INTERNACIONALES: MANUEL HINDS

Venezuela: fin del reino de la mentira

El régimen del Socialismo del Siglo XXI transita un proceso de descomposición en Venezuela.

29 de Enero de 2019
El régimen del Socialismo del Siglo XXI transita un proceso de descomposición en Venezuela.

Su fracaso no es ideológico, en el sentido de una izquierda derrotada por una derecha. Conforme he insistido varias veces en este espacio, es un error al llamar 'izquierda extrema' al comunismo o a los regímenes tiránicos que se llaman socialistas como el de Venezuela, Nicaragua o Cuba, como si estos países fueran similares a Suecia, Islandia, Dinamarca y similares, solo que llevados al extremo. Ciertamente, los países nórdicos tienden a ser de izquierda, pero su característica principal, definitoria, es que son democracias basadas en el respeto a los derechos individuales. Ni Venezuela, Nicaragua ni Cuba son países que llevan al extremo la democracia o el respeto a los derechos individuales. Están en contra de ellos.
 
Maduro y Sánchez CerénCiertamente, que los países nórdicos presentan diferencias con los países desarrollados de derecha —sus servicios sociales son más extensos. Pero estas cosas que los diferencian de los desarrollados de derecha tampoco son características de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Al contrario, en esos últimos, los servicios sociales son pésimos. Además, esos tres países tienen economías mal manejadas, mientras que los países nórdicos tienen economías sanas, todas ellas respaldadas en el mercado libre, que los ponen en el grupo de los países más ricos del mundo. Venezuela fue tan mal administrada que, en realidad, estaba creando una crisis social, económica y política sin precedentes en la región.
 
Es decir que lo que se está terminando en Venezuela con Maduro no es una ideología legítima de izquierda, sino una tiranía arcaica del tipo del Siglo XIX. Al mismo tiempo, se precipita el reino de la mentira en la que estuvo basada.
 
Esta mentira tenía muchas dimensiones. Una de ellas era, precisamente, pretender que era un régimen de izquierda interesado en problemas sociales, cuando en realidad era un régimen corrupto que utilizaba su supuesto interés social como un instrumento para adquirir el poder total económico y social, para luego usarlos para beneficio propio de sus líderes. Habiendo llegado al poder acusando a todos los partidos políticos y a todos los jueces y diputados de corrupción, Hugo Chávez Frías usó su poder para dividirlos y prácticamente eliminarlos, y para poner diputados y jueces que le respondían a él personalmente en un esquema de corrupción sin precedentes en el país. Destruyó todas las instituciones democráticas de Venezuela y en su lugar se erigió él como el líder único, señor de vidas y haciendas —igual en todos los sentidos a los viejos dictadores de Latinoamérica.
 
Y todo esto lo envolvió en una mentira peor: la pretensión de que su régimen respetaba la democracia porque hacía elecciones, sabiendo que eran todas amañadas. De esta forma, Maduro, hasta el día de su caída, se llamaba a sí mismo presidente constitucionalmente electo, aunque todo el mundo sabía que las leyes electorales estaba amañadas y que, aún con esas mañas, había perdido, y que había hecho trampa para decir que había ganado. Esta apariencia de legitimidad era la mentira más gigantesca que Chávez y Maduro confeccionaron. Fue una mentira exitosa. Explotaron los símbolos oficiales del poder para que la gente olvidara sus trampas, dejándoles clamar que eran los representantes legítimos del pueblo. Muchas personas se dejaron engañar por esta mentira, aún sabiendo que lo era -solo porque ellos seguían ocupando los edificios del gobierno.
 
Esta gran mentira es la que la Asamblea Nacional de Venezuela desafió, aplicando la constitución que le da el poder de desconocer a los presidentes electos con trampa y de nombrar al presidente de la Asamblea como Presidente Interino de la República para llamar a nuevas elecciones. Y esta mentira es la que, de igual manera, decidieron dejar de creer los diecisiete países que reconocieron al nuevo presidente que nombró la Asamblea.
 
En El Salvador, el gobierno sigue sosteniendo su propia mentira, derivada de las de Chávez y de Maduro, que consiste en decir que cree que Maduro es el presidente legítimo de Venezuela. Es triste que en sus últimos momentos, este gobierno sigue usando el nombre de El Salvador para apoyar a regímenes tan sangrientos y tiránicos como los de Venezuela y Nicaragua.

Venezuela se está liberando de su mentira. El Salvador debería proceder librándose de las propias.


 
Publicado originalmente en ElSalvador.com (El Salvador)
Sobre Manuel Hinds

Economista y consultor económico, Hinds se desempeñó como Ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, tras haber propuesto la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (publicado por Yale University Press en 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy de El Salvador. En 2010, obtuvo el Premio Hayek del Manhattan Institute.