POLÍTICA ARGENTINA: MATIAS E. RUIZ

Fugaz vistazo hacia el abismo: aciagos ejercicios de demolición (¿individual?)

La -dirían algunos- poco feliz intervención de la Señora Natacha Jaitt en una reciente emisión...

03 de Abril de 2018

La -dirían algunos- poco feliz intervención de la Señora Natacha Jaitt en una reciente emisión de fin de semana en el ciclo conducido por Doña Rosa María Martínez Juárez (nom de scèneMirtha Legrand) ha allanado el camino para un cúmulo de protestas -originadas éstas, naturalmente, en las personalidades afectadas por las estridentes declaraciones.



Así las cosas, la enajenación del concepto ‘operación’, otrora emparentada casi con exclusividad con el circuito del periodismo o del análisis tradicional, parece haber traspasado ese perímetro, convirtiéndose desde hoy en materia de debate para del ciudadano/televidente común y silvestre.

Mirtha LegrandSucede que, en la caída del telón, las afirmaciones compartidas por Jaitt contribuyeron a conmover -en mayor o menor medida, y con un reach o alcance objetivamente difícil de mensurar- la paz de complexiones tan disímiles como Alejandro Fantino, Gustavo Vera y Carlos Pagni -amén de otros que no gozan de elevados niveles de conocimiento. En el ínterin, la opinión ciudadana ha optado por poner el foco en uno u otro de los nombrados; como es lógico, respaldándose en las propias preferencias ideológicas, en el mero prejuicio, o en soterradas dosis de concupiscente ignorancia.



Adicionalmente, el reguero de pólvora de las explosivas declaraciones no parece hallar dónde extinguirse, por cuanto el vehículo del mensaje -la propia Jaitt- también ha recibido un flujo de críticas de magnitud. Lo propio ha sucedido con el canal elegido para verbalizar aquéllos contenidos: Mirtha Legrand e Ignacio Viale (nieto este último, y quien hace las veces de producer para la mandamás del ciclo) han reaccionado de manera espasmódica. Curiosidad del día de la fecha: mientras la Señora Legrand deslindaba responsabilidades sobre una productora privada, el joven Viale asumía las culpas como propias. Emerge, entonces, un cuestionamiento instantáneo: ¿a quién es menester creerle? ¿Acaso a la conductora, o a su inexperto productor? El sordo chisporroteo que ha tenido lugar entre ambos invita, cuando menos, a que el observador inteligente alimente una sana desconfianza frente a lo que los dos expongan públicamente en las próximas horas. Cualesquiera sean los argumentos desde los cuales busquen solidificar su defensa, es lícito concluir hoy que el golpe que han acusado no debería minimizarse.


Si ha de recurrirse a una ponderación suspicaz de los hechos, correspondería centrar el eje en el sospechoso timing que hace a la intervención de Jaitt: el 'Affaire Mesaza' arriba en una instancia histórico-política de la República Argentina que se ha caracterizado por ascendentes reparos sobre el obscuro bajomundo del espionaje civil. Así fue que, desde hace semanas, el conductor y entrevistador Luis Majul ha venido explotando el espacio que lo tiene por principal animador para difundir, sin mediar preámbulo, grabaciones telefónicas privadas entre la ex presidente Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner y el ex funcionario de su Administración Oscar Parrilli. No obstante el hilo conductor que potencialmente pudiere esgrimirse como puente entre ambos eventos aún es difuso, los puntos de contacto resultan en mucho llamativos: manos anónimas estarían utilizando espacios mediáticos de encumbrado ráting para difundir contenidos de dudoso origen, aunque la agenda de aquéllas casi salta a la vista para el ojo bien entrenado. La meta parecería coincidir con un procedimiento de demolición controlada, en perjuicio de la humanidad de figuras públicas. En ocasiones -y el referido M.O. sería 'de manual', conforme entendidos en la materia se han atrevido a insinuar; mismos consultados que invitan a posar la mirada sobre la brumosa vereda de Jaime Stiuso-, lo que se persigue es disimular el verdadero objetivo a destruir, entremezclándolo en un maremágnum de acusaciones contra una amalgama de protagonistas de menor calibre y/o influencia. En el quebranto, poco interesa el valor inherente del vehículo (sea éste un conductor de programa político, una facilitadora de almuerzos de utilería, o una sospechosamente bien informada Señora de la Noche), del canal o -incluso- del contenido: el monóculo habrá de posarse sobre la declarada intención de poner fuera de combate al objetivo preseleccionado. La propia dinámica de las redes sociales coronará la faena.

Más interesante todavía: el cerebro de la maniobra parece haberse aferrado a al menos dos de las treinta y seis estratagemas chinas más replicadas en la Historia: 'Matar con un cuchillo prestado' y 'Dejar marchitar al ciruelo para salvar el duraznero'. Esta última es particularmente digna de atención, por cuanto remite a una estrategia de empleo y descarte de 'fusibles', allí donde -para el caso en que nos ocupa- los vehículos hacen las veces de corderos que irán a parar a algún altar sacrificial. Acaso percatándose de que podría caberle ese rol, el propio Majul se vio compelido -la semana pasada- a redactar una columna en el matutino La Nación. En esas timoratas líneas (cuya finalidad era responder ante los vituperios recibidos por haber propalado a tiempo completo los audios de CFK), defendía su accionar bajo la vacilante prerrogativa del 'dominio público'.

Amén de los siniestros andariveles que hacen a la planificación exhaustiva del ataque personal y del jugueteo con el pendulante perception management ciudadano para propio provecho, nadie habrá de sorprenderse si, al final del partido, la opinión pública termina por notificarse de una realidad perturbadora, a saber, que noticieros, programas de espectáculos, ciclos políticos y similares son -en el mejor de los casos- parte de un vergonzoso consenso que potencia su facturación e ingresos netos alquilando sus respectivos espacios con el fin de horadar la credibilidad de objetivos de oportunidad.

 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.