INTERNACIONALES: JUAN G. CARO RIVERA

Colombia: tras la bancarrota de la democracia liberal, propuestas para rescatar al país

El sistema liberal ha entrado en una crisis terminal. El capitalismo y el sistema económico...

07 de Diciembre de 2019

 

El sistema liberal ha entrado en una crisis terminal. El capitalismo y el sistema económico defendido por el liberalismo son incapaces de vestir, alimentar, sustentar y dar empleo a los trabajadores colombianos, que hoy se encuentran sumergidos en la miseria. El campo colombiano se encuentra abandonado, y sometido a la peor rapiña posible, mientras los tratados de libre comercio destruyen la productividad local, entregan nuestras tierras a la agroindustria extranjera y destruyen nuestra capacidad de auto-sustento. El desempleo, las masacres laborales y la destrucción del campesinado son los resultados de una política aplicada por un gobierno que sigue el dictado impuesto por organismos extranjeros.

Colombia, Casa de NariñoEl orden social y político liberal, sustentado sobre el Estado burgués y la democracia parlamentaria, han alcanzado un estado de bancarrota como nunca antes habíamos visto en la historia. La Independencia colombiana, como origen político de este orden social, ha naufragado pues, hoy, ninguna de las promesas de los libertadores – y sus herederos posteriores – se ha cumplido. La comunidad, la base histórica y social de nuestro pueblo, adolece por culpa de múltiples males: ha sido privada de los medios más elementales para su subsistencia, arrojándola de este modo en toda clase de incertidumbres y avatares.

Mientras tanto, las ideas racionalistas y la concepción materialista del mundo, que tiene su origen en las ideas ilustradas del siglo XVIII, han desorganizado las pasiones humanas y han provocado la caída de las masas en el hedonismo, el utilitarismo y la anarquía. El nihilismo se ha convertido en la condición predominante de la sociedad, de esa 'civilización mecánica' occidental que ha sido trasplantada en nuestro suelo y que es el sustento de las élites burguesas y cosmopolitas que nos dominan. En cambio, amplias capas de la población son sometidas al desarraigo, privándolas de Dios, de cualquier sentido de justicia, y arrebatándoles la posibilidad de sustentarse por medio del trabajo.

La alternativa a este sistema es el comunismo, hoy abanderado por las guerrillas que practican el terrorismo y los políticos oportunistas que, tanto desde Venezuela como desde el interior de Colombia, nos proponen un sistema político fracasado, que ha caído en la bancarrota espiritual y material. El Frente Rojo es la falsa salida, la antítesis de nuestro sistema, donde el materialismo se confunde con el liberalismo con el racionalismo más burdo.

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El pueblo colombiano se encuentra en estos momentos dominado por el sistema económico capitalista, el cual ha sumergido en las heladas aguas del cálculo todas las relaciones humanas y los valores sociales, convirtiéndolos en simples mercancías donde lo sagrado es profanado y los sentimientos son reducidos a simples transacciones económicas. Bajo el estandarte de la santificación de la propiedad privada, el capitalismo busca simplemente integrar nuestra economía nacional en la economía mundial, coronando su dominio con el brillo dorado del oro y el crecimiento ficticio de la especulación financiera virtual. Deslumbrados por las fatuas promesas de la globalización, la totalidad de los consorcios económicos y las élites nacionales se han plegado al despampanante destello de la sociedad globalizada, por medio de las vías comerciales, de los sistemas automáticos de cambio y de la abolición de las fronteras.

En cuanto a nuestro sistema político, su base se encuentra en la reducción de la personalidad humana al anonimato, la masificación del pueblo y los derechos de ciudadanía convertidos en una recurrente votación por candidatos portadores de un discurso político homogéneo, y sustentado sobre un pensamiento único. Tal sistema político se ha convertido en una dictadura, la cual ha instaurado el dominio de minorías culturales, sociales y económicas que hoy dictan las políticas de toda la sociedad, excluyendo cualquier intrusión de la democracia directa y la participación de la comunidad en el todo del Estado.

La práctica de la democracia representativa, es decir, de la elección de candidatos que ya no tienen una conexión orgánica con el pueblo que representan, ha degenerado en una corrupción generalizada, un clientelismo sin sustento y una destrucción total de la participación de la población en la vida cívica y publica en todos los niveles: municipal, regional y nacional. La democracia se ha convertido en una cárcel en la que el pueblo ya es incapaz de elegir algo y en la que solo los medios de comunicación ejercen su opinión.

A todo esto, debemos sumar la prevalencia del materialismo filosófico y el creciente nihilismo provocado por el auge de inventos tecnológicos sin control, que desconectan nuestra vida social y cultural de la verdadera esencia del ser – la naturaleza, el destino, la historia, Dios – y provocan en el pueblo la indiferencia, el desarraigo, la falta de sentido. La disolución de los vínculos religiosos y sociales provoca la anomia en todos los niveles del espíritu humano, causando que se pierdan las virtudes más básicas y reduciendo al individuo al estado de un animal sin ninguna trascendencia posible. Todo lo cual conduce a la clausura total de la interioridad y a la imposibilidad de la búsqueda de la Verdad.

Reconociendo todos estos hechos, sus causas y sus consecuencias, el Frente Negro opone la radicalidad absoluta, la cual se expresa en la destrucción del actual sistema económico, político y cultural, y la fundación de un nuevo orden sustentado en la comunidad nacional, un orden jerárquico, antiliberal y sacral que se exprese en otras formas económicas, políticas y culturales.

Este radicalismo absoluto será autárquico, restablecerá la justicia y el trabajo. Recuperará los bienes nacionales, detendrá la globalización y sustentará la autarquía. Su principal tarea será desarticular las ciudades, redistribuir la industria, restaurar las comunidades campesinas autónomas, repoblar el campo y consagrar los derechos nacionales y colectivos de los recursos hídricos, minerales y forestales. Nuestro radicalismo nos impulsa también a despreciar la monetarización y en su lugar volver a los viejos sistemas de intercambio, organizando a los productores en gremios de artesanos. La nueva unidad industrial y de producción dejará de ser la fábrica dominada por un patrón o un capitalista y será más bien la familia. Se buscará que la familia sea autónoma y se recupere el espíritu autonomía propio de la comunidad, con ello se restaurará la economía orgánica. En resumen: el sistema económico colombiano se basará en la agrarización, el corporativismo gremial y la autarquía nacional.

Este radicalismo absoluto será nacionalista, luchará por el establecimiento de un gobierno orgánico, sustentado no sobre el Estado liberal, sino sobre la comunidad. La nueva unidad de gobierno no serán los políticos profesionales, sino las corporaciones libres basadas sobre un autogobierno municipal y regional que estarán enmarcados en la nación. Lucharemos por todos los medios contra la plutocracia internacional y contra la globalización, esta última está sustentada en la creciente influencia de las instituciones internacionales que hoy por hoy esclavizan a nuestro pueblo por medio de la deuda. Declararemos la guerra contra todo el globalismo: desde los lobbies económicos y políticos que imponen políticas públicas y reforman los sistemas de pensiones, hasta las grandes instituciones internacionales sobre las que se sustenta la gobernancia mundial como OEA (Organización de Estados Americanos), OMC (Organización Mundial de Comercio), OCDE, Naciones Unidas, etcétera.

La libertad nacional solo será conseguida por la lucha contra todas las potencias atlantistas y sus diversas planchas. Esta lucha de liberación deberá estar basada en el reconocimiento de los derechos del pueblo colombiano y la expulsión de todo poder extranjero en la región, ya se trate de los Estados Unidos de América, la Unión Europea o la República Popular China. Será la lucha del pueblo, tanto contra el capitalismo de libre mercado occidental, como contra el capitalismo estatal oriental.

Este radicalismo absoluto será sacral, es decir que buscará reconectar al pueblo y la cultura con sus orígenes religiosos y trascendentes. Afirmará nuestra religión, nuestra vida, nuestra libertad para seguir la 'voluntad divina' y cumplir de este modo la misión que Dios destino a nuestro pueblo. Este revivir de la religión será el principio real de nuestra lucha y nuestro escudo contra la depravación de la sociedad cosmopolita contemporánea. Defenderemos por tanto nuestras virtudes en contra de la 'civilización mecánica' postmoderna que amenaza con destruir nuestra alma y disolver a Colombia en un mundo único: compuesto de una raza gris, sin cultura, sin religión y sin Dios.

El Frente Negro busca ser la encarnación de una nueva Colombia. Económicamente autárquico, políticamente nacionalista, espiritualmente sacral, y su lucha será dirigida contra todos los frentes que componen el sistema, sin importar que estos se sustenten en la bandera amarilla, azul y roja del liberalismo colombiano o en la bandera roja de la revolución comunista y bolivariana. Nuestra bandera, por el contrario, será la bandera negra con la cruz roja de borgoña. El Frente Negro sabe que en esta lucha deberá buscar aliados en aquellos que compartan sus principios y junto con ellos intentará instaurar todos sus objetivos, esta confrontación determinará el destino de Colombia y del continente: será una verdadera lucha por la liberación continental y espiritual de nuestro pueblo.

Profundamente imbuidos por nuestra creencia en Dios; galvanizados por los sacrificios de las generaciones pasadas, con todos sus muertos clamando por justicia, en el turbulento y tormentoso periodo de nuestra existencia nacional e independiente; el Frente Negro jura liderar el combate y alzarse victorioso. Entonces, Colombia por fin será. El pueblo colombiano triunfará.