ESTADOS UNIDOS: PHILIP GIRALDI

Los halcones de Hillary Clinton, en espera

Días pasados, una pregunta surgió en una discusión de Facebook sobre la cual...

01 de Junio de 2016

Días pasados, una pregunta surgió en una discusión de Facebook sobre la cual yo comentaba: '¿Y dónde está Victoria Nuland?'. La breve respuesta, por cierto, es que ella está reteniendo su puesto como secretaria asistente para el Departamento de Estado, en Asuntos para Europa y Eurasia.

Pero una pregunta derivada exige una réplica algo más amplia: ¿dónde estará Victoria Nuland después del próximo enero? Nuland es una de las protegés de Hillary Clinton en el Departamento de Estado, y es bastante admirada por los republicanos de línea dura. Lo cual sugiere que ella rápidamente obtendría aprobación del Congreso como Secretaria de Estado en el futuro, o bien para ocupar un puesto como asesora de seguridad nacional -todo lo cual, a su vez, sugiere que su óptica de la política exterior amerita una mirada más profunda.

Nuland viene de lo que podría llamarse intervencionistas de la primera familia militar. Su esposo, Robert Kagan, es un neoconservador líder que financió el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano en 1998, alrededor de pedidos para un 'cambio de régimen' en Irak. Hoy día, se desempeña como senior fellow en el think tank Brookings Institution; es autor de artículos y contribuye periódicamente en editoriales para una serie de periódicos nacionales. El ya ha declarado que votará por Hillary Clinton en noviembre -a diferencia del resto del GOP, y de lo que muchos interpretan como una maniobra para mejorar tanto su carrera como la de su esposa.

Victoria NulandEl hermano de Robert, Fred, se desempeña en el think tank de halcones American Entreprise Institute (AEI), y su cuñada Kimberly, es directora del Instituto para Estudios de Guerra (Institute for the Study of War), ampliamente financiado por contratistas de la Defensa. La familia Kagan trabaja para alentar la intervención militar, ambos desde sus posiciones en el gobierno, e influenciando el debate público a través de informes publicados por think tanks y editoriales. Se trata de una empresa familiar que refleja al complejo industrial-militar en un todo, con think tanks que participan a los efectos de incrementar el gasto militar y proporcionar apoyo 'experto' para funcionarios del gobierno que en rigor promueven e implementan tales políticas. Los contratistas de la Defensa, mientras tanto, se benefician del espectro y devuelven algo de dinero a los think tanks, que a la postre desarrollan nuevos justificativos que empujen a gastar más dinero todavía en adquisiciones para los militares.

La creencia subyacente de los Kagan es que los Estados Unidos tienen tanto el poder como la obligación para reemplazar gobiernos que sean considerados poco cooperativos con Washington (el 'Líder del Mundo Libre'), o bien hostiles a los intereses estadounidenses. Los intereses estadounidenses son, por cierto, intercambiables, e incluyen valores tales como democracia y Estado de Derecho, así como también un sinfín de consideraciones prácticas como ser de competencia económica y política. Dada la elasticidad de tales intereses, numerosos países podrían ser considerados como objetivos potenciales de las Administraciones en Washington.


En definitiva, el presidente Obama es un admirador confeso de los libros de Robert Kagan, lo cual argumenta que EE.UU. debe mantener su poder militar para acomodar sus 'responsabilidades globales'. La insistencia de las miradas neoconservadoras en política exterior en el seno de la Administración Obama han sido subrayadas, aún cuando los demócratas y los republicanos se abracen al intervencionismo castrense por distintas razones. El GOP ve esto como un imperativo en el liderazgo internacional, conducido por el 'excepcionalismo' americano, mientras que los demócratas ejercen una interpretación romántica del 'intervencionismo progresista', conforme el por momentos mal necesario suele ser implementado por razones humanitarias. Pero el resultado suele ser el mismo, dado que ninguna Administración desea mostrarse como débil a la hora de lidiar con el mundo exterior. Los fallos catastróficos de George W. Bush en Afganistán e Irak continúan rindiendo frutos bajo la Administración demócrata, mientras que Obama se ha dispuesto a agregar intervenciones con soldados en el terreno en Libia, Yemén, las Filipinas y Somalia.

Por su parte, Nuland -como muchos recordarán- fue la fuerza motivadora detrás de los esfuerzos de desestabilización del gobierno ucraniano del presidente Viktor Yanukovych en 2013-14. Yanukovych (de quien no puede soslayarse fue un autócrata corrupto- asumió, sin embargo, tras elecciones libres. A pesar del hecho de que Washington y Kiev han tenido relaciones amistosas, Nuland proporcionó respaldo declarado para los manifestantes del Maidán que se oponían al gobierno de Yanukovych, repartiendo galletas a manifestantes en la plaza central y compartiendo fotografías con un resplandeciente senador John McCain.

Nuland ascendió rápidamente en su carrera como asesora del vicepresidente Dick Cheney. A posteriori, ella fue propuesta por las gestiones de Hillary Clinton y John Kerry en el Departamento de Estado, logrando su actual puesto en septiembre de 2013. Pero fue su comportamiento en Ucrania lo que la convirtió en una figura mediática. Es difícil imaginar a alguna Administración americana tolerando intentos similares de parte de naciones extranjeras interfiriendo en política doméstica, particularmente si se vieran respaldadas por un presupuesto de US$5 mil millones, pero Washington adhiere desde hace ya tiempo al doble estándar cuando se trata de evaluar su propio comportamiento.

Nuland es famosa por haber utilizado lenguaje chabacano al referirse al potencial rol europeo en la gestión del descontento en Ucrania que ella y el think tank National Endowment for Democracy (NED) ayudaron a crear. Ella incluso discutió con el embajador estadounidense Geoffrey Pyatt, al respecto de definir quién debía ser el nuevo líder en Ucrania. 'Yats es el hombre', dijo ella (en referencia a Arseniy Yatsenyuk), mientras ponderaba que ella 'garantizaría la cosa', mientras Pyatt consideraba en simultáneo cómo 'intermediar'. Su dubitativo llamado de teléfono fue interceptado y filtrado, probablemente por el servicio de inteligencia ruso, aunque cualquier persona equipada con un scanner hubiese podido hacerlo sin problemas.


El inevitable reemplazo del gobierno en Kiev -lo que en rigor fue un golpe, aunque fue promocionado por los medios como un triúnfo de la 'democracia'- constituyó apenas el preludio de una interrupción abrupta -y la escalada del conflicto- con Moscú en relación a los intentos de Rusia de proteger sus propios intereses en Ucrania. El nuevo régimen en Kiev, corrupto como su predecesor y respaldado por neonazis y ultranacionalistas, recibió un recurrente lavado de cara en los medios occidentales, y el conflicto terminó siendo descripto como protagonizado por fuerzas 'pro-democráticas' que resistían a la espontánea 'agresión rusa'.

En efecto, el verdadero objetivo de la interferencia en Ucrania fue, desde el inicio, instalar un régimen hostil a Moscú. Carl Gershman, director del think tank NED (que es financiado con impuestos de los contribuyentes), calificó a Ucrania como el 'premio mayor' en el esfuerzo global por derribar al presidente ruso Vladimir Putin, quien 'podría encontrarse del lado de los derrotados no solo en el exterior, sino en el seno de la mismísima Rusia'. Pero Gershman y Nuland estaban jugando con fuego en su análisis, conforme Rusia exhibía intereses vitales en juego, y es la única nación con la capacidad militar como para destruir a los Estados Unidos.

No habrá que equivocarse a la hora de analizar la clara intención de Nuland de escalar el conflicto y confrontar directamente con Moscú. En su testimonio ante el senado, en mayo de 2014, Nuland detalló el modo en que la Administración Obama 'proporcionaba apoyo para otros estados fronterizos como Moldova y Georgia'.

Nuland y sus aliados neoconservadores celebraron su 'cambio de régimen' en Kiev, obviando el hecho de que Putin reconocería la amenaza estratégica directa contra su propio país y de que reaccionaría, particularmente para proteger la histórica base naval rusa en Sebastopol, en Crimea. Barack Obama replicó como era fácil predecirlo, iniciando lo que rápidamente se convirtió en una suerte de nueva Guerra Fría contra Rusia, arriesgando a la escalada y a una confrontación nuclear. Se trató de una crisis que jamás hubiese existido, de no ser por Nuland y sus aliados.

Aunque no existe evidencia de que Putin hubiere iniciado la crisis ucraniana (y sí existe abundante evidencia en contrario), la maquinaria de propaganda del gobierno estadounidense se llamó a la acción, declamando que las medidas de Rusia en Ucrania serían el primer paso de una invasión de Europa Oriental. La ex Secretaria de Estado Clinton comparó a Putin con Adolf Hitler. Y Robert Kagan ofreció su argumento para una intervención mayor, produciendo un extenso ensayo en el medio The New Republic, intitulado 'Las Superpotencias no pueden darse el lujo del retroceso', en el que criticó al presidente Barack Obama por fallar a la hora de mantener el dominio estadounidense en el globo. El New York Times reveló que el ensayo era, en apariencia, parte de un proyecto conjunto en el que Nuland editaba periódicamente los textos de su marido, aún cuando esta pieza en particular atacaba a la Administración para la que ella se desempeñaba.

Mientras la situación en Ucrania continuó deteriorándose en 2014, Nuland se dedicó a obstaculizar numerosos intentos europeos por convenir un cese al fuego. Cuando el Comandante de OTAN, el general de la Fuerza Aérea estadounidense Philip Breedlove, fue citado en su postura favorable de enviar más armas al gobierno ucraniano para 'incrementar el costo de Putin en la zona de combate', Nuland comentó: 'Le conmino firmemente a emplear la sentencia "sistemas defensivos" que hemos de entregar para oponernos a los "sistemas defensivos" de Putin'.

Regresando a la pregunta inicial sobre el paradero de Nuland, hemos de decir que la respuesta más amplia es que, mientras ella no participe mayormente de los titulares de los periódicos, ella seguirá proporcionando apoyo a políticas que la Casa Blanca en apariencia aprueba. El pasado mes, ella volvió a trasladarse a Kiev. Criticó a Rusia por su falta de libertad de prensa, y por sus 'títeres' en la región de Donbas, mientras comentaba a su audiencia ucraniana sobre el 'firme compromiso de Estados Unidos de defender a Ucrania, desde el sendero de un futuro claro, democrático y europeo (...) Seguiremos comprometidos en el mantenimiento de las sanciones que apliquen a la situación en Crimea, hasta que Crimea sea devuelta a Ucrania'. Previo a ello, Nuland visitó Chipre y Francia, conversando sobre un 'amplio abanico de temas regionales y globales con funcionarios senior de los gobiernos'.

No obstante, uno está obligado a sospechar que, en este punto, Nuland está esperando a ver qué sucede en noviembre. Y preguntándose hacia dónde irá en enero.


Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/clintons-hawk-in-waiting/ | Traducido y republicado en El Ojo Digital, con permiso del autor y de The American Conservative Magazine (www.americanconservative.com)

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.