NARCOTRAFICO Y ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Argentina: drogas y pedagogía libertaria

Jorge asiste a la escuela, situada en los límites entre la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano...

19 de Julio de 2017
Si reina el relativismo ético signado por la religión del desencanto y el ocaso de los ideales, ello derivará en posturas fundamentalistas y dogmáticas.

José Milmaniene, El Padre y el Poder

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Jorge asiste a la escuela, situada en los límites entre la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano; sus padres no se involucran con lo que le sucede, alejados de sus avatares puberales y de las angustias del inicio de la adolescencia. Entre sí, los padres de Jorge también se muestran distantes -es la típica familia, llamada hoy nominal, en la que los padres están juntos pero sólo formalmente, sin mantener vínculo alguno. La mesa familiar, cuando existe, es solo un encuentro entre aparatos de imágenes televisivas, o de chats e Instagram. No hay ya lenguaje; entre la irritación existente por la preferencia de este mundo de imágenes en un soliloquio autista, cada palabra que se pronuncia es contestada con la violencia de aquel que es interrumpido en su monólogo virtual. El grito suplanta a la escucha.

La familia como continente normativo ya no funciona. Ley, límite, palabra, transmisión amorosa y vínculos que son la base de la cultura, están ausentes. Todo es meramente nominal y la heladera, llena o vacía, es el único punto de encuentro. Jorge va a la escuela, pero ésta no significa nada y nada aprende, en su mutismo rodeado de aparatos. El reside, a la postre, detrás del infranqueable muro del aburrimiento. Mientras tanto, en esa escuela no hay normas; reina el vacío. Cervezas a la entrada, porro por doquier,  alguna 'pasta' se reparte. Los profesores terminan siendo víctimas y victimarios de este sistema: todos están, pero nominalmente. Las instituciones de esas zonas desérticas vegetan; son meros edificios, conforme nada vive ni se transmite en su interior. Límites, normas, exámenes, creencias... ¿Qué es eso?

Colegio Nacional Buenos AiresLa familia no participa de la vida escolar. Para ellos, es la escuela la que debe educar -en rigor, la escuela es la que instruye, y la familia debe educar. Todo tiene lugar mientras Jorge potencia su aburrimiento, se acentúa su des-socialización -y llega, incluso, a exhibir conductas antisociales. El notable José Ortega y Gasset supo apuntar: 'Solo la cultura nos salva del naufragio; el vivir es estar en una continua zozobra de naufragar, pero la virtud salvífica de los náufragos es la cultura'. Un inconveniente: Ortega es del siglo XX, ya es viejo y representa -de alguna manera- a un sistema que hay que erradicar; o al menos eso entienden los intelectuales del pensamiento libertario, que promocionan el uso de drogas como instrumento complementario hacia la liberación. Incluso Pier Paolo Passolini, intelectual y destacado cineasta comunista, decía -en los albores de los año setenta- que era el vacío cultural lo que generaba el deseo de muerte que hoy se expresa en las drogas, alcohol, violencia, dependencia al Internet, aislamiento y/o anorexia. La cultura del vacío es, precisamente, lo que numerosos comunicadores sociales promocionan -a contramano de la función primigenia de la escuela como herramienta cultural, coincidente con difundir un deseo de vida, no de muerte. 


¿Dónde están los adultos?

Entonces, será lícito preguntarse: ¿dónde están los adultos? Sin adultos, no hay adolescentes, supo decir el analista R. Erickson. Tiempo más tarde, completaba 'Sin confrontación del adolescente con el adulto, no existe crecimiento sano'. No existe confrontación, porque el lugar adulto ha sido capturado por un vacío. H. Giddens, sociólogo y filósofo británico, explicaba: 'Cuando cae la tradición, aparece la adicción (y todos los comportamientos violentos)'. Etimológicamente hablando, esa tradición remite a la transmisión de notas de vida pero, ¿han quedado adultos que transmitan? Las familias nominales parecerían ser el fruto del autismo en el cual vivimos.

No obstante, al registrarse problemas en la vida escolar de Jorge, sus padres corren presurosos a endilgarle esas dificultades a los maestros. Se llega entonces al estadío del autoritarismo paterno, al acaso -la violencia adulta. Desmotivado, el maestro recula. Se ha roto lo que Sigmund Freud describía como matrimonio espiritual entre la escuela y la familia, ejes clave de la humanización. Los deberes son denostados; cuando se ponen límites, estos son cuestionados y atacados. Ergo, se produce una devaluación de la autoridad, en tanto se promociona la transgresión. 


Padres sindicalistas

Los padres se transforman en 'sindicalistas' de sus propios hijos, al decir de Massimo Recalcati, psicoanalista italiano que ve en la posmodernidad un maridaje entre las pedagogías libertarias y la anomia, en su último libro 'La Hora de Clase'. El diálogo intergeneracional –como base misma de la cultura– entre padres y maestros se ha quebrado ya, surgiendo de esa ruptura una suerte de híbrido que remite a la anemia de valores. Ha tenido lugar un divorcio de aquel pacto intergeneracional: padres y profesores ya no trabajan en comunidad; el docente es humillado cuando intenta sortear los patrones de la decadencia de la pedagogía libertaria. 'El maestro está cada vez más solo y humillado', refiere Recalcati -a contramano de su propio ideario, pues el célebre autor ha sabido fogonear la pasión por el conocimiento, variable salvífica en esta actual cultura del vacío.

Ha llegado a término el elemento denunciado en la memorable The Wall -Pink Floyd-, donde los alumnos eran triturados por un grupo de profesores autoritarios. Hoy, tiene lugar el opuesto perfecto: padres y alumnos se abalanzan sobre ellos. Los exámenes dejan de tener sentido. Las decisiones de los adultos-profesores son opcionales para el alumno, quien recurre a la constitución de 'asambleas' para tomar aulas y colegios enteros. El asambleísmo ha reemplazado a la autoridad institucional del Profesor; si éste se atreve a presentar su punto de vista, es tildado de autoritario y le corresponde el escarnio. En tal contexto, la socialización adolescente se altera, y la des-socialización consigue la victoria, ensalzándose la transgresión. Ultima parada: la consolidación de conductas pueriles -en el mejor de los casos- y antisociales -en el peor.

Al no existir un marco normativo de transferencia amorosa de conocimientos y de amor a la vida , todo terminará de definirse en un chat o en la cultura del instante; con altas probabilidades de rematar ello en el abuso de drogas. Resultado a veces inevitable en una cultura desprovista de energía vital y de lenguaje estructural mudo. Se ha dejado de lado que no existe cultura sin esfuerzo. Enseñamos al revés porque, precisamente, el estudio es constancia, dedicación, empeño.

Este anarquismo como pedagogía libertaria que se promociona en la República Argentina país nada tiene que ver con los pensadores de esta corriente (desde principios del siglo XX), que distinguían el Poder por el Poder mismo en el aula de la Autoridad de tipo moral como elemento fundamentalmente positivo, que reposaba en el reconocimiento de la sabiduría, y que ayudaba al crecimiento de la autonomía y la libertad. Insistían éstos en no confundir abolición del autoritarismo con permisividad. En el campo de las drogas, esto es evidente. La moral marxista era en extremo más dura que la judeo-cristiana de inicios del siglo XX. En los bares de obreros de Sevilla, recuerdo haber visto -en plenos años ochenta- carteles que indicaban que cada obrero que fumaba (nicotina) era 'un ser entregado al capitalismo'. Hoy, naciones como la República Oriental del Uruguay han decidido, bajo inspiración marxista, aprobar y motorizar el consumo de drogas como variable liberadora. Lo mismo sucede en ciertos discursos del progresismo light en la propia Argentina.

La actual crisis del pensamiento transmisible y del diálogo intergeneracional y del pacto generacional (padres-escuela) tiene relación directa con las crisis adolescente -máxime en un clima de absoluta permisividad y anomia, mezcladas con oferta ilimitada de drogas. No existe mejor formato para pontificar y celebrar la cultura del Vacío. Surgirá, de esta manera, un sujeto apto para la 'doma' y para cualquier tipología fundamentalista o fanático-dogmática. En definitiva, un sujeto apto para ser declarado esclavo.

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.