Gran Bretaña: la realidad del Brexit se impone al globalismo
La ligereza a la hora de transmitir mensajes sobre la coyuntura política global...
31 de May de 2019
La ligereza a la hora de transmitir mensajes sobre la coyuntura política global es hoy la característica predominante en los grandes medios de comunicación. Esa liviandad termina sustituyendo al análisis, a la observación racional y cuidadosa, al siempre necesario cálculo político, y a cualquier perspectiva realista frente a los hechos. Así como la propaganda política y la publicidad en el Internet, en televisión o en la radio buscan conquistar y cautivar las emociones del individuo, pareciera ser que ese también fuera el propósito de noticieros y prensa en general. Infortunadamente, ese tratamiento light o subjetivo de los hechos terminan oficiando de atajo para evitar pensar, en tiempos en los que la reflexión no está de moda. Esta responsabilidad comunicacional se abandona al sesgo de analistas, estrategas, académicos y filósofos -y no al ciudadano de a pie, que ya bastante tiempo debe dedicarle a ocuparse de sus propios asuntos.
Disciplinas como Historia, Geografía, Geopolítica y Economía quedan desechadas de cualquier discusión sobre las transformaciones políticas actuales, pues éstas contradicen los deseos superiores, pero también tiránicos y totalitarios, de unión de toda la humanidad. El idealismo como paradigma para entender las relaciones internacionales se convierte en un utopismo absurdo, que muta en francamente pernicioso cuando opinadores, líderes políticos o profesores universitarios lo abrazan como una nueva religión.
Así, por ejemplo, mientras el psicólogo Jordan Peterson se refiere al fenómeno como posesión ideológica, Robert Kaplan, en La Venganza de la Geografía, lo resume en torno a la negación de la realidad, afirmando claramente que la realidad es lo que está en el mapa. Con las elecciones para el Parlamento Europeo del pasado 26 de mayo, la superficialidad volvió a tomarse los programas de debate; en referencia a ciclos televisivos que, a la postre, simulan una conversación de cafetería entre un grupo de diez personas, pero con cámaras, show y mucho ruido.
El Brexit, cuestión de importancia crucial para la posición del Reino Unido como gran potencia en el continente europeo, fue decisivo en el resultado de las europarlamentarias, y reflejó las tensiones internas en el escenario político británico. El Partido del Brexit, liderado por Nigel Farage, fue el más votado, cosechando un 30.8% de las preferencias electorales, seguido del Liberal Demócrata, el Laborista, el Verde y, quedando en un pálido quinto lugar, el Conservador, de la ya casi saliente primera ministra, Theresa May. Es decir que el partido de gobierno, con solo 8.9% de los votos, hace frente hoy a una crisis que probablemente le sacará muy pronto del poder.
¿Cómo han interpretado los deformadores de la opinión pública ese resultado? Como el fin de la civilización occidental, el colapso de la democracia, el auge del populismo eurofóbico, el triunfo de los ignorantes, del racismo y de los enemigos del feliz sueño de una Europa unida. La ridiculización del ciudadano común se ha vuelto una costumbre pandémica. Si ese 30.8% de los británicos respaldó al Partido del Brexit para que les represente en el Parlamento Europeo, es porque existen razones y argumentos de peso, reflejados en las preocupaciones de trabajadores, agricultores, pequeños empresarios, que a lo mejor ven a su país desdibujado ante el aplastante poder de la burocracia de la Unión Europea.
Todo mundo vocifera hoy sobre diversidad racial, religiosa, sexual, étnica y demás, pero se desconoce la variable más relevante de todas: el pensamiento. Las ideas que contradicen el discurso dominante y políticamente correcto del globalismo están casi ausentes en los muchos, aunque casi idénticos, programas radiales y televisivos alrededor del mundo. Pero, en esta ocasión al menos, las urnas han sido contundentes: la realidad ha dado la razón al individuo sencillo del interior, frente al sofisticado y elegante ciudadano global de Londres.
Así, por ejemplo, mientras el psicólogo Jordan Peterson se refiere al fenómeno como posesión ideológica, Robert Kaplan, en La Venganza de la Geografía, lo resume en torno a la negación de la realidad, afirmando claramente que la realidad es lo que está en el mapa. Con las elecciones para el Parlamento Europeo del pasado 26 de mayo, la superficialidad volvió a tomarse los programas de debate; en referencia a ciclos televisivos que, a la postre, simulan una conversación de cafetería entre un grupo de diez personas, pero con cámaras, show y mucho ruido.
El Brexit, cuestión de importancia crucial para la posición del Reino Unido como gran potencia en el continente europeo, fue decisivo en el resultado de las europarlamentarias, y reflejó las tensiones internas en el escenario político británico. El Partido del Brexit, liderado por Nigel Farage, fue el más votado, cosechando un 30.8% de las preferencias electorales, seguido del Liberal Demócrata, el Laborista, el Verde y, quedando en un pálido quinto lugar, el Conservador, de la ya casi saliente primera ministra, Theresa May. Es decir que el partido de gobierno, con solo 8.9% de los votos, hace frente hoy a una crisis que probablemente le sacará muy pronto del poder.
¿Cómo han interpretado los deformadores de la opinión pública ese resultado? Como el fin de la civilización occidental, el colapso de la democracia, el auge del populismo eurofóbico, el triunfo de los ignorantes, del racismo y de los enemigos del feliz sueño de una Europa unida. La ridiculización del ciudadano común se ha vuelto una costumbre pandémica. Si ese 30.8% de los británicos respaldó al Partido del Brexit para que les represente en el Parlamento Europeo, es porque existen razones y argumentos de peso, reflejados en las preocupaciones de trabajadores, agricultores, pequeños empresarios, que a lo mejor ven a su país desdibujado ante el aplastante poder de la burocracia de la Unión Europea.
Todo mundo vocifera hoy sobre diversidad racial, religiosa, sexual, étnica y demás, pero se desconoce la variable más relevante de todas: el pensamiento. Las ideas que contradicen el discurso dominante y políticamente correcto del globalismo están casi ausentes en los muchos, aunque casi idénticos, programas radiales y televisivos alrededor del mundo. Pero, en esta ocasión al menos, las urnas han sido contundentes: la realidad ha dado la razón al individuo sencillo del interior, frente al sofisticado y elegante ciudadano global de Londres.
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@JuanDavidGR82
Sobre Juan David García Ramírez
Columnista regular en el periódico El Colombiano (Medellín) y en El Quindiano (Armenia, Colombia). También se desempeña como analista político para diversos programas radiales y televisivos en América Latina, compartiendo apuntes y notas sobre temas políticos vinculados a Colombia, y asuntos internacionales.