El duelo entre Estados Unidos e Irán no es motivo de alarma
Irán afirma no estar interesado en una guerra con los Estados Unidos de América...
Irán afirma no estar interesado en una guerra con los Estados Unidos de América. Estados Unidos asegura no estar interesado en una guerra con Irán. Los únicos interesados en promocionar una retórica bélica son los medios de comunicación y los opinadores que no hacen otra cosa que emprenderla permanentemente contra Trump.
Sin embargo, hay muchos temas por tratar al respecto, y también para aprender, en torno de las últimas poco confortables noticias que provienen de Oriente Medio.
Una razón para la retórica belicista es que Irán amenaza con renunciar a todo cumplimiento del convenio nuclear negociado por la Administración Obama en 2015, que tenía por objeto interrumpir el programa nuclear de Teherán.
Los críticos de la actual Administraición americana se mostraron eufóricos cuando el presidente estadounidense Donald Trump se retiró del citado acuerdo. El anuncio iraní de la pasada semana, volvió a entonar a los críticos; estos se convencieron a sí mismos de que las alternativas eran: acuerdo nuclear o guerra. Por lo tanto, hoy asumen que habrá guerra.
Pero, en su rapto de furia, esos mismos críticos olvidaron que el formato por ellos elegido para respaldar el convenio nuclear con Irán se basó, fundamentalmente, en mitos. Irán jamás puso fin a su actividad desestabilizadora en la región, tras haber firmado el convenio. En la práctica, ese acuerdo jamás mejoró los prospectos de una mejora en las relaciones diplomáticas entre Washington y Teherán.
Con todo, algunos expresaron sus preocupaciones en torno de los nuevos desarrollos, que versaban sobre la exhibición de músculo militar estadounidense en la región, decisión que se tomó sobre la base de información de inteligencia que alertaba sobre acciones clandestinas de parte de Irán. Aquéllas preocupaciones iniciales no tenían sentido. La maniobra americana tuvo por objeto el impedir una escalada, y no potenciarla.
Finalmente, esta semana hemos visto informes relativos a ataques y maniobras de sabotaje contra buques petroleros e instalaciones de crudo sauditas en el Golfo Pérsico. Los hechos sobre esta serie de provocaciones aún han retornado escasa información. Algunos afirman que los rebeldes hutíes (respaldados por Irán y que operan en Yemén) pudieron estar detrás de tales actos maliciosos.
Luego, se han vertido opiniones al respecto de la escalada, en relación a los pasos que van desde los últimos eventos, hasta la guerra en sí -y no se verifican señales frente a que alguna de las partes esté verdaderamente interesada en hacer peligrar el escenario aún más. Desde la perspectiva estadounidense, la campaña para aislar y presionar a Irán parece funcionar, en lo instantáneo y a largo plazo. Cada vez con mayor frecuencia, Teherán debe lidiar con un importante déficit de fondos, debe enfrentar un conato de disenso ciudadano cada vez más importante, y cuenta con muy poco respaldo internacional.
Desde la perspectiva iraní, el presente es un momento por demás inoportuno para involucrarse en un conflicto con Washington. Antes, Teherán preferiría esperar a que Donald Trump abandonase la Casa Blanca para, de esta manera, poder tratar con un presidente estadounidense con menos fortaleza de carácter.
No obstante, a Irán todavía le resulta buen negocio el agitar los problemas, esperando que Trump cometa un error que pudiera removerlo de la Oficina Oval. Pero, al mismo tiempo, Irán no puede ejercer demasiada presión. La estratagema de perturbar a la presidencia de Trump no amerita provocar un conflicto bélico con los Estados Unidos.
Lo que Teherán no comprende es que, por sobre todo, a la ciudadanía estadounidense le gustaría ver a un Donald Trump más duro contra Irán. El público de los EE.UU. entiende que no fue Trump quien comenzó con estos problemas, sino que el responsable es Teherán.
En 1978, el ayatolá Ruhollah Khomeini hizo de los Estados Unidos su enemigo. En ese mismo año, Trump era un desarrollador inmobiliario de 32 años de edad en la ciudad de Nueva York. El Secretario de Estado Mike Pompeo se hallaba cursando la escuela secundaria. No fueron ellos quienes iniciaron los problemas.
Antes que Donald Trump, siete presidentes de los Estados Unidos de América debieron lidiar con la maliciosa interferencia iraní en Oriente Medio. Trump heredó esta problemática -lejos estuvo de crearla.
Lo que prueba este último incidente es que Trump quizás sea el primer presidente que se ha comprometido a lidiar con el régimen iraní, de una manera políticamente sustentable y creíble. Su Administración está ejercitando presión contra Teherán, hasta que esa nación deje de involucrarse con intereses vitales de los EE.UU. El actual gobierno americano está mostrando la predisposición para resolver el tema contemplando el largo plazo; si eso es, acaso, lo que haya que hacer.
Artículo original, en inglés, aquí
Poseedor de master y doctorado en la Universidad de Georgetown, Carafano es un reconocido experto en temáticas de seguridad nacional y desafíos en política exterior. Es vicepresidente de Estudios en Políticas de Defensa y de Política Exterior en la Fundación Heritage, y Director del Instituto Kathryn y Shelby Cullom Davis de Estudios Internacionales. Es también historiador e investigador; su publicación más reciente es "Wiki at War: Conflict in a Socially Networked World" ('Wiki en Guerra: el Conflicto en un Mundo Socialmente Interconectado', 2012), obra que examina el impacto revolucionario del Internet en la seguridad nacional. Es Teniente Coronel del Ejército de los Estados Unidos. Recientemente, se ha desempeñado -asesorando en temas sobre los cuales es experto- en el equipo de transición del presidente estadounidense Donald Trump.