Argentina: femicidio y drogas
Arden las redes sociales y la sociedad mediática, en razón de que el médico anestesista...
04 de Febrero de 2017
La Muerte siempre te sigue.
Eslogan popularizado por ciertos grupos del crimen organizado (mafia) en Italia.
* * *
Arden las redes sociales y la sociedad mediática, en razón de que el médico anestesista golpea hasta el paroxismo epiléptico a una mujer; ambos, en franco estado de 'locura' adictiva. Para quienes trabajamos en adicciones, este escenario es común. Acostumbramos apuntar que nuestra sociedad esconde el uso epidémico de drogas cuando se habla de femicidio. Es femicidio y drogas, en una gran mayoría de casos. En la Argentina de hoy, las profesiones médicas están inoculadas por el consumo. Lo vemos en nuestros consultorios, a diario. Ya no se trata exclusivamente del pibe de la esquina. Es un médico a quien el ciudadano de a pie consulta. Es el que, previo a una intervención quirúrgica, anestesia nuestro cuerpo. Se trata, también, del cirujano que opera frenéticamente durante varias horas. Para llegar a la enfermera o a la instrumentadora que va y viene.
Vemos también, en el relato de nuestros pacientes previo a consultarnos o cuando están en recaída, el empleo de sitios de citas por Internet como prenda para 'gozar' del otro (obsérvese que, en el goce, está incluído el daño). El anonimato de las redes permite todo y, particularmente, la perversión. Las drogas pueden impactar de diversas maneras, pasando por la violencia, la locura -y llegando incluso a la perversión. En el caso de referencia, este médico es retratado casi como un personaje de la literatura perversa: gozar con los cuerpos muertos (previa inyección de fentanilo-opiáceo). Las mujeres confesaban que también ellas estaban llamadas a gozar de ese abuso -sin importar que la experiencia las condujera luego a la sala de terapia intensiva de algún nosocomio.
Idea compulsiva de consumir, descontrol de impulsos y pérdida del sentido de realidad forman parte de este 'combo' de dependencia a la cocaína. Lo cierto es que todo puede darse, y máxime en el goce perverso con lo muerto, la agresión física, o lo porno. En mi experiencia como profesional, he conocido pacientes que contrataban mujeres en un hotel para él solo gozar con los desnudos y los 'pornos' televisivos, mientras se masturbaba. Todo puede ser -vale reiterarlo- en el goce perverso desatado en algunos individuos, a partir del consumo de cocaína y otras drogas. En el caso del médico, se asiste al impacto que genera es la asimetría entre el dominador y el dominado -amo y esclava. Su título profesional le proporcionaba garantías e impunidad para el uso de lo peor. Pero, a la postre, son dúos que se buscan mutuamente. Muchas mujeres no llegan al goce, si no es de ésta manera; y lo propio le sucede a muchos hombres. Son declaradas paradojas de la perversión. La ternura parece ser ya un valor pre-moderno y clásico, casi como el amor romántico. Asistimos, aquí, a un juego entre paranoicos y masoquistas. Nuestros manuales profesionales nos refieren, con frialidad, que en el trastorno abuso de sustancias puede aparecer el trastorno sexual inducido por sustancias.
Nuevamente, la fría descripción de lo brutalmente perverso ha inundado las páginas de los diarios y noticieros matutinos. Se altera el deseo, el monto de la excitación, la búsqueda del dolor sexual, etcétera. El sadismo sexual es común, esto es, buscar mujeres para producir autolesiones (masoquismo sexual), voyeurismo (observar el sexo de otros), pedofilia (involucrándose a menores), etcétera.
La unión de las drogas con un tipo específico de personalidad resulta letal en numerosos casos, y más con una dosis de Poder (médico), que transforma al macho en dominador y a la hembra en una esclava.
Eslogan popularizado por ciertos grupos del crimen organizado (mafia) en Italia.
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Arden las redes sociales y la sociedad mediática, en razón de que el médico anestesista golpea hasta el paroxismo epiléptico a una mujer; ambos, en franco estado de 'locura' adictiva. Para quienes trabajamos en adicciones, este escenario es común. Acostumbramos apuntar que nuestra sociedad esconde el uso epidémico de drogas cuando se habla de femicidio. Es femicidio y drogas, en una gran mayoría de casos. En la Argentina de hoy, las profesiones médicas están inoculadas por el consumo. Lo vemos en nuestros consultorios, a diario. Ya no se trata exclusivamente del pibe de la esquina. Es un médico a quien el ciudadano de a pie consulta. Es el que, previo a una intervención quirúrgica, anestesia nuestro cuerpo. Se trata, también, del cirujano que opera frenéticamente durante varias horas. Para llegar a la enfermera o a la instrumentadora que va y viene.
Vemos también, en el relato de nuestros pacientes previo a consultarnos o cuando están en recaída, el empleo de sitios de citas por Internet como prenda para 'gozar' del otro (obsérvese que, en el goce, está incluído el daño). El anonimato de las redes permite todo y, particularmente, la perversión. Las drogas pueden impactar de diversas maneras, pasando por la violencia, la locura -y llegando incluso a la perversión. En el caso de referencia, este médico es retratado casi como un personaje de la literatura perversa: gozar con los cuerpos muertos (previa inyección de fentanilo-opiáceo). Las mujeres confesaban que también ellas estaban llamadas a gozar de ese abuso -sin importar que la experiencia las condujera luego a la sala de terapia intensiva de algún nosocomio.
Idea compulsiva de consumir, descontrol de impulsos y pérdida del sentido de realidad forman parte de este 'combo' de dependencia a la cocaína. Lo cierto es que todo puede darse, y máxime en el goce perverso con lo muerto, la agresión física, o lo porno. En mi experiencia como profesional, he conocido pacientes que contrataban mujeres en un hotel para él solo gozar con los desnudos y los 'pornos' televisivos, mientras se masturbaba. Todo puede ser -vale reiterarlo- en el goce perverso desatado en algunos individuos, a partir del consumo de cocaína y otras drogas. En el caso del médico, se asiste al impacto que genera es la asimetría entre el dominador y el dominado -amo y esclava. Su título profesional le proporcionaba garantías e impunidad para el uso de lo peor. Pero, a la postre, son dúos que se buscan mutuamente. Muchas mujeres no llegan al goce, si no es de ésta manera; y lo propio le sucede a muchos hombres. Son declaradas paradojas de la perversión. La ternura parece ser ya un valor pre-moderno y clásico, casi como el amor romántico. Asistimos, aquí, a un juego entre paranoicos y masoquistas. Nuestros manuales profesionales nos refieren, con frialidad, que en el trastorno abuso de sustancias puede aparecer el trastorno sexual inducido por sustancias.
Nuevamente, la fría descripción de lo brutalmente perverso ha inundado las páginas de los diarios y noticieros matutinos. Se altera el deseo, el monto de la excitación, la búsqueda del dolor sexual, etcétera. El sadismo sexual es común, esto es, buscar mujeres para producir autolesiones (masoquismo sexual), voyeurismo (observar el sexo de otros), pedofilia (involucrándose a menores), etcétera.
La unión de las drogas con un tipo específico de personalidad resulta letal en numerosos casos, y más con una dosis de Poder (médico), que transforma al macho en dominador y a la hembra en una esclava.
La epidema habla
Tu compañero de trabajo consume drogas, porque está cansado -de esa manera, logra trabajar más. Lo propio hacen el operador de bolsa, el señor maduro que abusa del sildenafil (Viagra, en su formato comercial más conocido) para creer que aumenta su potencia sexual con una mujer más joven. El médico recurre a sustancias para operar, anestesiar o 'rendir' más. Consume drogas tu hijo o tu jefe. Consume drogas el amante de tu mujer, el camionero que transporta mercadería en las rutas del país (en horarios febriles). Consume el que maneja un autobús con decenas de pasajeros a bordo. Lo hacen también el recolector de basura, el taxista -mientras despotrica contra todo, desde el Presidente hasta otros conductores y nos lleva a un ritmo frenético. Abusa de las drogas el futbolista para, hipotéticamente, rendir más. Y el anestesista, para poder operar durante 24 hs en el mismo quirófano. También lo hace la enfermera, mientras te cambia la sonda; ídem el camillero, y el conductor de la ambulancia mientras, con su luz roja y la alarma, rompe la monotonía de las calles con el más potente, que es el de la muerte; el chofer de la ambulancia también está a punto de explotar, con sus arterias contraídas -y a punto de estallar por la coca. En simultáneo, explota la sociedad, porque un médico anestesista golpea a una mujer. El agente de policía recurre a las drogas para poder hacer más turnos y poder llevar más dinero a casa. El abogado, en su faena como penalista, incluso cobra con drogas el pago por defender a sus clientes.
Las drogas son hoy un valor de cambio; son transacción en la cual paga un delincuente a su abogado, un importador de sustancias a su 'dealers' del puerto, un cliente a su prostituta preferida. Se dice -a fin de cuentas- Epidemia. Con la cocaína, muchos se creen más 'machos', acaso más lúcidos para la compraventa de acciones -más rendidores (o así lo entienden). En la sociedad de la velocidad, la cocaína es un complemento casi perfecto para bordear la omnipotencia. Llámese Delirio del Ego, que olvida nuestros déficits y carencias, aunque más no sea por un breve instante. Hemos olvidado, en el proceso, que la vida también es sinónimo de malestar y pausa. No todo es ni debe ser placentero; menos un placer prefabricado a partir del empleo de químicos externos. Esta -nuestra- sociedad entiende que es menester desterrar el malestar como 'dogma' con la presunción engañosa de que somos 'antidogmáticos' -ser fieles al consumismo y pagar, por esa pócima blanca, un dinero que vale para paliar por un momento nuestra inermidad e indigencia. Aún a costa de hipotecar nuestros activos corporales y mentales. Pero el sino es ineludible: todo esto se vuelve 'resaca', depresión, infarto; o se llega al mismísimo accidente cerebro-vascula (ACV), destino común a todos los que buscan sobreponerse en una suerte de Más Allá del Principio del Placer. Nadie puede parar: el cerebro en modo automático supera la debilidad del cerebro racional. Es la lógica de la devoración del sí mismo.
Las drogas son hoy un valor de cambio; son transacción en la cual paga un delincuente a su abogado, un importador de sustancias a su 'dealers' del puerto, un cliente a su prostituta preferida. Se dice -a fin de cuentas- Epidemia. Con la cocaína, muchos se creen más 'machos', acaso más lúcidos para la compraventa de acciones -más rendidores (o así lo entienden). En la sociedad de la velocidad, la cocaína es un complemento casi perfecto para bordear la omnipotencia. Llámese Delirio del Ego, que olvida nuestros déficits y carencias, aunque más no sea por un breve instante. Hemos olvidado, en el proceso, que la vida también es sinónimo de malestar y pausa. No todo es ni debe ser placentero; menos un placer prefabricado a partir del empleo de químicos externos. Esta -nuestra- sociedad entiende que es menester desterrar el malestar como 'dogma' con la presunción engañosa de que somos 'antidogmáticos' -ser fieles al consumismo y pagar, por esa pócima blanca, un dinero que vale para paliar por un momento nuestra inermidad e indigencia. Aún a costa de hipotecar nuestros activos corporales y mentales. Pero el sino es ineludible: todo esto se vuelve 'resaca', depresión, infarto; o se llega al mismísimo accidente cerebro-vascula (ACV), destino común a todos los que buscan sobreponerse en una suerte de Más Allá del Principio del Placer. Nadie puede parar: el cerebro en modo automático supera la debilidad del cerebro racional. Es la lógica de la devoración del sí mismo.
Se asiste a una sociedad de 'veloces' pero en la que triúnfan los 'lentos', esto es, los rápidos de pensamiento. Vence aquel que escucha, no el que corre. El que atiende y sabe enfocar, y no el multifocal hiperkinético. Lo otro es la alucinación de la omnipotencia y el delirio de la indigencia y el desamparo. Estamos quizás como esos muchachos con los cuales me topo todos los días en mi trabajo en Avenida Rivadavia y Púan, con su porro, un poco de pasta base (PACO) y crack. Son indigentes alucinados. Esto sucede, de igual manera y como ya se dijo, en la Bolsa o en la Honorable Cámara de Diputados y hasta en los prístinos salones de los palacios de Tribunales. Las drogas, en su formato de epidemia, exponen nuestra indigencia y la escasa y fugaz reserva alucinatoria con la que se cuenta para enfrentarla. Pagamos un alto precio por una alucionación que, con suerte, dura unas horas. Y de eso viven los dealers. Por eso, será lícito citar a Pablo Escobar Gaviria, cuando dijera aquello de que 'Conmigo, no van a poder'. Expresión compartida en el cénit de su delirio perverso-omnipotente; y, a todo aquel que se atreva a oponerse, 'Plomo o plata'.
El empleo de drogas en las especialidades médicas
El empleo de drogas en las especialidades médicas
En conformidad con datos de Medscape (sistema médico de información mundial), y en relación a la marihuana, sobre un estudio realizado entre 15 mil profesionales de la medicina en los Estados Unidos de América, los médicos de sala de emergencias exhibían un 31% de incidencia. Les siguieron, en tal trabajo, los cirujanos plásticos (29%), los psiquiatras y psicólogos (25%). Los analistas compartían el mismo porcentaje; los oncólogos, el 21%; el personal de cuidados intensivos, 20%. En los estudiantes de facultades médicas (estudios realizados en América Central), el 40% de los estudiantes declaró consumir algún tipo de drogas. En España, el uso de alcohol alcanza alcanza al 69% de los consultados -exhibiéndose una alta incidencia del abuso el fin de semana en los médicos de cabecera o familia. El personal de profesiones quirúrgicas llega al 5% de consumo de cocaína (fuente: Estudios del Servicio Andaluz de Salud).
Las naciones que ejercitan la respectiva vigilancia de los abusos del personal médico suspenden la matrícula, hasta tanto se verifique un alta por rehabilitación. En lo personal, he conocido -tanto en Chile como en España-, casas de recuperación para médicos y personal de especialidades, y lo propio en los Estados Unidos; todo ello bajo la atenta supervisión de los Colegios Médicos. En la Argentina, esta cuestión continúa siendo asignatura pendiente.
Las naciones que ejercitan la respectiva vigilancia de los abusos del personal médico suspenden la matrícula, hasta tanto se verifique un alta por rehabilitación. En lo personal, he conocido -tanto en Chile como en España-, casas de recuperación para médicos y personal de especialidades, y lo propio en los Estados Unidos; todo ello bajo la atenta supervisión de los Colegios Médicos. En la Argentina, esta cuestión continúa siendo asignatura pendiente.