otros escenarios, serían inaceptables.
 
Acaso sea tiempo de recordar las palabras de un clásico como Frédéric Bastiat en un escrito de 1850 titulado 'Lo que se ve y lo que no se ve'.

Allí, escribía:

'Yo, lo confieso, soy de los que piensan que la capacidad de elección y el impulso deben venir de abajo, no de arriba, y de los ciudadanos, no del legislador. La doctrina contraria, según entiendo, conduce al aniquilamiento de la libertad y de la dignidad humanas'.


 
Sobre Adrián Ravier

Es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Publica periódicamente en el sitio web en español del think tank The Cato Institute y medios nacionales.