INTERNACIONALES: JHON MARULANDA

Colombia: ¿militares enredados en fábulas?

Mientras circula un tedioso video que exhibe a un mozalbete que, portando un bien precario conocimiento teórico...

03 de May de 2019

Mientras circula un tedioso video que exhibe a un mozalbete que, portando un bien precario conocimiento teórico de la institución que es el Ejército de Colombia, repliba sandeces sobre las fuerzas militares, dos hechos urgen a una reflexión sobre nuestra Arma.
 
ELN, Atentado en Aravena, Colombia, Ejército Nacional de ColombiaEn Saravena, Arauca, el ELN (Ejército de Liberación Nacional) bombardeó y destruyó numerosas residencias familiares pertenecientes al Grupo de Caballería Rebeiz, el cual honrosamente comandé durante el bienio 1997-98. Naturalmente, deviene en inexcusable que se reiteren, una y otra vez, la misma historia y los mismos atentados, en los mismos sitios, y que aquéllos sean perpetrados por el mismo núcleo terrorista. Hace apenas un par de semanas, un carro-bomba estalló en la periferia de la ya citada instalación militar y, sin embargo, nadie tomó medidas de orden preventivo. Se verificó una infortunadamente escasa alerta táctica, a consecuencia de la inmersión de los Cuadros, durante ocho años, en una artificiosa, millonaria e internacional terapia, que persiguió el fin de imbuírlos de la ficción del posconflicto.

En la actualidad -duele decirlo-, unidades armadas se dedican a cultivar frailejones, mientras que una abultada burocracia campea en los cuarteles, erosionando de plano la función constitucional, generando desgano y provocando descuido. A esto, se agrega el temor operacional ante la evidente ausencia de un marco legal protectivo.
 
En Convención, Catatumbo, un suboficial asesinó -de acuerdo a la Fiscalía interviniente- a un ex terrorista fariano. Amén de las investigaciones penales necesarias, mandos de las Unidades Táctica y Operativa deberían proceder a dar muestra cabal de su dignidad militar, rescatando el honor y el heroísmo que, hoy en día, se exhiben como monedas manoseadas y carentes de valor real. El referido acto criminal comportará perniciosos efectos: revitalizará la propaganda izquierdista, para insistir en el desmonte de doscientos años de historia, tradiciones y heroicidad de la institución que mayores índices de confiabilidad inspira en la ciudadanía colombiana.
 
Los hechos mencionados no son otra cosa que consecuencia de un rumbo equivocado, el cual forzó a nuestros militares a posar su mirada en Europa, en OTAN, o el Congo, y a diseñar una Doctrina congraciada con el negociado de La Habana, mientras se menospreciaba la realidad operacional de nuestra propia Patria. Si estos son los soldados que garantizan nuestra soberanía territorial y los que, por estas horas, portan la responsabilidad de hacer frente a los núcleos narcoterroristas del crimen organizado transnacional, pues entonces habremos de subrayar, sin pudor, que el panorama no pinta tan bien como quisiéramos.
 
Ahora más que nunca, es necesario contar con una dirección política que carezca de titubeos, y con un Comando profesional, sobre el cual quien esto escribe no tiene dudas de que bien reposa en el liderazgo de los Generales Navarro y Martínez. Es de desear que no se produzca otra tragedia como la ya vista en la Escuela General Santander, que se recurra a la tecnología a efectos de impedir la ocurrencia de nuevos atentados y que, mediando sanciones ejemplares, se restablezcan las normas de la guerra en nuestras unidades. Unidades que a diario son acosadas por francotiradores, el surgimiento de nuevos campos minados, y que se ubican en el centro de mira de pseudoacadémicos rentados por los más obscuros e inconfesables intereses.
 

 
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