INTERNACIONALES | REALPOLITIK: PHILIP GIRALDI

Estados Unidos, gobierno punitivo

Se ha registrado un cambio dramático en el modo en que el gobierno de los Estados Unidos de América...

24 de Agosto de 2018

Se ha registrado un cambio dramático en el modo en que el gobierno de los Estados Unidos de América lleva a cabo sus negocios en el orden internacional. Ha de admitirse que Washington tiene por costumbre el recurrir a la fuerza para obtener lo que desea, y así lo ha hecho desde el 11 de septiembre de 2001 pero, en algunas ocasiones, reconoce que otras naciones tienen intereses legítimos y se ha aceptado algún margen para la diplomacia a efectos de resolver temáticas en lugar de encaminarse hacia el conflicto armado. La reticencia de la Administración Bush a ampliar su involucramiento en Oriente Medio luego de que reconoció que cometió errores con Irak, seguido ello de la relajación de las tensiones con Cuba por iniciativa de Obama y su negociación de un acuerdo nuclear con Irán probó que la cordura a veces se las arregla para prevalecer en el Ala Occidental de la Casa Blanca.

Putin y ErdoganEsa predisposición para, ocasionalmente, acomodarse a los hechos, se ha visto modificada dramáticamente, siendo que el Departamento de Estado bajo comando de Mike Pompeo se muestra hoy más inclinado a repartir amenazas antes que a ponderar alternativas para llevarse bien con el mundo. Sería lo suficientemente razonable criticar tal comportamiento porque, intrínsecamente, es incorrecto; pero el aspecto verdaderamente perturbador de aquél parecería ser que se respalda en la presunción esencialmente neoconservadora de que otros países siempre retrocederán al ser confrontados con la vía militar, y que el empleo de la violencia como instrumento de las relaciones internacionales se exhibe, a la postre, virtualmente libre de consecuencias.

En lo personal, me he sentido particularmente perturbado con aquello de las consecuencias, conforme ello puede rastrearse en la creencia de que las naciones que han sido amenazadas o invadidas no tienen memoria colectiva de lo que ocurrió, y que no responderán vengativamente cuando la situación cambie. Se ha conocido una serie de sorprendentemente estúpidos actos de agresión en semanas recientes que se muestran particularmente preocupantes, conforme sugieren que ellas darán lugar a muchos más problemas a lo largo del camino -antes que ofrecer soluciones.

El caso más reciente tiene que ver con el novedoso esquema de sanciones contra Rusia, en vinculación con el envenenamiento de los Skripal en Salisbury, Inglaterra. Para aquellos que no han seguido de cerca los prolegómenos, la pasada semana, Washington -de forma abrupta y sin presentar nuevas evidencias- impuso sanciones adicionales al comercio contra Moscú, amparado Estados Unidos en la creencia de que la Federación sancionó y ejecutó el envenenamiento de Sergey Skripal y de su hija Yulia, el pasado 4 de marzo. El informe sobre las nuevas sanciones fue en extremo sorprendente, habida cuenta de que Yulia Skripal anunció hace poco que tiene la intención de retornar a su hogar en Rusia, lo cual lleva a la conclusión de que al menos una de las supuestas víctimas no cree en la narrativa que se promociona desde los gobiernos estadounidense y británico.

Aún cuando el presidente ruso Vladimir Putin no ha replicado recurriendo a un aumento de las tensiones, evitando escalar, se ha informado que ha montado en cólera a partir de la maniobra del gobierno estadounidense, creyendo ahora el mandatario de la Federación que EE.UU. ya no es un socio confiable para negociación alguna. Al ponderarse los recientes intercambios amistosos entre Putin y Trump, la reprimenda contra Rusia debe ser tomada como si se tratase de una sorpresa, lo cual sugiere que el propio presidente de los Estados Unidos de América bien podría no tener el control de la política exterior de su país.

De igual manera, Turquía percibe que la ira de los Estados Unidos en relación a la detención del pastor protestante Andrew Brunson por mano de Ankara -bajo cargos de que el mencionado se hallaba en contacto recurrente con los individuos que planificaron el golpe de Estado de 2016, supuestamente dirigidos por Fetullah Gulen, líder religioso musulmán que ahora reside en Pennsylvania. Donald Trump echó mano de esta detención para diseñar el aspecto central de su política exterior hacia Turquía, introduciendo sanciones y un cuadro de aranceles que, en gran parte, han llevado al colapso de la lira turca y a una corrida bancaria en el sistema financiero de ese país, escenario que fácilmente podría empujar a Ankara a la cesación de pagos de su deuda y provocar un grave daño a bancos europeos que tienen, en su portfolio, grandes cuotas de la deuda exterior de ese país.

Y luego está el perenne y favorito enemigo, Irán, que acaba de ser golpeado por la restauración de un esquema de sanciones (esto sucedió la pasada semana), y que ahora debe lidiar con un embargo contra la comercialización de su crudo, el cual dará inicio el próximo 4 de noviembre. Estados Unidos ha declarado que sancionará a todo país que adquiera petróleo iraní después de esa fecha, aún cuando un número de gobiernos -incluídos el de Turquía, de la India y de China- parecen prepararse para desafiar esa demanda. Numerosas naciones del Viejo Continente, según se ha conocido, están diseñando mecanismos que les permitirán eludir las sanciones estadounidenses.

¿Qué tienen Rusia, Turquía e Irán en común? Pues, que estos países son los destinatarios finales de un modelo de acción punitivo ingeniado por EE.UU., so pretexto de no comportarse debidamente. Nadie ha probado, hasta el momento, que Rusia envenenó a los Skripal; Turquía bien podría tener razón al afirmar sus autoridades que el Reverendo Brunson se hallaba en contacto con golpistas; e Irán ha cumplido a pies juntillas los acuerdos nucleares firmados en 2015. Uno debería concluir que Estados Unidos se ha convertido ahora en una furiosa potencia imperial, castigando con lo único que conoce, a saber, si capacidad para interferir y controlar a los mercados, reprimiendo a países que deciden no jugar con las reglas de Washington.

Dada la reducción en las esferas de influencia de Washington en el concierto internacional, se asiste aquí a una situación insostenible y que, a la postre, terminará por castigar a la ciudadanía estadounidense, conforme EE.UU. se convierte en un país cada vez más aislado y con un alcance imperial que lo conduzca hacia la bancarrota. Mientras Estados Unidos se debilita, Rusia, Turquía, Irán y otras naciones castigadas por Washington buscarán, con toda probabilidad, vengarse. A los efectos de evitarlo, sería necesaria una súbida corrección en Estados Unidos pero, infortunadamente, es poco probable que esa corrección tenga lugar.



Artículo original, en inglés, en éste link | Traducido y republicado con permiso del autor y del Editor en el sitio web The Unz Review (Estados Unidos)


 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.