Argentina: reflexiones sobre el plan de Alberto Fernández para reestructurar la deuda
El equipo económico del presidente Alberto Angel Fernández está planteando...
12 de Febrero de 2020
El equipo económico del Presidente Alberto Angel Fernández está planteando, por estas horas, los detalles de una posible reestructuración de la deuda. Los acreedores saben que los vencimientos de deuda de los próximos meses son imposibles de pagarse, y estarían abiertos a una reestructuración o reperfilamiento, que consiste en un combo de quita de capital y postergación del pago de intereses.

Los acreedores, sin embargo, dudan que tras dos o tres años Argentina haya recuperado actividad y crecimiento. Si no es el caso, entonces la República Argentina tampoco podrá hacer frente al pago de deuda reestructurada y, con ello, habrá un default “tardío”; luego de lo cual, la discusión posterior se llevará adelante sobre la base de un capital menor.
¿Es cierto que si la Argentina reestructura la deuda agresivamente podrá recuperar actividad y crecimiento? Es posible. Tras reestructurar la deuda, el país exhibiría equilibrio fiscal primario, heredado del macrismo. También tendrá equilibrio fiscal consolidado, porque las provincias encuentran sus ingresos y gastos relativamente ordenados. Y, tras la reestructuración y la postergación del pago de intereses, la Argentina tendrá equilibrio fiscal consolidado y financiero, porque podrá ahorrarse el 4% de PIB que hoy destina al pago de intereses.
El desafío, entonces, es crecer para recuperar recaudación, alcanzándose un superávit fiscal del 4% que, en dos o tres años, permita al gobierno afrontar esos compromisos financieros.
Si la reestructuración es exitosa, y la política se orienta al objetivo, el gobierno habrá salido de una situación compleja de manera rápida y sin grandes sobresaltos.
Sin embargo, emerge aquí la gran pregunta de los acreedores, incluido el FMI: ¿qué asegura que el gobierno de Alberto Fernández destine sus esfuerzos de política económica a ese objetivo?
Los acreedores saben que el equilibrio fiscal primario y consolidado observado previamente es débil y de baja calidad, pues no se basa en una reducción del sobreempleo público generado durante el kirchnerismo. Más bien, ha sido confeccionado sobre la base de devaluaciones que licuaron salarios. Terminada la luna de miel del nuevo gobierno, y reestructurada la deuda, esos asalariados (especialmente del sector público) presionarán para recuperar los niveles de salarios en términos reales que tenían antes de las crisis cambiarias. Si el equipo económico de Alberto Fernández accede a ello, la Argentina emprendería un proceso de recuperación del salario real de corto plazo, pero desaparecería toda posibilidad de los acreedores de que el pago prometido de capital e intereses de la reestructuración se haga efectivo. En el mediano plazo, en este caso dos o tres años, la Argentina enfrentará el pago de intereses de deuda, lo que la conducirá a un nuevo desequilibrio fiscal, que a la vez enfrentaría un nuevo default.
El gobierno necesita, pues, de un plan económico que garantice de algún modo que la Argentina recuperará actividad y crecimiento, lo que la conducirá a ahorrar puntos de superávit fiscal que en el futuro le permitan enfrentar los compromisos.
El inconveniente, finalmente, emerge cuando se les pregunta al Ministro de Economía Guzmán y compañía, “¿Cuál es el plan?”. El gobierno no ofrece detalles, o más bien, decide que la actividad y el crecimiento tan esperados sobrevendrán una vez que el peso de la deuda quede postergado. Poniendo “ese” dinero en los bolsillos de la gente, por el lado de la demanda, se permitirá una reactivación económica. Una vez que los stocks de las estanterías de las empresas estancadas empiecen a reducirse, será necesario volver a producir, prender las maquinarias, contratar personal. Como hay capacidad ociosa, el "crecimiento" (que personalmente prefiero llamar "recuperación") sería posible, lo que aumentará la base imponible y mejorará la recaudación.
Esa lógica, por el lado de la demanda, ha sido técnicamente criticada por numerosos economistas ortodoxos. Puede, sin embargo, ser exitosa en el corto plazo. Guzmán quiere replicar la dinámica del primer gobierno kirchnerista del período 2003-07. En esos años Argentina mostró tasas de actividad y crecimiento asombrosos. Lo que olvida Guzmán, y también el Presidente Alberto Fernández, es que la Argentina en ese período no creció, sino que recuperó la actividad perdida en el año previo (+ de 10 puntos del PIB), por la crisis que inició en diciembre de 2001 y que se extendió en todo 2002, precisamente tras el default.
Lo cierto es que si el plan es exitoso, lo que implica que los acreedores aceptan la reestructuración propuesta, Argentina puede llegar a recuperar actividad y volver a lo que los economistas definen como "la frontera de posibilidades de producción" (FPP), recuperando el potencial de producción. Se estaría postergando entonces para 2023 la discusión sobre cómo expandir esa FPP, es decir, sobre la base de nuevo ahorro e inversión. Quedan postergadas las discusiones sobre la reforma previsional, tributaria y laboral que el gobierno de Cambiemos intentó poner en la agenda de política económica, sin éxito. Queda postergada también la agenda de reinserción de Argentina a la economía globalizada. Como dijo el Presidente Alberto Fernández, en relación al posible acuerdo de integración con la Unión Europea, la Argentina y el Mercosur deben "mirar hacia adentro", y una vez que se encuentre recuperada y fortalecida, recién entonces, podrá salir al mundo en búsqueda de su integración.
Como cierre, vale señalar que todo el plan de Alberto Fernández se desmorona, al tener lugar un eventual default. Y los acreedores bien lo saben.
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@AdrianRavier

Sobre Adrián Ravier
Es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Publica periódicamente en el sitio web en español del think tank The Cato Institute y medios nacionales.