NARCOTRAFICO Y ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Sobre el triunfo del 'hombre técnico'

Han cambiado ya los llamados cien barrios porteños que inmortalizara Alberto Castillo...

13 de May de 2017
Hoy, se captura al 'hombre desnudo' con [el poder de las] imágenes y [las] drogas.

G. Maci

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Han cambiado ya los llamados cien barrios porteños que inmortalizara Alberto Castillo, con serenatas a la luz de los faroles. Eso es el siglo XX en sus inicios. Hoy, en pleno siglo XXI, nuestros pacientes nos hablan de otras esquinas. Más que la 'barra de la esquina', se asiste ahora a 'tribus' con sus propios ritos, en los que se condensa la civilización de imágenes con el consumo de sustancias. Un paciente supo relatarme el modo en que una crisis de abstinencia surge a partir de una mirada; la imagen manda. El nos dice, al ver, 'Esto es Boedo' en una pared y que eso lo traslada a un mundo; el mundo de una tribu que diariamente los convocaba.

Se han resentido los modos tradicionales de transmisión simbólica: la familia, las escuelas, las comunidades barriales, espirituales, ideológicas. Han surgido novedosos actores de comunicación, a partir de un aumento de los flujos de información que fomentan la entropía, esto es, el deterioro social. Nuevos actores, a la vez entran en escena, que representan el mercado de las políticas del placer y del goce sin límites para superar tanto vacío.  

El cerebro de este paciente, domesticado por el consumo de drogas desde los doce años, se somete a la dictadura de la imagen. Allí se da todo el combo: sustancias, teléfonos, mensajes de texto y la compulsión del encuentro cotidiano.  

HiperconsumoHoy, sabemos que el consumo se asocia en el sistema nervioso a claves simbólicas contextuales: olores, lugares, esquinas, imágenes, tribus; no solo drogas. También a presencias significativas, como los lideres o el 'capanga' del grupo que, en muchos casos, es el 'dealer'. Ssujeto admirado y odiado porque es el portador de un poder arbitrario y extorsivo.

En tales tribus, lo valorado y odiado no es solo la droga. La imagen y la comunicación virtual que da el celular tienen un alto índice de prestigio. El Facebook es una señal de intimidad y de transgresión fundamental. Todo se miniaturiza y se compacta. El teléfono móvil concentra Internet, imágenes y ya no solo transmisión de voz. Se unirán al combo el teléfono, la computadora y la televisión. Se prolonga nuestro cuerpo; tiene lugar una suerte de hipertrofia de los sentidos, a partir de las nuevas prótesis biónicas que acompañan -seguidas de poderosas compañías que se disputan nuestras orejas y ojos en todo el mundo. Todo es demanda inmediata. Una fantasía de omnipotencia que se consolida. Lo pienso, lo miro, lo dicto, y ya está; es la hora del Ya. Todo el mundo ve YouTube, envía mensajes de texto, ve y asiste a recitales a miles de kilómetros. Es la victoria de la rapidez y de una comunicación formal que elude, por otra parte, nuestro déficit de comunicación subjetiva e intersubjetiva. El hombre técnico y las prótesis químicas son ya una realidad.


El hombre a la intemperie

Diversos autores se han referido a la crisis de las mediaciones simbólicas (palabras que orienten, leyes que limiten y abran caminos, amores auténticos, encuentros en donde se descubre la hospitalidad y la acogida, contenciones afectivas) que afectan la evolución del infans en la cultura.

Surge, así, la llamada desprotección institucional; hablamos de un hombre a la intemperie. Crecemos más solos. Este fenómeno es masivo; por ello, hoy hablamos de una des-socialización masiva, en donde se registra una incomunicación de las existencias y una comunicación solo posible a través de instrumentos técnicos en donde la química desempeña un papel sustancial -junto a la parafernalia de venta y distribución. Casi es como vivir en un mundo sin guías, creándose en el proceso una alucinación del vivir -aunque ésta dure unos pocos instantes, cuestión que se resuelve, precisamente, con la potencia de la dosis.

Las enfermedades surgen dentro de este contexto global y son también masivas en este 'hombre masa' que vive dentro de una muchedumbre solitaria, al mejor estilo descripto por D. Riesman. El mundo es cada vez más pequeño e interactivo, pero las sociedades son cada vez más vulnerables -así es que se consolida esa sensación de intemperie. El delito en red lucra con todo esto. De igual manera, los cambios en las organizaciones familiares impactan en la educación inicial, especialmente cuando ha aumentado el número de familias abandónicas, multiproblemáticas, ensambladas, en crisis y/o monoparentales también en crisis.

Desde este punto de vista, la globalización de las redes macrosistémicas. Sean éstas financieras, telemáticas, ecológicas, delictivas superan enormemente a las redes generadoras de lo específicamente humano: las redes próximas afectivo-familiares dialogales y de educación inicial. Observamos en nuestros trabajos en GRADIVA y en supervisiones en distintos territorios, que el niño y el joven crecen con escasas tutelas y orientaciones humanas, siendo la guía del corazón reemplazada por las orientaciones electrónicas y multimediática.

Todo esto se debe al efecto acumulado de la complejidad; en la vida social, la globalización genera un vacío de sentido vital y de proyecto humano en vastos sectores, especialmente en zonas de descomposición social (en donde el Estado casi no existe y en donde se registra una apatía comunitaria al lado de una infiltración institucional por el delito) y/o de anomia. Se permite, así, un ingreso virulento y epidémico-pandémico de las drogas a la hora de llenar ciertos vacíos de afecto y ciertos sufrimientos que, al mismo tiempo que los obtura, contribuye a multiplicarlos.

Punto de origen de las denominadas patologías del vacío, o los 'nuevos síntomas' (anorexia y bulimia, toxicomanía, alcoholismo). Se trata de prácticas de goce que intentan ir siempre más allá del placer, pero en donde el Otro y los otros parecen no existir. Ni más ni menos, un narcisismo solitario, un nuevo autismo -subproducto de la técnica y de la química, fácil de conseguir en el mercado social, y vinculado a una práctica de descarga inmediata previo a un ataque de angustia. Los dealers, los mercados de drogas por Internet, los boliches, el alquiler de mujeres por una noche, los video-porno (y el consumo mientras se las mira), los casinos promovidos en cada ciudad y pueblo, las caravanas interminables de fin de semana, la vorágine sin fin, manejar a mil... En resumidas cuentas, se asiste a un nuevo hombre, resultado de esta carencia de mediaciones simbólicas, palabras, Ley, orientaciones, contactos socializadores. Es un hombre vacío y técnico, que encuentra en la técnica del hiperconsumismo un intento fallido de un pleno inalcanzable. Para este hombre-técnico, el 'combo' es fundamental -lo que hemos llamado la 'macdonalización' de la vida. Lo único claro es que se siente angustia y, en tal escenario, el combo es fundamental (cada uno lo llena como quiere y puede). Mujeres, drogas, vorágine, caravanas, soledades, etcétera.

Cuando nos acercamos a este hombre técnico, experimentamos la experiencia de la ausencia, de vacío existencial, de insustancialidad anónima, la desvitalización; pues este hombre nuevo no delira como los psicóticos. Se caracteriza por una nueva forma de locura, completamente asimilada al orden social y robotizado en su agenda de hiperconsumismo individualista. 


La 'macdonalización' de la vida

No dejar de sorprender que el consumo de drogas se sitúe en el centro de ese combo. Cual Mc Donald's o Burger King, el 'combo' es parte de la vida de un adicto. Se trata de un fenómeno novedoso y, estimamos, producto de la era de hiperconsumo que intenta buscarlo todo en lo compacto.

En la actualidad, en ese combo se contabiliza a las sustancias (mezclas diversas que incluso son antagónicas en sus efectos, por cuanto son estimulantes y, a la vez, depresores), el sexo ligado a una hipersexualidad homo y/ heterosexual -dando lo mismo en muchos casos-, el Viagra, el boliche como la previa de todo -sea 'bailantero' o de los sitios exclusivos VIP-, el casino y el ruido adictivo de las fichas y de la convulsión allí reinante, la velocidad en coches de alta gama o en motos compradas con las monedas de un sueldo. El mayor placer es vivir, así sea solo por un instante, ese éxtasis de narcisismo. Es el flash -al decir de los jóvenes- de creerse todo. En su magnífico diccionario del siglo XXI, J. Attali enseña que el 'narcisismo es la forma extrema del placer en la ética individualista'. Para preguntarse luego por el momento en que aparecerá la fraternidad en esta sociedad de individuos. Este viaje, en la cultura actual del hiperconsumo y el espectáculo, desvía la atención de nuestra precariedad como condición humana y de nuestra fragilidad, finamente envuelta en el ropaje del narcisismo, apunta el autor.

Pero muchos pierden en este desencuentro: hijos, madres hostigadas por la enfermedad y otros que lucran -llegándose a un sistema social con multiplicación de discapacitados. Y no quedará sombra de duda: el Estado parece hoy demasiado pequeño como para detener estos problemas y, a la vez, demasiado grande como para estar cerca de la gente.


 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.