Uruguay: '¡Con la Celeste, vamo' a porrear!'
Finalmente, el gobierno de la República Oriental del Uruguay consolidó su maniobra...
23 de Julio de 2017
Finalmente, el gobierno de la República Oriental del Uruguay consolidó su maniobra [foto; crédito: Infobae.com], concretándose oficialmente la comercialización de marihuana en ese país. En lo personal, aún recuerdo cuando cierto ex embajador estadounidense me compartió -hacia fines de los años noventa- que la comercialización del cannabis era ya un hecho, anticipándome el fenómeno de la legalización. La dirigencia política -al igual que los CEOs de grandes firmas privadas- planifican, en muchos casos, décadas por delante. Aquel sapiente funcionario diplomático, franco conocedor de mi faena en pos de la lucha preventiva, me decía -casi en sorna- que todo estaba ya planificado por encumbrados intereses, que promocionaban la agenda de la marihuana. Pero he de reconocer que ese comentario me sorprendió; desde entonces, esos comentarios regresaban a mi miente y, luego -a medida que transcurría el tiempo-, observé el modo en que importantes organizaciones y fundaciones de alcance internacional, poseedoras de un poder económico de magnitud, financiaban a grupos mediáticos y a profesionales para aterrizar en mercados de numerosos países con el cannabis. En la temporada en que cursé estudios en los Estados Unidos de América (nuevamente, hacia fines de los noventa), grupos económicos patrocinaban a comunidades terapéuticas y a instituciones dedicadas enteramente a la prevención contra la drogadicción. Pero, en la actualidad, todo parece haberse modificado de raíz: el Poder cambió de manos. ¿Quién habla hoy de salud en el tema drogas? Cuanto más se conoce sobre el cerebro y sobre los evidentes perjuicios que siguen al abuso de sustancias, menos se habla del cerebro y de esos daños. Antes, bien; se habla de la reducción del daño -que no es otra cosa que un formato atiborrado de hipocresía, abocado a negar tales perjuicios.
Es, la República Oriental del Uruguay, la cabeza de playa del comercio minorista de cannabis. En el caso de la vecina república, jamás fueron consultadas las asociaciones profesionales de psiquiatría ni las de medicina -ello, con miras a que el Estado regulase la comercialización. La opinión ciudadana del Uruguay estaba en contra de la iniciativa, y hoy esa opinión no se ha visto modificada, merodeando el 62%. Pero, ¿acaso eso importa? El propio presidente del vecino país, Tabaré Vázquez -eminente oncólogo y promotor de la lucha contra el tabaquismo en su anterior mandato- terminó aceptando la promoción del cannabis, dado que se trataba entonces de un Proyecto de Ley promocionado por su antecesor y miembro de su propio partido. Pero, al analizar el escenario desde el terreno, lo cierto es que las farmacias no desean comercializar el producto. Solo unas pocas lo han aceptado (son un total de dieciséis). Y este dato tampoco interesa a muchos. Como tampoco importa el hecho de que los grupos e padres, movilizados por la contundente falta de asistencia y de campañas preventivas, también estén en contra de la iniciativa.
¿Dirán acaso que el cannabis tiene efectos cancerígenos peores que el tabaco? ¿Dirán que, para conseguir efectos, el consumidor debe aspirar el humo fuertemente y retenerlo lo más posible en los pulmones, logrando, así, mayores concentraciones de alquitrán, benceno, tolueno, benzopireno (letal a la hora de explicar causas para el cáncer de pulmón), para lograr efectos cerebrales? A la postre, este cúmulo de productos se comercializa en farmacias, siguiendo al pie de la letra los postulados pontificados hasta la recalcitrancia por la nueva izquierda, para la cual las drogas son una herramienta imprescindible en el cambio cultural. ¿Donde habrá quedado la vieja moral marxista, en la que las drogas eran la herramienta de la explotación de los pueblos por excelencia? A tal efecto, será útil conmemorar la lucha de los chinos contra la invasión de opio en sus respectivos pueblos, y los dichos del líder Mao-Tse-Tung en relación a las drogas. Recuerdo episodios -grabados en mi memoria- en la ciudada española de Sevilla de fines de los años ochenta: los bares obreros registraban un sinnúmero de carteles que referían que un trabajador que fumaba era un 'obrero entregado al capitalismo'. Por aquel entonces, la moral marxista era bastante más cruda que su par judeocristiana.
Pero lo visto en la hermana república del Uruguay es solo el comienzo. Documentación e informes preparados por CICAD (órgano dedicado al estudio de las drogas en América Latina) certifican que los ciudadanos uruguayos han visto incrementado su consumo de marihuana en un ciento por ciento (población juvenil), y que el consumo de cocaína también se ha potenciado, posicionando a ese país en el primer lugar en el subcontinente, en términos proporcionales. Insoslayable: al reducirse la percepción del riesgo frente a las drogas y promocionarse la aceptación social, el actual escenario era predecible. Máxime cuando el conjunto de estas medidas se vio suplementado por la retórica del accionar político con sus respectivas medidas de marketing. En ellas, naturalmente, la salud no era un cuestión prioritaria.
Al decir suburbano, Si Karl Marx viviera, resignificaría sus dichos sobre el 'opio de los pueblos', no refiriéndose ya a la religión, sino a las drogas. El caso uruguayo fuerza a una profunda reflexión, por cuanto todo parece indicar que las drogas funcionan hoy como un novedoso factor de explotación, manipulación y franca alienación de pueblos.
Es, la República Oriental del Uruguay, la cabeza de playa del comercio minorista de cannabis. En el caso de la vecina república, jamás fueron consultadas las asociaciones profesionales de psiquiatría ni las de medicina -ello, con miras a que el Estado regulase la comercialización. La opinión ciudadana del Uruguay estaba en contra de la iniciativa, y hoy esa opinión no se ha visto modificada, merodeando el 62%. Pero, ¿acaso eso importa? El propio presidente del vecino país, Tabaré Vázquez -eminente oncólogo y promotor de la lucha contra el tabaquismo en su anterior mandato- terminó aceptando la promoción del cannabis, dado que se trataba entonces de un Proyecto de Ley promocionado por su antecesor y miembro de su propio partido. Pero, al analizar el escenario desde el terreno, lo cierto es que las farmacias no desean comercializar el producto. Solo unas pocas lo han aceptado (son un total de dieciséis). Y este dato tampoco interesa a muchos. Como tampoco importa el hecho de que los grupos e padres, movilizados por la contundente falta de asistencia y de campañas preventivas, también estén en contra de la iniciativa.
¿Dirán acaso que el cannabis tiene efectos cancerígenos peores que el tabaco? ¿Dirán que, para conseguir efectos, el consumidor debe aspirar el humo fuertemente y retenerlo lo más posible en los pulmones, logrando, así, mayores concentraciones de alquitrán, benceno, tolueno, benzopireno (letal a la hora de explicar causas para el cáncer de pulmón), para lograr efectos cerebrales? A la postre, este cúmulo de productos se comercializa en farmacias, siguiendo al pie de la letra los postulados pontificados hasta la recalcitrancia por la nueva izquierda, para la cual las drogas son una herramienta imprescindible en el cambio cultural. ¿Donde habrá quedado la vieja moral marxista, en la que las drogas eran la herramienta de la explotación de los pueblos por excelencia? A tal efecto, será útil conmemorar la lucha de los chinos contra la invasión de opio en sus respectivos pueblos, y los dichos del líder Mao-Tse-Tung en relación a las drogas. Recuerdo episodios -grabados en mi memoria- en la ciudada española de Sevilla de fines de los años ochenta: los bares obreros registraban un sinnúmero de carteles que referían que un trabajador que fumaba era un 'obrero entregado al capitalismo'. Por aquel entonces, la moral marxista era bastante más cruda que su par judeocristiana.
Pero lo visto en la hermana república del Uruguay es solo el comienzo. Documentación e informes preparados por CICAD (órgano dedicado al estudio de las drogas en América Latina) certifican que los ciudadanos uruguayos han visto incrementado su consumo de marihuana en un ciento por ciento (población juvenil), y que el consumo de cocaína también se ha potenciado, posicionando a ese país en el primer lugar en el subcontinente, en términos proporcionales. Insoslayable: al reducirse la percepción del riesgo frente a las drogas y promocionarse la aceptación social, el actual escenario era predecible. Máxime cuando el conjunto de estas medidas se vio suplementado por la retórica del accionar político con sus respectivas medidas de marketing. En ellas, naturalmente, la salud no era un cuestión prioritaria.
Al decir suburbano, Si Karl Marx viviera, resignificaría sus dichos sobre el 'opio de los pueblos', no refiriéndose ya a la religión, sino a las drogas. El caso uruguayo fuerza a una profunda reflexión, por cuanto todo parece indicar que las drogas funcionan hoy como un novedoso factor de explotación, manipulación y franca alienación de pueblos.
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@JYaria
Sobre Juan Alberto Yaría
Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.