INTERNACIONALES: ANIBAL ROMERO

El Capital, de Karl Marx: 150 años

La primera edición del volumen I de la obra fundamental de Karl Marx, El Capital, fue publicada...

21 de Junio de 2017
La primera edición del volumen I de la obra fundamental de Karl Marx, El Capital, fue publicada en Alemania en 1867. Cuando se cumplieron 100 años de su aparición en 1967, Ernest Mandel, un destacado teórico marxista del pasado siglo, escribió un artículo laudatorio acerca del libro, sosteniendo que 'hay poca chance de que el capitalismo sobreviva el siglo XX'. Sus palabras no lucían entonces tan ingenuas o disparatadas como ahora pues, en ese tiempo, las ideas de Marx aún ejercían un poderoso impacto alrededor del mundo. No es, sin embargo, mi objetivo recapitular la historia del derrumbe de la URSS, del viraje de la otrora China comunista hacia el capitalismo salvaje, o de la conversión de los regímenes políticos que se aferran al socialismo —como ocurre con Cuba, Corea del Norte y Venezuela— en brutales despotismos dedicados a empobrecer y oprimir a sus pueblos. Lo que busco es aclarar en lo posible a los lectores qué quiso lograr Marx en El Capital.
 
Karl MarxSe trata de una obra que fue siempre y a la vez influyente y poco leída. El impacto de las ideas marxistas tuvo y aún tiene un carácter político-ideológico dominante, solo de manera oblicua vinculado a los abstrusos análisis económicos de Marx en El capital. Hay que decirlo: El capital es un libro de difícil lectura y en nuestros días pocos se animan a explorarle, a menos que se vean forzados a ello por razones de investigación académica sobre la historia de las ideas económicas o los orígenes teóricos de las utopías totalitarias. Cabe también tener en cuenta que El capital es una obra en tres volúmenes de los cuales solo el primero se publicó en vida de su autor. Los siguientes tomos fueron compilados por Federico Engels, fiel amigo y colaborador intelectual, con base en el legado de borradores heredados de Marx, y aparecieron respectivamente en 1885 y 1894. Aquí me referiré de modo exclusivo al volumen I.
 
Es justo reconocer que El capital pone de manifiesto, más allá de las limitaciones y errores de las concepciones marxistas, un esfuerzo intelectual masivo de parte de su autor, quien entregó su vida a desentrañar en sus aspectos históricos, sociales, económicos, políticos e ideológicos el modo de producción capitalista tal y como se patentizaba a mediados del siglo XIX. Marx analizó el capitalismo en momentos en que se mostraba plagado de contradicciones y a la vez se preparaba a iniciar un gigantesco salto cuantitativo y cualitativo, que le conduciría hacia nuevas y vertiginosas etapas de intensificación de la productividad, cobertura espacial y transformación material, cultural y técnica de sociedades en todo el planeta.
 
Para entender qué se propuso Marx es clave mencionar el título completo del libro: El Capital. Crítica de la Economía Política. ¿Qué era, para Marx, la economía política? No otra cosa que los estudios sobre el modo de producción capitalista realizados por los denominados economistas burgueses que le habían precedido, entre los que sobresalen los nombres de Adam Smith y David Ricardo. Según Marx, dichos economistas no eran científicos sociales sino ideólogos, o en otras palabras analistas cuyos resultados intelectuales se deslizaban por la superficie de los fenómenos, sin penetrar en sus raíces profundas ni revelar sus latentes contradicciones. En una de sus obras tempranas (los Manuscritos de economía y filosofía de 1844), Marx afirmó que los economistas burgueses partían de aquello que en realidad debían esclarecer: “Así es también como la teología explica el origen del mal por el pecado original, dando por supuesto como hecho, como historia, aquello que debe explicar”.
 
En esos Manuscritos y otros estudios anteriores a El Capital, Marx escribió con más libertad y fluidez, menos atenazado por su pretensión cientificista, y se explayó acusando la economía política burguesa de cinismo, de perder de vista u ocultar que el capitalismo es un sistema basado en la explotación de unos seres humanos sobre otros. A Marx no se le escapaba que la explotación no era un fenómeno nuevo, que en una u otra versión había estado presente desde los albores de la historia, que la esclavitud todavía existía en algunos lugares así como diversos mecanismos de extracción del trabajo de unos para beneficio de otros. Ahora bien, lo que quiso hacer Marx en El Capital fue explicar la especificidad de la explotación capitalista, de ese modelo concreto de organización económica, pero avanzando más lejos de lo que los economistas burgueses, limitados por sus gríngolas ideológicas, eran capaces de alcanzar.
 
Frente a esa economía política y contrastando con ella, Marx postuló un método de análisis con el que esperaba hurgar más hondo, poniendo en evidencia tanto el proceso de producción del capital como la tendencia histórica de la acumulación capitalista. Dicho método abordaba los hechos a través de un prisma filosófico, de una convicción política y de una motivación moral. Durante su travesía analítica en El capital Marx focalizó las tensiones sociales del capitalismo de su tiempo, y aseveró que las mismas conducirían “desde la expropiación de la masa del pueblo por parte de unos pocos usurpadores hasta la expropiación de unos pocos usurpadores por parte de la masa del pueblo” (capítulo 32). Su conclusión se encuentra en ese capítulo en una nota a pie de página, que reproduce una frase del Manifiesto Comunista de 1848: “La burguesía produce a sus propios sepultureros”. Esta convicción política e histórica es el eje teórico de El Capital, un libro cuyas particularidades se deben a que no es una obra de teoría económica tradicional sino que tiene una meta ulterior de índole práctico-política, pretendiendo servir de sustento científico a una empresa revolucionaria. Esta empresa sería llevada a cabo por los explotados del capitalismo.
 
El fantasma filosófico de Hegel puede atisbarse en numerosos intersticios del volumen I de El Capital. Para citar una instancia, en el ya mencionado capítulo 32 Marx expone su prueba acerca del proceso de expropiación de los expropiadores utilizando los términos hegelianos de “la negación de la negación”. Algunos estudiosos de la obra se han devanado los sesos con las elucubraciones de Marx en el capítulo 1 del libro, acerca del llamado “fetichismo de la mercancía”, sin reparar que detrás de Marx se asoma Hegel. No sugiero que Hegel sea más comprensible que Marx (no lo es), sino enfatizar que el método de Marx se afianza en Hegel. El capital deja entrever la indignación moral que impulsaba a su autor, quien estaba convencido de que “la economía, pese a su mundana y placentera apariencia, es una verdadera ciencia moral”. Marx se indignaba ante lo que percibía como la deshumanización de las personas bajo el capitalismo. Fueron las convicciones políticas de Marx acerca del imperativo de una transformación radical, más aún que sus tesis económicas propiamente dichas, así como su repudio moral a un orden de cosas que generaba crueles injusticias, los factores que de modo principal impulsaron al poderoso movimiento histórico que hizo del marxismo un estandarte revolucionario.
 
No pretenderé sintetizar las tesis económicas expuestas por Marx en El capital, tarea que excede los linderos de una reseña como esta. No obstante, el lector interesado puede hallar en el breve y lúcido estudio crítico del economista italiano Vilfredo Pareto, titulado también, como la obra que discute, El capital, un cometario claro y útil. Puedo asegurar que los dolores de cabeza inducidos por las tesis de Marx acerca de —por ejemplo— el valor de uso y de cambio de las mercancías, la plusvalía absoluta y relativa, el capital variable y constante, así como otros temas prominentes de su obra, encuentran en las páginas del conciso estudio de Pareto un alivio, pues el pensador italiano ofrece una explicación precisa y una crítica equilibrada de los planteamientos económicos marxistas.
 
Marx no se ocupó en El Capital de indagar cómo podría funcionar en la práctica una economía socialista. Tampoco lo hizo en el resto de su vasta obra intelectual, y me pregunto si dicha tarea es realmente factible. La idea misma de “economía socialista” luce contradictoria, pues la escasez relativa es una realidad medular de todo orden económico y el socialismo es un modelo basado en el espejismo de la abundancia. De hecho, las pocas ocasiones en que Marx describió en líneas generales lo que sería en la práctica el comunismo lo pintó como una situación de abundancia sin límites. Lo que más me llama la atención de esta utopía no es su imposibilidad económica, sino la idea subyacente según la cual la satisfacción de las necesidades materiales es capaz de poner fin a los conflictos políticos. Es claro que Marx tenía una visión quimérica de la naturaleza humana, pero ese es otro tema de envergadura que dejo para una futura ocasión.

 
Publicado originalmente en El Nacional (Venezuela)
Sobre Aníbal Romero

Es Filósofo, politólogo y Doctor en Estudios Estratégicos (King's College, Londres). Profesor titular de la Universidad Simón Bolívar.