NARCOTRAFICO & ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Salud mental: hacia dónde se dirige el país

Ir hacia cualquier lugar en esto equivale a ir hacia ninguna parte...

26 de Noviembre de 2017
Hay representantes emblemáticos del irracionalismo con efectos en la cultura, la sociedad y la sanidad como Foucault

El Olvido de la Razón; Juan José Sebreli (2011)

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Ir hacia cualquier lugar en esto equivale a ir hacia ninguna parte. En plena expansión de patologías graves (psicóticas y adictivas), se abre un panorama de crisis de los sistemas de atención, como jamás se ha visto en nuestro país. En el 2020, se verán obligados a cerrar centros de atención de patologías graves en el campo de la psiquiatría y de las adicciones. Esto incluye a los llamados manicomios y también los centros especializados en psiquiatría privados y a todas las comunidades terapéuticas encargadas de la atención de patologías adictivas y de doble diagnóstico (adicción y cuadros psicóticos combinados). Surge todo de una interpretación, creo, estrecha de la Ley de Salud mental. Y sería el único país del mundo que eso sucede. Patologías severas se quedarían sin atención, confiándose la población en crisis a centros hospitalarios que todos sabemos están sobregirados, sin insumos, desbordados en la demanda y con escaso personal capacitado. 
 
La Ley de Salud Mental (26.657) confeccionada en 2010, significa un avance en el campo de la protección en la Salud Mental y de los derechos humanos con jerarquía constitucional conforme al Artículo 75 (artículo 22) de la Constitución Nacional. Pero olvida mencionar que los principios de las Naciones Unidas para la protección de los enfermos mentales y para el mejoramiento de la atención en Salud Mental no prohíben la existencia de institutos psiquiátricos especializados para patologías severas ni la internación de los mismos como lo especifica el principio 7 de esta norma mundial, e incluso menciona que el paciente tiene derecho a ser tratado. El derecho a la salud debe ser garantizado por el Estado. A la postre, se registran incongruencias entre la Ley Local sancionada en 2010 y los principios internacionales que aquella legislación invoca como sustento de la misma. 
 

Adicciones y abandono social
 
En el campo de las adicciones, existen errores groseros, habida cuenta de que se asimila a las comunidades terapéuticas a las instituciones manicomiales cuando, precisamente, el creador de la comunidad terapéutica, Maxwell Jones (1907-1990) desarrolló este sistema revolucionario como superación del manicomio. En lo personal, he tenido la oportunidad de estudiar con él; fue invitado por nosotros a visitar la República Argentina en la década del setenta. Jones propugnaba la transformación de los sistemas psiquiátricos, pero jamás la clausura de las instituciones. La comunidad terapéutica se transformó a partir de la epidemia de adicciones, y Maxwell Jones trabajó en Italia en la década del ochenta junto a expertos de los Estados Unidos, a los efectos de llevar a cabo tratamientos sobre los principios de la comunidad terapéutica para patologías adictivas. Nuevamente, tuve el honor de participar en estas creaciones colectivas.
 
Congreso de la República ArgentinaLa Ley hoy es de imposible aplicación. La fragmentación del sistema sanitario, las dificultades de los hospitales públicos (falta de servicios, profesionales sin nombramientos, constante demanda que no puede ser solventada, crisis de violencia en las guardias con patologías psicóticas y adictivas) y la imposibilidad de la red de sanatorios generales privados de hacerse cargo de patologías severas, tornan esta norma como impracticable, a no ser que la Argentina elija el camino del desamparo para miles y miles de pacientes. Solo entonces, el derecho a la salud (derecho humano básico) quedaría consolidado. Los sanatorios generales privados han tenido distintos eventos críticos con estos pacientes que han culminado con litigios penales por daños realizados a otros pacientes. No hay servicios ni personal capacitado para enfrentar estas situaciones.
 
Se está poniendo en jaque el Derecho a la Salud y la norma resulta ser paradojal ya que con el objetivo de proteger a quienes tienen afecciones mentales de aplicarse esta norma los efectos pueden conducir al abandono de numerosos pacientes. El Estado se alejaría de ser el garante del bienestar general. Llama la atención –he aquí creo el sesgo ideológico existente en los creadores del marco legal-que puedan existir centros de especialización en cardiología, oncología, etc. pero no en adicciones y en psiquiatría.
 
La existencia de dispositivos alternativos que marca la Ley no se han realizado (hospitales de día y noche, casas de medio camino, centros de salud mental comunitario, talleres protegidos), ni tampoco las ayudas financieras que según la Ley iban a realizar Ministerios de Infraestructura. Pero aun así estos centros no pueden reemplazar el tipo de cuidados que requieren ciertas patologías y momentos evolutivos de las mismas (agravamientos, fenómenos agudos, etcétera.). Ahí la internación es una necesidad, no es una mala palabra ni es detener a alguien en una comisaría de policía. Resulta ser una protección que, tiempo más tarde, habitualmente el propio paciente termina agradeciendo.

En su oportunidad, en este cuerpo legal fue tratado como una verdadera 'Ley ómnibus' junto con otras 5 leyes (discutida en el recinto casi 'a libro cerrado') no se escucharon dos reflexiones. Una de ellas de la Senadora Graciela Di Perna; en 2010, afirmaba que los hospitales no contaban con estructura necesaria para cumplir con todos los requerimientos, en tanto alertó sobre la cantidad de pacientes que terminarían en las calles o en la prisión. Por su parte, el Senador Daniel Pérsico (San Luis) recordó que el 'cierre de hospicios y hogares escuelas' en su provincia había implicado el abandono de muchos, y narró el caso de muertes por abandono y por no ser tratadas. En la práctica, este escenario ya tiene lugar en la Argentina, porque se registra una auto-limitación en la comunidad de profesionales en patologías severas. 
 
Las provincias argentinas de San Luis , Tierra del Fuego y Río Negro no permiten la instalación de centros especializados en psiquiatría, pero tampoco han registrado avances en materia de adicciones: el avión sanitario soluciona numerosos problemas a estas provincias, aunque lo que hacen es derivar o tercerizar las situaciones complejas, especialmente a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Lo que no está cerca, no existe. Tal parecería ser la norma, y es difícil explicar el origen de estos ejemplos absurdos.


El glamour de la locura

¿En qué ideario se basaron los que pensaron este marco legal, en el que claramente se evitó consultar a asociaciones médicas, a la propia Academia de Medicina, o a colegios profesionales? Uno de ellos fue Michel Foucault (1926-1984) que lideró el movimiento de la 'glamorización' de la locura. Contagiado por el surrealismo (Breton, Artaud) que instaló la reflexión literaria sobre la locura, siendo ésta la contestación radical a modelos médicos y psiquiátricos como representantes de una sociedad injusta y criminal. Hijo de padre médico, con hermano, abuelo y bisabuelos médicos, decretó el paradigma del 'poder médico' como uno de los poderes opresores de la sociedad de la dominación. El médico -y especialmente el psiquiatra- es un garante del poder, ya que el demente es un rebelde ante el sistema de dominación. Gilles Delleuze, uno de sus coetáneos franceses, decía que su amigo estudiaba la locura para no enloquecerse y el padre de Michel lo llevó a ser tratado en la Saint Anne en su adolescencia. Luego terminó sus días rodeado, paradójicamente, del poder médico que odiaba y de la 'mirada médica' (concepto que detestaba) en un centro médico de París aquejado por el Sida.
 
La subjetividad no existe para estas escuelas, ni el mundo de relaciones grupales familiares y sociales próximas. Solo existe el Poder y un conjunto de 'vigilantes' del mismo, que se llaman médicos, gendarmes, maestros, profesores, sacerdotes, etcétera, e incluso instituciones académicas, y llegó a llamar al psicoanálisis como una 'red teórico comercial'. Estos gendarmes de la sociedad administraban la microfísica del Poder que se consumaba en las cárceles, hospitales, manicomios, asilos, conventos, escuelas. De la misma manera, estos referentes idealizaban al homicida; su ícono fue Pierre Riviere, que asesinó a su madre y dos hermanos y que merecía una especie de reverencia pues se había rebelado a una sociedad disciplinaria. El manicomio debía ser derribado, dado su carácter opresivo/represivo. ¿Cómo era reemplazado? Por nada. Nunca se preocupó por la mejoría de los manicomios.

Mientras la Argentina se regodea en estos pensadores de los años sesenta, en el mundo se piensa de otra manera. Surgieron nuevas formas de asistencia, las terapias familiares, las atenciones en redes, las formas de atender a patologías graves, la neurociencia, la moderna neurofarmacología que ayuda a los pacientes, las comunidades terapéuticas, y demás. Estamos siendo sometidos a ese irracionalismo que consignaba el pensador Sebrelli.

Vale preguntarse: de no adecuarse la legislación a la realidad actual, ¿hacia dónde iremos? Sin dudas, avanzaremos a paso veloz, hacia una crisis sanitaria.

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.