En perspectiva: la 'pelea' por Evo Morales Ayma, y la consolidación de la República Argentina como Estado paria
Para sus case officers en La Habana, Juan Evo Morales Ayma ha resultado ser un activo inconveniente.
Para sus case officers en La Habana, Juan Evo Morales Ayma ha resultado ser un activo inconveniente, en todo concepto. Los casi catorce años del personaje apostado en el Palacio Quemado remataron en un súbito y escandaloso epílogo, tras forzar el ex presidente la implementación de un desaprensivo servomecanismo de fraude electoral, en perjuicio de su otrora oponente, Carlos Mesa.
En los hechos, la fraudulenta invectiva de Morales terminó sumergiendo a Bolivia en una espiral de agitación y violencia, con los espectros de cocaleros e indigenistas fracturados en mitades nutridas por partidarios y opositores al ex mandatario. En función de la destacada participación que esos conglomerados observan en la economía y la sociedad bolivianas, la tragedia estaba llamada a desatarse: los polos más radicalizados arengaron y juguetearon con la alternativa de la guerra civil, opción luego bloqueada por el eficiente accionar elementos del Ejército y de la Policía Nacional, que ya respondían a la Administración de la flamante presidente Jeanine Añez.
A la sazón, no había senderos alternos para remover a Evo Morales de la ecuación gubernamental. En rigor, el patíbulo del ex presidente había comenzado a edificarse hacia diciembre de 2018, cuando el Tribunal Supremo Electoral del país (TSC) lo autorizó para presentarse como candidato -sin importar que Morales había perdido una consulta ciudadana a tal fin-, abriendo el juego para un horizonte de perpetuidad que emularía las metodologías y procedimientos de cualquier dictadura de corte clásico. Ya en aquella fecha, observadores políticos bolivianos y del concierto internacional pudieron certificar una hipótesis, a saber, que el ex líder cocalero había infiltrado al ecosistema político-judicial de Bolivia, poniéndolo enteramente a su servicio. No obstante, Evo incurrió en el error estratégico: no dedicó mayor ahínco para ganarse la cordialidad del aparato policial-militar; factor que sí ha sido respetado a pies juntillas por Nicolás Maduro Moros en Venezuela, por orientación de la nomenklatura cubana. A posteriori, fuerzas de policía capturaron a los ex miembros del TSE (Tribunal Supremo Electoral), los cuales supieron oficiar como garantes de la confabulación de Evo Morales con la meta de aniquilar los últimos resquicios de la democracia en la nación altiplánica. Como parte de ese singular entretelón, aún permanece prófuga Lidia Iriarte, ex vocal del subvertido órgano. Ciertas suspicacias sugieren que la ex funcionaria optó por el trópico de Cochabamba (Chapare) como santuario, provisto que se trata de una geografía de difícil acceso para los activos de Seguridad, y que hace las veces de refugio para operativos del crimen organizado transnacional a cargo de construir sinergia entre el cultivo de hoja de coca y la producción de clorhidrato de cocaína. Informes que datan de 2018 consignaban entonces un incremento exponencial en la producción del alcaloide en cuadrantes específicos de la región andina, centrándose el análisis en el denuedo que el depuesto Morales Ayma concentró en el desarrollo de esa industria -bajo la tenue excusa de que el cultivo es un instrumento exclusivo de supervivencia para los cultores del cocalerismo. Pero los hechos sentencian otra cosa: en más de diez años, Morales jamás buscó reconvertir la actividad de los cocaleros, para efectuar una transición hacia otros rubros.
Este delicado y complejo apartado del relato conduce a conclusiones de difícil soslayo, esto es, que la Variable Narco convierte a Juan Evo Morales Ayma, a sus lugartenientes y patrocinadores político-diplomáticos en meros peones, convidados de piedra en un tablero geoestratégico difícil de abarcar y digerir para cualquier planteo analítico.
Previo a desmenuzarse apropiadamente esos considerandos, convendría refrescar el breve listado de partenaires comerciales del Señor Morales Ayma. Allí destaca, en primer término, Juan Ramón Quintana, ex ministro de la Presidencia, Mayor (R) del ejército boliviano, y egresado de la Escuela de las Américas que tanta crítica ha recibido desde la izquierda latinoamericana, en función de su pretendido rol como centro de entrenamiento en training de tortura física y condicionamiento psicológico. También prófugo, la Fiscalía General del Estado ordenó su pedido de detención bajo cargos de terrorismo -mismos que, este pasado miércoles 18 de diciembre, fueran redactados en la orden de aprehensión contra el propio Morales. Entre 2017 y este año, supo desempeñarse como Embajador en Cuba, instancia en la que La Paz celebró convenios de cooperación 'social' y militar con el régimen castrista. En toda virtud, Quintana ha sido instrumental a la hora de reconvertir a Bolivia en un Estado clientelar de La Habana; a su vez, este país supo ejercer como multiplicador de fuerzas (force multiplier, si uno ha de remitirse a la jerga empleada por el Departamento de Defensa estadounidense) en el imperativo geopolítico de Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel, a efectos de consolidar un reducto sudamericano ideológicamente afín, llamado a complementar el esfuerzo desestabilizador activado en Ecuador y Chile. De pie frente al abismo en ciernes, este lugarteniente de Morales Ayma replicó a la purga desatada por Añez con una amenaza de magnitud: 'Bolivia se va a convertir en un gran campo de batalla; un Vietnam moderno porque, aquí, las organizaciones sociales han encontrado un horizonte para reafirmar su autonomía, soberanía, identidad', declamaría sin pudor el consigliere.
Otra prominente figura del intimismo moralista es Alvaro García Linera, ex vicepresidente del país, y quien hace pocos días logró huir hacia la República Argentina -a cuyo nuevo gobierno solicitó asilo. Ya en 2015, el Coronel del ejército boliviano Rómulo Germán Cardona brindó detalles a la revista brasileña Veja, en donde cifraba el alcance de las negociaciones entre Hugo Chávez Frías y el propio Evo Morales Ayma, con el fin de contrabandear cocaína por toneladas métricas al Reino de España en aeronaves militares, aprovechándose la imposibilidad de requisado de las mismas. Cardona involucró también en la maniobra a García Linera, apuntando el esquema procedimental, en Bolivia, de una franquicia o spin-off del Cártel de los Soles venezolano; su correlato boliviano, el Cártel de las Estrellas, ponía el foco en el protagonismo de oficiales militares y de la policía adictos al moralismo en ese pérfido trato.
En las postrimerías, la Fiscalía del Estado boliviano definió este miércoles los alcances del texto de la orden de aprehensión -ya comentada- contra el atribulado dictador, bajo cargos de sedición, terrorismo y 'financiamiento al terrorismo', con la firma de los Fiscales de Materia Jhimmy Almanza Pardo y Richard Villalba Torrico. En tanto observadores y entendidos en La Paz ya anticipan que el caso contabiliza sobrados argumentos técnicos y procesales -repaldándose en numerosos elementos y no exclusivamente en el comentado audio en el que el imputado llamaba a bloquear la circulación en todo el territorio. Al acumularse los delitos tipificados, la condena sería de cumplimiento efectivo y superior a veinte años.
En efecto -y como ya se apuntara-, los capitostes de la dictadura castrista cuentan hoy sobradas razones para exteriorizar su decepción con el ex líder cocalero, ahora asilado en la República Argentina. Cuba invirtió no pocos esfuerzos en subvertir al conglomerado político-judicial boliviano, recurriendo a su alter ego Morales Ayma. En la República Bolivariana de Venezuela, La Habana ingenió una medulosa estructura de infiltración, asignando a la élite gubernamental venezolana una guardia compuesta por guardaespaldas y médicos. A lo largo de años, ese empeño se aplicó también en las dependencias diplomáticas de ese país en el extranjero, rematando la faena con una extensiva absorción del andarivel militar/policial, y de inteligencia. En la caída del telón, la relación entre Caracas y La Habana volvióse del todo asimétrica. El craso error táctico de Evo Morales al alejarse del sistema de seguridad nacional boliviano selló su destino, y puso fin a la posibilidad certera de instrumentar en Bolivia el mismo programa que en Venezuela. Estas son las razones por las cuales la Administración de Jeanine Añez se ha movido con pasmosa velocidad: desensamblar el Programa Cubano vigente devino, de la noche a la mañana, en un imperativo categórico -aunque también moral. Así las cosas, el conjunto de la dirigencia política sudamericana que, al unísono, supo categorizar antojadizamente lo sucedido en Bolivia como un 'golpe de Estado' contra la figura de Evo, no opera bajo un principio de ingenuidad ni de sana ignorancia. Muy por el contrario; esas voces elogian las promocionadas bondades del socialismo latinoamericano, en tanto celebran su ya inocultable gerenciamiento de desestabilización en cuotas.
Finalmente, ¿es Juan Evo Morales Ayma un escudero de los débiles y desamparados, empujado hacia el precipicio por lóbregos perpetradores ocultos en las sombras de alguna nebulosa conspiración de la derecha latina? Habida cuenta del involucramiento del fulano con consorcios criminales de la América del Sur y con el gobierno cubano, todas las hipótesis apuntan hacia otra dirección. En el mejor de los casos, Morales Ayma se ha desempeñado como manager con múltiples responsabilidades en una plétora de actividades delictivas de proyección transnacional, en tanto que su permanencia en el poder sirvió al propósito de la manutención de esas operaciones. Lejos de proveer a mejoras verificables en el estándar de vida de la ciudadanía boliviana en su conjunto, perpetuó miseria, depositó a su país en una debacle de violencia y de caos social, desplazando a los desposeídos de su patria hacia la periferia -en general, hacia la vecina República Argentina, cuya Ruta 34 ha sido, desde siempre, estratégica en la logística del contrabando de drogas.
Acto seguido, la perturbadora arista del contrabando habrá de desembocar en el análisis de los motivos subterráneos que llevaron a Morales a culminar su accidentado periplo como refugiado en el lujoso barrio de Puerto Madero, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tras ser eyectado de México a raíz de las presiones interpuestas por el presidente estadounidense Donald Trump contra su par azteca López Obrador. Toda exploración ejercitada en torno de los prolegómenos de la recepción del peculiar invitado de la Argentina invitan a considerar la autoría intelectual y material de quienes oficiaron de arietes con miras a radicarlo en territorio nacional. Entre ellos, revistan la ex presidente y actual Vicepresidente Cristina Kirchner Wilhelm, su hijo Máximo, el propio jefe de Estado argentino, Alberto Angel Fernández, Felipe Solá -a la sazón, Canciller-, y el jefe de Gabinete Santiago Cafiero (y la inevitable solidaridad operativa demostrada por bien identificados operadores en el Palacio San Martín). Adicionalmente, comentaristas desaprensivos han tomado debida nota sobre el cónclave en apariencia secreto entre Solá y Aníbal Fernández -acaso para interceder en el particular-, y que se desarrollara en una oficina anónima del Microcentro.
Con algún índice de probabilidad, el pedido de captura ya dado a conocer por la Fiscalía boliviana contra el ex dictador generará interdictos entre La Paz y Buenos Aires, mediando INTERPOL. Sin embargo, este detalle podría fenecer en lo anecdótico, por cuanto remite a fastidiosos e inapetentes protocolos.
A lo que verdaderamente habrá que atender es a los individuos oportunamente desplegados para custodiar a Evo Morales en el edificio del ya citado barrio porteño donde se ha radicado, y a la agenda que a aquéllos les es propia. Pudiera ser que el sucedáneo que hace de lubricante en esa relación poco tenga que ver con el resguardo de los derechos humanos de un victimizado perseguido político. En más de un sentido, el eje de todas las razones bien pudiera abrir las puertas hacia una productiva relación comercial futura.
En tal virtud -y jamás por obra y gracia de la casualidad-, el presente análisis habla de la 'pelea' o puja por Morales. El ex dictador del Estado Pluricultural de Bolivia es el asset o activo codiciado, por Unos y por Otros. Aunque haya visto rápidamente diluírse su figura (de presidente a fugitivo), y aunque su valor inherente como gerenciador de nuevas unidades de negocios esté llamado a no perdurar en el tiempo. La intrincada naturaleza que versa sobre estas diligencias explicita, sin vueltas, que nadie es del todo irremplazable en ese concierto. Especialmente cuando la confluencia de circunstancias que hacen al nuevo gobierno argentino venga acompañada de una colección de soterrados diálogos, entre los que destacan el reciente homicidio de un turista británico en el barrio 'más seguro del país', una Agencia Federal de Inteligencia (AFI) paralizada, y un flamante Ministerio de Seguridad a cuya titular (Sabina Frederic) nadie le atiende el teléfono.
En ocasiones, la Historia suele pecar de una elocuente falta de originalidad. En lo que pareciera remitir a una extraña vuelta de tuerca, el Affaire Morales Ayma se ve coloreado con sinuosos paralelos que en mucho recuerdan al Golpe de la Cocaína de finales de los años setenta, proceso que depositara al General Luis García Meza Tejada a las puertas de la presidencia. Evo se le parece bastante: como Meza, se había involucrado en el prolífico comercio de lo prohibido. Al igual que el uniformado de vieja guardia, Morales Ayma también contaba con los buenos oficios de un hombre fuerte o mano derecha. En el caso del general, esa responsabilidad fue tomada por el Mayor Luis 'Lucho' Arce Gómez, a quien la agencia antinarcóticos estadounidense (DEA) supo rebautizar con el tristemente célebre mote de 'Ministro de la Cocaína'. Para Evo, quien cumplía funciones en todo comparables a Arce, era el ya mencionado Juan Ramón Quintana.
Pero también la ironía suele hacer su ingreso triunfal en los quebrantos históricos. En ese tren de pensamiento, la República Argentina lejos está de consignar una excepción: como antes lo hicieran los militares argentinos que respaldaron a García Meza Tejada, hoy, la Administración del Presidente Alberto Angel Fernández ha tomado partido por otro narcodictador, garantizándole el status de refugiado. Lo grave es que esa conducta se ha visto replicada en el grueso del concierto político doméstico, con la Unión Cívica Radical (UCR; otrora afiliada a la alianza 'Cambiemos') pronunciándose orgánicamente en favor de la postura de Evo Morales, y calificando a los eventos de Bolivia como 'golpe de Estado'.
Dígase, fuerte y claro: si la República Argentina ha decidido reconvertir su ADN al de un Estado paria internacional, el mérito es colectivo. Y la responsabilidad primigenia en esta cuestionable consecución le cabe a todo el compacto de la clase dirigente nacional. Misma casta privilegiada que, en horas de la madrugada de este viernes 20 de diciembre, escribía otra inapelablemente triste página en su foja de servicios desde el Congreso de la Nación.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.