Los ecoburócratas y el empeño por convertir al mundo en vegetariano
La novedosa ocurrencia intervencionista y de ingeniería social de los ecologistas...
14 de Agosto de 2019
La novedosa ocurrencia intervencionista y de ingeniería social de los ecologistas consiste en instar a los gobiernos de todo el mundo a imponer medidas que desestimulen el consumo de productos cárnicos, con el pretexto de que la ganadería intensiva es responsable del 20% de las emisiones de CO2.
Esta semana, el Pánel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en Inglés), adscrito a la Organización de las Naciones Unidas, ha publicado un apocalíptico informe, según el cual deviene en urgente la liberación de varios millones de kilómetros cuadrados de la tierra destinada a la ganadería y la agricultura, debido al alarmante calentamiento global y la sobrepoblación. Esto implica que se tomen decisiones orientadas a modificar violentamente los hábitos alimenticios de la gente, empezando por la carne y yendo incluso hasta la disminución, y casi total supresión, de huevos y lácteos en la dieta diaria.
Es decir, los ecologistas creen saber mejor que el resto de la humanidad lo que es bueno y conveniente para su salud, apoyados en una pretendida superioridad moral. En años recientes, la publicidad invasiva sobre la 'alimentación consciente', que juzga la afición a las parrilladas y las hamburguesas como propia de individuos inferiores o incapaces de avanzar al siguiente nivel, ha estado acompañada de toda clase de nuevas regulaciones que apuntan a crear el hombre nuevo: comer únicamente vegetales y frutas, hasta llegar al crudiveganismo; cambiar los zapatos de cuero y goma por zapatillas de hoja de plátano; dejar el automóvil (aún siendo eléctrico o impulsado por energía solar) para desplazarse caminando a todas partes, sin importar las larguísimas distancias de las grandes áreas urbanas; reciclar una y otra vez nuestra ropa, evitando comprar prendas nuevas; y prescindir de todo dispositivo que facilite la comunicación interpersonal, tal vez, con el objetivo de alcanzar la comunicación telepática.
¿Quiénes son estos destacados genios naturalistas, que nos dictan los nuevos comportamientos que nos salvarán de la perdición carnívora y del consumismo irresponsable? Son burócratas internacionales de corte neomalthusiano, con sueldos altísimos, acostumbrados a vivir en un avión, de cumbre en cumbre, denunciando los excesos de la economía de mercado. Casi todos fueron formados en los decenios de 1960 y 1970, tiempo de hegemonía ideológica del marxismo, y hoy, su obsesión consiste en el cambio de los modos de producción, justo en el momento de mayor avance económico y tecnológico de toda la historia humana. En plena Cuarta Revolución Industrial, pretenden hacer regresar a la humanidad al trueque, sembrando el pánico con la idea de que el fin de los tiempos se acerca.
Las soluciones e indicaciones del IPCC, usualmente sustentadas en las fallidas tesis de Thomas Malthus, quien en el siglo XIX predijo la extinción de la población humana hacia el siglo XX, así como el agotamiento de cada recurso indispensable para la subsistencia, han sido replicadas con torpeza por gobiernos y empresas de todas partes. En California, la prohibición del pitillo plástico fue seguida por la implementación obligatoria del pitillo de papel (envuelto en empaque plástico). Y recientemente, en Reino Unido, la cadena de comidas rápidas Mc Donald’s decidió imitar esta decisión, para luego darse cuenta de que sus pitillos de cartón no eran reciclables, mientras que los de plástico sí. Ante este panorama, si seguimos a ciegas a los ecoburócratas y sus replicadores millenials, lo único que efectivamente conseguiremos es el fin de la vida en la Tierra.
Esta semana, el Pánel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en Inglés), adscrito a la Organización de las Naciones Unidas, ha publicado un apocalíptico informe, según el cual deviene en urgente la liberación de varios millones de kilómetros cuadrados de la tierra destinada a la ganadería y la agricultura, debido al alarmante calentamiento global y la sobrepoblación. Esto implica que se tomen decisiones orientadas a modificar violentamente los hábitos alimenticios de la gente, empezando por la carne y yendo incluso hasta la disminución, y casi total supresión, de huevos y lácteos en la dieta diaria.
Es decir, los ecologistas creen saber mejor que el resto de la humanidad lo que es bueno y conveniente para su salud, apoyados en una pretendida superioridad moral. En años recientes, la publicidad invasiva sobre la 'alimentación consciente', que juzga la afición a las parrilladas y las hamburguesas como propia de individuos inferiores o incapaces de avanzar al siguiente nivel, ha estado acompañada de toda clase de nuevas regulaciones que apuntan a crear el hombre nuevo: comer únicamente vegetales y frutas, hasta llegar al crudiveganismo; cambiar los zapatos de cuero y goma por zapatillas de hoja de plátano; dejar el automóvil (aún siendo eléctrico o impulsado por energía solar) para desplazarse caminando a todas partes, sin importar las larguísimas distancias de las grandes áreas urbanas; reciclar una y otra vez nuestra ropa, evitando comprar prendas nuevas; y prescindir de todo dispositivo que facilite la comunicación interpersonal, tal vez, con el objetivo de alcanzar la comunicación telepática.
¿Quiénes son estos destacados genios naturalistas, que nos dictan los nuevos comportamientos que nos salvarán de la perdición carnívora y del consumismo irresponsable? Son burócratas internacionales de corte neomalthusiano, con sueldos altísimos, acostumbrados a vivir en un avión, de cumbre en cumbre, denunciando los excesos de la economía de mercado. Casi todos fueron formados en los decenios de 1960 y 1970, tiempo de hegemonía ideológica del marxismo, y hoy, su obsesión consiste en el cambio de los modos de producción, justo en el momento de mayor avance económico y tecnológico de toda la historia humana. En plena Cuarta Revolución Industrial, pretenden hacer regresar a la humanidad al trueque, sembrando el pánico con la idea de que el fin de los tiempos se acerca.
Las soluciones e indicaciones del IPCC, usualmente sustentadas en las fallidas tesis de Thomas Malthus, quien en el siglo XIX predijo la extinción de la población humana hacia el siglo XX, así como el agotamiento de cada recurso indispensable para la subsistencia, han sido replicadas con torpeza por gobiernos y empresas de todas partes. En California, la prohibición del pitillo plástico fue seguida por la implementación obligatoria del pitillo de papel (envuelto en empaque plástico). Y recientemente, en Reino Unido, la cadena de comidas rápidas Mc Donald’s decidió imitar esta decisión, para luego darse cuenta de que sus pitillos de cartón no eran reciclables, mientras que los de plástico sí. Ante este panorama, si seguimos a ciegas a los ecoburócratas y sus replicadores millenials, lo único que efectivamente conseguiremos es el fin de la vida en la Tierra.
Seguir en
@JuanDavidGR82
Sobre Juan David García Ramírez
Columnista regular en el periódico El Colombiano (Medellín) y en El Quindiano (Armenia, Colombia). También se desempeña como analista político para diversos programas radiales y televisivos en América Latina, compartiendo apuntes y notas sobre temas políticos vinculados a Colombia, y asuntos internacionales.