NARCOTRAFICO Y ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Argentina: recuperar la brújula

Nos encontramos en medio de una severa crisis humana; quizás sea éste nuestro verdadero 'default'.

01 de Abril de 2017
Nos encontramos en medio de una severa crisis humana; quizás sea éste nuestro verdadero 'default'. Desde hace ya años, la escuela, la familia y el orden público, se han desmoronado. Hemos perdido la brújula, esa que informa a los navegantes de la vida el norte de sus existencias, y que toda comunidad tiene. Al narcotraficante le conviene una sociedad en default de valores y propósitos, allí donde límites y autoridad caigan por completo en el descrédito. En medio del ruido, la voz de los que piensan distinto pareciera inaudible, frente al marketing que promociona con denuedo la carencia de valores; esa carencia viene fogoneada desde un disfraz libertario pero, en definitiva, sus promotores buscan crear una sociedad de esclavos.

El proceso de desfamiliarización se torna evidente, más allá de los cambios que se introducen en esta instancia cultural, a nivel global, en la familia tradicional y los novedosos modelos de familia. El abandono es la nota predominante; los hijos quedan 'sueltos' y sin ninguna orientación paterna en particular. Vale preguntarse si es factible crecer en este contexto inerme. Si bien se trata de un cambio global, en nuestro país adquiere características especiales, de la mano de la abierta promoción de todo aquello que conduce al deterioro, como el drogarse -la voz de la prevención también deriva en inaudible. Todo lo cual responde a factores culturales, instalados en la postmodernidad como la crisis de vínculos entre sexos que se 'degradan' o diluyen rápidamente. La noción que parece erigirse como triunfadora es la del padre 'superfluo'.

OdiseoHoy, se sabe que los niños que han crecido sin padres exhiben mayores chances de interrumpir los estudios secundarios, de permanecer sin estudiar ni trabajar durante largos períodos de tiempo. En las adolescentes, se incrementa la probabilidad de ocurrencia de embarazo precoz; así como en ambos sexos existe una mayor vulnerabilidad ante presiones negativas de pares -como se da, por ejemplo, en el caso del consumo de drogas y alcohol. Las postrimerías del siglo XX sobrevinieron en compañía de un desplazamiento hacia la periferia de la familia, de la figura del padre. El feminismo -al que ponderamos como mal entendido- mocionó al padre como un personaje superfluo e incluso opcional, considerándolo como un mero proveedor de semen y cabalmente alejado de toda función simbólica.

La escuela pública, otrora bastión de la cultura más arraigada de nuestro país, ha quedado subvertida por sindicatos y gremios que la explotan como capital político -recurriendo al costumbrismo de abandonar a los chicos. Ya ni siquiera hay clases; la caída cultural, en tal contexto, se tornará todavía más pronunciada, conforme la educación es uno de los principales vectores en la lucha contra la pobreza.

El narcotraficante aprovecha y se aferra a esta realidad. No solo altera el orden público con 'vendettas', sino que se sirve de la ausencia o carencia de ideales de nuestros niños, registrada a partir de la pérdida de la transmisión de los valores de la vida. Se da el caso de chicos con padres claudicantes o desconocidos, en medio de un subsistema que contabiliza una escuela anémica y ausente. El niño y el adolescente quedan a merced de su propio vacío, volcándose hacia la cultura del consumo -llámese juego, alcohol o drogas.

El daño neurológico se combinar cuando se apela a esta cadena de conductas. A la postre, la dependencia genera una alteración crónica de los sistemas de recompensa, esto es, de los sistemas del placer en que todos nos respaldamos. Aquí, el placer ha quedado adherido al consumir; el resto (hijos, vida, deporte, amistades, etcétera) queda relegado a un segundo plano. Hoy, recuperar a un paciente remite al acto de ayudarlo para que reencuentre la brújula de su vida; tratarse es recuperar la misma. En los casos que hemos venido repasando desde este espacio, la vida -ejercicio cotidiano de libertad- se reduce a la búsqueda de la dosis. Así, pues, es lícito preguntarnos: ¿preparamos a nuestros hijos y ciudadanos para ejercitar su libertad y libre albedrío con responsabilidad?


Devaluación del valor de la palabra
 
Si cae la escuela, la familia y la cultura en general como transmisores de esa Ley básica que es la de la palabra, cae el concepto y la vivencia de la Ley, pero también el reconocimiento del Otro (que siempre van unidos). Cuando estos esquemas se desmoronan, emergen vías sustitutivas en donde la violencia es la protagonista. En este contexto de imposición de la propia omnipotencia de criterio y apetitos, las drogas reinan. Los narcóticos representan ese plus de omnipotencia que muchos precisan a la hora de ejercitar esa violencia originaria, que gana empuje y formato en la ceguera ante la existencia del Otro. Se registra, con total evidencia, un fermento cultural que promociona la victoria de la cultura narco, conforme los anticuerpos culturales han sido artificial y premeditadamente vaciados de contenido y significado.

En este contexto de devaluación de la palabra y, por ende, de desprecio de la realidad, se habla de las drogas con liviandad y ligereza. El espectro de legalización, buscada por ciertos grupos ideológicos, ignora realidades hoy fundamentales; el cerebro y su dinamismo. Tenemos hoy en nuestros consultorios jóvenes-viejos con un grado perturbador de envejecimiento cerebral precoz.

Es que el cerebro es la primera víctima del abuso de drogas. Se trata del sistema de recompensa cerebral -sede de los dinamismos sexuales, de los impulsos, la comida, el control, y de la sensación de placer y, fundamentalmente, de las motivaciones. Las drogas 'secuestran' las motivaciones; la única apetencia es drogarse.

De igual manera, el precipicio del ordenamiento social se muestra cómplice del predominio de la venta de drogas. Lo cual conduce a la destrucción de la cultura y de la educación en una comunidad dada. Las instituciones ceden lugar y terreno. Las familias acusan graves daños en su estructura y dinámica funcionales (salud mental); lo marginal suplanta a la pluma y a la forja ética del trabajo legal. Es común hoy toparse con familias enteras dedicadas al tráfico y comercialización de estupefacientes.


La odisea y la libertad

Para millones de seres humanos, la enfermedad es un refugio masoquista. ¿Qué es la vida para muchos? Una maldición. Sobre esto, una versión comentada de 'La Odisea' -del filósofo alemán Lion Feuchtwanger-, sumamente ilustrativa, se refiere a las cantidades de marineros transformados en cerdos por los encantos de Circe. Contentos ellos con su novedosa condición, se resistieron desesperadamente a los intentos de Odiseo por romper el hechizo y devolverles la forma humana. Pero aquéllos preferían seguir siendo cerdos, a ser humanos. Cuando Odiseo logra atrapar a un animal y transformarlo -hierba milagrosa mediante- en hombre, éste, conocido como Elpenor, en absoluto agradecido por volver a su forma anterior, ataca su liberación y despotrica ante Odiseo: '¿Otra vez has vuelto a exponer nuestros cuerpos al peligro, y a obligar a nuestros corazones a tomar nuevas decisiones? Yo estaba tan contento... Podía revolcarme en el fango, estaba libre de dudas y razonamientos. ¿A qué viniste? ¿A arrojarme de nuevo a mi odiosa vida anterior?'.

La Modernidad supo edificarse sobre la Razón y sus ideales de la medida, el método; la post-modernidad (proceso que hoy experimentamos) sacraliza el instante del placer en su desmedida: el tiempo se agota en la desmesura, y el instinto y el goce fáctico priman sobre la pausa y los objetivos. Es entonces cuando nos quedamos sin futuro. Viva el presente, reza ese intoxicante eslogan post-moderno. Todo es líquido y fluído. No existe otro proyecto que el 'Aquí y ahora'. 'No Future', rezaba también aquel lema del conjunto de rock-punk Sex Pistols. Pero, infortunadamente, si se carece de proyecto o de futuo, sobreviene la muerte temprana. Así lo certifica cabalmente la clínica de las adicciones.

Adicionalmente, la Argentina postmoderna nos remite miles de pacientes crónicos que no pueden ya vivir sin la dosis -y cuyo factor común es la severa alteración psiquiátrica.


Recuperar la brújula del sentido
 
Supo enseñarnos Víctor Frankl: 'Lo más profundo del hombre no es el deseo de poder ni el deseo de placer, sino el deseo de sentido'. Son los adolescentes quienes más padecen esta crisis de propósito, porque -corresponde decirlo- se han quedado sin referentes, cuidadores, orientadores, o padres, que los ayuden a parir como personas en esa etapa tan compleja y difícil. Si, como dice Friedrich Nietzsche, nos quedamos mirando el abismo, éste nos atrapa. Las drogas son el verdadero rostro del abismo. El sentido es la brújula que marca nuestro norte o, si se quiere, proyecto vital.


* Fotografía: atado al mástil de su embarcación, Odiseo intenta quebrar la atracción generada por el canto de las sirenas. 'Las Sirenas' (Leon Belly; Museo de l'Hotel Sandelin, Saint Omer, Francia)

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.