ECONOMIA INTERNACIONAL: MANUEL HINDS

El problema económico del coronavirus

En El Salvador, el gobierno ha comenzado a hablar de la necesidad de activar programas...

20 de Marzo de 2020

 

En El Salvador, el gobierno ha comenzado a hablar de la necesidad de activar programas de apoyo económico para contrarrestar las consecuencias económicas de la pandemia. Hasta el momento, sin embargo, ha propuesto medidas que pueden funcionar en otro tipo de crisis económicas, pero no en una pandemia —específicamente, realizando obras de infraestructura que den empleo y dinamicen la economía. Esas obras pueden ayudar en otras crisis, provocadas por otras causas, pero no en las causadas por una crisis sanitaria, que deprime la economía porque la gente no puede llegar a trabajar a sus empleos. Ese tipo de crisis no se soluciona con la construcción de infraestructura.

El Salvador, CoronavirusSi las personas no pueden llegar a sus trabajos normales, tampoco van a poder llegar a trabajar en las obras que planea el gobierno.
Esta reflexión vuelve manifiesta la necesidad de hacer un análisis sencillo de la naturaleza del problema y de cómo podría resolverse. A continuación, se diseñan las políticas que conduzcan hacia esas soluciones.
 

Identificando la naturaleza del problema
 
El problema planteado por el coronavirus es muy particular: es una crisis severa, con potencial para quebrar a muchas empresas y dejar a muchas personas sin empleo, pero que sabemos llegará a su fin en unos meses. Imagine el lector dos crisis que pueden afectar a una comunidad de pescadores. La primera es que su mercado desaparece porque, en el país, la gente se ha hecho toda vegetariana estricta. En ese caso, la estrategia para ayudarla puede consistir en un programa de reentrenamiento y otro de obras, para darles empleo mientras se reajustan. Esto no es lo que está sucediendo.
 
Lo que sucede hoy es como si la comunidad recibiera la noticia de que está expuesta a un tsunami. La demanda seguirá existiendo, el negocio seguirá siendo productivo pero, si los pescadores dejan los barcos de pesca en sus muelles, el tsunami los aniquilará, con lo que un problema gravísimo pero, de súbito, se convierte en un igualmente gravísimo problema, aunque de largo plazo: si ya no tienen barcos para pescar, ¿qué harán los pescadores para vivir? En estas circunstancias, la vida de la comunidad depende de lograr sacar los barcos de la bahía, para que el tsunami no destruya su capacidad productiva.
 
Volviendo a nuestra realidad. Dado el colapso de los viajes y el contacto humano en el mundo, las aerolíneas, los hoteles, los restaurantes, los gimnasios, muchas fábricas, muchas empresas agrícolas y de servicios podrían quebrar en unas semanas. Sería absurdo dejar que quiebren porque, al pasar la pandemia, igual necesitaremos de las aerolíneas al restituirse el tráfico mundial, y de los hoteles y todas las otra empresas. Pero, si se ha permitido que quiebren, la recuperación será larguísima. Igualmente, podría suceder en todos los sectores, no sólo por falta temporal de demanda, sino por falta temporal de insumos que no podrán llegar desde el exterior, o bien porque los empleados no podrán llegar a trabajar y la empresa no podrá sobrevivir pagando a empleados que no están produciendo. Sería absurdo permitir la destrucción de la capacidad productiva del país por una oleada que puede ahogarlas en el momento, pero que luego desaparecerá.
 
 
El impacto en la población
 
Lo que suceda en el ámbito de las firmas privadas registrará un enorme impacto en la población. La estrategia para controlar la contaminación está basada en aislar al país del resto del mundo en términos migratorios, y a los pobladores los unos de los otros. Esta última medida es la más efectiva que puede haber para cortar la reproducción exponencial de la enfermedad. Pero el público no puede simplemente marchar a su casa, y evitar salir por uno o dos meses. Necesita sus ingresos, o se muere de hambre. De esta manera, el problema de las personas es la imagen en el espejo del problema de las empresas. Si, a efectos de reducir sus costos y de no quebrar durante la pandemia, las empresas tienen que despedir trabajadores, o tienen que hacer lo mismo porque quebraron, la crisis puede convertirse en una pesadilla económica como la que nunca hemos vivido.
 
En la economía formal, ya existen personas que trabajan desde sus hogares -pero aquéllas son pocas. La mayor cantidad de ellas debe asistir a sus empleos, incluyendo a mucha gente que puede tener ya la enfermedad pero todavía sin síntomas. Es decir que esto incluye a personas que transmiten la enfermedad y maximizan su crecimiento exponencial. Esto plantea una cruel disyuntiva: para que la población sobreviva, tendría la gente que ir a trabajar, lo cual maximiza las probabilidades de que el virus se extienda rápidamente, que haya más casos de coronavirus, que se llenen más los hospitales, y que haya más muertos. Como se dice popularmente, el país se encuentra entre la espada y la pared.

 
Saliendo de la disyuntiva fatal
 
El objetivo fundamental de la estrategia debe ser no interrumpir la conexión entre la población y las empresas, o entre la población y sus puestos de trabajo, cuando no puedan ir a trabajar debido al aislamiento que es esencial para derrotar al coronavirus. De forma tal que, cuando amaine la crisis, empresas e instituciones que serán siempre necesarias, los barcos pesqueros, estén allí para el momento de la recuperación.
 
Este debe ser el objetivo fundamental. Lleva implícita la protección a los trabajadores, el apoyo a las empresas y el mantenimiento de la cohesión social porque apoya al que apoye a todos.
 
Este objetivo necesita varios tipos acciones, que en este artículo esbozo sólo de una manera general para no distraer la atención de los temas más importantes. Para considerar estas acciones es indispensable tomar en cuenta la división entre las economías formal e informal que existe en el país.
 
 
En la economía formal
 
En la economía formal, el gobierno debe orientar su ayuda económica a mantener vivas las empresas que paguen el total, o una parte suficiente, de los salarios a todos los trabajadores que deban permanecer en sus casas, ya fuere por aislamiento personal o porque el gobierno ha ordenado el cierre de sus actividades.
 
Es importante subrayar que, para cumplirse con este objetivo, será necesario que se eche mano de transferencias directas de dinero con exenciones temporales de impuestos (asociadas con el número de empleados mantenidos en la inactividad), pero que no generan deuda. Los préstamos o créditos no tienen el efecto deseado, porque cargan a las empresas con mayores pesos financieros -disminuyendo su capacidad de mantener el empleo. Los instrumentos para transferir fiscalmente estos recursos pueden discutirse después. Igualmente, habrá de discutirse exhaustivamente la manera en la que éste, y otros procesos, serían auditados.
 
 
En la economía informal
 
La economía informal no paga impuestos, por lo que no se le puede ayudar con rebajas de impuestos. Sus miembros tampoco son localizables como para mandarles cheques -como sucede en los Estados Unidos, o en otros países. Ana María Reymundo, de 88 años, presentada en Diario de Hoy de ayer, es un caso típico. 'No quieren que uno salga a trabajar, pero yo no tengo pensión. ¿Y cómo voy a hacer yo? Si no salgo a vender, no como'.
 
A estas personas, habrá que asistirlas con redes que las ayuden directamente en comunidades en las que todos se conocen, que incluyan entre sus actividades la provisión de comida (con cocinas como durante la Gran Depresión) y la ayuda con otros gastos indispensables para vivir. El manejo de estos fondos debe dejarse a las comunidades mismas, que son las que pueden realizar la auditoría necesaria de una manera eficiente.
 
 
Otras actividades
 
En la planificación de un proceso complejo como el propuesto aquí, surgirán siempre otras propuestas que podrían llegar a ser necesarias. Adicionalmente, se proponen muchas otras cosas que realmente no se orientan al logro del objetivo sino a atender intereses especiales. Esto debe evitarse. La estrategia no debe convertirse en un árbol de Navidad con algo para todos. Mientras más cosas se le asignen, menos objetivos se cumplirán. La manera de evitar esto es discutir el tema comenzando con analizar el problema, diagnosticarlo, y especificar los objetivos. Ya una vez hecho esto, cualquier propuesta tiene que justificarse porque es necesaria para lograr el objetivo.

 
Los costos
 
Los costos de cualquier programa que se proponga cumplir con los objetivos arriba mencionados son elevados -sin lugar a dudas. Pero son mucho, infinitamente más altos los costos de no hacer nada, y de no lograr estos objetivos. La economía salvadoreña quedaría totalmente destruída, y la recuperación sería innecesariamente larga —eso, sin mencionar los problemas sociales y políticos que sobrevendrían si acaso un porcentaje alto de la población se quedara sin poder trabajar, o resultare dañada por los efectos del virus—. Quien esto escribe, se ha declarado enemigo de gastar en cosas sin sentido, y de endeudarse para financiarlas. Pero se trata aquí de un caso de vida o muerte para la economía del país. No se puede permitir que, por unos meses de epidemia, el país se sumerja en un caos.
 
 
La capacidad de pago
 
A pesar de todos el despilfarro, El Salvador aún cuenta con capacidad de pago; ésta debe utilizarse para financiar este monumental esfuerzo. Naturalmente, habrá muchos que pensarán que no hay que gastar más, y menos tomar prestado más para no afectar esa capacidad de pago. Sin embargo, en este punto será preciso recordar que los muertos tienen cero capacidad de repago. Permitir que las empresas privadas perezcan y que el público pierda su empleo, es tolerar que la economía muera.

Ahora mismo, es de vital importancia mantener lo más intacta posible la capacidad de producción del país y el mantenimiento del empleo de la gente, que, como sabemos, se recuperará luego de transcurridos unos meses.


 
Sobre Manuel Hinds

Economista y consultor económico, Hinds se desempeñó como Ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, tras haber propuesto la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (publicado por Yale University Press en 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy de El Salvador. En 2010, obtuvo el Premio Hayek del Manhattan Institute.