INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI

La distorsión de Rusia

Con las relaciones entre Washington y Moscú en su punto más bajo...

12 de Enero de 2016

Con las relaciones entre Washington y Moscú en su punto más bajo, ¿podría el simple hecho de conversar con los rusos contribuir a traer esperanza de cara a posibilidades de cooperación?

Recientemente, regresé a EE.UU. tras permanecer unos pocos días en Moscú, en donde participé de una conferencia en donde RT Internacional -la mayor cadena televisiva de noticias en Rusia- ofició de anfitriona. Siendo uno de los pocos países importantes que nunca había yo visitado, Rusia probó ser una agradable sorpresa. Moscú es moderno, limpio y alejado de sus raíces socialistas originales -una ciudad muy 'europea' en más de un sentido. Mientras mi esposa y yo éramos trasladados desde la ciudad hacia el aeropuerto, el camino tomó una curva en el Río Moscú y, de súbito, los muros del Kremlin, rodeados por las cúpulas doradas de las iglesias se mostraban bañadas con el sol del atardecer. Fue, en rigor, una visión poco común, en un contexto y época que difícilmente podría olvidarse -como la primera vez que uno recuerda las palabras de Gibbon al depositar aquél la mirada por sobre el Foro Romano.

MoscúDebe uno confesar que los participantes del evento fuimos entretenidos al estilo VIP, lo cual incluyó una fabulosa cena de gala con entretenimiento proporcionado por el Coro del Ejército Ruso y por un cantante de ópera que ejecutó piezas acompañadas de los bailarines de danzas polovtsianas de Borodin. Mikhail Gorbachev y Paata Shevardnadze fueron de la partida, y el presidente Vladimir Putin se presentó como orador sorpresa. Los patrocinadores trabajaron duro para crear una buena impresión ante los asistentes -que llegaron de doce países-, y en ello fueron eminentemente exitosos, conforme la hospitalidad demostrada fue excepcional.

¿Sabíamos que éramos manipulados? Por supuesto, pero fuimos cuidadosos en no regurgitar propaganda. En mi panel, intitulado 'Información, Mensajes, Política: las Potencias Cambiantes del Mundo Actual', el fundador de Wikileaks, Julian Assange, se dirigió en video feed desde la embajada ecuatoriana en Londres.

Comprendí que la seguridad y la privacidad pueden, en efecto, coexistir en ambos países, pero que ello demandaría que los gobiernos cuenten con la iniciativa en el seno de los poderes extralegales que acumularon durante los pasados quince años en sus respectivas 'guerras contra el terrorismo', y la creación de una serie de reglas de juego claramente definidas en lo que hace a la intervención política de cada cual. Por ejemplo, uno debe remontarse a las viejas prácticas en muchos países, que requieren convencer a un juez de que emita una orden de captura, o el equivalente de llevar a cabo acciones limitadas y definidas, basadas en causa probable. Y -agregué- el magistrado deberá trabajar en consultas con alguna suerte de ombudsman -un consultor no-gubernamental-, cuya sola responsabilidad sería confeccionar un caso sin violar las libertades individuales de las personas. Concluí -con pesimismo- que no veía yo chances de que algún presidente estadounidense haga lo correcto, notando que el presidente Barack Obama había, básicamente, rechazado correcciones razonables en cuestiones que hacen a vigilancia -modificaciones que fueran propuestas durante el pasado año.

Acaso debiera yo, quizás sin necesidad, puntualizar que ningún orador en la conferencia fue entrenado en lo absoluto para adherir a línea política alguna, mientras que muchas de las recurrentes visiones derivadas de la experiencia fueron obtenidas tras producirse sanos intercambios con el pueblo ruso. Y eso era algo relativamente sencillo de hacer porque, aún cuando mi idioma ruso es rudimentario, los rusos han estado aprendiendo inglés durante un tiempo en sus escuelas, desde primer grado hacia adelante y están -a diferencia de sus pares estadounidenses- muy bien informados sobre lo que sucede en el mundo hoy día.

En mi antigua existencia, supe toparme con muchos rusos en el extranjero, de tal suerte que estaba yo preparado para apuntar -una vez más- que son todo lo que los estadounidenses creen de ellos: esforzados trabajadores, amistosos y, hasta cierto punto, conversadores. Como todo otro pueblo en el globo, las conversaciones del ruso promedio rápidamente gira hacia sus hijos, sus escuelas, los sitios donde residen y qué tipo de vidas desean llevar. Tienen por costumbre contar con fotografías de sus perros y gatos. Son increíblemente religiosos, habida cuenta de que la Iglesia Ortodoxa Rusa desempeña un rol crítico en el seno del Estado. Las luces de la Navidad se exhibían por doquier; las iglesias destruídas por Stalin están siendo reconstruídas, e incluso destacaba un concurrido Mercado de Navidad en la Plaza Roja.

Pero había también un lado oscuro que, de tanto en tanto, volvía a emerger. Tanto los rusos promedio como aquellos que se desempeñan como periodistas o docentes regresaban al mismo tema: ¿por qué Estados Unidos odia tanto a los rusos y por qué la prensa americana parece no tener nada bueno para decir sobre ellos? Esas eran preguntas que no pude responder de manera coherente. Apunté -en cierto modo, a la defensiva- que la Rusia de Vladimir Putin se había vuelto más autoritaria, que la totalidad de los medios habían perdido mucho de su libertad, y que el viejo esquema de corruptela de Yeltsin había sido -de acuerdo a comentarios- reemplazado por uno más nuevo y sutil de amiguismo (acaso similar). Y mencioné que tanto Crimea como Ucrania suelen ser incorrectamente manipulados por el gobierno con un formato de agitación, en tanto concedí que el caso ruso era legítimo en múltiples planos. Expresé mi propio punto de vista, al respecto de que la crisis había sido ingeniada por Washington en primer lugar, buscando lograr un cambio de régimen en Kiev. En lo relativo a RT Internacional, mencioné a muchos de sus reporteros y voceros que su cobertura era frecuentemente poco confiable, en temáticas relacionadas con el país, y que mucho de ello era preparado para coincidir con la línea oficial. Y no se mostraron en desacuerdo conmigo.

Pero, de alguna manera, nada de aquel intercambio pareció responder a la pregunta y, en retrospectiva, no creo tener una buena respuesta. El presidente Vladimir Putin tiene numerosos críticos dentro de Rusia pero, al mismo tiempo, se mantiene enormemente popular, y es visto como un genuino nacionalista de vieja escuela, lo que significa que, para el grueso de los ciudadanos, es percibido como cercano a los intereses reales de Rusia. Esto lo ha convertido en una figura atractiva para el escenario mundial. Una reciente encuesta de opinión en el Reino Unido reveló que cuatro de cada cinco británicos votarían por Putin antes que por su propio primer ministro David Cameron, si tuviesen la oportunidad. Me pregunto qué respuestas obtendría similar encuesta si se desarrollara en los Estados Unidos, conforme la Administración Obama hace demasiado poco para generar entusiasmo, creyendo que lo hace en pos del globalismo antes que respaldada en el nacionalismo. Y habida cuenta de que la Administración tampoco se acerca a intereses nacionales genuinos en materia de política exterior, en lugar de alentar formulismos combinados con un bizarro deseo de agitación constante para crear nuevas democracias.

En cuanto a la negatividad que involucra a Rusia, existen muchos estadounidenses senior insertos en los medios y el gobierno, así como también en una plétora de think tanks e institutos que siempre tendrán a Rusia por enemiga. Y, luego, revistan aquellos de corte más astuto, que siempre necesitan de la amenaza de un enemigo, con el objeto de mantener sus bien remunerados empleos en el gobierno y en el espectro de opinadores, todos los cuales se respaldan en la buena salud y bienestar del complejo militar-industrial-legislativo. Y siempre estarán esos más reflexivos patriotas extremistas, como los senadores John McCain y Lindsey Graham.

Pero todo este compendio difícilmente explica por qué parece haber tan escasa comprensión en los medios de cara al hecho de que una relación positiva con Rusia resulta indispensable, y no solo porque Moscú cuenta con el poder de incinerar a los Estados Unidos si acaso se viera acorralado y motivado para hacerlo. Rusia ha probado ser un buen socio en Siria, sitio donde negoció y llevó a cabo la eliminación de las armas químicas en poder de Damasco, en los albores de 2014. Rusia es también la fuerza clave detrás de las actuales negociaciones para poner término al conflicto, de manera definitiva. Ha sido un confiable aliado contra el terrorismo, incluso reconociendo su propia vulnerabilidad ante ISIS y ante otros militantes islamistas. Lo que los líderes elegidos en Rusia hagan en su propia patria debería ser del todo irrelevante para los intereses de los Estados Unidos pero, de alguna manera, el carro ha sido puesto delante del caballo -una práctica muy común en los medios de comunicación americanos.

Otros ponentes en la conferencia se mostraron alertados como yo, ante la negatividad existente hacia Rusia, e incluso proporcionaron algunas opiniones adicionales para explicar por qué los estadounidenses no comprenden de qué va el rollo. Un conferencista europeo bromeó que EE.UU. podría significar los 'Estados Unidos de la Amnesia' en lo que hace a estos temas, dado que todo lo que sucede en el mundo es tratado superficialmente en un ciclo de noticias de 24 horas, previo a ser olvidado por completo. El Profesor Peter Kuznick (de la American University), apuntó que los estudiantes en Estados Unidos exhiben bajas calificaciones en ciencias y matemáticas, lo cual llega a los titulares, pero en el área en donde sus puntajes son todavía peores es Historia. Interrogó a un grupo de estudiantes bien rankeados sobre la Segunda Guerra Mundial, y preguntó cuántos estadounidenses perdieron la vida en aquel conflicto. La respuesta fue 90 mil, que se quedó corta en 300 mil frente a la cifra real. ¿Y cuántos rusos perecieron? La respuesta fue 100 mil -cifra que se aleja demasiado de la real: 28 millones. El hecho de desconocer el significado de este número implica desconocer qué es lo que motiva a Rusia. Kuznick comentó que un aproximado de 3 mil ciudadanos perdieron la vida el 11 de septiembre de 2001. Utilizar las cifras del 9-11 como base para apreciar el impacto de las muertes rusas en la Segunda Guerra exigiría que EE.UU. experimentase un ataque al estilo 9-11 por día, durante los próximos 24 años.

Pero, con todo, podría haber esperanza. Recién regresado a Washington, leí un breve artículo en el New York Times, del Profesor Jeffrey Sommers (de la Universidad de Wisconsin):

 

La crisis siria presenta una oportunidad para un nuevo y verdadero 'reinicio' de las relaciones entre Rusia y los Estados Unidos. Los ejecutores de políticas públicas y generadores de opinión en ambos países se comprenden muy poco entre sí (...) El mantenimiento del progreso solo puede avanzar en un mundo estable, no a través de naciones en problemas desde Egipto, Irak, Libia y llegando a Siria, mientras se aguarda que la democracia arribe (...) El arquitecto de la política exterior de EE.UU. durante la Guerra Fría, George Kennan, advirtió hacia el final de su vida, en 1998, que la política oficial del presidente Clinton de promocionar el avance de la OTAN hacia el este, arriesgaba a la guerra (...). Está claro que Putin nunca buscó apoderarse de Ucrania, ni siquiera de Donbass. En lugar de ello, las aciones de Putin consignaron que el status quo relativo a la avanzada de la OTAN debe modificarse. Donbass fue una maniobra para fortalecer su poder de negociación. Putin es un nacionalista duro pero, antes que alimentar el fuego del revanchismo ruso, en rigor, Putin es el participante que extingue esas flamas con mayor cautela. Putin desea asociarse con Occidente, pero no está dispuesto a rogar por ello (...) EE.UU. y Rusia no reconciliarán sus puntos de vista en el corto plazo. Sin embargo, pueden perseguir objetivos comunes en la crisis de ISIS y la crisis siria, la cual, a lo largo del tiempo, podría comportar una resolución para aquél desafío.

Uno no necesariamente ha de amar a la Madre Rusia ni a Vladimir Putin para evaluar que es parte de los intereses de Estados Unidos construir una relación de cooperación, basada en intereses comunes. Ucrania, que es tan corrupta como Rusia -si no lo es más- no es un interés vital para EE.UU., mientras que trabajar junto a Rusia sí lo es. El cambio de régimen en Ucrania, que fue ingeniado por Estados Unidos, generó la crisis actual -y no Putin. El mandatario ruso llamó al diálogo en reiteradas ocasiones, solo pidiendo que Washington demuestre un mínimo de respeto hacia Moscú -lo cual fue un pedido razonable. Este año, Putin dejó bien en claro que su país desea trabajar junto a los Estados Unidos. Se trata de una oferta que no puede -y no debería- ser rechazada por nadie que se muestre genuinamente preocupado por EE.UU. y por el pueblo estadounidense.


Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative magazine (Estados Unidos) | Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/why-do-we-hate-russia/

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.