INTERNACIONALES : MANUEL HINDS

¿Por qué apoya el FMLN de El Salvador al gobierno homicida de Daniel Ortega?

La pregunta deviene en más interesante de lo que parece. La respuesta podría...

24 de Julio de 2018
La pregunta deviene en más interesante de lo que parece. La respuesta podría explicitar que ese respaldo tiene lugar, dado que FMLN y Ortega comparten ideología, y la misma indiferencia hacia las vidas de sus ciudadanos. Factor que hace que ambos valoren más la permanencia en el poder que la totalidad de los muertos que el gobierno de Daniel Ortega ha cargado a su cuenta. Otra respuesta podría sintetizarse de manera más concisa: el apoyo se produce porque se evalúa que el propio poder del FMLN comienza a erosionarse, tal como sucede con el de los sandinistas, que han decidido recurrir a la violencia para retenerlo.
 
Esta similitud existe porque los partidos basados en la verticalidad, la rigidez y el fanatismo comportan un ciclo de vida en extremo limitado, previo a caer en la destrucción como el único vehículo desde el cual mantener el poder. Inicialmente, tanto el FMLN como el sandinismo utilizaron la guerra para tomar el poder por asalto. Pero, a la par de la violencia, los caracterizaba un ideario demagógico que, aunque después de un tiempo probó ser totalmente falso, en su momento ilusionó a mucha gente que, voluntariamente, tomó parte de sus proyectos.
 
El problema clásico de los regímenes demagógicos es que, una vez que adquieren el poder, sus ideas rápidamente prueban ser equívocas, de tal forma que el triunfo en adquirir el poder marca también el comienzo del periodo en el que esta falsedad se va probando. Cuando este periodo se cumple, y la población cae en la cuenta de que ha sido estafada, la única manera de mantener el poder (que es también el único propósito que los líderes tienen en la vida) es ejercer la violencia. Nicaragua ya llegó a este momento, igual que Venezuela y Cuba hace varias décadas.
 
El Salvador y NicaraguaAquí, en El Salvador, al igual que los sandinistas, el FMLN ya no tiene más que ofrecer para mantenerse en el poder. En El Salvador, sin embargo, la opción de violencia no existe. Pero sí existe la certeza de que el partido se encamina hacia su propia destrucción. La fuerza del FMLN en los últimos diez años provino de la ayuda económica que les dieron los denominados socialistas del Siglo XXI y de la enorme red de clientelismo que el partido creó dando empleo en el gobierno a grandes números de sus partidarios. Pero, al igual que los sandinistas, su fracaso como gobernantes y la falsedad de sus ideas se tradujeron en diez años de gobiernos fallidos en los que quedó claro que sus décadas de revoluciones no habían tenido otro propósito que obtener el poder. El FMLN ve que se avecina una imponente derrota en 2019, y con ella el colapso de su cúpula, y la destrucción interna que vendrá al culparse los unos a los otros por la derrota.
 
Esto lo podría evitar el FMLN, no la derrota, pero sí el colapso de su partido. Pero para eso tendría que cambiar, y eso es prácticamente imposible para el FMLN.
 
El FMLN fue fundado a finales de los años setenta y sus componentes principales —el Partido Comunista, las FPL y similares— mucho antes. Desde entonces no ha cambiado en su ideología, en sus estructuras, en sus personas, en su cúpula ni en su lenguaje. Los líderes que pesan en el partido, los que forman su cúpula y su liderazgo formal e informal, siguen siendo los que ya estaban en la época de la guerra. Es como si los líderes de los otros partidos todavía fueran el expresidente Napoleón Duarte, el mayor Roberto d’Aubuisson, el doctor Francisco Guerrero, o sus coetáneos.
 
Para poder sobrevivir sin tornar sus armas contra la población, algo que no puede hacer en el país, el FMLN tiene que sustituir sus ideas arcaicas y sus líderes igualmente arcaicos. Pero como son ellos, los mismos arcaicos, los que se tienen que sacar porque no han dejado a nadie crecer en el partido, éste no tiene los mecanismos para echarlos y evitar su autodestrucción.
 
Se han quedado tan atrás que no comprenden que al apoyar al régimen sandinista lo que logran es reducir todavía más el apoyo que la población está dispuesta a darles. En su fanatismo, y en el celo con el que persiguieron siempre el objetivo de que ellos, los comandantes de la guerra, tenían que personalmente mantener su poder, sembraron la semilla de la destrucción del FMLN.

 
Sobre Manuel Hinds

Economista y consultor económico, Hinds se desempeñó como Ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, tras haber propuesto la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (publicado por Yale University Press en 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy de El Salvador. En 2010, obtuvo el Premio Hayek del Manhattan Institute.