INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI

¿Es efectivo el terrorismo?

Hay, allí afuera, miles de libros sobre terrorismo...

23 de Septiembre de 2016

Hay, allí afuera, miles de libros sobre terrorismo, lo cual significa que es extremadamente difícil imaginar alguna definición nueva. Pero el libro de Richard English, intitulado Does Terrorism Work? A History (¿Funciona el terrorismo? Una Historia) -que está llamado a publicarse el próximo mes- difiere de la mayoría de las conversaciones sobre el fenómeno del terrorismo.

English no es un ex oficial de inteligencia ni un ex funcionario de seguridad nacional, como tampoco es un experto en política exterior con estilo propio. En lugar de aquello, es un distinguido historiador, nacido en el norte de Irlanda y, en la actualidad, es profesor en la Universidad St. Andrews, en Escocia. Ha escrito cuatro libros sobre el Ejército Republicano Irlandés (IRA), y tiene un conocimiento profundo de la Historia y el desarrollo de los grupos terroristas -mayormente el que hace a grupos europeos. English no solo se atreve a hacer preguntas, sino que intenta responderlas -tras escribir, allá por 2009, Terrorism: How to Respond (Terrorismo: Cómo Responder).

Por mi parte, descubrí que Does Terrorism Work? es particularmente interesante, conforme mi propia carrera como oficial de contraterrorismo dio inicio a mediados de los años setenta -cuando el terrorismo era, en general, europeo occidental. Conozco bastante sobre los grupos que English menciona, e incluso me son íntimamente familiares las contramedidas que fueran empleadas para combatirlos y, eventualmente, derrotados.

TerroristaBásicamente, English acepta la definición empleada por Naciones Unidas para definir qué constituye terrorismo, a saber, una acción 'orientada a provocar muerte o bien severo daño físico a civiles o no-combatientes, con el propósito de intimidar a una población, o forzar a un gobierno u organización internacional a ejecutar o abstenerse de llevar adelante cualquier acto'. Observa English que la amenaza del terrorismo es ampliamente exagerada por razones políticas, y apunta que los esfuerzos para confrontarlo a través de una cruzada global como la Guerra Global contra el Terrorismo (liderada por Estados Unidos) ha hecho poco, salvo crear más terroristas. English es partidario de una réplica más restringida.

Al arribar a estas conclusiones, el autor no está solo. Pero English también comparte sus puntos de vista históricos para exponer cómo los grupos se desarrollan y encuentran su motivación, en parte ayudando a los lectores a comprender cómo la política pública puede responder a la amenaza actual que tales grupos constituyen. Conforme lo expresa su título, una de las preguntas centrales relativas al terrorismo -y que, extrañamente, ha recibido poca atención- es si acaso es efectivo a la hora de lograr los objetivos que los terroristas se proponen.

English categoriza a los grupos terroristas basándose en si acaso lograron sus objetivos -proceso que Thomas Nagelal escribir para el London Review of Books, describe como 'tarjeta de informes'. En el proceso, lleva a cabo algunas presunciones. Por ejemplo, postula que los líderes terroristas no son dementes. Son jugadores racionales que portan objetivos políticos bien definidos, buscan lograr tales objetivos y -de manera explícita- buscan exhibir sus manifiestos. El terrorismo, en consecuencia, es visto como una herramienta del proceso político.

English se centra en cuatro entidades terroristas —el Ejército Republicano Irlandés (IRA), Euskadi Ta Akatasuna (ETA), Hamás, y al-Qaeda— aunque cita también a un número de otros grupos, a la pasada. Tres de estos cuatro grupos han demostrado, claramente, aspiraciones nacionalistas; buscan la unión de Irlanda del Norte con la República de Irlanda (el IRA), la independencia vasca de España (la ETA), y la restauración de la hegemonía árabe-musulmana en Palestina (Hamás). Al-Qaeda es definida por English como un movimiento 'religioso-político' con proyección transnacional, pero que también se abraza a objetivos territoriales, incluyendo la remoción de los Estados Unidos de América de la región del Medio Oriente, y el derribo/reemplazo de los regímenes musulmanes 'corruptos' que universalmente ocupan el poder, tanto en la región como también en el remanente de la Ummah islámica.

El libro examina -en abundante detalle- las historias de estos grupos. Observa que un porcentaje abrumador de irlandeses y vascos jamás han abrazado -ni lo hacen hoy- la violenta agenda promocionada por el IRA y la ETA, lo cual significa que ningún tipo de ascendencia político-terrorista comportaría respaldo popular. Y los grupos han comprendido desde el inicio que jamás derrotarían, digamos, al Ejército Británico ni a la Guardia Civil.

English también apunta que la existencia de grupos terroristas en realidad obstaculizó toda iniciativa en torno de la autonomía regional, conforme el terrorismo ha contribuído al endurecimiento de las posiciones gubernamentales y ha tendido a impedir los esfuerzos realizados por reformistas más moderados. En otras palabras, la autonomía vasca o la irlandesa del norte hubiesen arribado más temprano, de no ser por la distracción ofrecida por el IRA y la ETA -y el cambio, cuando llegó, lo hizo a pesar de la presencia de estos grupos armados y hostiles; nunca gracias a ellos.

De igual manera, al-Qaeda no es particularmente popular en el mundo musulmán, y ha logrado poco más que dotar de poder a los gobiernos islámicos existentes para que éstos se vuelvan más duros con sus disidentes. Sus 'victorias' -como el 11S- han sido meramente tácticas, y han conducido a la virtual destrucción del grupo en cuestión. Hamás cayó en la misma trampa, con su apoyo recurrente a la violencia contra Israel, en rigor, obsequiando más poder a líderes como Benjamín Netanyahu (que son hábiles a la hora de emplear la 'amenaza' para justificar réplicas de línea dura), al tiempo que frustran cualquier intento de parte de moderados de establecer un modus vivendi viable entre árabes y judíos. Acaso Netanyahu no hubiese existido sin Hamás.

Uno también podría, incluso, mencionar a Hezbolá. Este grupo se anotó un éxito táctico cuando hizo volar por los aires la embajada estadounidense y las barracas de los Marines en Beirut, pero los ataques con explosivos no se tradujeron en ningún rol político de magnitud, hasta que el grupo se volvió más convencional.

En efecto, el libro describe en detalle a solo dos movimientos terroristas que, plausiblemente, movilizaron fuerzas para lograr cambios políticos comprobables. El primero fue el caso de Palestina entre 1945 y 1947, cuando los terroristas judíos (asociados primariamente con la Banda Stern, Irgun, y Haganah) eventualmente forzaron a los británicos a entregar el problema a Naciones Unidas, lo cual derivó en la creación del Estado de Israel. El segundo fue la campaña montada por el Front de Liberation Nationale (FLN), que tenía por objetivo expulsar a los franceses de Argelia, desde 1954 hasta 1962. Pero, aún en tales casos, English esgrime plausiblemente el caso de que los británicos o los franceses podrían fácilmente haber aplastado a los terroristas, pero no se vieron motivados para llevar adelante tal esfuerzo, porque ambos países retrocedían militar y políticamente tras la Segunda Guerra Mundial. Había incluso escaso apoyo popular en el orden doméstico para ambas guerras, lo cual implica que, aún cuando el terrorismo aceleró los tiempos para el retiro de las potencias, el accionar de los primeros no fue concluyente a la hora de promover ese retiro.

Todo lo cual lleva a English a concluir que el terrorismo jamás ha 'funcionado' -y que, a la postre, falló a la hora de consolidra sus principales objetivos en términos estratégicos-, extrapolación que, en lo personal, comparto, a raíz de mi propia experiencia. Y, en ese punto, el libro se vuelve verdaderamente interesante, conforme English prosigue y argumenta que el terrorismo es ineficiente, no porque emplee la violencia, sino porque sus objetivos son, en general, imposibles de conseguir por el medio que fuere. Dado el amplio repertorio de fracasos de los terroristas, English concluye que aquéllos no pueden ganar y que incluso deben entender perfectamente que nunca podrán ganar.

Y sucede que ganar es importante. Basta simplemente con observar cómo ISIS se ha visto inundado de voluntarios cuando se lo veía como exitoso -proceso que ahora se revierte. El recurrente fracaso del terrorismo en realidad desafía la presunción de English al respecto de que sus líderes son jugadores racionales, e incluso exige una exploración más profunda sobre las motivaciones de los mandos medios, conforme es poco lógico promover una política que uno sabe derivará en fracaso y, eventualmente, a la propia muerte. Nagel describe a la actividad terrorista como 'delirante'. Este fallo al momento de vincularse con la realidad potencialmente subraya la percepción -que comparto- de que el terrorismo es, en esencia, político.

El meticuloso examen que English hace sobre documentos y testimonios personales de varios grupos revela que tanto líderes como seguidores que se han preparado para exterminar a grandes números de civiles inocentes no necesariamente esperan ser recompensados con la victoria sobre las fuerzas gubernamentales, ni beneficiarse en forma personal de la transformación política. English concluye que, en lugar de ello, la motivación que frecuentemente los motoriza es el odio, y el deseo de venganza tras el sufrimiento y la humillación inflingidos sobre ellos por parte de lo que ellos entienden es un gobierno ilegítimo, o por extranjeros y/o gobiernos extranjeros. Cita el autor, entre otra serie de evidencias, palabras de Osama bin Laden: 'Todo musulmán, desde el momento en que se percata de ello en su corazón, odia a los estadounidenses, odia a los judíos, y odia a los cristianos'.

De tal suerte que es posible que George W. Bush haya estado en lo cierto cuando declaró: '¿Nos odian debido a nuestra libertad?'. Aunque no con esa precisión, ciertamente nos odian. A fuer de ser precisos, gran parte del odio encarnado por grupos terroristas islamistas es una suerte de réplica violenta tras lo que los estadounidenses le hemos estado haciendo a los musulmanes de una forma muy visible y tangible. Si fuera yo un musulmán residente en el Medio Oriente o el Sur de Asia, me sería difícil ponerme de acuerdo con la descripción que los medios masivos de comunicación hacen de los Estados Unidos de América, presentándolos como algún tipo de poder hegemónico benevolente.

Acaso English subestima el modo en que la brutalidad y los aspectos impredecibles de los ataques terroristas funcionan con efecto multiplicador, proporcionando 'pequeñas victorias' y, periódicamente, forzando a los gobiernos a actuar a contramano de sus verdaderos intereses, aún si el eventual resultado conduce a algo menos que un cambio de régimen. Y ciertamente es posible mostrarse en desacuerdo con él cuando se remite a la racionalidad de los líderes terroristas, a la luz de sus propias conclusiones. Pero su argumento al respecto de que el terrorismo siempre fracasa ciertamente ofrece una pausa al momento de explicar el atractivo de los movimientos violentos de tinte cuasipolítico, que son -por naturaleza- suicidas. Quizás el atribuir su existencia al odio y a la venganza -tomados en comunión-, antes que a cualquier proceso racional que busca verdaderos cambios políticos, sea ésta la manera de acercarnos más fielmente a su comprensión.


Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/is-terrorism-effective/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative (Estados Unidos)

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.