INTERNACIONALES: CLIFFORD MAY

Por qué el incremento de la violencia en Israel

A lo largo de los años, Israel se ha visto forzado a defenderse frente a ejércitos extranjeros...

27 de Octubre de 2015
Jerusalén— A lo largo de los años, Israel se ha visto forzado a defenderse frente a ejércitos extranjeros, guerrilleros suicidas y misiles. En las pasadas semanas, ha debido confrontar a una nueva amenaza: jóvenes palestinos en poder de cuchillos de carnicero.
 
A diferencia de quienes tienen por costumbre degollar a extranjeros (en el seno del Estado Islámico y al-Qaeda), los fanáticos palestinos no están capacitados para vendar a sus víctimas y cortarles el cuello. Pero los videos publicados en redes sociales enseñan a los aspirantes a homicidas a emplear instrumentos afilados para inflingir el máximo daño en israelíes desprevenidos. Un imán en Gaza fue grabado en el púlpito, ondeando un cuchillo de seis pulgadas, arengando a sus 'hermanos' a que se dirijan a las calles, hallen un judío, y '¡apuñalar!' -dijo.
 
Los ataques han estado teniendo lugar casi con rigor diario desde el comienzo del pasado mes, registrando -en el más reciente conteo- la muerte de ocho ciudadanos israelíes, y más de setenta heridos. La pasada semana, un centenar de jóvenes palestinos incendió la tumba de José en Cisjordania. Agréguese esto al listado creciente de sitios religiosos -desde Afganistán, pasando por Siria y Malí- que están siendo tomados de objetivo por yijadistas autoproclamados.
 
Las redes sociales se han venido empleando para difundir mentiras, incitando a la ola de ataques. Las partes responsables de la arenga son: el Movimiento Islámico en Israel -afiliado a la Hermandad Musulmana-; Hamás -brazo de la Hermandad Palestino, guerrilleroMusulmana que controla Gaza-; y Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina.
 
La mentira más descabellada reza que los israelíes planean destruir la mezquita de al-Aqsa -el tercer sitio más sagrado del Islam-, que fuera construído en la cima del antiquísimo Monte del Templo, tierra sagrada para el judaísmo. Como tampoco tiene base comprobable la acusación del Señor Abbas, al respecto de que el Estado de Israel tiene la intención de modificar el 'status quo religioso' vigente.
 
¿Qué significa esto, en palabras sencillas? Hoy día, los israelíes protegen el derecho de los musulmanes para orar en al-Aqsa; los no-musulmanes no pueden hacerlo, aunque se les permite visitar el sitio. Durante el pasado año, de acuerdo a cifras proporcionadas por Israel, casi cuatro millones de musulmanes arribaron para rendir culto. En comparación, 200 mil cristianos y 12 mil judíos visitaron el Monte del Templo.
 
El Señor Abbas ha decidido que eso resulta inaceptable. 'La mezquita de al-Aqsa es nuestra', declaró recientemente. 'Los judíos no tienen derecho a contaminarlo con sus hediondos pies'. Y alentó a aspirantes a terroristas, al afirmar: 'Damos la bienvenida de cada gota de sangre derramada en Jerusalén. Cada shahid [mártir] irá al cielo, y cada persona herida será recompensada con la voluntad de Alá'.
 
En el pasado, el Señor Abbas parecía creer que el terrorismo no servía a los intereses palestinos. Pero han pasado años desde que se conocieran sus intenciones de llevar a cabo negociaciones directas con los israelíes. Y, recientemente, ante Naciones Unidas, declaró que no se regirá en el corto plazo por los Acuerdos de Oslo, convenios firmados en los años noventa y que tenían por objetivo proporcionar una hoja de ruta hacia la solución para el problema de los dos Estados.
 
Usted podría preguntarse cómo fue que el Estado judío garantiza mayores libertades religiosas a los musulmanes que a los propios judíos. Este relato se cuenta vívidamente en 'Jerusalén, la Biografía', brillante historia del escritor británico Simon Sebag Montefiore.
 
En 1967, los Estados árabes fueron a la guerra con Israel. El presidente egipcio Gamel Abdel Nasser proclamó el objetivo de la guerra: 'la destrucción de Israel'. El líder iraquí dijo: 'El objetivo es borrar a Israel del mapa'.
 
Por aquel entonces, Jordania controlaba el este de Jerusalén, así como también Judea y Samaria -territorios que habían sido rebautizados como Cisjordania. Durante siglos, aquellas habían sido poesesiones del sultán otomano en Estambul. A continuación de la Primera Guerra Mundial y del colapso del imperio otomano, los territorios quedaron bajo control británico -obedeciendo a un mandato de la Liga de las Naciones.
 
Tras la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña otorgó la independencia al este de Palestina, bajo un monarca del clan real hashemita, que había sido desplazado de Arabia por sus rivales sauditas. En 1948, mientras los judíos combatían a los ejércitos de cinco naciones árabes para establecer su propio Estado en la tierra de sus ancestros, el reino de Jordania ocupó el este de Jerusalén, Judea y Samaria.
 
Los judíos que habían estado residiendo en estos sitios fueron, o bien asesinados, o expulsados. La oración judía fue prohibida, y los sitios sagrados de los judíos fueron desecrados o destruídos.
 
Sin embargo, Israel deseaba con furor que Jordania se alejara de lo que luego se conocería como la Guerra de los Seis Días. Montefiore recuerda: 'Tres veces, Israel advirtió al Rey Hussein, a través del Departamento de Estado americano, las Naciones Unidas en Jerusalén y el Foreign Office británico, que "Israel no atacará, repetimos, no atacaráa Jordania, si ésta mantiene su posición. Pero, si Jordania da inicio a hostilidades, Israel replicará con todo su poderío"'.
 
Al cierre, el rey ordenó un ataque, e Israel replicó con todo su poderío, expulsando a las fuerzas jordanas. Montefiore describe al general israelí Moshe Dayan aproximándose al Monte del Templo y observando una bandera israelí en la cúspide del Domo de la Roca -templo musulmán adyacente a al-Aqsa. 'Ordené que fuera removida inmediatamente', dijo el general.
 
A continuación, Dayan emitió un comunicado, en el que garantizaba a los musulmanes 'libertad absoluta de oración. No hemos venido para conquistar el sitio sagrado de otros, sino para vivir con otros en armonía'. Diez días más tarde, el general regresó al sitio, se sentó junto a los líderes religiosos musulmanes, y 'explicó que Jerusalén ahora pertenecía a Israel, pero que la autoridad jordana controlaría el Monte del Templo'. Y, considerando la sensibilidad islámica, decidió que los judíos no pudiesen rezar allí.
 
Se trató de una concesión de importancia -una que nunca recibiría reciprocidad. Los funcionarios israelíes se mantuvieron firmes: no tienen intención de revocar ese mandato hoy día. Pero, vale la pena preguntarse: mientras podría ser poco aconsejable abrir este sitio sagrado para devotos no-musulmanes, ¿debería, en realidad, ser algo tan impensable?
 
¿Cómo podrán registrarse progresos en pos de una coexistencia pacífica, si los líderes palestinos creen que la sola idea de ver judíos y musulmanes rezando en comunión amerita el exterminio de mujeres y niños inocentes? Desde un criterio más amplio: si la tolerancia se convierte en un avenida de una sola vía, ¿sigue siendo tolerancia? ¿No existe, acaso, un punto en el que la tolerancia se convierte en sumisión?


Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2015/10/23/al-aqsa-temple-mount-stabbing/

 
Sobre Clifford May

Clifford May es presidente del think tank estadounidense Foundation for the Defence of Democracies (Fundación para la Defensa de las Democracias, FDD). También se desempeña como columnista de Internacionales en el matutino The Washington Times.