El acuerdo de libre comercio entre EE.UU. y Corea del Sur, a la luz de las barreras contra el acero
El presidente estadounidense Donald Trump calificó el Acuerdo de Libre Comercio entre EE.UU...
El presidente estadounidense Donald Trump calificó el Acuerdo de Libre Comercio entre EE.UU. y Corea del Sur como 'un convenio horrendo e inaceptable' y como un 'homicida de puestos de trabajo'. Convocó a 'renegociarlo, o ponerle fin'. El ministro de comercio de Corea del Sur replicó, aclarando 'Estados Unidos no es el único país que puede llamar a destruir el acuerdo de libre comercio, como herramienta negociadora'.
A pesar de las amenazas recíprocas, Washington y Seúl anunciaron a fines del mes de marzo que habían alcanzado un acuerdo, en principio, para subsanar los términos del convenio bilateral. Trump anunció que el acuerdo revisado era 'un acuerdo magnífico, junto a un aliado magnífico'. Consolidar el convenio comercial bilateral es una buena noticia, por cuanto elimina una fuente importante de tensión entre ambos países, mientras ambos pujan por sintonizar sus estrategias en torno de Corea del Norte.
Pero, ¿qué fue lo que logró la Administración Trump que la llevó a abrazarse a un acuerdo comercial que previamente había denunciado? Pues, en la práctica, no fue mucho; y difícilmente ello justificó el lenguaje incendiario, posición que arriesgaría un quiebre en la crítica relación con un aliado de años como lo es Corea del Sur.
En lo que respecta a la producción automotriz, la Administración Trump puso el foco en idénticas provisiones que las de Barack Obama en diciembre de 2010. A regañadientes, Seúl aceptó el ingreso de una cuota extra de 25 mil vehículos Made in EE.UU., sin que los mismos sean sujetos a los exigentes estándares de seguridad ambiental, en tanto extendió en un 25% el cuadro tarifario protecionista que involucra a camionetas producidas en Corea, por otros veinte años. De igual manera, la Administración Obama había regateado por un bloque inicial de 25 mil vehículos estadounidenses para que estos pudieran quedar exentos de los estándares, y extendiendo la tarifa para camionetas de 2014 a 2021.
Las revisiones confeccionadas por Trump no comportarán beneficio económico comprobable para los Estados Unidos, en función de que solamente 11 mil vehículos estadounidenses se comercializaron en Corea del Sur el pasado año, conforme lo apuntara el ministro de Comercio Kim Hyun-chong: 'Ninguna firma surcoreana está exportando, ahora mismo, camionetas pickup producidas aquí hacia los Estados Unidos'.
En 2010, el think tank estadounidense Heritage Foundation criticó la autorevisión exigida por Barack Obama, que 'recompensaba a un puñado de referentes de intereses especiales y capitulaba ante las exigencias estadounidenses en lo que hace a automóviles (...) La Administración Obama y la industria automovilística declamaban que las provisiones tenían como fin el generar mejores condiciones para comerciar, y que tuviesen mayor equidad. La realidad, sin embargo, es que los acuerdos suplementarios siempre remiten a un mayor proteccionismo para el mercado automotriz de los Estados Unidos'. La revisión de 2018, asimismo, habilita a Corea del Sur a adquirir una excepción permanente de parte del reciente cuadro tarifario del 25% impuesto por la Administración Trump sobre el acero, al aceptarse una menor cuota de exportaciones de acero hacia EE.UU. -aproximadamente el 70% de la cifra del año pasado.
Trump impuso nuevas restricciones sobre importaciones al acero, bajo la mascarada de la seguridad nacional, pero su objetivo, claramente, era reacomodarse ante las negociaciones con Corea del Sur -un objetivo meramente económico. No obstante, existe otro problema con este apartado: los reglamentos de la Organización Mundial del Comercio prohiben los acuerdos voluntarios de restricción de exportaciones. De tal suerte que, el convenio final entre los Estados Unidos y Corea del Norte podría no ser la última palabra sobre el particular. Según se ha informado, ambas partes también han llegado a un acuerdo similar de principios -aunque cada uno por su lado-, en relación a las exportaciones como herramienta de negociación.
Las barreras domésticas contra el comercio -como ser el caso de las sobretasas a productos extranjeros y los acuerdos voluntarios de autorrestricción de exportaciones- se vuelven una suerte de impuesto para los consumidores y las firmas privadas estadounidenses, provisto que el circuito termina en precios finales más altos para los bienes, y da lugar a pérdidas de puestos de trabajo. Las sobretasas contra el acero que fueran interpuestas en 2002, por ejemplo, costaron 200 mil puestos americanos. La política comercial de los Estados Unidos, a contramano de ello, debería poner el foco en la reducción de las barreras comerciales antes que concentrarse en beneficiar a una industria o grupo en particular. El Indice Anual de Libertad Económica -desarrollado por la Fundación Heritage- prueba esta relación directa entre menores barreras comerciales y mayor libertad económica.
El status definitivo del convenio entre Washington y Seúl es, de momento, incierto desde que Trump declaró: 'Yo bien podría paralizar el convenio comercial entre EE.UU. y Corea del Sur, hasta tanto se llegue a un acuerdo sobre el tema Corea del Norte (...) ¿Saben Ustedes por qué? Porque es una carta muy sólida'.
Aún se desconoce si acaso Trump está intentando congelar un acuerdo comercial con un aliado de magnitud, teniéndolo como rehén ante la cuestión de la desnuclearización de Corea del Norte -variable que nada tiene que ver con lo comercial. Es probable que Trump ejercite esta táctica para retener una buena posición para negociar en la próxima cumbre intercoreana. En rigor, no es ésta la manera de llevar a cabo negociaciones comerciales, ni es manera de tratar a un aliado. Sin embargo, la actual instancia podría ayudar a que el acuerdo pueda eludir un obstáculo, regresándonos a todos al punto de partida, al lidiar con un importantísimo aliado como Seúl.
Artículo original, en inglés, en éste link