INTERNACIONALES: JARRETT STEPMAN

La respuesta de China ante el coronavirus subraya las debilidades del autoritarismo

Muy a pesar del increíble éxito económico consolidado en tiempos recientes por China...

14 de Febrero de 2020

 

Muy a pesar del increíble éxito económico consolidado en tiempos recientes por China, es fundamental recordar que aún se trata de una nación comunista. Los últimos eventos lo han subrayado fehacientemente.

En ocasiones, la libertad puede ser desordenada; pero nunca como el desastre que un régimen autoritario tiene la capacidad de crear cuando teme perder el poder.

China, Coronavirus, Pekín, Partido ComunistaLa perturbadora epidemia del coronavirus (científicamente catalogado éste como 2019-nCoV) en China, y la réplica del gobierno comunista, deberían consignar un claro recordatorio en torno de las consecuencias que trae un sistema basado en el control estatal, sin que la ciudadanía y una vibrante sociedad civil tomen parte del gobierno.

Muchos se han visto impresionados por el hecho de que China haya podido edificar un hospital con diez mil camas en diez días -empleando a 7 mil personas trabajando a tiempo completo.

Más allá de lo impresionante que ese logro pueda ser, será necesario considerar qué tan peligroso se ha vuelto el citado virus, y la falta de comunicación y coordinación que pudo haber servido para evitar llegar a tomar medidas tan extremas.

Inicialmente, el virus se fue de control el pasado 8 de diciembre, en la provincia china de Wuhan. En lugar de informar al público de inmediato y de generar consciencia frente al eventual potencial de una epidemia altamente contagiosa, las autoridades a cargo del gobierno local aguardaron por tres semanas previo a informar a los residentes.

Asimismo, el gobierno chino intentó, activamente, suprimir toda información existente en relación a la epidemia, mientras ésta escalaba agudamente.

'Eso fue claramente inaceptable, especialmente a la luz de la experiencia del SARS, cuando también se registró una maniobra de encubrimiento de parte de los chinos, y a la luz de las elevadas tasas en las que los ciudadanos chinos se trasladan en el interior y hacia el exterior del país', escribió días atrás Peter Brookes, senior fellow para asuntos de seguridad nacional en el think tank estadounidense The Heritage Foundation. 'A criterio de minimizar la diseminación de cualquier potencial epidemia, el país anfitrión no solo debe responder con rapidez, sino también aportar absoluta transparencia a efectos de advertir no solo a sus propios ciudadanos, sino también a la comunidad internacional'.

Mientras que estas acciones -o la ausencia de las mismas-, al menos hasta ahora, han afectado mayormente solo a la ciudadanía china, cierto es que una pandemia de proyección global podría comportar graves consecuencias.

Un siglo atrás, una epidemia de gripe puso fin a la vida de más personas que las que perecieron en todos los escenarios de combate de la Primera Guerra Mundial. Los Centros para Control de Enfermedades y de Prevención de los Estados Unidos apuntaron que algunos estimados cifran que, en algún punto, un tercio del total de la población mundial había sido afectada en aquel entonces.

La ciencia bien podrá hallarse hoy en mejor posición que hace un siglo cuando se trata de contener enfermedades, pero de todos modos, el asunto reviste seriedad. En Pekín, el gobierno chino claramente se inclinó más por salvar la propia imagen, antes que por poner en marcha esfuerzos que hubiesen podido contener al virus de manera exitosa.

Aún ahora, es difícil conocer qué está sucediendo exactamente en China, conforme la economía se ve afectada por clausuras e infecciones, y por cifras de muertes que asoman poco confiables.

Eso, sin mencionar la serie de perturbadores imágenes y videos que llegan desde ese país, algunos de los cuales podrían incluso ser falsos o parte de un esfuerzo de desinformación, pero ciertamente se vuelve difícil dar fe a cualquier pronunciamiento oficial, dados los claros intentos de Pekín con miras a suprimir toda noticia que arroje verdadera luz sobre la situación. 


Resulta notable -dados los notables avances económicos de China en las últimas décadas, gracias a que en gran parte decidió abandonar teorías económicas fundamentalmente comunistas- el hecho de que el régimen no ha cedido siquiera un atisbo de poder frente a la sociedad.

Conforme se ha dicho, China continúa bajo un esquema comunista, y el comunismo -tal como se lo implementa en el mundo real- se trata de imponer un control absoluto.

En cualquier caso, el citado progreso económico se suma hoy a un avance autoritario, mientras el president Xi Jinping se hace de mayores cuotas de poder, y mientras el Partido Comunista Chino emplea sus avances económicos para crear más herramientas que sirvan a la tiranía que regentea.

De tal suerte que, mientras que China efectivamente cuenta con mayores capacidades técnicas y económicas para hacer frente a la enfermedad, al mismo tiempo su férreo sistema de control hace que la sociedad china se exhiba menos capaz para contrarrestar una epidemia que debió ser manejable. Ese factor distingue claramente, y por ejemplo, a la sociead china que padece al comunismo, del sistema vigente en los Estados Unidos, en donde la libertad de expresión se halla resguardada como derecho, mientras que una vibrante sociedad civil permite que la información fluya rápidamente. 

'El gobierno ha reforzado su control del internet, de los medios de comunicación, y de la sociedad civil. Tiene los bolsillos bien llenos, y mayor capacidad para controlar el flujo de la información a lo largo de todo el país', escribió Li Yuan en el matutino The New York Times, comparando a la China del presente con los tiempos de la epidemia de SARS. 'Como resultado, muchos de los canales de comunicación, grupos que defienden determinadas posturas, activistas y otros que han hecho responsable al régimen por los episodios de 2003, han sido o bien silenciados, o marginados'.

Estados Unidos quizás no pueda construir un hospital en diez días recurriendo a mano de obra esclava; pero se encuentra en mejor posición para crear condiciones idóneas, de tal suerte que no le es necesario recurrir a aquellos métodos.

Al igual que sucede con la represión de, probablemente, millones de musulmanes uigures y con la represión de los manifestantes de Hong Kong, la epidemia de coronavirus se exhibe hoy como un recordatorio -especialmente para aquellos en todo el mudno que se muestran indiferentes frente a la amenaza representada por China- al respecto de qué tan diferente es una sociedad libre frente a aquélla de orden comunista que Pekín ha construído.


Artículo original, en inglés, en éste link


 

Sobre Jarrett Stepman

Jarrett Stepman se desempeña como colaborador y columnista en el sitio web The Daily Signal (Estados Unidos). Reside en Washington, Distrito de Columbia.