POLITICA ARGENTINA: OSVALDO J. CAPASSO

La matriz del terrorismo

Algunas crónicas que hacen referencia al atentado perpetrado en Manchester...

23 de May de 2017
Algunas crónicas que hacen referencia al atentado perpetrado en Manchester, y que se ha adjudicado ISIS (Estado Islámico, para algunos), describen con horror lo acontecido en suelo europeo. Se asombraron de que haya sido perpetrado en un recital para adolescentes, y por el modo en que debían explicar a sus hijos los motivos por los cuales el terrorismo tomó a jóvenes por objetivo.

La matriz del terrorismo no reviste caracteres mayormente complejos. De lo que se trata es de generar terror, implantar un estado de temor permanente con el objetivo de dominar a las poblaciones a través de la angustia y la incertidumbre, manteniendo en concepto de violencia para, a la postre, imponer condiciones. Las reivindicaciones detrás de los actos vandálicos comportan justificaciones diferentes para tales grupos, como ser, la lucha contra imperialismos pretendidamente opresores, el combate religioso contra los infieles, el enfrentar las desigualdades a las que se ven sometidos por los poderosos y, fundamentalmente, cambiar un mundo donde impera la injusticia. Todo ello, siempre en concordancia con los términos y condiciones del terrorista.

MontonerosEn el último año de la escuela secundaria de muchos argentinos, en tiempos de Perón e Isabel, aquéllos eran custodiados por soldados que protegían de cualquier tentativa de ataque terrorista que pudiera ejecutarse -en muchos casos, contra colegios católicos en donde uno estuviera registrado para cursar. Ante las reiteradas amenazas de bomba, una y otra vez uno se veía obligado a abandonar la institución -por lo general, con la custodia de elementos de las Fuerzas Armadas.

Era una época en la que muchos temían por sus vidas, dado que los atentados contra entidades bancarias y cualquier otro objetivo eran moneda corriente. Las muertes cometidas por los grupos subversivos se hallaban a la orden del día. Así las cosas, un grupo de terroristas cuyos elementos se autoenominaban 'jóvenes idealistas' decidieron llevar a cabo una lucha armada, con el objeto de tomar el poder en medio de un gobierno constitucional. Su pretensión, ni más ni menos, era torcer el rumbo de la República Argentina, pero consolidar ese cambio a sangre y fuego. Habrá que subrayar que aquella matriz nada tenía de diferente con la que, hace cuestión de horas, ISIS desató en el Reino Unido.

En la Argentina, años más tarde, ese mismo terrorismo golpeó de una manera cruel -se trataba de episodios jamás experimentados en nuestro territorio. En julio de 1976, terroristas detonaron explosivos en el Departamento Central de Policía, dando lugar a un saldo de muertes entre civiles y elementos de las fuerzas de seguridad -con decenas de heridos. Aquellas cifras se aproximan bastante a los hechos de Manchester.

Periodistas, políticos, artistas y gran parte de la ciudadanía argentina eleva hoy su voz contra la violencia desplegada por ISIS. Incidentalmente, calla -ya fuere por complicidad o ignorancia- lo ocurrido en su propio país. No se registra esfuerzo alguno para condenar la violencia padecida por nuestros propios compatriotas, en nuestro suelo. Menos aún reclaman juicio y castigo para los culpables.

En cada aniversario de los atentados contra la Embajada Israel y AMIA, se suman cientos a repudiar ese accionar masacrante y se lo califica correctamente de 'lesa humanidad', al tiempo en que -nuevamente- se hace a un lado la cifra de víctimas compartida por la subversión terrorista (en muchos casos, niños y jóvenes) que asolara nuestra nación, y que cobró forma de guerra contra la ciudadanía toda.

¿Expresarse en términos 'políticamente correctos' implica, necesariamente, exhibir un deleznable doble estándar moral? ¿Son más importantes unas víctimas que otras? Si el capítulo de la violencia no termina de clausurarse debidamente en la Argentina, la historia quedará tuerta, y con serias posibilidades de repetirse. Porque, conforme está visto, aquí, 'no pasa nada, si enarbolás una bandera de la izquierda y/o de los derechos humanos'.

Detrás de ese escudo protector, aquellos núcleos que toman posición favorable al terrorismo se caracterizan por una notable cuota de indemnidad, acaso para justificar cualquier cosa. Naturalmente, el terrorismo internacional toma buena nota de ello.

Por estas horas, es harto difícil convencer a alguien de que la Argentina no vivió, en los años setenta, una conflagración armada entre dos partes beligerantes claramente identificadas. En igual sentido, la promoción de la vulgar mentira de los 'treinta mil desaparecidos' ha caído en el más absoluto descrédito: no se conocen registros nacionales ni internacionales que así lo avalen.

Por caso, un reconocido combatiente como Luis Labraña, y una política honesta -Graciela Fernández Meijide- desmienten aquella antojadiza versión. En definitiva, si de lo que se trata es de construir una verdadera República, entonces la verdad no habrá de ser modificada por fuerza. Resulta en extremo inaceptable mantener una mendacidad con el simbolismo o la costumbre como norte; menos aún, el aceptarla. 

La línea definitiva debería ser clara y contundente: forzar a la aceptación ciega o imponer la agenda del político de turno, no es otra cosa que fascismo.


Osvaldo José Capasso -Twitter@OsvalJ0, autor invitado- es Abogado (Universidad de Buenos Aires) | Su correo electrónico: osvaljo01@hotmail.com