James Mattis; hacia la reconfiguración de la política exterior de Estados Unidos
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, definió...
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, definió -al cierre de la pasada semana- el que sería el nombramiento más importante de su Gabinete, en lo que hace a política exterior. La designación del general (R) James N. Mattis al frente del Departamento de Defensa ofrece espacio para múltiples consideraciones -muchas de ellas, relevantes para ponderar la estrategia futura que seguirá la Casa Blanca en sus relaciones con el mundo.
Por lo pronto, el propio Trump en mucho ha colaborado con la presentación rimbombante de la personalidad elegida, refiriéndose a Mattis como a 'lo más parecido que tenemos al General George Patton'. Infortunadamente, la prensa internacional ha preferido concentrar toda su atención en el colorido nickname del general, 'Mad Dog' (Perro Rabioso) o en su call sign ('Chaos') -alejándose de aspectos menos extravagantes pero más valiosos.
James Mattis ha sido, desde hace décadas, el personaje a quien más pleitesía se le ha rendido desde el Cuerpo de Marines estadounidense (USMC); tomó la posta de David Petraeus al frente del Comando Central de EE.UU. (CENTCOM) entre 2010 y 2013, órgano responsable de la ejecución operativa y respectivo follow-up de los conflictos y prolegómenos de seguridad en Irak, Afganistán, y otros dieciocho países. En lo político, el uniformado cuenta con un 'sólido respaldo en el congreso' (The New York Times).
Con todo, Mattis difícilmente pueda ser considerado un halcón o un neoconservador en el sentido estricto de la palabra. Más allá de un puñado de declaraciones grandilocuentes, el ex Marine es un furioso crítico del fallido costumbrismo neocon de manufacturar y exportar conflictos bélicos al estilo de George Bush y Barack Obama -cuyas políticas para Afganistán, Irak, Siria o Libia (por citar solo un par de ejemplos) han conducido a desbarajustes geopolíticos de calibre. Parte del legado de saliente Obama, por su parte, lo llevará a explicar las más de cuatroscientas operaciones con aviones no-tripulados que, en no pocas naciones de Próximo Oriente, pusieron fin a la vida de miles de personas -sin llegar a comprobarse efectivamente qué porcentual de ellas eran terroristas de alta peligrosidad.
Para conocer más sobre el próximo Secretario de Defensa, bastará remitirse a un trabajo de Jon Basil Utley (colaborador en The American Conservative magazine), de enero de 2014. El artículo recuerda la conferencia anual del think tank estadounidense The Jamestown Foundation (dedicado a temas de seguridad internacional y Defensa) llevada a cabo en diciembre de 2014 en el National Press Club de Washington, D.C. En aquella oportunidad, James Mattis fue el orador principal, y los siguientes fueron algunos de los conceptos vertidos por aquél (en itálica, los apuntes del autor):
–Hemos de desarrollar una contranarrativa más convincente que la empleada por nuestros enemigos (en los tiempos del comunismo, Estados Unidos tenía el 'terreno alto' en lo que se refería al aspecto ético; hoy, nuestras guerras en Oriente Medio nos han quitado esa ventaja ética).
–La narrativa de al-Qaeda es vulnerable; su estrategia conlleva su propio aniquilamiento. El IRA (Ejército Republicano Irlandés) es un ejemplo de cómo un pequeño grupo de extremistas puede provocar rechazo en el público. Eventualmente, ellos lograron que la sociedad irlandesa los abandonara, mientras ellos competían para definir quién era más violento y brutal, echando mano del terror más indiscriminado. Las operaciones bajo subsidiarias o franquicias pierden todo control; las facciones harán siempre todo mal -piénsese en al-Qaeda en Irak, que asesinó tantos civiles sunitas solo por no atenerse a los mandatos de la Sharia y, en consecuencia, fueron derrotados. (Recuérdese también que, en cada acto electoral en donde la mayoría de los árabes podía exhibir sus creencias, solo un muy pequeño segmento apoyaba el fundamentalismo religioso de al-Qaeda. La mayoría desea seguridad y prosperidad. La calumnia que reza que muchos buscan implementar la Shaira en EE.UU. es material de propaganda de los adeptos a la guerra en Washington).
–El proceso de paz palestino -la solución de dos Estados- es un asunto que Washington debe evaluar y promocionar. (El conflicto debilita y desacredita a Estados Unidos en la totalidad del mundo árabe. Mattis se expresa en los mismos términos que otros comandantes de CENTCOM, el Almirante Fallon y el General Petraeus, sobre el particular).
–Primero, hemos de pensar cómo vamos a terminar un combate, antes de involucrarnos en más guerras. Las democracias no saben cómo terminar con los conflictos. ¿Por cuánto tiempo más habrá apoyo público para una guerra? No es que los estadounidenses estén desgastados por los conflictos; simplemente, se muestran contrariados.
Así las cosas, la conformación del Gabinete Trump (así reste la designación del responsable del Departamento de Estado quien, en cualesquiera de los casos, sigue la línea política oficial) propone una alternativa superadora de cara a los antecedentes heredados de las Doctrinas Bush/Obama. En los papeles, al menos, la estratagema global americana buscará:
-Morigerar el impacto negativo de la crisis de refugiados en Europa, consensuando soluciones para el conflicto sirio junto a la Federación Rusa. Dicho por el presidente electo: 'Rusia puede ocuparse sola de aplastar a ISIS; Alemania habrá de ocuparse de Ucrania'. O también: 'No tenemos idea de quiénes son esos señores [se refiere a los rebeldes sirios "moderados"], y les damos miles de millones para derrocar a Basher al-Assad'.
-Conforme el propio Trump lo ha expresado, Estados Unidos no puede seguir oficiando de 'Policía Mundial', reduciéndose el financiamiento estadounidense de bases militares en el extranjero (proponiéndose que los países que las acogen inviertan más de sus presupuestos nacionales -el Japón, Corea del Sur y otros, habrán de tomar sus propias previsiones a la hora de proveer a la defensa común de sus territorios);
-También en relación a los dos puntos anteriores, promover a la reorientación de la doctrina de la OTAN; la nueva prerrogativa coincidirá con, por un lado, dejar de proponer a la Alianza Atlántica como una suerte de escudo anti-ruso -modelo que ha caducado tras el fin de la Guerra Fría;
-En sintonía con el 'repliegue financiero' americano, la nueva Casa Blanca reducirá sustancialmente sus aportes en metálico al ámbito de Naciones Unidas, cuya funcionalidad y eficiencia han quedado hoy en tela de juicio por parte de la comunidad internacional. En tal sentido, queda pendiente evaluar cómo las operaciones de mantenimiento de paz (en las que la ONU toma parte) podrían verse afectadas;
-Reflotar una política de persuasión, reemplazando a la coerción que sobreviene de la toma de medidas unilaterales -una primera consecuencia de esta reformulación podrá atisbarse en la reducción de las operaciones de fuerzas especiales estadounidenses en el extranjero y, por ende, una eventual suspensión de las operaciones con drones. Adicionalmente, la conocida posición de Mattis contra la tortura garantiza mínimamente la morigeración o interrupción de los 'interrogatorios aumentados' y condenables episodios de rendition (en donde ciudadanos eran secuestrados y remitidos a sitios no declarados del planisferio, conocidos como black sites; muchas veces, a cargo de elementos de compañías militares privadas como Blackwater/Academi -lo cual permitía al gobierno estadounidense desentenderse de funestas consecuencias legales surgidas de tales subcapítulos).
Finalmente, y por propiedad transitiva, la reconfiguración de la política exterior estadounidense habrá de motorizar idéntico replanteo en el modo en que los países formulan su relación con Washington. La cooperación con Estados Unidos en temáticas como terrorismo y seguridad está llamada a ponderar esta suerte de giro copernicano que Trump buscará imprimir a su gestión. Plantado en su rol de CEO de la Unión, el nuevo presidente pondrá el foco en interrumpir los giros indiscriminados de dólares a terceras naciones que rara vez ofrecen explicaciones para el uso que le dan a esos fondos. Muchos convenios habrán de reescribir sus letras chicas, respondiendo a las propuestas ofrecidas por el magnate a su caudal electoral: intrínsecamente, la prerrogativa de Trump es que EE.UU. vuelva a preocuparse más por lo que suceda puertas adentro.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.