Colombia: la hora de la oceanopolítica
Una de las áreas de estudio que hacen a las ciencias militares y navales...
14 de Marzo de 2020
Una de las áreas de estudio que hacen a las ciencias militares y navales -que no recibe hoy la trascendencia que merece desde los colegios y las universidades- es la oceanopolítica.
Desde pequeños, en cada aula de clase en la asignatura de geografía, se nos ha instruído sobre la importancia de Colombia y su situación en el continente; con recurrencia, se nos ha enseñado que Colombia es la puerta de entrada al continente suramericano, con el poco común privilegio de tener dos mares con acceso de ingreso y egreso hacia dos océanos, Pacífico y Atlántico. Se nos ha reiterado sobre la relevante posición estratégica del país, sumado ello a la variable de la comunicación marítima hacia continentes como Asia, Africa y Europa.
Sin embargo, hay margen para preguntarse si acaso comprendemos realmente la magnitud de la importancia que hace a la posición geográfica de Colombia en el plano estratégico, considerándose los aspectos político, social, económico, de seguridad y defensa, y sus respectivos impactos. ¿Cuenta Colombia con una flota mercante importante con capacidad para ser empleada para el comercio marítimo entre los continentes ya mencionados? ¿Cómo es el estado actual en que se encuentran las terminales portuarias colombianos a la hora de proceder a la recepción de productos provenientes de Asia y del mundo? ¿Cómo se encuentra actualmente el poderío naval colombiano, en comparación con países como Perú y Chile? Finalmente, vaya la pregunta para el lector inquisitivo: ¿cuántos kilómetros cuadrados de mar posee Colombia en sus dos mares u océanos, tanto en el Pacífico como en el Atlántico?
Habremos de dar inicio al análisis poniendo el foco en la última pregunta planteada, en torno de la atención que amerita la conciencia marítima. De acuerdo con la Comisión Colombiana del Océano, Colombia posee en el Atlántico 586.560 Km² de mar territorial. En el Pacífico, contabiliza 339.100 km², estableciéndose entonces un total de 928.660 km² de territorio marítimo, en comparación con los 1.141.748 km² de área continental. Si lo que corresponde es remitirse a los porcentuales comparativos entre tierra y mar, el resultado devolverá que el país cuenta un 44.86% de área marítima, y un 55,14% de territorio continental; esto es, que casi la mitad del territorio colombiano es agua. A su vez, esta conclusión remitirá a otro interrogante: ¿por qué esta crítica cuestión es marginada en la instrucción de los colegios secundarios y en los claustros universitarios, a efectos de que se tenga presente que Colombia es el cuarto país más grande de América del Sur, y vigésimo del mundo?
Como contrapartida, la evidente ausencia de esta conciencia marítima ha puesto a la ciudadanía colombiana de espaldas al mar, consolidándose un proceso de abandono consciente y voluntario de la potencialidad estratégica de la nación junto con el subvalorado recurso hídrico que el país posee en sus mares. A fin de cuentas, las nuevas generaciones heredan un desconocimiento casi total de la importancia de poseer dos mares con una variedad especies y riquezas marinas. Desconocer -por ejemplo- cuántos kilómetros cuadrados de mar pertenecen a Colombia invita a consolidar el olvido para esas generaciones futuras. Esa amnesia conducirá luego al franco desinterés y, en el epílogo, la ignorancia llevará a la indefensión. Es, precisamente, el fenómeno que se ha dado en Panamá, país que jamás se ocupó de proyectar poder ni soberanía sobre este territorio. El resultado final fue que la ciudadanía panameña no se percibió como parte fundamental de un Estado que la dejó a merced del olvido. En tal sentido, Panamá no se pierde a posteriori de la guerra de los mil días; el destino de Panamá se extravió cuando tuvo lugar el alumbramiento de la República de Colombia, al manifestar los primeros su deseo de separarse -hecho que sería ratificado durante más de cincuenta años de abandono estatal. El análisis invitará a concluir que un Estado que no ejercita soberanía sobre su propio territorio no solo corre el riesgo de perderlo; sino que arriesga a que otro Estado se lo arrebate, y que ello sobrevenga con el manifiesto consenso de sus propios ciudadanos.
Desde pequeños, en cada aula de clase en la asignatura de geografía, se nos ha instruído sobre la importancia de Colombia y su situación en el continente; con recurrencia, se nos ha enseñado que Colombia es la puerta de entrada al continente suramericano, con el poco común privilegio de tener dos mares con acceso de ingreso y egreso hacia dos océanos, Pacífico y Atlántico. Se nos ha reiterado sobre la relevante posición estratégica del país, sumado ello a la variable de la comunicación marítima hacia continentes como Asia, Africa y Europa.
Sin embargo, hay margen para preguntarse si acaso comprendemos realmente la magnitud de la importancia que hace a la posición geográfica de Colombia en el plano estratégico, considerándose los aspectos político, social, económico, de seguridad y defensa, y sus respectivos impactos. ¿Cuenta Colombia con una flota mercante importante con capacidad para ser empleada para el comercio marítimo entre los continentes ya mencionados? ¿Cómo es el estado actual en que se encuentran las terminales portuarias colombianos a la hora de proceder a la recepción de productos provenientes de Asia y del mundo? ¿Cómo se encuentra actualmente el poderío naval colombiano, en comparación con países como Perú y Chile? Finalmente, vaya la pregunta para el lector inquisitivo: ¿cuántos kilómetros cuadrados de mar posee Colombia en sus dos mares u océanos, tanto en el Pacífico como en el Atlántico?
Habremos de dar inicio al análisis poniendo el foco en la última pregunta planteada, en torno de la atención que amerita la conciencia marítima. De acuerdo con la Comisión Colombiana del Océano, Colombia posee en el Atlántico 586.560 Km² de mar territorial. En el Pacífico, contabiliza 339.100 km², estableciéndose entonces un total de 928.660 km² de territorio marítimo, en comparación con los 1.141.748 km² de área continental. Si lo que corresponde es remitirse a los porcentuales comparativos entre tierra y mar, el resultado devolverá que el país cuenta un 44.86% de área marítima, y un 55,14% de territorio continental; esto es, que casi la mitad del territorio colombiano es agua. A su vez, esta conclusión remitirá a otro interrogante: ¿por qué esta crítica cuestión es marginada en la instrucción de los colegios secundarios y en los claustros universitarios, a efectos de que se tenga presente que Colombia es el cuarto país más grande de América del Sur, y vigésimo del mundo?
Como contrapartida, la evidente ausencia de esta conciencia marítima ha puesto a la ciudadanía colombiana de espaldas al mar, consolidándose un proceso de abandono consciente y voluntario de la potencialidad estratégica de la nación junto con el subvalorado recurso hídrico que el país posee en sus mares. A fin de cuentas, las nuevas generaciones heredan un desconocimiento casi total de la importancia de poseer dos mares con una variedad especies y riquezas marinas. Desconocer -por ejemplo- cuántos kilómetros cuadrados de mar pertenecen a Colombia invita a consolidar el olvido para esas generaciones futuras. Esa amnesia conducirá luego al franco desinterés y, en el epílogo, la ignorancia llevará a la indefensión. Es, precisamente, el fenómeno que se ha dado en Panamá, país que jamás se ocupó de proyectar poder ni soberanía sobre este territorio. El resultado final fue que la ciudadanía panameña no se percibió como parte fundamental de un Estado que la dejó a merced del olvido. En tal sentido, Panamá no se pierde a posteriori de la guerra de los mil días; el destino de Panamá se extravió cuando tuvo lugar el alumbramiento de la República de Colombia, al manifestar los primeros su deseo de separarse -hecho que sería ratificado durante más de cincuenta años de abandono estatal. El análisis invitará a concluir que un Estado que no ejercita soberanía sobre su propio territorio no solo corre el riesgo de perderlo; sino que arriesga a que otro Estado se lo arrebate, y que ello sobrevenga con el manifiesto consenso de sus propios ciudadanos.
En idéntico tren de pensamiento, y refiriéndonos a otro ejemplo, es preocupante la ausencia de preocupación, en el ámbito académico, ante la porción de mar colombiano que está siendo arrebatado por Nicaragua. Sobre éste punto, muchos concluyen que ha de recurrirse a los canales y medios diplomáticos antes que a la efectiva defensa de la soberanía marítima -amparado ello en la reflexión incorrecta de que el mar 'no ofrece ninguna clase de beneficios', o bien que es preferible perder esa soberanía antes que arriesgar a un conflicto armado. Se suscribe desde ciertos círculos, en definitiva, a una prerrogativa pacifista que propone entregar lo que haya que entregar. Lejos de proponerse desde aquí una respuesta estatal armada, de lo que se trata es de elevar el interés nacional al andarivel que corresponde. Esto coincide con la necesidad de que el Estado colombiano ejerza su poder de forma adecuada y efectiva, sin desconocerse, aún en la redundancia, el concepto de raison d’état.
Al respecto de esta última definición, el cientista político británico Lord Palmerston, al referirse a la política exterior, supo expresar su principio básico del Interés o la razón del estado de la siguiente manera: 'No tenemos aliados eternos, pero tampoco enemigos perpetuos; sólo nuestros intereses son eternos y perpetuos, y es nuestro deber ser fieles a esos intereses'. En tal contexto, ciencia militar y naval ponen de manifiesto la importancia de la estrategia. A efectos de propiciar una efectiva defensa de los intereses nacionales, la oceanopolítica cobra forma de eje estratégico, dado su aporte central, orientado hacia el poder naval y marítimo; exalta la importancia de la ya citada conciencia marítima, poniendo el foco en el mar con la debida seriedad -en el orden estratégico y académico-, estableciéndose al unísono los intereses marítimos como parte de los intereses nacionales.
A la postre, Colombia cuenta con dos salidas críticas a ambos océanos, que serán útiles para consolidar rutas comerciales. Es de estricta necesidad que la República de Colombia se decida a proyectar el poderío naval que le compete sobre sus dos mares, diseñando e implementando estrategias y alianzas de cooperación política, económica y militar con países -no solo vecinos, sino en la región.
Así las cosas, el Profesor Esquivel ilustra sobre las tres regiones de influencia natural a tener en cuenta -de parte de Colombia-: la Región Geopolítica del Caribe, Región Geopolítica del Pacífico y Región Geopolítica de Suramérica (Esquivel, 2015, págs. 79-82). Esta región geopolítica del Caribe, con conjunto con la región geopolítica del Pacífico, son prácticamente regiones geopolíticas, al tiempo que son críticas, geoestratégicamente hablando, para Colombia. Uno de los problemas -o, si se quiere, amenazas para Colombia a la hora de ejercer soberanía y poder marítimo, tanto en la región geopolítica del pacífico como de la región geopolítica del Caribe, es la ausencia de una significativa flota mercante y naval para poder tener una salida en profundidad en ambos mares.
Al cierre, será lícito también citar al Capitán de Navío (RA) Sergio Uribe, quien supo acertadamente plantear que la conciencia marítima cumple con la función de multiplicar y dinamizar los interese marítimos y el poder naval -factores ambos que constituyen la columna vertebral del poder marítimo. Solís (1997) argumentó que el Poder Marítimo (PM) de una nación puede sintetizarse como la capacidad que tiene el Estado a la hora de crear, desarrollar, mantener, explotar y proteger los intereses marítimos del país, tanto en tiempos de paz como en eventuales escenarios bélicos. Ponderándose debidamente estas valiosas apreciaciones, la conciencia marítima dinamiza el poder marítimo. Por caso, Jorgue Terzago (2005) se refiere también a la conciencia marítima, en las siguientes palabras: 'Constituye el conocimiento cabal y reflexivo del mar y de sus proximidades, tanto sobre su real naturaleza como de sus posibilidades políticas, económicas, sociales y militares. Cuando la geografía lo permite, la conciencia marítima facilita la labor de orientar al país hacia un destino oceánico, convirtiéndolo en en una potencia marítima próspera y poderosa'.
Quedando en claro el objetivo del presente análisis, la República de Colombia habrá de proveer metodologías que generen conciencia y cultura marítima, a fin de modificar paulatinamente la percepción de la ciudadanía colombiana. Ello, a efectos de que la misma asimile la importancia de un territorio que representa el 44,8% del área total de la nación, es decir, casi la mitad del territorio. El abandono y el olvido del mar soberano son inaceptables; y así lo consigna la Historia, como en los ejemplos ya comentados. En el ínterin, esta cabal comprensión en torno de nuestra soberanía servirá también para, potencialmente, desarrollar aún más la economía del país, al hacerse eco Estado y ciudadanía de la importancia crítica de dos regiones naturales sumamente importantes y estratégicas para Colombia.
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@CHRISTIANDAES6
Sobre Christian Ríos M.
Ríos es Politólogo Internacionalista de la Universidad Militar Nueva Granada, Profesional en Ciencias Militares de la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova, y Administrador de Empresas; magister en Estrategia y Geopolítica en la Escuela Superior de Guerra- Colombia, en 'Estrategia y Geopolítica'. Es analista político, docente y columnista en el periódico El Quindiano (Armenia, Colombia) y en El Ojo Digital. Es Oficial en Retiro del Ejército Nacional de Colombia.