ECONOMIA INTERNACIONAL: MANUEL HINDS

Argentina y el elevado costo de la moneda propia

Esta semana, la Argentina pidió la ayuda del Fondo Monetario Internacional, porque ha vuelto a ingresar...

13 de May de 2018
Esta semana, la Argentina pidió la ayuda del Fondo Monetario Internacional, porque ha vuelto a ingresar en otra de las crisis monetarias que han sido tan comunes en América Latina. La historia es la de siempre: el público ha perdido confianza en el peso, y comenzó a canjearlo por dólares de Estados Unidos porque, a lo largo, de los últimos meses, el peso llegó a devaluarse en un 30%. A los efectos de hacer frente a este problema, la Argentina se ha abocado al FMI, solicitando una línea de crédito por US$ 30 mil millones.
 
FMI, ArgentinaEste episodio (como tantos otros similares) viene como anillo al dedo para demostrar la falsedad de la idea tan extendida que reza que contar con una moneda propia es una defensa contra las corridas —nombre que se da a estos episodios, en donde el público retira su dinero de los bancos a gran velocidad, poniendo en peligro la solvencia de las instituciones bancarias y financieras o, para el caso, la del país entero en lo que tiene que ver con las reservas internacionales (esto es, los dólares estadounidenses que almacena el banco central para realizar pagos internacionales). Portando una percepción meramente superficial de lo que son los mercados monetarios, muchas personas creen que el hecho de tener un banco central que emite dinero resuelve el problema de los eventuales retiros de ese dinero del sistema, ya que lo único que se precisa para defender la sanidad de los bancos -así entienden los simplistas- es imprimir dinero más rápido que lo que la gente lo extrae.
 
La realidad es bastante más compleja. El problema se sintetiza en que, al tener un país en desarrollo moneda propia, el público siempre piensa en términos de dos monedas. El dólar de Estados Unidos le sirve para medir el valor de las cosas, y la moneda local, solo para operar en el mercado local. Ese público realiza cálculos recurrentes para definir en qué moneda resguardará sus ahorros y tenencias -si acaso en pesos o en dólares americanos-, y sus decisiones dependen, fundamentalmente, de la rentabilidad que les ofrezca cada una de esas alternativas. Esta rentabilidad exhibe dos componentes principales: la tasa de interés, y la tasa a la que cambia el precio de ambas monedas —que, en este caso, es la tasa a la que se devalúa o a la que puede devaluarse el peso contra el dólar.
 
De esta manera, si Usted cuenta con la posibilidad de ganar 2% de intereses en dólares de EE.UU. y espera que el peso se devalúe en 3 % con respecto al dólar, Ud. exigirá al menos un 5% para depositar sus ahorros en pesos (2% de intereses en dólares más lo que perderá el valor el peso). Si le pagan menos que eso, entonces Usted cambiará los pesos por dólares, lo cual comporta el efecto de reducir las reservas internacionales del banco central. Naturalmente, mientras más se extienda el miedo a las devaluaciones, más elevada será la tasa de interés que habrán de abonar los prestatarios del sistema bancario en sus deudas para hacer frente al pago de cuotas de sus casas y/u otras inversiones. En la Argentina, el temor a la magnitud de la devaluación es tal, que apenas se contiene con tasas de interés por encima del 40%. Usted puede imaginar lo que le sucedería en sus finanzas personales, si acaso las tasas de interés en el préstamo de su vivienda se elevaran en más de un 40%. El banco central deberá reducir esas tasas de interés. Para lograrlo, sin embargo, el central deberá quitarle el temor devaluatorio al público y, para ello, necesitará ofrecer dólares estadounidenses sin esfuerzo -no pesos- toda vez que el público los demande. Si dejara de ofrecerlos y el mercado se secara, el peso terminará devaluándose aún más.

Y, precisamente, aquí reside la debilidad de los bancos centrales: estos pueden imprimir pesos, no dólares de Estados Unidos; e imprimir pesos no solo no ayuda, sino que contribuye a deteriorar la situación aún más. Porque, teniendo más pesos en mano, el público buscará comprar más dólares. Es debido a este motivo que, entonces, y de cara a una corrida, el gobierno se ve forzado a solicitar una línea de crédito al Fondo Monetario... en dólares. Lo que significa que, cuando se impone la necesidad de defender el sistema bancario, los bancos centrales se topan con la realidad de que no tienen otro camino que solicitar créditos externos en dólares. Este costo -conforme lo prueban los US$ 30 mil millones que ha pedido el gobierno de la República Argentina- es en extremo elevado.
 
Es también un costo que las economías dolarizadas no poseen porque, en ellas, el público jamás tiene temor a que la moneda que se emplea a diario pueda devaluarse.

 
Publicado originalmente en Diario Hoy (San Salvador; El Salvador)
Sobre Manuel Hinds

Economista y consultor económico, Hinds se desempeñó como Ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, tras haber propuesto la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (publicado por Yale University Press en 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy de El Salvador. En 2010, obtuvo el Premio Hayek del Manhattan Institute.