INTERNACIONALES : KIM HOLMES

Previo a juzgar a Donald Trump, los líderes de la OTAN habrán de examinar sus propias conductas

Sin sombra de duda, el presidente estadounidense Donald Trump ha concentrado la atención en Europa...

12 de Julio de 2018
Sin sombra de duda, el presidente estadounidense Donald Trump ha concentrado la atención en Europa, durante esta semana.
 
Entre otras cuestiones, el mandatario americano señaló que Alemania es 'rehén' de Rusia, habida cuenta de los acuerdos para suministro de crudo y gas entre Berlín y Moscú. Asimismo, Trump señaló que espera que las naciones que pertenecen a la OTAN incrementen sus gastos en la Defensa, 'inmediatamente', a efectos de aliviar la carga financiera que cae sobre los hombros de los Estados Unidos de América.
 
Donald Trump, OTAN, Angela MerkelUno comprende los motivos que llevan a los aliados europeos de EE.UU. y a los simpatizantes estadounidenses de OTAN a preocuparse por la retórica presidencial. Pero, cuando cunde el pánico al respecto de si 'debe uno confiar en Trump', acaso corresponda que, en primer término, se pregunten si ellos mismos se han hecho acreedores a la confianza de Trump y de la ciudadanía estadounidense.
 
Después de todo, ¿cuántas veces ya los europeos han roto su promesa de incrementar sus propios gastos en la Alianza Atlántica? La realidad es que el grueso de los aliados de EE.UU. en OTAN parasitan los presupuestos de la Defensa aportados por Washington. Y, a pesar de ello, algunos países de la alianza (como es el caso de Alemania) albergan un profundo sentimiento antiestadounidense, no solo contrario a Donald Trump.
 
Y, en lo que respecta a los furibundos comentarios sobre lo expresado por Trump en torno del gasoducto Nord Stream 2, el cual solo logra que Alemania se vuelva más dependiente del gas natural ruso, la crítica del presidente estadounidense es válida. Alemania y algunos otros aliados europeos de Washington intentan jugar la 'carta rusa' en ambos sentidos.
 
No solo se beneficia económicamente Alemania con los convenios energéticos suscriptos junto a Moscú; Berlín y otras naciones europeas no se alarmaron cuando el ex mandatario Barack Obama se esforzó en complacer a los rusos. Al contrario: en aquellos tiempos, Alemania se rehusaba a implementar sanciones contra Moscú.
 
Alemania se caracteriza por una extrema ceguera ante su propio doble estándar político; el cual, con franqueza, remite a una pregunta obvia: ¿acaso no será cierto que toda la furia explicitada tiene que ver, en rigor, con el consumo doméstico de energía?
 
Los dos grandes fracasos de los líderes europeos en años recientes han sido: 1) el fallo a la hora de lograr un quórum político que incremente sus gastos para la Defensa en OTAN; y, 2) el esporádico emerger de un sentimiento antiestadounidense, no solo a la hora de resistir el reclamo por aumentar lo invertido en la Defensa, sino también a los efectos de multiplicar las posibilidades electorales de los distintos líderes europeos, en sus respectivos países y opinión pública.
 
Así, pues, no ha sido accidental que el sentir antiestadounidense no solo existe en la extrema izquierda, sino también en los movimientos de extrema derecha de Francia y de Alemania. Esa vieja enfermedad política resulta en extremo conveniente y, cada vez con mayor recurrencia, se muestra como parte de la identidad nacional en esas dos naciones. Es un comportamiento tan instintivo como racional y, ahora, se ha convertido en una porción fundamental de ambas culturas.
 
Ese factor también ayuda a la hora de explicar, al margen de la retórica poco convencional de Donald Trump, por qué él continúa siendo un líder impopular en el Viejo Continente. No hemos de olvidar que el ex presidente George W. Bush, con quien todo mundo está de acuerdo es un perfecto caballero, cauteloso con las palabras y portador de posturas políticas moderadas en el Partido Republicano, también fue sumamente despreciado en su período como presidente del país.
 
En lugar de intentar ponderar el cuadro más amplio y comprender los objetivos que Estados Unidos persigue -esto es, una OTAN más sólida con mayor número de fuerzas, el respaldo para lo articulado por OTAN para Crimea, y el incremento de los gastos europeos en el apartado de la Defensa-, los críticos europeos se dedican a inflamar el escenario, profundizando la brecha entre Europa y los Estados Unidos de América.
 
De tal suerte que ha de tolerarse mi escepticismo ante la rabieta europea. Sería ésta más creíble si esas posturas no fueran tan unilaterales a la hora de evaluar la política exterior americana, y si se preocuparan más por preservar la unidad de OTAN, antes que por endilgar responsabilidades a Trump. Francamente, la crítica europea promociona un discurso político anti-Trump, con el objetivo de eludir los compromisos asumidos.


Artículo original, en inglés, en éste link

 
Sobre Kim Holmes

Socio Distinguido  en la Fundación Heritage, Washington, D.C., Holmes es analista de temas internacionales y política exterior. Es uno de los creadores y primer Editor del Indice de Libertad Económica que desarrollan en conjunto -y con rigor anual- la fundación y el matutino The Wall Street Journal.